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Sección de la Cámara de Agricultura El espejismo de la baja (Continúa)
Al mismo tiempo en los Estados Unidos ocurria algo semejante. Este ais poderosamente rico y extraordinaamente activo había sinembargo emTobrecido por el consumo de la guerra.
No se realiza la puesta en camino, aprovisionamiento y transporte a ultramar de varios millones de hombres, tan espléndidamente equipados como se sabe, sin aflojar la mosca. así, disminuida la riqueza en oro y plata, el costo de la vida había concluído por duplicarse y más que duplicarse en América, en la primavera pasada.
Pero alli, por lo menos, el esfuerzo hecho para alimentar la guerra permitía proveer bastante ligero a las necesidades de la paz. Al organizar la expedición a Europa, fueron muy previsores y se prepararon en grande escala, intensificando en proporciones gigantescas la producción. de las cosas necesarias para las tropas. Viene la paz como vino la guerra, como un rayo.
Se habían formado importantes stocks y era preciso venderlos. No se trataba de stocks de obuses ni de aviones, sino de los vestidos, de las máquinas, de las conservas, etc. El consumidor extrangjero comenzaba a refunfuñar por los precios. En Francia, por ejemplo, que valía el dólar Frs. 17 en vez de Frs. 20, cada objeto americano nos resul taba costando más de tres veces su precio real en América, donde era ya caro, nos vimos obligados a renunciar a ello.
Desde ese momento el alza del cambio no fue ya un beneficio para el vendedor americano Para un vendedor es una gran ventaja la subida de su propio cambio, pero hasta el punto en que el cesa de vender. Cuando el extranjero, desalentado por el cambio, cesa en sus compras, el comerciante no exporta ya.
Así, el industrial americano, a fuerza de ganar con el europeo, concluyó por no ganar absolutamente en lo que se refiere a compras facultativas, de cosas de que podemos prescindir, y tuvo que lanzarse sobre su compatriota; pero éste, aunque por razones menos poderosas, estaba cansado de pagar caro y comenzó a abstenerse y a poner de moda la sencillez. Así, por una parte acumulación de ciertos objetos fabricados por la expectativa de una guerra muy larga, y producción intensificada por la reanudación del trabajo; y, por otra, fuga precipitada del comprador extranjero y resistencia del americano. Qué hacer?
Vender menos caro: bajaron los precios, Esto pasaba lejos de nosotros, pero hay una telepatia singular entre mercaderes (mercantis) de todos los países.
Ya en tiempo de Voltaire se decía: Se hace gritar a un financiero pellizcándolo en Pondichery o en Chandernagor.
En nuestro tiempo, eso es mucho más cierto. Inglaterra sigue muy de cerca las menores fluctuaciones de ultramar.
En Londres también se había puesto cara la vida, los precios habían poco más que triplicado desde 1914; pero desde los primeros meses de 1920 comenzaba el comprador a abstenerse. Se fundaban ligas de propaganda con miras de economizar y de restricciones voluntarias. luego los compradores extranjeros, franceses principalmente, cansados de pagar dos veces y medio el valor del objeto inglés a causa del cambio se abstenian más y más. Sobrevino la baja americana: los especula.
dores ingleses que jugaban al alza, te merosos de que sus mercaderias fueran a bajar, se asustaron. Los dueños de stocks tomaron rápidamente el partido de vender y vendieron menos caro. Se vió bajar en el mes de mayo la lana, el algodón, el lino, el aceite, el caucho, y sobretodo los metales, que se han precipitado velozmente. Como bajaron estas materias primas, los objetos fabricados aun antes de esta baja también bajaron. El especulador no espera que esté lloviendo a cántaros para abrir su paraguas; le basta con ver en su periódico anunciada una depresión del lado del Atlántico. Lo que las leyes más arbitrarias o los procedimientos fiscales más vejatorios no obtendrían, o poco, un rumor, un soplo que anuncia un fenómeno económico lejano, lo abre al instante y con amplitud. Pero para eso necesita además que el fenómeno mismo sea bastante amplio. En la vida económica no hay grandes efectos producidos por causas pequeñas, y las causas accidentales no tienen efectos duraderos. Ahora bien, en Francia, las causas que pueden producir la baja son hasta hoy bastante minimas y lo mismo han sido, por consiguiente, los resultados. Sinembargo, los ha habido ya suficientes para hacer esperar la baja. Cuáles son, exactamente? Hélos aquí: nización dio al extranjero mayor con fianza en el valor de nuestro papel, en consecuencia, nueva mejora ligera del cambio. Mejorando nuestro cambio, es decir, el dinero francés, recobrando un poco más de su antiguo valor con relación al dinero extranjero, las mercaderias extranjeras nos cuestan menos caras: de donde resultó nueva baja, especialmente del algodón y el café. Al mismo tiempo, como los metales extranjeros bajaron mucho en Londres y la seda en China y el Japón, era indispensable que el efecto se sintiera en Paris y en Lion. Por otra parte, el alza extravagante del cuero bruto, llamado cuero verde. ha concluído por desanimar a los compradores en grande, que han reducido sus órdenes, y fue preciso bajar los precios. En fin, una circunstancia excepcional y por otra parte desgraciada hizo bajar bruscamente el precio del ganado: la fiebre aphtosa que ha despoblado las ganaderias, obligando a vender ligero y a me.
nor precio los animales amenazados.
Se vio en los mercados del centro sacrificarlos corrales, lo que no es sefal de prosperidad para el país. Seria, pues, absurdo creer que, siempre y en todos los casos, la baja es señal de prosperidad, mientras que, siempre y en todos los casos, el alza es una calamidad pública: la una y la otra pueden depender incidentalmente de causas buenas o malas. Pero en resumen, es cierto que la vida cara es un mal y la vida barata es un progreso para todo el mundo.
MARGÉS (Continaard)
En primer lugar, el comercio francés se ha puesto de nuevo a vender al extranjero, desde principios de 1920, y ha habido ligera mejora del cambio a favor nuestro. Enseguida, la noticia de que Francia recibia de Alemania una indem.
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San José, Setiembre 30 de 1920.
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