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DIARIO DE CONTA RICA LITERARIAS Serie novena VA Dolor Dolor, si por eso a llamar al puerta Hegas, se bienvenido, de per en par abierta la deja para que entres. No turbaris la santa placider de mi espiritu. Al contemplarie, apenas el juvenil enjambre de mis dichas seres spartarise un punto con temerosa planta.
Entra, st bien venido. Te sentaré en el viejo sitial que ya otras veces ocupate,. Ua resolo de sol vendrá a baternos. veremos la targa y polvorosa ruta, la que tu conociste.
Brotard de mi alma algúa recuerdo triste.
asomar a mis ojos una lágrima amarga.
den resleting, renuncia a la eternidad: son didos, son los rerupedos, los Que quedan del camino, sia continuarea Is Agenda in la vida. No uende, se esfuman, se alley viendo a lo que llamamou naturales muerta ber dejado nada de af en en gros columns che, eteros y sublime, que llamamos evoli que es la vidal Aceptas. Quieres que sea uno del otro. Oh, Ricardo, sff Come no de amatu cres un dlost Vida mid exclamo Ricardo, Ajando su en las pupilas de Maria Esther.
Los Jardines erbalaban el aroma Intenso tante de las rosas. Las aguas del lago brillabi tas bajo los rayos del sol. SI, sl; Jeres un diss!
La joven lo decle con toda el almu, sia pe que, quid, eso fuera un sacrilegio.
Pero es que hay momentos, eo que el hos acerca Dior.
EMILIO GOUCHON Luego, como el conjuro de algún viento de olvido, In barbilla en tu bacalo, te quedarás dormida.
Regresari la alegre falanje bullidora a revelar en torno y ofrecerme mi parte en su festin de rises. entonces seribor de posar en tus bomberos mi mano y despertarte. te veré cruzando la tediosa avenida que ella de tarde entarde te trae mi guaride y te me irás perdiendo por la ruta lejana, mientras bajo la biedra que trepa en mi ventas me envuelve la infinita claridad de la vida.
ENIQUE GONZÁLEZ MARTINEZ le selle Una declaración de amor primer emoción desde que llegué al convento abandonado. Mi alma se llenó de compasión y de temor. Quise evitar el trato de mi encastadora amiga; pero is vi palidecer, adelgazar, Y, recordando todas las conversaciones con ella mantenidas, adiviné que debía poseer un alma Riel, un alma hechs como la mia, para el amor duradero y los grandes sacriBclos. Senti entonces que se desgarraba mi corazón y me arrepenti amargamente de mi Imprue.
dencia. un din me dije. Por qué no reparar esta Imprudencia. Por qué no he de dar ml triste vida a esta adorablc loca?
Apenas hube formulado en mi interior esta idea cuando senti que mi corazón y. Ia sangre de mis venas se loflamaban. Vi elevarse el amor, que ya creía muerto para siempre, y volvi a nacer a la esperanza. por qué no? La locura de Lucians era desconocida para todos. Vivía con una tia suya, vieja y achacoss, y algunos criados antiguos y muy fieles. Ningún obstáculo legal podría impedir el matrimonio. Estaba trazado mi destino. Ese triste destino mio, en el cuni ya no veía la más pequeña alegría.
Era la hora del crepúsculo. Las nubes 8C abrian como flores del infinito. Habia en el cielo luz ambarina, de rubíes y de zafiros, que penetraba en las tinieblas de la tarde con resplandores de magia.
Luciana se había sentado junto a mi.
Los dos mirábamos el cielo a través de las hojas Mi corazón estaba radiante de terpura, Mi espiritual companicra, de cabe.
llos tan bellos como el crepúsculo, de rostro promeredor de emociones eternas, me devolvia de nuevo a la juventud y a la felicidad.
Ella estaba triste, inquieta. Me observaba de reojo. Oprimía sus manos con las mías dulcemente y murmuré a su oido. Luciana, Lucianira. Por qué no hemos de contemplar juntos los crepúsculos hasta el fin de nuestras vidas?
Se puso aún más pálida, tembló do pies cabeza. Se crisparon sus manos, y al fin me dijo, como si hablara entre sueños. No sabe que nada puede gustarme si no lo comparto con usted?
Se apretaba contra mi cuerpo y avergonzada y casi a punto de caer desfallecida. La estreché contra mi corazón, y, al encontrar sus labios, senti que, mezclada con la locura, cocontraba, al fin, la dicha a que había renunciado.
Me casé con Luciana. No hemos abandonado el jardín. Mi deliciosa compañera ha curado mis beridas, devolviéndome centuplicadas las alegrías perdidas. hasta su misma locura me parece adorable, Mu chas veces, cuando paseamos juntos cotre los árboles, en las noches claras de luna, mientras los murciélagos para el vuelo incierto y huye algún gazapo por las brefias, empieza Luciana a hablar de ese cuerpo que ha dejado en casa. yo experimento entonces la sensación de hallarme en el pais de las almas. cuando la voz argentinn me pregunta: No estas algo inquiero. Hace tanto tiempo que está allí solo. Siento como la sombra de una encantadors intranquilidad. Volvemos a casa y al estrechar susvemente a mi mujer contra mi pecho, me parece que vuelvo realmente encontrar el cuerpo después de haber soñado con el alma. asi, la locura de la encantadora mujer se convirtió en nna especie de simbolo; en vaporosa, amable y sonriente alegría.
