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MAGAUL desde la oficina del Jefe Politico señor Arnoldo Ramírez Abauza, situada en la plaza diagonalmente opuesta al cabildo. Puntuaban el ataque sandinista explosiones de dinamita y gritos de. Viva Sandino! y Mueran los yanquis!
La Guardia Nacional entró en acción sin per der tiempo. Mientras los hombres disparaban des de sus puestos, el Teniente de la Guardia Thomas Bruce (Sargento de los marinos) arrastro la calle del cuartel una ametralladora y comenzó a dispararla boca abajo y sin ninguna protección contra la ametralladora enemiga emplazada en la oficina del Jefe Político. Los oficiales de los marinos y de la Guardia, que dormían en sus alojamientos del otro costado de la plaza, corrieron a su cuartel por entre el cruce de fuegos, acuerpar a sus compañeros. Tras la primera rebatiña en busca de resguardo, ninguno de los bandos embistió al otro. Mientras los rifleros y ametralladoristas de Sandino mantenían constante fuego sobre los guardias y marinos, otros grupos de asaltantes hacían de las suyas saqueando casas de conservadores. las tres de la mañana tocaron los clarines reunión, y Sandino y Marin entraron en la ciudad a reorganizar sus tropas. Dos marinos con rifles automáticos y algu nos francotiradores mantenían un fuego ocasional mientras sus camaradas templaban sus nervios para resistir el asalto del enemigo.
El asalto, encabezado por el gallardo Rufo Marin, se produjo una hora después. Sostenien.
do un nutrido fuego, una partida de sandinistas avanzó desde la iglesia entrando en la plaza arbolada, por frente al cabildo; otros ocuparon varias casas llegándose hasta detrás de los muros del cabildo y del cuartel de la Guardia Nacional.
Los rifles y las armas automáticas de los marinos hicieron estragos entre los sandinistas. En tres arremetidas frontales los atacantes toparon en vano contra los muros de adobe del cabildo. La aurora alumbró siete cadáveres sandinistas en una esquina, Rufo Marín, tratando de reagrupar a sus hombres, apareció en esa esquina y alli misma cayó muerto. Esto desconcertó a los sandinistas; el fuego aflojó en seguida y el empuje fue cesando y cesando hasta parar del todo. Par.
te de la fuerza atacante desapareció de la plaza y se dio a rebuscar en las casas lo que hubiese escapado a la rapina de quienes habían pasado primero por allí, pero los oficiales de Sandino pronto volvieron a llevarse la mayor parte de sus hombres a la línea de fuego.
SANDINO y con su flamante Teto a los yanquis se atrajo muchos voluntarios. El saqueo de Telpaneca y San Albino le solucionaron la mayoría de Eus problemas de logística y también abrieron el apetito de sus tropas para emprender nuevas operaciones. En el interin, sus antagonistas americanos tropezaban con algunos problemas de logis tica y con dificultades surgidas entre su propia gente. Una recua de mulas que llevaba provi.
siones a Ocotal tuvo que detenerse en Condega al desertar dos marinos que la custodiaban. Ambos, con sus armas y equipo personal se apersona ron el de julio en San Fernando diciendo al coronel sandinista Rufo Marín que se presentaban a Sandino porque eran traidores a las fuerzas de los Estados Unidos. Esto exaltó el espíritu de los sandinistas que entonces comenzaron a disparar contra los aviones americanos.
Estos a veces contestaban el fuego, pero parece que sin afectar gran cosa el espíritu de los nicaragüenses, El futuro de una paz no era brillante cuando el Capitán Hatfield telegrafió desde Ocotal a San dino en San Fernando el 11 de julio, diciéndolo que a pesar de sus insolentes respuestas, le ofrez Co otra oportunidad para rendirse con honor.
