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DIARIO DE COSTA RICA, ITEYES 15 DE SEMUICHBEE DE 1623 Literatura Centroamericana oo Of rra vendeñor de im de libros viejos, de artios sontas, de laminas indeecifrables, de Joy2s con del rey gue rabió, en fin, de todo lo inútil, de todo lo inservible, de todo lo arruinado. Quíén no ba visto en la tenducha QUé posee por el Santuario úe Guadalupe, en medio de se pintoresco muzeo, enjuto y apergáminado, larguruzto y calvo, con sus ojos verde óla, so boca deshabitáda, y su nariz periqueña, sobre la cual víven a boreajadas. las primeras y. enormes aántiparras que llegaron a la Capitania Gineral, en tiempo de Mari Castaña?
Don Carslempio es un sér extraño y casi problemático. Aseguran que nunca ha nacido y es opinión gederal que nunez. mórirá. Pasan unas tras otras las generaciones, como las olas de un mar, y todas dejan a don Caralampiá én el estado en que lo hallaron, siempre viejo, siempre tonto, siempre feo, siempre vendiendo cachivaches, siempre bonrado, siempre cetibatario, siempre idéntico a sí miémo. Pero ¡ah! me equivoco: la actual generación encontró a don Caralampio vestido de tercero: del Carmen, y lo dejará en el estado profano, con su simple ebagueta de seglar. La revolución se atrevió a el tiempo no quiso psar jamás hacer una alteración en la eterna identidad del respetablé señor don Caralampiol Pero. de qué vive don Caralampio? Este es uno de tantos lados. misteriosos, como tiene su enigmática existencia. No se sabe. si Diógénes halló al hombre que buscaba; pero es notorio que hace muchísimos años que don Caralanipio no encuentra un comprador. La última moneda que entró a su tienda, figura actual mente en un museo alemán de. numismática. Si don Carelawplo na usera. polvos de rápé, estarían llenas de telas de araña las bolsza de su leco dé cachemira verde.
Por eso tue más que alegrla, fue estupelacción y a¿rrobamiento lo gue sintió don Caralampio, hará unos tres mesés, al ver en el umbral de su tienda a un sér, que por su calidad de bípedo y su falta de plumas, revelaba desde luego ser un hombre, Nuestro mercader se estrégó apresuradamente los ojos, temieno tomar por una reslidad lo que podría nó sef otra cosa que uNa ¡lusión de su deseo; pero viendo. que el individuo no se evaporaba, cómo mo de ios silfoz que visitaban el abinete de Vausto, se adelantó hacia él sonnendo éoñ una amabilidad, poco me ño que conmovedora, y le dijo. En qué nodría servir a Ud. Voy a decírselo en dos palabras, respondió el ¿interlocutor de nuestro béree. Me llamo Agapito Yescas. y soy estudiante de segundo año de teyea. Servia de amanvense Un eseribano, un alter ego de la Almo neda del Diablo, que ¡Dios to perdone! es un costal ambulante de vicios y de concupiscencias. ANT me ganaba lo suficiente para pagar a mi patropa una pensión por año, ir a loz taros cada día de Candelaria y bacerme un pantalón cada dos lustros, euazdo un día, sin más ni más, me plantó mi jefe de patitss en la c2le que a ul Ab, pd. que motivo. El de haberme encontrado ULA noche én la ventana con sa hlja, a quica estaba 79 preguntando: zi lendiz so paré ajguna estritura que sair en limulo antes de Muterme la cama. Este fuc el premio que reeibió mi deseo de trabajar, señor don Caralampio. qué ha hecho usted después?
ne un dentavo: darse blo. Joven! exclamó con. dignidad el eytercero del Carmen. xXMi más ni menos. Comencé por aprovecbarme de los ahorros que había hecho, a fuerza de economías, y qué llegaban a la respelabie suma de cinco reales y i2edio; pero, cono nada hay que no sé acabe en esta vida, excepto la pobreza, concluyeron los cineo y medio y algún tiempo después concluyó crédito comercial: hace enalro semanas que no encuentro quien me fie unz botella de cerveza!