La montaña Erguido en la montafia de mi duda, Gob, Dudk, sangre de este siglo slo. sm sleé le mano laverecunda sepindote, Sedor.
Tras vas nube blanc, soareia lafuna con insigne candor, y el mar cunjabe rosas con espuma, bajo su admonición Bruscamente, en el agro silencio, cruzó la saeta de oro del ray, convirtió la montaba altiva, en negro piramo, de polvo pris.
Seat entonces, que un diviso misprog mi soberbia trocabe en unción; y pude ver, y Vi, mi pequentes de fomo, Derdida en lo insito de ta imor. Kuco El jardín Yo he nacido con una gran propensión amatoria; pero propensión hacia ese amor magnanimo por el cual el hombre de toda su persona, toda su alma a la mujer, tanto para lo bueno como para lo malo, IOCODdicionalmente, hallándose dispuesto a vivir morir por ella. Dos veces me habla enamorado. Mi primera novia murió cuando hacíamos los preparativos de boda. La segunda después de haberme hecho creer eir su cariño, prefirió una especie de mandolinista chileno. llegué a desesperar de alcanzar la felicidad. Aquellos desengaños habian sido demasiado amargos, y me habían dejado sia fuerzas, sin deseos y sin ensueños.
Pui a ocultarme a los alrededores de yog, a una especie de convento abandonado. Pasaba los días enteros en un lomenso jardin, en el que desde hacia cien hos. co se habia podado un árbol. Alli trascurrieron para mí las horas, unas tras de otras, de un modo extrano. Era un bosque lleno de pájaros y de toda clase de alimañas, de tierra amarillenta, donde el ayer había llevado semillas de flores, de plantas silvestres, y extraordinarias sa lamandras. Un ciervo vagaba por alli con su esbelta silueta, sin que pudiese yo ave.
riguar si había nacido allí o cómo había ido.
Yo vagaba por aquel jardín en las ma fagas claras y en las tardes en que el fuego Incendia los árboles y en que la farsa de las nubes se desarrolla en decorados de milagro. Pero yo no encontraba en ello apenss placer alguno. Mi corazón estaba mustio como las hojas secas. El amargor del Eclesiastés llegaba todos mis peosamientos. Unicamente dejaba mecerse mi dolor con el magnifico espectáculo de lo selvático del bosque de hayas y de olmos.
Una mañana en que llegué hasta el Ispite, hasta la ruinosa tapia, vi abrirse una puerta y aparecer una joven singular. Iba restida con una bata de grandes pliegues, de color de escarlata, y con brocados arzenticos. En su cuello brillaba un collar le esmeraldas, y sus cabellos, sedosos y loridos, caían sobre sus hombros, medio sujetos con peque as peinetas de nácar La gracia de sus ojos verdes como lagos, le su curls fresco, de su rostro deliciosanente ovalado, de su boca llena de timidez de su cuerpo flexible, la hacían parecer in aquel abandonado jardin algo así como Da hada, como una ninfa o como una srincesa de leyenda.
Al verme, se asustó mucho; me dirigió la mirada sumamenre taquica. yo me Sallabe demasiado abatido para conmoverme on su presencia; pero aún no había perlido el respeto a la divina belleza. Le dije son mi babirun amargura. No le preocupe a usted mi presencia.
31 jardin es de usted, quédese en él, si que puede soportar mi vista.
Sonrio; comprendi que se había tranqui izado de su temor.
Después me dijo con una voz de agun le fuente de cristal. Crel que este parque estaba abandoado. He estado aquí muchas veces y unca vi a nadie. Si, estaba abandonado y desierto. Ie ontesté. realmente no ha dejado de estarlo.
Empezamos a hablar de los añosos ároles, del ciervo y de las salamandras. quella conversación tenía algo asi como sombra de un encantamiento. Aquella ada era inocente, sentimental, un alma into de la naturaleza como de los libros, ecba al campo y a las novelas de Jorge aod, de Lamartine, de Bulwer Lyton, de Mfredo de Vigoy. Eran sus palabras amsles y fiass; sus silencios tenian algo de strarsalario. Parecía mirar muy lejos a avés de la luppis, cuando al fin, le preante: Qué está usted mitanda Es que me contestó he defada mi berpo en mi cuarto y estoy algo intrar.
ulla. Siempre tengo miedo de que quiers alir solo.
Comprendi entonces que estaba loca, y sto me hizo que aún me interesase más or ells.
Volvió desde aquel din con más frecuenin que al principio; después, todos los ias de acogía yo sin el más leve temor.
