Pácina cono Solicitud al Comsroca Did asco lbáñez en Menton Menton es el último punto de la Costa Azul, antes de llegar a Vintimiglia, que es yala frontera deltalia Aquíesdonde, al fin, ha llegado a fijar en residencia Blasco IbíZez, Digo «al fin. porque eate ioquieto yturbulento paladín dela novela ha recorrido el mundo muchas veces y variado de hogar con frecuencia, no resiguándose jamía a establecerse en ninguua definitivamente: Noobstante, aunque ya no las habita desde hace varios años, conserva en Valeucia sn famoso palacete de la Aaloarrosa, donde escribió algunas de sos primeras obras, y en Aa4rig, cerca del Hipódromo, una casita con jardín, cerrada y silenciosa. Pero ya abandonó su piso de París y quiere boy vivir junto a ese Afere Nostrum; que ha descrito con su maravillosa plama pincel, bajo el cielozzul y el sol radiante de esta bella región lafíva, Mas, antes de haber descubierto el encanto aujestivo de Menton, vagó por no pocos lugares de la Costa Azul, en busca de nuevos ho rizoutes que sirvieran de escenario a sus novelas. Así escribió en el hotel Rhnl, de Niza, los primeros capítulos de Mare Nostrum; después se trasladó a nuode los vastos hoteles de Cimiez; más tarde,. Causándose de la tranquilidad de Cimiez y sobre todo de lo aistadodel ligar, eligió un hotelito en la costa de Mónaco, junto a Monte Carlo, compartiendo su doble actividad entre el magnífico Museo Oceanográfico, doude estudiaba los minerales y los peces y el Casino de Monte Carlo, donde observaba a las personas. Yue aquí donde le llegó, desde los Estados Unidos, noticias del inmenso éxito editovial, nunca igualado, Los cuctro jinetes del Apocalipsis, por centenares de cartas entusiastas solicitando autógrafos, retra tos o permisos de traducción. Al propio. fíempo, Blasco IbíSez, instalado ahora en Monte Carlo, trabajaba intensamente ea su nueva novela Los enemigos de la amujer, que babía de terminar su famosa: trilogía de la guerra, Pero acabada la obra, cansado de su labor agobiadora, el bullicio contiano de Monte Carlo se le hizo iusoportable, y alquiló en Niza la. Villa Kristy, morada de extraña arquitectura, cuyo jardín, de altas palmeras. 9omina el espiEndido panorama de la cindad. men a Esteotodó aupe pór cárta de Blasco Ibádez que éste dejaba sii piso de París y su villa alquilada de Niza para trasladarse a Mento. donde había comprado De la Vida Literaria una finca. Era ésta la Villa FontanaRosa. Al Cezscribitme los encantos de su situación privilegiada añadía el insigne vovelista: cMenton es el lugar más bello y más poérico de toda la Costa Azul. Las gentes que suelen invadir Niza o MonteCarlo lo encuentran algo triste y desanimado; pero, en cambio, los artistas y.
escritores hallan aquí el ambiente de calma que necesitan para su Obra creadora. Blasco, al invitarme pasar unos dias ¿enla Costa Azul, mezdvertía, sin embar»
go, que ja temporada este año había sido desastrosa para los hoteles ylas cvillas»
por la abstención de los forasteros ante los abusos de la carestía. No obstante, con la casi repentina invasión de viajeros que acudían allí Curante las festes del Carnava! l, Menton, como incomparable lugar estratégico, al lado de Italia y de Monte Carlo, se había convertido en colonia inglesa, compuesta por gentes elegantes. vidas de sol y de calor, después de las nieblas de Londres, que ha»
cían sport ánrante el día yla noche jngaban en el Casino o bailaban en el espléndido hotel Imperialoen el Winter Palace, allá en la montaña, El decorado de esta naturaleza no puede ser más bello. El mar y los moutes. El cieloazul y el agua zafiro. Un so! radiante y nua l0z dorada realzando la alegría de las casas blancas. todo a lo largo de la basta playa, de.
