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R USE ITS REYES, 20 trusemre. ikaz stos acolladaras, y en No tene: ca falta, ya que MANUEL SANCHEZ CAMARGO Los grat u se Ninguno de comtes de e gier side o es nor, y hasta me trangm Trans congujetos a bar o Ilustración de CHAUSA ECONOZCO que, primera impresión, pudiera parecer un capricho. no estaría injustificado que por muchos fuese calificado de extraño; pero el caso es que quise pasar la Nochebuena en el manicomio del lugar. Muchas razones podrían aducirse para intentar encontrar los motivos; pero no creo necesario explicarlas todas. El caso es que el día antes, valiéndome de la amistad y condescendencia del director, ingresé en el manicomio y entré como un asilado más en la sala de Comunes. Era una tarde gris, y en ese instante en que se espera, de un momento a otro, ver encenderse luces. Apenas divisé, al llegar a mi destino, en la larga y espaciosa sala, la hilera de camas, y menos aún los cuerpos que en ella estaban. Ayuda ba a equivocar la visión que no todas cobijaban al enfermo bajo las sábanas, porque muchos asilados esperaban la hora de la cena en una habitación anterior al dormitorio. Llegué a mi sitio.
La cama tenía el número 34. Me desnudé solo. Un loguro que vi gilaba desde la puerta no debió crerme peligroso, ya que apenas miró. Debió de influir en su actitud el hecho de que me viera llegar acompañado del practicante, y al no hacerle éte te ninguna advertencia, se consideró libre de prestarme ayuda.
No lejos del dormitorio se oſa en lejano chocar de cucharas y, de vez en vez algún don grito suelto que no tenía réplica pesar 26. Tos que Bocupar mi cama me fijé en el comedor. Re cordaba con sjeza extrada que las cucharas IT ANO estaban torcidas, llenas de abolladuras, y en ellas apenas debía de caber la sopa, que res ect balar por la superficie desigual No vi tene: Nincs dores ni cuchillos. No hacía falta, ya que come la comida del manicomio siempre tenía aoun noch dante caldo. Era medida de precaución.
850 triste El ruido lejano de la cens me hizo bien, de Nochenes senti sensación de hogar, y hasta me tranquicondes lizó de no sé qué inquietudes. Miré a los la. la die dos. mi derecha, vuelto de espaldas, esta de u be un viejo. Hablaba con el enfermo de la Diree en weede se extendia ie cama próxima, y contaba en voz muy baja. con reis ans, este una historia fantástica de la que solo pude presos, oir bien como una cantinela, estas palabras: cas cozida. Créame; no he comido nunca, nunca. las mane Incorporándome, pude ver al oyente. Era ras huma un chico joven con los ojos grandes, extravia umanas setidas con brigos at on 303 antiguas deshilach dos, muy blanco y delgado de facciones. Mctes de um es de um los otro, CC chocó que en la cama llevara puesta una vi Derdido. Por sera que hacía su rostro más flaco y hundi en cuando wao. Poets bablaban. do aún. No decía palabra. Se limitada a as. cuando, 282aban la e limitata puerta de puerta de cristales cuchar con ojos desorbitados el relato del hacer entra hacer entre vieio, quien seguía incansable asegurando: los locos, tiempo, harian No he comido nunca, créame. No sé có tota; pero tambien en mo puedo vivir.
Decían, como muletilla mi izquierda, la cama estaba vacía; pe manicomio che ro no tardó en ser ocupada. Me lo advirtió el tra la cabei ruido monótono de los pasos iguales y arras Aquella mise era la rados de dos asilados que regresaban del co nunciah medor. pesar de ir juntos, ofrecian la senenían lejanos, o ruido sación de estar tan lejanos como si fuesen jes de carte de labor. antípodas. Muchos llevaban años y años un más hic más hiriente, semejaba e dos, y entre ellos no se adivinaba una señal de rrido. La letra no se per amistad siquiera animal superior a su misma taba en locura. Es más: se podria asegurar que pa alejado de comio. recían odiarse y huirse entre si, como si la bían de ser cwillos corr misma desgracia les hiciera hostiles unos montes de las afueras. otros. mi cama llegó el enfermo numero dos de pobres máscaras.
35. Era un hombre de edad incierta. Podria tuían buena cortunidad tener de cuarenta a cincuenta años. Conocía sonalidad desde niños. El bu caso por referencias del Director. Sabla blo para los teueños con que había sido en la vida ingeniero ilustre, tizones de carbon muestor y que había matado a su mujer arrojándola y piernas. La más afortu por un balcón. Llegó a su cama y, al vernie, poseeran hasta una est me saludó; cartón. Qué hay, amigo? Me alegro mucho de Al mediodía, nos alin conocerle. Soy ingeniero de mucha fama: el cuenta enfermes en el e uente y el acueducto los hice yo. Ya frío intenso, más acusado lo sabrá por los periódicos.
cos verdes y blancos que Le contesté que sí, que evidentemente es des hasta su mad. Misc taba enterado por la prensa de sus continuos yo elegi para pesar la No éxitos. Lo agradeció con una mueca de su taban en estrechos banc boca desdentada por la que caía continua canos a la mes. La may mente un hilillo de baba.
manos rojizas llenas de Siguió hablando y, observando que le e3rajados bolsillos de chaque cuchaba, fue animandose, refiriéndome de cabezas rapada ponian queñas incidencias de la cena, hasta que, con agradable. Son las mes: gesto de decirme un secreto, me anunció: platos de aluminio que Ahora va usted a saber por qué la ma. dad de tantos Tiendigos té.
pasaron aqui abos y años echando la cabeza fuera del lecho, acerguraban abuelos padres y cando la boca mucho a mi, hizo relato de una en que la heren da se efe tradicional més rígido. tragedia matrimonial que recuerdo que co menzaba así: Había que matarle: no habia la misma cama le roja cc otro remedio. Lo supe desde el día que la plato y la cuchara. Su pa conocí. Fue en una casa antigua de una pro Jar mas.
vincia marinera. Estaba ella junto a un bal. Los motos tardaron en cón, y al llegar yo, volvió el rostro sorpren deros. Como aluno de dida. Nos presentamos, y mi primera sensa. Dalabras inintel gibles, at ción fue la de que tenía que matarla. La reparto, uno de ellos pro relación continuó reiterativa, insistiendo en Silencio. los detalles de su matrimonio, hasta llegar dos, porque esta nochet al día fatal.
ordiniaria. Ys sabéis que Le interrumpió el vigilante, que, acercar habrá hasta vino!
dose, nos advirtió: Ninguno de los come Ahora, todo el mundo callado. y a dor ante el anuncio de la fech mir.
dancia de manjares que El silencio duró escaso tiempo. Cuando con mencionar el alcohol SIS SAN Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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