Dideldo otoño empezó a amortiguar el erdos de la hierba y de las bojas. una nator de setiembre comprendi que el popre desterrado había despertado el amor el espíritu de la pobre loco. Fue mi Un love briss movia el follaje de los vecinos ir boles. Ahi, ceres de ellos, casi sus pies, algunos esnes pasaban nadando lentamente, blancos, muy blocos, bajo la gloria del sol matinal.
Et, entonces le habló de su amor. Con vox templada por la emoción, expresóle sus sentimientos, Incontenibles y vebementes. Si, la amaba. La ema ba con locura. el Joven biólogo, llevado por su amor a la naturales, por su entusiasmo de lovesti gador de las leyes de la vids, habib María Esther de los pequeños, pequeñísimos seres que bablats tudiado, y que se buscan, como impulsados por misteriosa atracciones, para perpetua eternamen olen ole esa fuerta, Maris Esther, es el amor.
amor, que es la vida, que es el priacipio creador, y que hace al universo eterno y maravilloso. Te amo, me amas.¿Por qué me buyes, entonces. Vivamos juntos, el uso para el otro, con toda la alegria y la despreocupación de los seres os. Nada te doen estos jardines. No escucbas el mis terioso y veo rumor del amor y de la vida, en estas fores, en las sves, en el alre, en el mismo sol que todo lo alegra y lo fecunda con el calor y la luz de su generosa grandeza?
Ricardo hablaba como transfigurado. La velemes cia de sa palabra, Elida y elocuente, iba como fasci nando Maria Esther, que se sentía vencida por el desbordamiento de pasibo en aquel borebre joven y de esencia superior. SI, Maria Estber, no pretendas resistir a tussen timientos, Amame, mame libremente, como yo le amol te burt feliz ite lo juro! Contigo me sentire más fuerte, estudiaré, tal ves alcance la culminación de mis ambiciones. Se generosa. Qué obrt puede ser más alte, mis augusta, mis para para la mujer, que el prestar su ternur, su estimulo, sus mimos al hombre que trabala, que produce, que es tudia, que investiga. No comprendes que, asl, la mujer fecunds el genio del hombre? Por eso los poetas las llamado sus soles, a la mujeres que han amado. Si, sus lumia 3os soles, porque de ellas recibieron el calor, la ins piración, los anhelos nobles, la bondad. Todo lo elevado y superior que hubo en ellost El joven, tomando entre las tuyas la mano de Ms.
ra Esther, continu, después de una pausa es que los poetas y los sabios, son los que mejor comprenden el valor del amor apasionado y vehemente, del amor loco y vencedor. Elles, preci samente, que en fuerza de sentir o de saber, Yen en todas las manifestaciones de la vida universal, ese misterioso y vasallador principio de atracción en los grandes y en los pequeños, en las constelaciones y en los tomos. y más alll todavin: en lo inconce bible en la infinito Eso te ofrecer que nos entreguemos sin resister cias resa fuerza de simpatia universal, que me atreis hacial, que arroje bacia ml, inevitablemente, stalineale, con el meddeto imperativo de la vida No release impulso: serie en yngo. Los que se catregan al atror, Oppo elegidos. Los que pretesSomos eternobio Oyeme, hermano mio; yo quisiem Hablarte de otro tiempo muy lejaner Siento como una voz que a mi Del fondo de los siglos, de lo 80.
Esa voz me susurra en el Oldt, Una reminiscencia muy remota; Me recuerda de algo que ya he sid Eo otra parte y otra edad igon.
Tú que a mi lado pasas distraído Como si fuéramos los dos extrange Creo que alguna vez bemos Yced Juntos los dos hace millones Yo pienso que a la tierra se prep Sin genesis ni origenes mí en la igle ¡Pienso que hemos los dos afirmo que los dos somo sigo ve Creo que fuimos algo impona se Reborando en los orbes por lo cha Algo así como el Éter impalpable Que no tuvo comienzo en lo evitern Recuerdo que un vez, yo no sé cu Slendo stomos, los dos hemos vivid Eramos polvo cósmico rodando Por yo no sé qué caos desconocido Recuerdo más aún, que hemos est Conviviendo en un astro, no sé cuá! que de alli a la tierra hemos bajo En una vibración de luz astral Sí, yo recuerdo bien que somos Pu: Hace millones de anos, no te asomb recuerdo que justos, convivimos En la primera céluia del Hombrel Mucho antes de existir en forma hurt Eramos ya dos gotas de socio: Yo no sé cuándo fuez porque es leji Esta reminiscencia, kad mano mio.
Tú que a mi lado pasu dis Como si fueramos los dos ext ¿Te scuerdas que y Juntos los dos hac ROSNY Amor Discreto Si algún dia, mi tesoro, te pudiese hablar de amor pensaría un largo poema de dulzura y de ilusión.
Es lo eriste del destino que yo deha en mi dolor oculcarte, dulu ada.
lo que tanto sufro yo.
De mis quejas más sinceras de mis ansias de pasión he fornado esta romanza.
que te llegue al corazón!
FEDERICO KOERNER Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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