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Viernes 13 de agosto de 1971 DIARIO DE COSTA RICA. Las memorias de De Gaulle Tante King, ardiente. Imaginativo, que no ocul.
ta su orgullo de ver el cetro de los mares pasar manos de la Marina americana: el general Arnold quien, a fuerza da método, ha sabido hacer de una masa de aviones apresuradamente concebi.
dos, construidos y ensayados y de un personal rá.
pidamente reclutado, instruido y puesto en servi cio, el gran cuerpo en que se ha convertido la Aviación de los Estados Unidos: el almirante Lea.
hy, sorprendido por unos acontecimientos que de sartan su conformismo, extrañado de verme allí.
pero conformandose con ello: los señores Connally y Sol Bloom, presidente de las comisiones de Asun tos Exteriores del Senado y de la Cámara de Representantes, afanosos de estar enterados de todo. Tal Estado Mayor forma un conjunto coherente que, en virtud del carácter de cada uno de sus miembros y de la deslumbrante personalidad de Roosevelt no se concede a sí mismo más que ur brío limitado, pero que está, sin la menor duda a la altura de sus deberes.
en que se forja su nacionalismo, seguirá siendo lo que es? Si bien es cierto, como soy el primero en pensarlo y en decirlo, que las potencias coloniales deben renunciar a la administración directa da los pueblos que rigen y practicar con ellos une gimen de asociación, también lo es que esa emane cipación no podria efectuarse contra ellas. so penal de desencadenar, en unas masas organizadas, una xenofobia y una anarquía peligrosas para todo el universo. Es el Occidente digo al presidente Roosevelt. lo que hay que enderezar. Si vuelve a ser el, el resto del mundo, de buen grado o a la fuer za, le tomará de modelo. Si decae. la barbarie aca.
hará por barrerlo todo. Ahora bien, la Europa del Oeste, a pesar de sus desgarramientos, es esen.
cial para el Occidente. Nada podria sustituir en éste la potencia y la brillantez de los pueblos an.
tiguos. Esto es cierto ante todo con respecto a Fran cia que es, de las grandes naciones, la única que fue es y será siempre aliada de ustedes. Sé qua!
se prepara usted a ayudarla materialmente y es.
to será preciso para ella. Pero es en el orden po lítico donde tiene que recobrar su vigor, su confianza en sí misma y, por consiguiente, su papel LY cómo lo podrá hacer si se la mantiene apan tada de las grandes decisiones mundiales, si piers de ella sus prolongaciones africanas y asiáticas, en una palabra, el la solución de la guerra le va.
le, en definitiva, la psicologia de los vencidos. La Unidad (1942 44)
EN el intervalo, no dejo de ir a saludar la tum.
ba del soldado desconocido en el emocionante parque de Arlington. Visito luego al general Per.
shing. Jue con una sercna sencillez termina su vida en el hospital militar. Para rendir homenaje a la memoria de George Washington, efectúo la peregrinación a Mount Vernon. En Blair House recibo numerosas personalidades y en primer término, al señor Henry Wallace, vicepresidente de los Estados Unidos, quien en su sueño de ſus.
ticia social quisiera que la victoria se consiga for the common man (1. y el señor Padilla, ministro de Asuntos Exteriores de México, que se encuentra en Washington. En la sede de nuestras misiones establezco contacto con el personal di.
plomático francés agrupado en torno a Henri Hoppenot; luego, el general de Saint Didier, el almiTante Fénard, el coronel Luget, me presentan alli a nuestros oficiales. Antes de abandonar Washington, celebro una conferencia de Prensa y converso con el mayor número posible de periodis.
tas que han venido a escucharme y a interrogar.
me. Durante los cinco días pasados en la capital federal, veo con admiración correr el torrente do confianza que arrastra la élite americana y observo que el optimismo le va bien a quien Do.
see medios para sentirlo. Capítulo XLIII El elevado espíritu de Roosevelt es accesible!
a estas consideraciones. Además, siente por Fran cia, cuando menos por la idea que antaño se pudo hacer de ella, una verdadera dilección. Mas, preci samente a causa de esa inclinación está él, en el fondo de sí mismo, defraudado e Irritado de nues.
tro desastre de ayer y de las reacciones medio.
cres que éste ha suscitado en muchos franceses especialmente entre log que él conocía personal mente. Me lo dice lisa y llanamente. En cuanto al porvenir, está poco menos que seguro de la renovación de nuestro régimen. Me describe. con amargura lo que eran sus sentimientos, cuando veía antes de la guerra el espectáculo de nuestra Impotencia politica. Yo mismo me dice Pre sidente de los Estados Unidos, me he encontrado veces incapaz de recordar el nombre del jefo episódico de algún gobierno francés. Por el mo.
mento, está usted ahí y ya ve con qué atenciones le acoge mi país. Pero seguirá usted ocupando se puesto después de terminada la tragedia. 1) Para el hombre corriente. del DESPUES de una deliberación a fondo del go.
