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PAGINA DOS AAA Este hotubre desnudo, de carnes morenas. un bronca vivo, Que, en audaz carrera, luce por las playas la desenvoltura de su gracia a. Ya sus pies imprimen Tugitivas buellas, y arera, alada, sobre crujidoras y húmedas arenas; Sa aora Múmedas Arzn3s. de estatuarias formas y. se destaca encima de musgoga peña, como en plinto en torno del cual ajuxase. u nudo amorosos brazos de Sirena: qe. desde los bordes e un acantilado contra el que 22 il. el eristal rizado de las rt leno de vna elástica y fácil destreza después de un grave tiempo, en que las aguas lo sepultan y enbem a la superficie coronas de espuma Que giran concéntricas. merge y sacude, como un dios marino, éntre un remolíno de algas, la cabeza; ya empuja la suave barca que se aburre Y, al ponerla a flote. salta dentro de ella. empuña los largos remos y, de espaldas al misterio, boga. bogando se aleja.
cuando no arma el mástil, los linos despliega y, de pie en la popa, crúzase de brazos. actitud como si oyendo estuviera Una voz que le habla, desde el horizonte, de las Aventuras y de las Leyendas.
apostura enérgica, y o 1. sola en la ribera Este hombre desnudo y de carnes morenas. que el Sol funde en bronce y el mar pulimenta. pudo ser un día gladiador en Roma. discóbolo en Grecia arquero en Egipto, y ahora en Indias pescador de perlas.
Jos Ya delfín en agua, ya antílope en tierra, hecho está al encanto de las nataciones y de las carreras. Corre, brinca, nada. húndese y bucea. omo si evocase gimnasios y termas, En sus actitudes predomina la ¿gil levedad de toda la plástica helénica. Tiene el dinamismo que pone a sus ojos la Naturaleza: a cual por interiores vientos y mareas. Y, asf, corre, brinca, nada. pero luce siempre cadenciosa su figura esbelta, bajo la armonía.
que en un haz gobierna el capricho móvil de laz actitudes. porque las recoge como estampas sueltas.
Tiene el dinamismo que pone a sus ojos la Naturaleza: en sus inquietudes copía la cadencia con que Ve agitarse nubes, ondas, velas.
a vI.
Hombre de las playas Os tropicales, ebrias de Sol, que acumulan. cóleras de selva contra el mar y róbanle. esteros ocultos en ávidas cuentas de una delirante vegetación, como sumidos en blandos estuches de fetpa.
Hombre de las playas tropicales, Menás. de chozas pajizas, cuyos fatigados oros en la pompa verde amaríllean, bajo la lujuria de las palmas tristes, que se desperezan o con el hastío de su aristocra o con el orgullo de su displicencia.
Hombre de las playas e tropicales, sobre las que se restriegan. 2cariciadoras, al soplar, las brisas en que viaja el lúbrico olor de tas selvas o sobre las que urden, en las tibias nochs jas frágicas olas sus fosforescencia. bajo Un Vicio 20Usto. y escalofriado todo de centellas. Hombre de las playas. tropicales, mezcla o ide oleaje y árbol armoniza el impetu y la gentileza, TE ES vr Modo en él pregona salud y en él hace. vibrante derroche de gracia y de fuerza: da euritmia que pónele.
a los ademanes sugestivas riendas. la musculatura que rebulle bajo de la piel morena; el tórax henchido; ta. las sienes enhiestas. la boca en que una er. sonrisa perpetua, como substraídos a una concha, iguales los dientes enseña, con el gesto ufano od. de los regocijos y las inocencias; los ojos que ríen y cantan y sueñan. locos de visiones alesres y Claras. en que el mar es una lente azul que dejz siéntese impulsado CE Ex 7 dos geolos de Nicoya, Poramá y California. JUSTO FACIo. molusco a to peda.
ver en lo profundo a de corales, bosques de madréporta. e grutas de pos so? vu. EA Es un alma simple, o primitiva, ingenua: suyos son la anchura o el mar, la franqueza. a. a S los horizontes abiertos, ls e2208. a bruscos alardes de un viento que J0s82 lo Ta rizazdo espumas, a abuecando linos, ya pulsando cuerdas. los ritmos amplios que hay en el diserrs de los oleajes y de las mareas, Liz xo. E En las teosonias tropicales, fueri y DIARIO DE COSTA RICA Pe il Pese tomo un dios este hombre, que la sal no en vano y el y desde los peñascos en que de su cristalería las las revisotan. Será un dios anfiblo de alzuna de tantas relizion Tal, a veces, cuando.
