p. 8

Guardar

Por Richard proposición, ello no obedecía a su convicción de que aquello fuese la mejor idea, sino a que ponsó que así se esperaba de él.
De todos modos, yo le respondí que apreciaba mucho su esitmación hacia mi en tal respecto, pero que, dado lo justo de los resultados en las elecciones, consideraba imperativo por mi parte 210 aceptar ningun cargo en al nueva Administración, incluso bajo una base temporal, a menos que se presentará una auténtica emergencia na cional. Que cualquier otro curso de acción sería ampliamente tergiversado y podria representar un serio golpe contra el concepto del sistema bipartito y contra la responsabilidad del Partido.
Al responderle en estos términos, noté que expe Timentaba un gran alivio. En seguida cambió de Nixon tema.
Estados habiamos conseguido también ganancias sustanciales. mi personal puso de relieve que acaso pudiera yo dar crédito a esto, en vista del siguiente hecho: da los 27 distritos del Congre so que eligieron un nuevo republicano, yo habia triunfado en todos menos en cuatro.
La cuenta del voto electoral era de 3031 219. había 15 abstenciones. Pero 000 votos más, por ejemplo, a nuestro favor en cada uno de los Estados de Illinois y Missouri, así como un total de 000 a 000 ovtos en cada uno de los Estados de Nuevo Méjico, Nevada o Hawaii, ha.
bria cambiado también el resultado electoral. Así an movimiento de 11. 000 13. 000 votos, debida.
mente repartidos entre unos cuantos Estados, el resultado de las elecciones habría sido inver.
so.
Después examinamos la cuestión del fraude.
Por las pruebas que teniamos a la vista no esbia!
duda de que, en muchos casos. parecía haber algo cierto. Citaré algunos de ellos, todos publica.
dos ampliamente y con detalle: 1º Condado de Fannin (Tejas. donde Kennedy triunfó por a En la lista oficial de electores figuraban 895 votantes y se contaron 138 votos.
29 Condado de Angelia (Tejas. distrito 27: oficialmente se consignaron 86 votantes, pero la cuenta final fue: Kennedy, 147; Nixon, 24.
39 Condado de Fort Brend (Tejas. dos dis: tritos conjuntos: en uno, donde resultó Nixon ven!
cedor por 458, ccntra Kennedy que obtuvo 330.
fueron declaradas nulas 182 cédulas. a dise e.
ción de los juecos. En el otro, en cambio, donde ganó Kennedy por 68 a 1, no se declaró nula ni una sola.
Habíamos hablado casi durante una hora y.
cuando se levanto para marchar, nuestra conversación volvió a adquirir un tono más superficial.
Le dije que no tenia por qué preocuparse de la publicidad en las semanas siguientes, ya que el bebé que estaban esparando para diciembre consti tuiria probablemente la mayor noticia de cuanto Jiabía sucedido en la campaña. Se echó a reír y contestó que, si bien tenia ante si un cons. derable trabajo para seleccionar su Gabinete, tenía la es.
peranza de poder tomarse un descanso ante de emprender lo que consideraba su obligación más ardua, a partir del 30 de enero.
TISIS Capítulo LXXXIII TAMBIEN le expresé mi firme creencia de que no debía seguir la línea de nombrar, bajo ninguna circunstancia, personas exclusivamente de carrera para los altos puestos de Embajada. El servicio exterior dije necesita un fermento de personas eminentes, inflexibles, que no sean de carrera, libres de un control total por parte de los funcionarios de carrera, que suelen ser más rigidos e incluso más indigestos. Precisa de un elemento sin intereses creados.
Después saqué a colación un toma sobre el cual, según le dije, me había formado una segunda opinión: el reconocimiento de la China roja y su admisión en las Naciones Unidas. Lo hice así porque, justamente el dia anterior, me había dicho el benador George Smathers que Chester Bhowles y algún otro consejero de Kennedy sobre política exterior lo estaban apremiando a considerar de nuevo nuestra postura sobre dicha materia. Ke.
nnedy dijo que se oponía al reconccimiento de la China roja. Indicó, no obstante, que le había presentado fuertes razones en favor de la llamada política de las dos Chinas. Con arreglo a esta politica, la China nacionalista conservaría su puesto en el Consejo de Seguridad, mientras que la China roja tendría solamente un puesto en la Asamblea. Esto significaría que la China roja contaria con un solo voto entre los cien de la Asamhlea, con lo cual no tendría posibilidad de bloquear la acción de la ONU mediante el veto. Añadió Kennedy que los defensores de esta política consideraban que la China roja no podria. bajo tales circunstancias, causar ningún daño a las Naciones Unidas.
