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PAGINA DO JUEVES 15 DE SETIEMBRE DE 1021 DIARIO DE COSTA RICA Dan una Campanada sin Razón Cuando la otra noche ví en LA TARDE, con caracteres muy gordos, un encabezamiento en que se anunciaba la sustracción de un importante documento de la Nación, me preguntaba, lleno de curiosidad. cuál podrá sercese documento cuya desaparición mete tanto escándalo, tasi casi, como el que levantó el robo de la Joconda, en el Museo de Louvre? poco de leer vine a enterarme de que el Leonardo de Vinci era yo. Una carta mía era la que producía todo aquel desasosiego. Luego resultó que el documento estaba muy en salvo. Para acabar de tranquilizar a LA TARDE debo decirle que ningún peligro de sustracción existe, por la sencilla razón de que en los archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores no hay, o por Jo menos no debe haber, ninguna cómunicación escrita por mí. Es cierto que en julio o agosto de 1920 hubo en la Casa Presidencial una junta de notables, con motivo de lá amada ley de nulidades, y cierto, también, que a ella fuí invitado; pero a esa reunión no quise asistir, pór mi arraigada decisión de no meterme más en el barullo de la política, según lo decía mi carta, de excusas dirigida al Lic. don Alejandro Alvarado Quirós. No erivié la carta al Secretario ue Estado, sino ala persona del señor Alvárado; y para que sobre esto no cupiera Ja. menor duda, erucé la carta con la leyendá acostumbrada para significar que el. contenido era estrictamente personal y confidencial. Mi carta, pies, nó es un papel de Estado, sino una carta privada, dirigida a un amigo y puesta al abrigo de ojos extraños, Ni el Estado, ni el Gobierno, ni el público tienen nada que hacer con la dicha carta. En los últimos tiempos de la administración Tinoco, el señor Alvarado estuvo en Cartago de temporada, y entonces nie visitó varias veces y reanudamos antiguas buenas amistadesy Más que nada por deferencia a. ellas, expuse en la susodicha carta, al correr de la pluma. sis ideas sobre el asunto de la ley de nulidades, o más propiaménte, sobre una opinión mía al Banco Internacional de. Costa Rica, y a la cual hacía referencia el señor. Alvarado en la carta. personal: en que me rogaba la asistencia a la junta: de notables: Por el alto puesto que merecidamente ocupa. el señor Alvarado teníá que considerarlo identificado con los intereses del Banco; y, por. con siguiente, le hablé del asunto con la libertad. con que dos compafieros en la defensa de un caso hablan: sobre todos los aspectos del mismo, favorables o desfavorables. No hay: asunto que no tenga anverso y reverso; y cuzndo uno tiene entre manos un asmnto que defender, el toque está en discernir en dónde se halla lá preponderancia de las buenas razones, y para determinarló: es forzoso pasar revista de las favorables y las adversas. scan graves o no Jo sean. o z Eso hice en mi carta. Pero ése aquilatamiento de motivos no es para ser expuesto ante el público; y si yo me allanara a publicar la carta, mi proceder sería indélicado, con respecto: mi cliente, casi rayano en desleal Cuando háy que ventilar un asunto, todos sabemos, por propia o ajena experiencia, que es una falla imperdonable admitir que «nuestro. easo tiene puntos débiles. El enemigo los agarra cn seguida, no los suelta; los. ex plota poniéndolos muy de relieve y. grandándolos, se sirve. de ellos, con resultádos, muchas veces, desastrosos para una. cansa que, por sus méritos, debía ser la victoriosa. Yo no quiéro. cometer esa falta. Jamás me perdonaría de que hubiera sido causá de e ini cliente el Banco, o, que el Estado, mi señor natural, tro pezaran al luchar con su adversario, en obstáculos dejados caer en el terrerño por mi torpeza y falta de discreción. Pero no váya a creerse que la no publicación de la carta significa. que el. caso de Costa Rica, tal como resulta de la bperación de la ley dé nulidades, esté coridenado por:la carta. Todo lo contrario. En ella dije: Viendo el asunto desde el púnto de vista del pleito del Banco Internacional, mi parecer fue que para los intereses. de su defensa importaba mucho que el Congreso repudiara las: causas de obligación que ha venido alegando el Royal Bank. De no hacerse así parecería que el Estado las tiene por legitimas. y, entonces, el pleito, por parte del Internacional, es pleito perdido.
Por otra parte, esa ley del Congreso, llámese declaratoria, de nulidad, desconocimiento, repudio, o de cualquier nombre, mejora la condición del Banco, porque obliga al Royal Bank a. tener que discutir el negocio por entero, sin permitirle ir primero por el camino de la ejecución y dejar al Banco con un juicio ordinario a cuestas, para recobrar del Royal lo pagado indebidamente. Pero si tal declaratoria de nulidad se da, no creo que ella impid Este dovurmorz es srop 02d de la Bicuoteca Necoral a quel Obrogón cano ssiva Naciona se Bibitesocal de los tribunales el entrar a conocer de los méritos de la nulidad.