Don Caralampio, enternecido por aquella patética relación, llevó apresuradaménte su mano al bolsillo del ehaleco, eac0. sí caja de rápe, 16 abierta al estudiante. Bueh. rapé, señor don Cáralamplo, dijo a éste, haciéndole heroicas mente los honorés: cómo me recuerda al Padre Arredondo. Pero vol viendó mi narración, le manifestaré el motivo de mi visita. Hace un mómento sentaba un principio falso: dije que sólo la pobreza ho se acahaba: y esto es mentirá ¡por Dios! porque yo he dejadó de ser pobre para ser inteligente. Desde hace algunos añoz he ido todas las mañanas arrodUlarme ante el altar mayor de la Catedral, y ésto, no por religiosidad, sino por ver a. fa custodia y 10 olvidarme del color del:oro; ahora voy pregulitar en ou iglesia bay custodia de. plata, para hacerla en adelante la de mi úevoción. Por ín ifigúrese: usted cnál será el triste eatado en que me encuenno cuando he tomado la resolución de suplicar a usted se encargue de vender la joya valiosisima de mi familia, el 1esoro inestimable que bkace doscientos años se conserva guardado respernosamente en poder de todos Jas Yezcal. al decir esto, Ágapito se lmpió con la marga del saco los ojos, secos como el desierto del Sahara, y puso en las manos de don Córalampio un envoltorio de papel.
Don Caralampia tomó. temblando el tesoro de los Yescas y comenzó desenvolverlo con marcadas señales de veneración. Después de cinco apas de papel fue apareciendo aute la pupila de don Caralampio, en la cual se motaban todos los siniomas de la estupegfacción, un libro inválido, decrépito y apolillado, en cuya paste de pergamino se leía, con inmensas lewras góticas y coloradas, el sigujenle título: De. rerum natura. En evánto me valúa Vd? preguntó Agapito suspirando. Y07 esto. pues. eh una peseta si hay quien la dé. Cómo. euerría Ud. repetírme lo que ha dicho. Que avalúo este Jibro en real y medio. Pués va Ud. a vendérmelo en. 25. Por primera vez en su vida, don Carmiampio se faltó ál respeto, salvirdo una cererjada, eñ la cual su botx y su nariz se dierou uu lirzo y riñoso beso. Así que JOgró sofocar aquelía bilaridad intempestiva, pre gunró al estudiamio. Con quee en 25. Ni Un centavo menos. ¿qué contiene el famoso. libro. se aprebde con él hacer oro. Da el remedio para no volverse viejo. Más que todo eso, señor; este líbro, este tesoro, es hada menos qu un Eleevir! Jn que. ¿qué viene a ser eso. Un Elzevir es, para los biblioflos, lo que una receta de Nicolás Flamel para los alquimistas, la que el fósil de un rmastodonte. para el naturalista, lo que una muela de Sauta Apolonia para los eztálicos, en n, lo que es para un enamorado el rizo de su novía. No sabe Ud. que en 1324 Carlos Nodier compró por 400 francos un Elzevir, Delille, librero de la calle de Molle e, en París? en este tiempo, Brunet ase uraba que apenas auedarian diez Elbzevires en Europa; abóra no debe haber ni uno. Estoy seguro de que en París, yo vendería tni libro por Una cantidad fabulosa, qhe podría bastarmé para vivir alu algunos años y después, volvertie a mí pais vivir con holgura de mis rénias; pera no ke encontrado quien me baga us adelantito de 500, para 37 én persona a venderlo, y sitiado por hambre mé he resuelto a darlo por lz tristo, por la miseráble, por la desesperada suma de Don Carelampio movió la esboza, de un lado. a otro, con el aire de una Persona que ho quiere replicar, pero que aún no se encuentra convencida.