Advertíale que los marinos estaban dispuestos al perseguirlo y darle muerte. Hatfield instábale a seguir el ejemplo del insurrecto filipino Emilio Aguinaldo, quien veinticinco años antes había depuesto su actitud rebelde. Le daba dos dias más para estudiar el asunto, diciéndole que lo esperaba en Ocotal a las ocho de la mañana del 14 de julio de 1927. Sirvase darme su respuesta en una sola palabra: sí o no.
La respuesta de Sandino fue no. pero se gastó bastante más de una palabra para decirlo. Sus amenazas me parecen pálidas. le decía, Si usted está decidido. puede venir, y. tendré el honor de regar el suelo de mi patria con la sangre de traidores e invasores. más aún. si los Estados Unidos quieren paz en Nicaragua tendrán que entregar la presidencia a un verdadero liberal, y sólo entonces depondré las armas pacíficamente.
En Ocotal el Capitán Hatfield veía que el ata que era inminente. La población civil comenzó ocultar sus joyas, y cosas de valor. Pero a pesar del temor al pillaje, los ocotaleños eran en su mayor parte partidarios de Sandino y se distanciaban de los marinos. El comandante americano tenía sospechas de que hasta el cura fuese sandinista. Llegó el 14 de julio y la fecha fijada por Hatfield para la rendición de Sandino pasó sin novedad. Los treinta y nueve marinos de Hatfield se alojaban en el cabildo, edificio de adobe de dos pisos en uno de los costados de la plaza de la ciudad; los cuarenta y ocho guardias nacionales, al mando del Capitán de la Guardia Darnall (Teniente del Cuerpo de Marinos. estaban acuartelados frente al cabildo y se extendia su edificio por unas cuantas yardas sobre una calle que desembocaba en la plaza. Los oficiales de los marinos y de la Guardia Nacional tenían su alojamiento en otra casa de la misma plaza.
La noche del 15 de julio el Capitán Hatfield y los otros tres oficiales se turnaron la vela mientras sus hombres dormían vestidos y con las armas al alcance de la mano.
CAPITULO Los sandinistas tenían oficina de telégrafos en San Fernando y podían comunicarse con Ocotal a diez millas de alli. El 25 de junio Sandino telegrafió al jefe del destacamento de marinos en Ocotal diciéndole que había llegado a San Fernando con tropas montañesas, y que sabía los marinos estaban armando a los conservadores para lanzarlos contar él. Lo espero aquí o voy donde usted. le preguntaba Sandino. Al día si guiente se le respondió. No es cierto que yo esté armando a conservadores para atacarlo. pues no nece.
sito de otra ayuda que la de los marinos.
De lo que si tengo necesidad es de buenos caballos corredores para poder alcanzarlo en sus montañas. Usted nunca ha querido atacarnos siendo nosotros sólo unos pocos, ni jamás ha demostrado tener esas intenciones.
Por lo cual le sugiero venir aquí, garanti.
zándole que no nos vamos a correr. Le agradezco su carta y esperando que venga pronto a saludarme, quedo de usted atentamente, Hatfield, Capitán del Cuerpo de Marinos de los Estados Unidos.
Sin embargo, el Mayor Floyd opinaba de diferente manera. El creia que los marinos debían ser el alma de la campaña, y que las tropas nicaragiten ses prestaran sólo apariencia de colaboración en la lucha contra sus compatriotas. Consideraba que los nicaragüenses eran más rémora que ayuda; así pues, en Matagalpa decidió reclutar sólo una compañía de guardias temporales. Estos fueron puestos al mando del Capitán de marinos Victor Bleasdale, un hombre que literalmente comía acero frio y fuego. y le gustaba. De segundo en Jete iba otro capitán de marinos: log otros seis oficiales de la compañía eran nicaragüenses, tres de ellos excoroneles conservadores y uno, el oficial encargado de la proveeduría, un exgeneral conservador. El 15 de julio salió de Matagalpa para Nueva Segovia, a desbaratar a Sandino, la columna del Mayor Floyd compuesta de setenta y cinco marinos y setenta y cuatro guar dias temporales. Pero Sandino sabía ya de estos preparativos. resolvió atacar a los marinos en Ocotal antes de que esa nueva fuerza pudiera entrar en su zona. las 8:10 el tiroteo sandinista paró repentinamente y frente al cabildo apareció un emisario con bandera blanca. Los marinos contuvieron el fuego y el hombre entregó dos mensajes. uno!
de Sandino y otro de su jefe de Estado Mayor.