El Consreso haría lo mismo que un particular que se niega a cumplir, alegando nulidad, el contrato que a su Juicio la contiene. o En otro punto esencial mi carta niega que Inglaterra tenga derecho, so color de la teoría de los gobiernos de facto, a dárle ese carácter al gobierno de Tinoco: Hay inconsecuencia de Inglaterra en no haber. reconocido al Gobierno de Tinoco, ni siquiera como gobierno de hecho, y, sin embargo, pretender áhora que los actos de ese gobierno eran los. de un gobierno legal; hay inconsecuencia, también, en haber seguido Inglaterra dócilmente a EE. UU: en las relaciones con el Gobierno de Tinoco, y no observar ahora la declaración que hizo Mr. Wilson, de no amparar a sus nacionales que hicieran tratos con aquel Gobierno.
Que España, que recooció el régimen del señor Tinoco, hablara de gobierno de hecho, para amparar el interés de algún español, pase; pero es incomprensible que sí Mr, Lloyd George creyó que el señor Tinoco no tenía capacidad para firmar una autógrafa, dirigida a el rey Jorge, sí la tuvo para firmar contratos con cazadores de. oncesignes y especuladores comerciales, súbditos ingleses. Para el rey, el señor Tinoco era un intruso; para el súbdito, un Presidente legítimo. Eso es un contrasentido. o. o Los que hablan de que mis recientes palabras riñen. con las demi carta, como hablan de lo que no conocen, yerran por compicto. Contradicción habría si yo hiciera ahora cargos al señor Secretario de Relaciones Exteriores por defender con tibieza la resolución del Congreso y ayer hubiera dicho que toda resistencia erá inútil contra Inglaterra, y que no cabía otra, cosa que una rendición incondicional. Podré haber estado en desacuerdo cón el Congreso en el conceptó de la eficacia de todos y cada uno Ge los. medios de defeñsa de su posición; pero yd jamás he dicho que había que arriar la bandera. Los mgleses áñtes de la batalla de Jútland abrigaban recelos sobre la eficacia de los armamentos navales de las dos armadas rivales. Las grandes unidades justificarían la tradiciónal confianza de que gozaban. Los submarinos decidirían la batalla. por el contrario, la suerte de ésta dependería de los aeroplanos? Estas y Otras incógnitas obscurecían la visión; pero todo ello nó fue parte pará debilitar o paralizar la determinación de trabar la acción. Pues esa misma determinación de luchar domina toda mi carta. Costa Rica con tal de que permita que nuestros tribunales juzguén el caso del Royal Bank, contrá el Internacional, podrá contener las agresio nes. británicas y :hasta. proponer que la diferéneia entre ambos gobiernos se someta al arbitramento de la Corté de Haya. Los que hablande mi carta sin conocerla «y dicen que ayer dije una cosa y hoy digo otra contraria, pierden de vista QUe las circunstanicias de ayer y hoy son distintas. El. resello dé la ley de nulidades: es un hecho consumado y el Ejecutivo, como cumplidof de las leyes, tiene que ajustar su conducta a la pauta que le señala: aquella ley. Con ocasión de uh conflicto con Inglaterra, el Presidente de los EE. UU. de América, Mr. Grover Cléveland, pronunció aquéllas memorables palabras: Estamos en frente, no de urfá: teoría, sino de una situación. Ese es también nuestro caso; tenemos todos que porier: los hueños de punta ver cómo salimos con bién. Deseos de desprestigiar al Congreso o de prestigiar a la Secretaría de Relaciones Exteriores, o pasajeras conveniencias de politiquilla doméstica, no pueden ser buenas rázones para defender, a cápa: y espada; los recla.
mos ingleses. Pero cualesquiera que sean las opiniones de los otros o las mías, en lo tocante a Jos gobiernos de hecho y a la cuestión de si el régimen del señor Tinoco pudo entrar o no en Ja categoría de gobiernos de hecho, me parece que los. que hablan. y escriben contra Ja ley de nulidades hácen algo muy parecido los que en una guerra, se pasan al campo enemigo; y. cuando, como en el caso presente, hablan y escriben así por haderme mala obra, lo que resulta es qué el picotazo que asestan contiá mí, de hácer daño, será contra el país. Pelear al lado de los ingleses, no resulta patriótico. No proceden ellos así en sus conflictos internacionales.
Muchos pacifistas había en la Gran Bretáña al declararse la guerra; pero una vez que el Parlamento la declaró; dejaron ellos su.
pacifismo e: ron a tomar posiciones en el frente. Mueno Cu tura y avertad, Costa Hica.
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