bierno, decido ir a Washington. Pero, a fin de mostrar, como ya lo hice a raíz de mi viaje a Londres, que no tengo nada que pedir allí y que no negociare, no me acompañará ningún minis.
tro. Las conversaciones del general De Gaulle con el presidente Roosevelt no tendrán más objeto quo su información rceiproca respecto a unos problemas mundiales que interesan a los dos países. Ade.
más, mi presencia en los Estados Unidos, en este periodo decisivo de la guerra, revestirá la signi.
ficación de un homenaje rendido por Francia al esfuerzo de América y de una prueba de la amis.
tad, siempre viva, de los dos pueblos. Si, a consecuencia de las conversaciones de la Casa Blanca, el Gobierno americano se decide a entahlar negociaciones referentes a las relaciones de los ejér.
citos aliados y de nuestra Administración, lo hará.
como el Gobierno británico, por la vía diplomática normal. Sobre estas bases preparan el programa de mi estancia el State Departament y nues.
tro embajador Hoppenot, Queda convenido que en Washington seré, bajo todos los aspectos huésped del Presidente y del Gobierno de los Estados Unidos, lo cual deberá bastar para desmentir comunicados y artículos que, ya, quieren dar a enten.
der que voy América, no como invitado, sino como solicitante. Por otra parte, el Canadá pide.
el, también, mi visita; y con todo afán encargo a nuestro delegado en Ottawa. Babriel Bonneau.
que disponga con el gobierno del señor Mackenzie King los detalles de mi paso por ese querido y valeros, país.
El presidente Roosevelt por su parte, no du.
da en tenerlo. En el curso de nuestras conversa ciones, se guarda bien de evocar nada candente.
pero me deja entrever los objetivos políticos que quiere lograr gracias a la victoria. Su concepción me parece tan grandiosa como inquietante para Europa y para Francia, Verdad es que el aislamiento de los Estados Unidos es, según el Presi.
dente, un gran error que ha terminado. Pero, pa.
sando de un extremo al otro, es un sistema ner manente de intervención el que él quiere insti.
tuir por medio de la ley internacional. Con arreglo a su idea un directorio de cuatro América, Rusia Soviética, China y Gran Bretaña resol.
verá los problemas del universo. Un parlamento de las Naciones Unidas dará un aspecto democrá.
tico a ese poder de los cuatro grandes. Pero, al menos de entregar a la discreción de los otros tres la casi totalidad de la tierra, una organización semejante deberá, según él, implicar la instalación de la fuerza americana sobre unas bases reparti.
das en todas las regiones del mundo y algunas de las cuales serán escogidas en territorio francés.
GERIA fácil, pero inútil recordar a Roosevelt hasta qué punto el aislamiento voluntario del América habia influido en nuestro amilanamiento lespués de la Primera Guerra Mundial y luego, in nuestro infortunio durante la Segunda. Lo se.
la igualmente, hacerle observar hasta qué punto au actitud con respecto al general De Gaulle y a la Francia Combatiente, contribuyendo mante ner en una posición de espera a una gran parte de nuestra élite, favorece por adelantado el retor.
no de la nación francesa a esa inconsistencia polí fica que el condena tan justamente. Las palabras del Presidente americano acaban de probarme que, en los asuntos entre Estados, la lógica y el sentimiento no pesan nada comparados contra las rea.
lidades del poder; que lo que importa es lo que se coge y lo que se sabe conservar; que Francis para recobrar su puesto, sólo debe contar con olla misma. Se lo digo. Sonríe y termina: Hare.
mos lo que podamos. Pero es cierto que, para ser vir a Francia, nadie podría sustituir al pueblo francés.
Transportado en el avión que el Presidente de los Estados Unidos me ha enviado amablemen te y acompañado del señor Chapin aterrizo en Washington el de julio por la tarde. Béthouart.
Palewski, Rancourt, Paris, Baubé y Teyssot llegan conmirs En la puerta de la Casa Blanca me recibe Franklin Roosevelt, todo sonrisa y cordiali.
dad. Cordell Hull está a su lado. Después del té.
el Presidente y yo conversa mcs extensamente, a solas. Lo mismo ocurrirá al dia siguiente y al otro. Estoy alojado en Blair House, antigua y cu.
riosa morada que el Gobierno americano acos.
tumbra destinar a sus huéspedes. Un almuerzo solemne pero muy cordial en la Casa Blanca, dos comidas ofrecidas respectivamente por el secreta rio de Estado de Asuntos Exteriores y por el de la Guerra, una recepción que doy en nuestra Embajada, en su sede provisional, ya que los locales de la antigua y futura Embajada de Francia están todavía cerrados para nosotros, constituyen otras tantas ocasiones preparadas para mis conversaciones con los dirigentes políticos y los je fes militares que secundan al Presidente, DOOSEVELT cuenta, asi, atraer a los soviets a un conjunto que refrenará sus ambiciones v!