Al expresar mi fuerte oposición a esta polífica, señalé que no importaba si la China roja contaba con un voto en la Asamblea, ni siquiera la facultad del veto. Lo realmente importante era que admitir a la China roja en las Naciones Unidas constituía una burla contra las estipulaciones de la Carta, que limitaban la sociedad a las naciones amantes de la paz. lo que era aún más inquietante, con ello se rendiria acatamiento al régimen comunista que aumentaria scbremane ra su fuerza y prestigio en Asia. debilitando nosi.
blemente de forma irreparable a los Gobiernos no comunistas de aquel continente.
Kennedy expresó cierta preocupación sobre la posible suerte de sus proyectos internos. en vista de la formación del nuevo Congreso. Su observación, pensé, era muy aguda.
COMO comentario de despedida, le recomende que, cuando se convirtiera en presidente, se tomara el tiempo que estimase necesario para su relajación. Le aseguré que encontraría delicioso Camp David y le recordé que allí había escrito yo mi discurso de aceptación. Luego añadí. En los meses venideros, trataré de cuan.
do en cuando de ofrecerle una crítica constructi.
va de la política que usted adopte. No obstnate, lo que sí le aseguro es que jamás uniré a las crí.
ficas, expresas o implícitas, que le hagan acerca del tiempo que se tome para descansar. No hay cosa más importante que la necesidad de que el presidente se halle en la mejor forma posible física, mental y emocionalmente, a fin de poder enfrentarse a las inmesamente difíciles decisiones que tendrá que adoptar.
Kennedy pareció apreciar mucho este comen tario, tras el cual hicimos venir a la villa a PieTre Salinger y a Herb Klein, con cbjeto de conocer los preparativos que habían hecho para que Kenncdy se reuniera con la Prensa. Le acompañé hasta el salón del hotel donde esparaba la Prensa y la televisión y nos despedimos cordialmente.
Después de dos días más en Florida y otros tres en Nassau, regresé a Washington. Habíamos planeado prolongar estas vacaciones, pero descubrimos que era demasiado pronto para nuestros propósitos. Esta era la experiencia adquirida en campañas anteriores. El análisis profano que había efectuado me decía que cuando el individuo somete a su mente, cuerpo y emociones a una doble o triple velocidad durante una campaña, cuando ésta se acaba, no le será posible adoptar una marcha normal de repente. De la misma manera que un corredor sobrepasa la meta unos cuan tos metros, lo mismo ocurre al que sopcrta una campaña o una crisis de importancia. Esta es la razón de que las vacaciones tomadas inmediatamente después de una lucha no resulten tan frue tíferas como las disfrutadas una semana o un mes más tarde, cuando el individuo ha tenido tiempo suficiente para acoplarse a un ritmo más tranquilo de actividad. Además, las llamadas diarias a mi oficina de Washington me hicieron compren der que no era aquél el momento mejor para vacaciones. Dentro de dos meses, el 20 de enero de 1961 y por primera, vez en catorce años, me vería sin cargo sin personal y sin empleo. Pero, en aqucllos dos meses, aún me quedaba por hacer lo que parecía el trabajo de todo un año.
Tenía que clausurar mi oficina y disponer del archivo acumulado en el transcurso de catorce años. Sería preciso contestar más de cien mil car tas y telegramas. Era muy importante para mí que todos aquellos detalles de post campaña fueTan manejados debidamente. Ello implicaba el envío de cartas a aquellos que habían contribui clo y trabajado en la campaña. Además, debía yudar a buscar empleor para los miembros de mi personal y de la campaña, que, como yo, estarian en breve en libertad.
49 Chicago, barrio 69, distrito 38: después da haber votado mediante máquina) 43 electores.
la cuenta de dicha maquina arrojó 121 votos. En est distrito venció Kennedy finalmente por 403 a 79.
59 En otro de los distritos de Chicago, donde venció Kennedy por 451 a 67, se recusó el registro in cial de un matrimonio basándose en diTección falsa. El dia de las elecciones votaron ambos. Después del escrutinio, se comprobó que 20 existían tales personas en la dirección registrada.
6º Chicago, barrio 2º, distrito 50: sólo figuraban 22 electores en la lista oficial y votaron 77 personas. En este lugar de votación había tres jueces presents tan sólo y los tres eran de zo.
cratas, aunque la ley prescribe que haya cinco jue ces, dos de los cuales, al menos, han de ser republicanos.