de las aguas surge y encima se eñasco, donde, con són fatiz330 fusilo, suspira. resopla. jadza. pensar suéle que una repentina ol2 la estalla en las venas.
y, desvaneciéndose en sudores frio vu vapor de espumas sube a su ca enterna los ojos: palidece; tiembla. y este hombre, en el mismo vértigo que como Ye que empiezan a girar, en una danza parvoro.
cielo, mar y tlerra, Quizás se Ímaesina ser en t21 lastente el centro de toda la Naturaleza.
sa, xr ¿Será un dios anfibio.
de alguna de tantas religiones muertas. Será el dios del Golfo, donde el mar simata meditación de alguien que 5e reconczntra en el misticismo de una vida intensa. XI Este hombre ama el Golfo: porque en el refugio del Gotfo, las aguas del mar son más bellas, se hacen más azules y en cobrar se obstinan mayor transparencia, Es en los rincones de las ensenadas.
donde el mar se encierra con afán de artífice 2 cuajar sus perlas, cual si fuese monje que a labrár cus se aislase en la dulce quietud de su cs XnT En las ensenadas recogen los ojos de este hombre la fresca.
visión de un mar límpido, en cuyos añiles la espuma blanquea al redor de islotes, que son como grupos de frutas servidas en amplias bandeja: Dientes enfilados. de arrecifes bruscos, desgarran cual sierra las olas;, y sobre Jos cielos que fingen pantalla de seda, salpican su mancha no o las sombras chinescas de los alcatraces, que con largo pico las aguas perforan y tijeretean y que, al fin, clavados contra algún islote, se ensimisman como figuras de cera.
En la superficie del mar, que esplinático al vaivén 52 2ntriga peces voladores.
rasgan como flechas.
el aire y sacúdense. en lo alto y chisptan. entre los peñascos de la playa, dejen.
las resatas ostras y crustáceos cuyas fastiosas corazas al Sol reverberan.
De pronto, vacio resalta en la arena. caracol enorme que sus oprimidas eurvas desespera en un semblor como de afán imposible o en un torbellino de estrofa dantesca: no en vano en su boca, que uno de los labios lascivo descuelga, luego habrán de oirse los hondos rumores de las olaz que urden palabras secretas; porque el retorcido caracol pudiera. o.
ser la cornupía. que, en los siglos. vuelca.
la emoción pagana con que, en voluptuos0s éxtasis, sonrien cielo, mar y tietra.
Iv Fuera de la rada que ampiía sus formas de herradura, de esas 23uas suavemente recogidas en el hueco de una concha gigantesca, su períl arrastra por el horizonte suntuoso navío que de su humareda: tras de sí dejando va jirones, como o aulen entender se hace con palabras su2iliSp.
o deslízase, OLras. veces, orgulloso de sus Jonas épicas, bergantín fantástico, en cuya silueta era parece que algo habla de piraterias.
de romanticismos y de cosas viejas. xv 103 Las naves que cruzan por el horizonte, en su marcha el fúnebre augurio proyectan de las tempestades y de los naufragios en las soledades azules y eternas.
Así este magnífico hombre de las playas tropicales. tiembla cuando pasa un buque por las lejanías con rumbo hacia donde quizás nunca llega. El pavor que infunde lo desconocido su espíritu inquieta; o y, al pensar ea viajes trágicos por Troncos mares, Sus costas nativas se apesa, como el exolsta XVI. ¡Las nativas costas. En un már tranquilo. que sus datigwlos ondas hamaquea, bajo de un Sol cuya majestad difúndese en una despótica sensual pereza, erepitante laneta va portando sobre las espa, ELospaS.
viejo lo que pusiese en fuga rebaños de ovelas.
Ex obsesionante la impresión nerviosa de euando revienta, el afrodisiaco hervor de las blancas espumas al frote de la quilla trémula. veces, la lancha recoge en las ondas red que, inflada, 2seña, por entre sus bilos, cien peces de plata mintiendo ux proluso temblor de monedas.