Ex fin, dijo; lo pondré allí. y veremos. Le dejo mi patridionio, axclamá Agapito cóh tono plañidero: le dejo la joya solariega de los Yescas. véndamela usted. Sólo le: póngó na eondición, necesaria, imprescindible, sihé que non, como decimos los legis1257 es que antes de cerrar el contrato de venta me avise usted, por si puedo rescararlo, antes de un lan o tan duro: o Se lo prometo, coñitestó don Caralamplo, despidiéndose del estadiante y arrojando sobre un montón de libros la joya solariega de los Yescas: Al día siguiente ¡mueva e inespe rada: sorpresa! otro estudiante pebetra en eb santuario de don Caralámpio. Vengo, le dies, a ver si nsted tiene ua lomo que me falta para para completar uba obra. Qué estudja usted. pregunta el mercader. Yo0. no estudio nada, enrso derecho. Enionees tal vez desearía usted un towo de Rinuelme? Tengo el sesundo. el de Dilenghieri? Pero sólo tengo la obra completa, se la daré muay barata: en cinco pesos.
El estudiante Jo escuebaba, pasañdo Una mirada distraida por 2quel mare magneun de libros moatn salénicos; de repente jó 12 atención ese libro en él de Agapito, lo 1016 apresurádamerte y lo abrio. Cómo. iclamó. seria un No, nó puede ser. sin embargo Piro no. las 3e B23. esería un verdadero Eltevir. Es un verdadero Elzevir. solemnemente don Caralam pio. Si, continuó el estediante, tiene los distintivos iécnicos. Aquí está la Minerva con el olivo de Danjel Eire vir; y aquí la copa cargada raci05, Veamos la edición: Arasterdam, 1587, No Gene duda, es realmente un Elzevir. En cuánto lo vendería asted. En veimtícinco pesos, dijo don Caralimpio con alguna timidez. NO Caro, MUrmuró el estydiante. Si yo hubiera rectbido ya ri pensión! Pero faltan ocho dias Pára que termine el mes: si nsi me Espera, Elzevir ez mío.
Don Caralampio le hizo una vaga promesa, lo despidió. y acto continuo dió son su tabaquero una respeluosa Vaptleada aquel libro, por el eual nfrecian nada menos de 25, Dos días después, un trueno en figura humana se precipitó revoluciouarlamente en el museo de don Casalampio. Es verdad que usted tiene nn Elzevir? le gritó. un Elzevir génuino. y yn que tie he andado las siete partes del mundo en busca de un tesoro tax inapreciable! Estoy Punto de enloquecer! Deme usted Pronto el :archi célebre volúmen; se lo pagaría a usted aunque fuera. besos de oro. Veámos yl es en efecto un Elzevir. un verdadero Elzevir!
con éntesis don Caralampio tiene usted. Puede ver a Venus, con su, olivo y la cepa da. yla edición de da. Basta! exclamó el: comprador estrechando contra su pecho la he tencia de Agapito; y sumersiendo la Blano en la bolsa de pecho, guntó. cuánto vale mi Elzevir. Cuarenta pesos! dijo dón Caralampio, ruborizado desu audacia. aAquií los tiéne usted, replicó el enamorado del Elzevir, extendiéendole añte los ojos despavoridos de don Caralambpio ocho billátes del Banco Internacional, famantes. nuevecitos y representando cada uno el valor de cinco pésos. Enseguida dió media vuelta sobre sus talones y se dirigió la puerta, arrullando entre sus brazos el líbro singular, que valía tan fabulosa suma. Don Caralampio lo detuvo por las faldas de lá levita, Todavía no, Jedijo: rengo prohibición de entregar lar previo aviso a su dueño, y así, tendrá usted la bondad de esperar un poco, El otro se rascó lá cabeza, comodesesperado par aquella contrariédad: pero. enseguida bizo un gesto da resiga: y dijo. Podré volver por mañana. indudablemente. Sin falta 2l2una. Por supuesto.
Entonces, basta mañana. Queda el contrato soncluido irrevocablemente Dejó pesaroso el libro sobra la Mésa, se guerdó los ocho billetes y se reGró, mirando con ternura el codiciudo Elzevir, dijo Aquí lo cargaEs:e dacumento es prop edad do la Bici oleca Nacional hiigue Uoregón zano del stoma Nacional de Bic olocas dell nistorio de Cultura y Juventud. Cos:a Rica
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