los paseos y de los jardines, las palmeras que evocan el Oriente y los naranjos que Blasco babrán de recordarlelas huertas de Valencia. Así puede ahora vivir tam bién «éntre naraujos y al mismo tiempo alas puertas de Cosmópolis. Con sólo tomar au automóvil está en nu cnarto de. hora en Monte Carlo, y en usa hora en Niza. Pero aquí se haild rodeado de calma y de soledad, propicias para el trabajo. La villa Fontana Roza está situada en lo alto, al extremo de Menton, domivuando casi todo el panorama. Su frondoso jaráín oculta la residencia del maestro los ojos de los vecinos o de los curiosos. Allí es donde se reposa el novelista de su agobiadora labor literaria. dirigiendo a los jardineros y vigilarido. a los obreros. Porque todo aquello aún está en obra y se halla todavía muy lejos de. Menar lasaspiracionea de su dueño. Este, cada día, tiéne hna nueva idea y amplía.»us proyectos. Noesla casa en sí, con. sus dependencias y el amplio pabellón. Conde trabaja, lo que a él le intereza sino el jardín. El jardín le: evtretiene y le y.
DIARIO DE COSTA RICA preocupa más que el éxito de Sua futuras obras. Aúu no puede uno darse idez de lo que va a ser esto ice con orgullo.
Habrá que verlo dentro de unos meses. mientras tauto, por ai fuera poco vivir en este riucón paradisiaco de altas pal»
meras, de naraujos, de maguolizs y de hortevajza, planta roszles en profusión y dedica sus ratos de ocio a la nueva fuente que se ha hecho hecer, cuyo fondo será de espejos y en cuyaagua cristalina habrá los más raros peces. del acuariura de Mónaco. Cómo ha de sorprendernos que el novelista prefiera al muudanal ruido la calma apacible de su jardín?
Fuera, son los compromisos, los nuevos conocimientos y los convites a comero a almorzar, que Blasco hnye con terror Mas no siempre puede los, y veces tiene que rendirse desesperado ante la insistencia de sua admira dores, Se cuentan éstos eutre todas las clases sociales, desde las autoridadea de Menton, deseosas de obsequiar 25u ilustre vecino monsicur Blasco, hasta las in glezzs elegantes y los periodistas nortéamericanos, desgosos de conocer 21 célebre mister IváRéz. Esto ba dado Ingara DO pocas ómil que he ciado allí dnrante mi estancia, Mas, por lo general, Blasco Ibáñez se aísla y no suele permitir que los intrusos turben sn afelamiento. Se levanta temprano, anda todas las mañanas por la costa un par de horas para combatir Ja obesidad. Hace una comida fuerte a mediodía: Bebe poco «vino y ya vo fuma nada desde qne los médicoi se lo prohibieron. Cuidadoso de su salud, algue siendo: un formidable atleta del trabajo. Escribe toda la tarde, Blasco es tan infatigable escribiendo cox30 hablando: no sabe parar. Ha babido días ex que, alregresar yo al anochecer de Niza o de Monte Carlo, meconfesaba élsatisfecho qué habí2 escrito en la tarde un capítulo entero. aun no siempre iba al Casino después de comer, como de costambre, sino que se quedaba en cama corrigiendo pruebas o despachaudo sn enorme correspondencia. Sólo así pnede explicarse el milagro de su te. hudidad: ans pelíenlas, sus cuentos, sus artículos para América y el. que, apenas publicada su última obra, El paraíso de las mujeres, ésté ya terminado La tierra LEAL SNTE IEA de todos. novela sobre la Argentina y. E dadas adas Cuento dominical Leyendo un cuento de Hofímenn, recliné la cabeza a la ventanilla y me dormí, mientras el tren, culebreando, parecía despeñarse por los bordes de una azul laguna de mi país, De cuando en cuando, sobresaltado por la alerta de la locomotora a los caminos, despertaba, ecbaba una vis tada a los pasajeros y volvía a plegar los ojos. Ocupaba el mismo asiento, una señora bastante vieja, bastante fea, y trajeada pomposamente con coquetería de muchacha de quince años.