donde América podrá reunir su clientela. Entre los cuatro sabe. en efccto, que la China de Chang Kai Shek necesita de su ayuda y que los británicos, como no sea perdiendo sus dominios.
deben plegarse a su política. En cuanto a la multitud de los Estados medios y pequeños, estará en condiciones de actuar sobre ellos por medio de la asistencia. Finalmente, el derecho de los pueblos a disnoner de ellos mismos el ADOVO ofrecido por Washington y la existencia de bases americanas.
van a suscitar en Africa, en Asia, en Australasia.
nuevas soberanías que aumentarán el número de agradecidos a los Estados Unidos. Ante semejan.
te perspectiva, las cuestiones propias de Europa.
en especial la suerte de Alemania, el destino de los Estados del Vistula, del Danubio y de los Balca.
nes, y el porvenir de Italia, le hacen el efecto de ser accesorios. No llegará, seguramente, para encontrarles una solución feliz, hasta sacrificar la concepción monumental que sueña con realizar.
TERMINAN nuestras conversaciones. Se han ve rificado en el despacho de Roosevelt, junto su mesa, atestada de una multitud de objetos sorprendentes: recuadros, insignias, fetiches de la puena suerte. Mientras me retiro, el Presidente, quien empujan en su silla de ruedas, me acom pana unos instantes. Una puerta está abierta en a galeria: Ahi tiene mi piscina, en la que na do a diario. me indica, como retanto a su inva.
idez. Antes de abandonar Washington, le envío in pequeño submarino, maravilla de la mecáni.
a, construido por obreros del arsenal de Bizer ta. Me lo agradece con unas líneas muy amables acompañadas de su fotografia: Al general Do Gaulle, que es amigo mío.
y que son: el señor Cordell Hull, que desempe.
na su abrumadora tarea con mucha conciencla y elevación de alma, pese a lo cohibido que pueda estar por su conocimiento sumario de lo que tos Exteriores del Senado y de la Cámara de Revelt en su terreno; los señores Patterson y Forrestal, adoptando, en su calidad de ministros, la psicloogia de gerentes de inmensos asuntos, porque sus departamentos Guerra y Aire de primero Marina del segundo han adquirido en tres años dimensiones vertiginosas y absorben lo más preeminente de los recursos, capacidades y amor pro.
plo americanos; el senior Morgenthau, gran amigo de nuestra causa, tesorero de un tesoro que no por ser inagotable, deia el de administrar con un orden escrupuloso; el general Marshall, orga nizador audaz, pero Interlocutor reservado, que ha puesto en aceión un esfuerzo y una estrategia que abarcan las dimensiones de la tierra; el almi.
Escucho a Roosevelt describirme sus proyee tos. Como es humano, el idealismo encubre en ellos la voluntad de poderío. El Presidente, además, no!
presenta en modo alguno las cosas como un pro fesor que asienta unos principios, ni como un po.
lítico que acaricia pasiones e intereses. Dibuja con trazos ligeros, hasta el punto que resulta di fícil contradecir categóricamente a este artista.
a este seductor. Le respondo, sin embargo, Indicando que a mi entender su plan puede poner en peligro al Occidente. Considerando la Europa del Oeste secundaria. no va él a debilitar la causa que intenta servir, la de la civilización? fin de obtener la adhesión de los soviets, no tendrá que consentirles, en detrimento de lo que es pola.
co, báltico, danubiano y balcánico, venta las amenazadoras para el equilibrio general? Como es tar seguro de que China, saliendo de las pruebas MAS adelante, sin embargo, un anónimo hace llegar a mis manos la fotocopia de una carta que Roosevelt dirigió, ocho dias después de mi marcha, a un miembro del Congreso, el señor Jo.
seph Clark Baldwin, El Presidente alude en ella a no sé qué oscura negociación americana referen!
te a una empresa francesa, la Compañía General Transatlántica. y advierte a su corresponsal que se tenga mucho cuidado en que yo no lo sepa, por que, de estar al corriente, no dejaría de eliminar al director de esa compañía. En su carta. Roose.
velt formula, por otra parte, su juicio sobre mi mismo y sobre nuestras conversaciones. De Gau lle y yo escribe. hemos examinado, en conjun.
to, los temas de actualidad. Pero hemos hablado yendo al fondo de las cosas, del porvenir de Frans cia, de sus colonias, de la paz del mundo, etc. Cuan do la conversación resas sobre los problemas fun!
turos, parece completamente tratable. no bien se considera a Francia sobre una base mundial. Es muy suceptible en lo que se refiere al honor do Francia. Pero le creo esencialmente egoísta. No sabré nunca si Franklin Roosevelt ha pensado que, en los asunto concernientes a Francia. Charles do Gaulle era egoista por Francia o por el Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.

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