79 Una periodista del Tribune de Chicago y su marido se dieron cuenta de que, el día de las elecciones, sus nombres no figuraban en la s a electoral, pese a que arabos tenían alli su rcgidencia legitima y en 1956 habían votado en el re petido distrito como habitantes en aquella di rección Ahora bien, con verdad o sin ella, al estudiar el aspecto juridico de la situación, me di cuenta de que nos llevaría por los menos año y medio ha cer un recuento en el Condado de Cook y que to existía ningún procedimiento para que un candidato derrotado consiguiera hacer un recuento en Tejas. pesar de ello, muchos de mis amigos íntinos y asociados insistieron para que se demandase el recuento. Consideraban importante el que yo prosiguiera luchando en tanto existiera la ne nor posibilidad de ganar. Creían asi mismo que, aunque el resultado fuera negativo, la publicilai resultante al demandar yo el recuento provocaría una cosecha favorable para los candidatos re publicanos en las elecciones de 1962 y 1964. Era ésta una apelación apremiante, en vista de mi responsabilidad como líder del Partido. Un presidente republicano dijo hubie.
za podido conseguir más del Congreso en lo que respccta a su politica interna, a causa de su facilidad de obtener el apoyo de la coalición natuTal correspondiente a los conservadores demócra.
tas del Sur y de la mayoría de los republicanos que también tienen criterios conservadores. En cambio, un pres dente demócrata, a menos que los demócratas del Norte y del Oeste formen una claya mayoría en la Cámara y en el Sanado. cosa que, por supuesto, no sucederá en el nuevo Congreso, vera fracasar sus programas más liberales, debido a la fuera de la coalición conservadora dispuesta contra él.
Pero finalmente me decidí en contra a causa de otras consideraciones que, a rci entender, debian predominar. Si efectuaba la demanda, la organización de la nueva Administración y la ordenada transferencia de responsabilidad de la vieja a la nueva podia demorarse durante meses.
La situación en todo el Gobierno federal seria caótica. Los miembros de la vieja Administración no sabrían cómo actuar o con qué claros poderes y responsabilidades y los nombrados por Kennedy para ccupar puestos en la nueva Administración se encontrarían con la misma di ficultad para forjar sus planes.
Finalmente, Kennedy tocó de manera breve el tema que yo había pensado que constituiría el mayor tópico de nuestra conversación.
Me dijo que, en vista de lo apretado de su triunfo, se le habían hecho varias sugerencias con siderando la conveniencia de que yo nombrara algunos republicanos para ccupar puestos en la Ad.
ministración. Por el momento, no pensaba en nombrar republicanos para puestos de Gabinete, ya que se daba cuenta de que no podía existir una Tesponsabilidad común, por lo que concernía a las decisiones de alta politica. Lo que sí albergaba en su mente era la idea de nombrarles para ocupar puestos en el extranjero, con lo cual se crearia Ja impresión de unidad bipartita en nuestros aliados y virtuales enemigos.
AL regresar a Washington, tuve que hacer frente a la inmediata necesidad de adoptar una decisión yital. Qué debía yo hacer con respecto a los crecientes cargos sobre el fraude de votos y a las demandas de que pidiera un recuento en Illinois y otros Estados, donde la diferencia había sido extremadamente pequena? Antes de to mar ninguna determinación, pasé un día con mi personal analizando los escrutinios definitivos de las elecciones.
El margen corerspondiente al voto popular era ahora de 113. 000 votos entre los 68. 800. 000 emitidos. Con un cambio de medio voto por distrito en toda la nación, el margen resultaría a mi favor. Un experto comentarista sobre estadísticas señaló incluso que, si los seis votos electorales por Alabama no consignados fueran sustraícos de total de Kennedy. habría yo tomado la delantera en al cuenta del voto popular.
Por otro lado, la amargura que, en mi ople nión, engendraría dicha maniobra por mi parte habrían causado un daño incalculable y duradero a todo el país. Y, por último, no podía haber peor ejemplo para los países extranjeros que intentaban poner en práctica el procedimiento do elecciones libres que ver a los Estados Unidos disputandose sobre los resultados de unas elecciones presidenciales e incluso sugiriendo que la Presidencia puede ser obtenida mediante un frau de en las urnas electorales. Ya es bastante dificil de por si conseguir que los candidatos derrotados en los nuevos países independientes se atengan al veredicto del electorado. Si no contid nuábamos dando un buen ejemplo a este respecto en los Estados Unidos, ello equivaldría a abrir la veda en todo el mundo a las refriegas en lo tocante a la validez de las elecciones libres.
Indicó que Lodge y Dillón figuraban en la lista de aquellos en que él habia pensado para tales puestos. luego añadió. Me pregunto, si usted mismo, después de que pasen unos meses, no querrá desempeñar al gún puesto en el extranjero, bajo una base tempo.
ral Crei comprender que, si me hacia semejante Yo había cbtenido el 49 por ciento de la vo tación total, mientras que los candidatos republi.
canos para el Congreso habían obtenido el 44 por ciento. Un aspecto grato de los escrutinios era que habiamos ganado 22 escaños en la Cámar a y en el Senado. En las legislaturas de los EN consecuencia, decidí no apoyar aquellas peti ciones y cargos. Sabía que con ello defraudaría sobremanera a muchos de mis mejores ami gos y más ardientes partidarios, pero no veía, por mi parte, otro curso responsable de accion.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

    Communism
    Notas

    Este documento no posee notas.