En los ademanes indiscretos del sueño, mi mano se posó en las pier vas de mi respetable compañera, pero ella, indulgente, no la quitó y por el contrario, la rozaba con la puenta de sus dedos. Al ser despertado por el aullido que ja el a uba ciudad, encontré a mi lado, no a la venerable abuela sino a una linda muchacha Jallada cou amarillo sol y sonriente ante mis excusas por el atrevimiento de la malcriada mano, me dijo. Yo la recibí de una señora que también la tenía en el regazo, acarl.
ciándola. Me la entregó con cariñoso y especial cuidado.
Agradecido, mele ofrecí para acompañarla en la población que a esa. hora empeza o ensombrencerse. Ya en la calle, dentro del coche, celebra.
mos entre risas el inesperado cambio.
Yo le describía la otra compañera tallada también de ayarillo sol. y su boca vibraba con sonoridad de cristal al escuchar mi relato. Corriendo a galope nos hundimos en la oscuridad de un barrio hasta ir a parar donde un olo da 1nz de petróleo brillaba. Aquís dijo y apeó caminando coqu un. pasito menudo, voluptuoso y balanceante de caderas.
En la puerta, dobló gentilmente su cinturjta para decirme «adiós. Regresé a mi hotel con Ja mucha.
cha bien metida dentro del corazón.
Comiendo distraía los trinchanses por. soñar en ella: un rapto, un matripo nio violentó y mil locuras rosadas me corrían dentro como escalofríos. Con sólo evocar su pasito menudo y elástico, temblaba. Qué debía hacer. Por la noche, continné pensando en la cintura. con un ardor, con una nerviosidad violenta que me privó de Domingo, 28 de mayo de 1922 Los lentes verdes Erac da la finota e dormir. Por la mañana, contra mis. hábitos perezosos, me Jevanté tem.
prano, corté flores y medirigía su barrio. Pasé y. repasé su calle en espera de una ocasión oportuna para.
visitarla.
Me recibió con dulzura, diciendo hzber soñado en mí. Ahora la encontraba más linda, más subyugante, y desde luegn, febril le hablé de amor. pocos días me aceptó indicándome. Xo acepto su mado sino sn cora.
zón. No deseo casarme aún. aquí empezó mi amor a correr como río impetuoso en creciente des.
bordándose cadá minuto, a cada segundo. Doquiera que estaba la pasión me empujaba hacia ella. En sus mis.
mos brazos, me empujaba la pasión a más allá, a no sé qué.
Un día, un amigo se atrevió a decirme «qué fea» y no le dejéconti.
Duar, le estampé un bofetón. Cuando juntos paseábamos, la gente nos miraba con envidia, y en. el teatro los anteojos se clavaban en nosotros; y el barrio estúpido estallaba en risota.
das a nuestro paso.
Ansiando tener alas retorvaba al nido una tarde, Cuaudo llegué, la criada, casi sin abrirlos labios, me dijo. Ella duerme: Le suplico abrif el ropero que hallará algo que le interesa. o Al instante pensé en la carta de un amante y encendido en celos pasé al aposento. Ella dormía tentadoramen. te. Vacilé en besarla o en abrir él mueble. Me decidí lo áltimo y me entregué a escudriñar.
Al levantar los trajes, exbalaban un aroma raro qne hacía languidecer y desear amor. Era el mismo perfume que emanaba su cuerpo. Era el mismo olor de provocación. Registré y registré y por fin al des.
Jizar una gavetilla, me cubrí de asom ro: Un círculo de alfileres cubrían la espalda de un sapo vivo con anteojos verdes. Quité los vidrios y a! volver a ver atrás, hacia ella, no ví más que una. vieja: horrible, la. misma del tren ARMANDO SAAVEDRA.
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