Porfirio Sánchez al Capitán Hatfield. Reconociase en ambas notas que los marinos habían peleado con bravura y se les decía que debían estar escasos de agua. Prometíaseles que no se les haria ningún daño a Hatfield ni a sus hombres si tiraban sus armas a la calle y se rendian en el término de sesenta minutos, porque de otro modo la ciudad sería arrasada por las llamas y los marinos y guardias caerían bajo una lluvia de balas. como no lo habían soñado antes. El Capitán Hatfield, quien tenía en sus tanques agua para dos semanas, respondió que los marinos no sabian lo que era rendirse. y que a pesar de lo del agua se mantendrían firmes hasta morir o caer prisioneros, y que reanudarían el fuego tan pronto el emisario hubiese doblado la primera esquina. Volviéronse a romper los fuegos. Aunque Sandino no lanzó un asalto general, sus ri.
fleros comenzaron a tirar desde más cerca de los reductos de guardias y marinos. Desde el campanario de la iglesia una ametralladora sandinista comenzó a barrer el cabildo. Un marino fue muer to por un sandinista que logró escalar el muro del patio del cabildo. Un sargento de los marinos le disparó su pistola apeándoselo desde arriba FUE desde la mina San Albino que el 19 de julio de 1927 Sandino lanzó su primer manifiesto.
Al pueblo de Nicaragua y a la América Latina hacía saber que los lazos de nacionalidad le daban derecho de actuar en los problemas de Ni.
caragua, los que eran también de la América Central y de todos los países que hablan nuestra lengua. Si bien él no era más que un simple trabajador urbano admitía Sandino. mis ideales se extienden sobre un vasto horizonte de internacionalismo. Poco le daba que los oligarcas lo llamasen plebeyo: mi más grande honor es haber nacido del vientre de los oprimidos. Denunciaba a los líderes conservadores y declaraba que la revolución liberal está en marcha. Todavía hay quienes no han cometido traición, quie nes no vacilaron ni vendieron sus rifles para sa tisfacer la ambición de Moncada. En cuanto a los invasores, decía: Acepto la invitación al combate y yo mismo la estoy provocando. Sandino pregonaba que quería enseñar Nicaragua, a la América Central, y a la raza indo hispana que en un picacho de la cordillera de los Andes hay un puñado de patriotas que saben pelear y morir como hombres. Los yanquis son un hatajo de tontos y malvados que han venido a asesinarnos en nuestra propia tierra. Los Es.
tados Unidos quieren construir un canal a tra vés de Nicaragua, continuaba diciendo Sandino.
y la civilización exige que se construya. está bien que se construya, afirmaba, pero que sea con capital de todo el mundo. que la América Latina aporte por lo menos la mitad de los gastos y el resto los demás países del mundo. Sandino exhortaba a los nicaragüenses de ambos par.
tidos engrosar sus filas.
ESE día Sandino había concentrado sus fuerzas en el caserío de San Fernando. El ejérci.
to del general tenía como núcleo a unos sesenta oficiales y soldados, muchos de los cuales habían peleado con él en la guerra constitucionalista.