Otras veces, como el movido fuera por resorte oculto, desde el fondo brinca de la lancha el hábil pescador de perlas.
xvi Yérguess en la popa, dominando entonces la anchura setena del mar. Su cuaria desnudez relumbra. por el Sol lamida; y bay en la inocencia ez su gesto olimpico, un donsire augusto.
y ejegante como de conbanza plena.
ador. en el eristal puro de las aguas dejan.
Buzo que no tiñz gon impermeable nl máscara férrea, ea los apretados dientes Juminozo cuchillo sujeta, con que el vientre norire del monstruo marido largamente rasza sí se le atraviesa y coa que niás tarde va abriendo laa conchas como amante hastiado de iniciar doncellas.
xvHi Tal, eo3 el cuchillo dentro de los firmes dientes, se endereza: jontas se diria que en oración muda sus manos eleva; y, un instante sólo, su fizura toga, plegándose, asienta en los sacudidos talones, cuyo simnástico zolpe la lancha retiembia. en un salto fingese.
el zigzag de un látigo o de una centalla?
El buzo en los alres dibuja una flecta, que sobre sl misme.
da, al fin, una vuelta; y se mira cóma logra él de cabeza sumirse en las aguas, en las que, entre ua Mrusog circulo, hacia el fondo, rápido penetra.
xix. tal zabullida, las aguas profundas. sepáranse como cortinas espesas y van desdoblando visiones brillantes, en las que hay herrores de escamas frenéticas.
Uráecse el capricho de un caleidoscopio, donde exalta el iris la fuga violenta de ces que corren en un estallido de luces en fiesta.
Enbrizguez de opio.
parece que rompe con mano eolérica el escaparate de una joyería, de cuyos estuches se escapan las piedras preciosas, brincando cual si salpicaran el delirio de una fiebre aladinesca. xx.
Peces de colores.
sosláyanse apenas. y una como fina raya de diamante. Otros van girando, como si la cola morderse quisieran. con el voluptuoso placer con que él mismo zodiaco oprime la celeste esfera.
cl Peces que, de súbito, en zigzag se cruzan. mienten estocadas que relampaguean.
Hay, a veces, loco trajin de princesas EA encantadas que huyen, tiempo há, perseguidas por machos bravios, en cuyas aletas escalofriantes las caricias tiemblan.
Salta un pez y vibra como un latigazo, bajo cuyo golpe. las aguas revientan.
Otro, fulminante, que escapa, diriase el haz luminoso con que las tinieblas profundizar logr: súbita linterna. Tal cual pez ínmoóvil. hondamente piensa.
Tal cual se abandona arrastrar se deja por las submarinas corrientes, a modo de una hoja seca. mil diminutos peces cabrillean en más de un confuso tropel, del que saltan puñados de chispas y de Jentejuelas. Su cotillón bailan ji mimosas parejas.
Su ajedrez los puleros hipocampos juegan. Las medusas lucen sus desconcertantes máscaras en una ficción de tragedias.
oo. XXI. entre un laberinto de algas se descuelga, violando flotantes jardines, el buzo. que alarga la diestra segura a un peñasco todo estremecido de fosforescencias. substrae una concha; y, hacia lo alto, busca salida, Hevando las pupilas ciegas por un golpe como de explosión eléctrica.
XXI Cuando surge el buzo, jactancioso eleva dentro del crispado puño leve concha cuajada de perlas, cual si se dignase la divina gracia florecer en lo alto de la humana: fuerza.
pot Más tarde, al abrirse la concha de nácar, mostrando una hilera de dientes pulidos, copiará en su estuche la boca risueña de una virgen india. o una diosa griega.
Tal sonrisa es como la que hay en la boca de Pardaia, cuando Vichaú en. la leyenda las perlas descubre. y el gentil regalo e le hace de una de ellas. Tal sonrisa es como la que hay en la boca de Afradita, cuando, por la vez primera, en el cristal limpio del mar relejada su fascinadora desnudez conterpla.
XXIV Pa ¡Oh las perlas blancas. Dientes tan pulidos come los de Eva, cuando la sabresa manzana mordlera. 0h las perlas biuncas!
La blancura esconde quizá, en su pureza, no voluptuosidades en que lis palomas. mientes en sus nidos sesos de dozeclia. xxXy Blancuras, blancuras, os blaneuras eternas: niere en las alturas y astro en las Unleblas. 0h puras blaneuras de las inocencias: ramo de azahares vellón de Ovelis.