Estos hombres tenían a su cargo la distribución adecuada de las armas entre su gente: eran unog 120 rifles, dos ametralladoras por lo menos, y muchas bombas de dinamita. En torno a ellos Sandino agrupó tal vez hasta ochocientos campesinos de las inmediaciones, la mayor parte armados de machetes y cutachas, ya quienes se había autorizado a tomar cualquier objeto perte.
neciente a conservadores que cayera en sus manos. El general impartió la orden de ataque, y poco después del anochecer del 15 de julio sus hombres comenzaron a infiltrarse en la ciudad de Ocotal. El párrafo siete de la orden del día de Sandino decía: Se prohibe tomar licor, y quien lo haga lo considerare una ofensa a la Madre Patria. Esto era ya un rotundo viraje de la tradicional costumbre militar centroamericana de que el soldado entre al combate enardecido por la bebida.
El plan de Sandino fue escrupulosamente eje cutado. eso de la una de la madrugada del 16 de julio sus fuerzas regulares estaban dentro de Ocotal y ya se habían dado armas a los colaboradores de la ciudad, un destacamento ocupaba la pista de aterrizaje que los americanos no tenían resguardada y hacia los preparativos para habrir allí cinco cráteres con dinamita; Sandino instaló su puesto de mando en las afueras de la ciudad, en una altura detrás de la igle.
Bia, desde donde podia observar mejor y dirigir la acción. Su brazo derecho. Rufo Marin, se aposto al otro lado de la ciudad. por el camino a Macuelizo. Adentro se agazapaban tres com panias sandinistas: una atacaría a los marinos en el cabildo, otra el cuartel de la Guardia Nacional, y la otra sacaría de sus casas a todos los culpables que pudieran estar escondidos. las 10:15 aparecieron sobre Ocotal dos aviones patrulleros de los marinos. Uno de ellos, piloteado por el Teniente Hayne Boyden (a. loco. aterrizó brevemente en la pista llena de cráteres y fue recibido a balazos por los sandinistas, mientras que el otro, al mando del Sargento de Artillería Michael Wodarczyk, volaba en círculos sobre la ciudad leyendo los letreros de señales extendido sobre el patio del cabildo. Ambos se dieron cuenta de la gravedad de la situación. El loco Boyden voló de vuelta a Mana gua, y Wodarczyk se quedó volando sobre Ocotal disparando ráfagas contra los Sandinistas has ta las once de la mañana. Entre los atacantes y los ocotaleños cundió entonces el temor de que los aviones regresaran pronto con bombas y en número mayor. Una delegación de vecinos pidió al Jefe Politico señor Ramírez, intervenir ante Bandino para que ordenara supender el ataque.
Sandino rehusó retirar sus tropas: a las 2:35 una escuadrilla de cinco aviones De Haviland a pareció sobre Ocotal.
Los biplanos, encabezados por el Mayor Ross Rowell, traían cada uno cuatro bombas y mil doscientos tiros de ametralladora. Tenían dos ametralladoras: la de adelante era fija y la manejaba el piloto; la de atrás era giratoria y esta ba en manos del observador. Pilotear estos ende.
bles aparatos sobre las montañas segovianas con sus neblinosos picachos y traicioneras bolsas de aire, era cosa peligrosa aun cuando no existiera riesgo de la balacera terrestre. Las lluvias del invierno aumentaban las contingencias del vue lo; el mal tiempo retrasó la llegada de los aviones a Ocotal y les consumió mucha de su preciada gasolina. Pese a que la participación de los avio.
nes en esta batalla tuvo que ser breve, fue, no obstante, sumamente eficaz.
Ala 1:15 a. un centinela de los marinos notó tin movimiento sospechoso en la calle del cas bildo y fue allá a investigar. Una granizada de balas lo recibió rompiendo el silencio de la noche.
Pero la racha no tuvo efecto alguno y el centi nela regresó ileso al cabildo. En cosa de tres minutos ya estaban todos los marinos en sus puestos de combate recibiendo plomo por todos lados. La calle que da al cabildo la barria una ametralladora sandinista emplazada en una elevación del fin de esa calle; otra ametralladora abrió fuego Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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