Místicas blaneuras de la Maúre Iglesia: altar revestido del mantel de a forecidos nardos y exucendidas cos.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Naciohal Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica. perla que en la copa de sus corro.
que él con uza mano de Jueves 17 de Noviembre de 1921 e Perlas Po Fúnebres blancuras. de inviernos cansidos ya de primaveras. mármoles que cien sobre los sepuicros y canas que brotan sobre las cabezas.
Blancuras, blancuras. blanetras serenas: las espumas flotan sobre el ol aj y sobre los odios las blancas bander13.
Todas las blancuras radiantes, tranquilaz, castas, fervorozas, lúgubres o tiernis como que se extractan. y Se reconcentran y. por inquietantes alquimiaz pasara, cuájanse en la gota láctea de uza perla, XXVI Para Job es triste, tanto como para Salomón es belfi. La halla el lamentable varón de Idumea.
digra de la copa de sus amarzums, exal sí sólo fuera Uanto de algún ángel o de alguna irgom o de alguna estrella. El muy voluptuoso y Rey, ea sus rotundos Proverbios, ofrécela, a modo de un lirico alarde, que luce, por entre las pompas de brocado y seda, ya la más preciada de sus concubinas; ya el Sorón más alto de su áurea disdoma, xxvu Digna es de haber sida regalo de César!
Lujo desdeñoso de la vampiresca Cleopatra, cuando.
como distraída se arranca a Una o: placeres. a sorbos, apura disuelta.
Con Salomé rige las solemnes danzas: miranda los ojos de Juan, envolviéndola en una amorosa y última caricia, cuando el negro esclavo trae la cabeza cercenada sobre la ritual baudeja.
Los ojos tranquilos de Jesús refiéjanla. al volcar el cofre de las vanidades y cortesanías de la Magdalena.
Es suya la Roma. o.
de la Decadencia. Nerón la propaga. Petronio la ostenta. EZ.
Usanía en las faustas Cortes Orientales los Califas moros y los Shahs de Persia, los coros volubles de las bayaderas y las sugestivas hurís del Profeta. po ¿No hay una en las joyas con que se fletaran las tres caribelas ¿No hay una entre el grupo. de preciosas piedras. aue dejó en las manos de genial mendigo caer de las suyas Católica Reina?
Sobre el tenebroso luto de Fellpe Segundo, más tarde, resalta la perla que ez como un intacto huevo de paloma virginal y digno. regalo de América. XXVII No. por eso, en vano los ojos del buzo ríen. hablan. sueñan. la leve concha avaricia aprieta, de súbito, antójasa! a. arca toda llena. de adornos suntuarios y alhajas esregias. co.
Destápase el arca. y hay un rebosante bullicio de perlas.
XXIX Collares coplosos. a desgránanse y ponen a rodar sus cuentas.
Giran cien anillos. Canzan cien pulseras; y cien espirales encolerizadas.
romper a dar vueltas y vueltas y vueltas. or Arracadas lloran; sonríen diademas; ricos broches saltan: o. nas pioctas tiemblan.
Tal cual enroscado cinturón anhela ceñir breve talle sobre amplias caderas. or Velo aljofarado. 1 rásgase y protesta, cual si reclamara bajo de su adorno tentadoras carnes de oriental princesa. IAS Babuchas bordedas de aljólar bostezan. como si añorasen. harenez y siestas.
Los ojos del buzo. ol ríen. hablan. sueñan.
como poseídos por el fuego tituo del lujo, en la erísiz de uza borrachera. Sólo ya en la tarde, con el alma henchida de gracia serena, como si tornara de un viaje fantástico, el buzo desplertdi.
Sentado en la orilla del mar, él contempla. donina y absorbe. ot tefunde y concentra toda la agonía del Sol en las aguas; o.
y en el panteismo con que las tinieblas o un biando y piadoso reposo le prestan, al ver en lo obscuro. briacar las estrellas, Lo imaginase una mano misteriosa, que, en míiad del Golfo, las a3ua3 penetra.
y arroja a las nubes Tm asados de perlas. 22 Joss de Costa Rica, de noviembre de 1921, 1 JOSE SANTOS CHOCANO. Envío del Autor para el DIARIO DE OOSTA EICAJ. yea

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