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El actual best seller en los Estados Unidos probablemente porque habían sido lo suficiente.
mente suerteros cuando por primera vez abrió sus ojos, para mirar a los cipreses de Setiggnano y no a los nogales de Fürth en Bavaria.
Busqué una tarjeta para enviarle. En aquella ciudad donde cada detalle tiene un refinamiento.
total, las tarjetas postales son particulares espantosas. Por todas las tiendas que recorrí, asediando los pequenos estantes, los salones de los grandes hoteles, escogiendo entre la papeleria de las tiendas y los impresos de las artes gráficas, las escenas de Florencia que me ofrecían eran tan tri.
viales y aburridas como las del año pasado.
Es fin de año, me dije. Los americanos se mandan tarjetas de saludo y el correo de Henry debe tener una cantidad de ellas. El no muy listo de su secretario confundiría la mía con las otras.
Henry nunca sabría que yo había estado en Florencia con él, y que el pensamiento de él nunca me había abandonado.
Yo anhelaba una tarjeta con un formato no usual que sobresaliera entre las otras, y que fuera digno de Florencia al mismo tiempo. Henry ciertamente debía de llegar a Florencia. La tarjeta no sólo simbolizaba la elegancia, pero también debia impresionar a Henry por medio de una composición notable y debía atraer su atención, aún cuando no hubiera tenido tiempo para analizar las verdaderas razones de su alegría.
En mis cartas frecuentemente hice alusión a las finalidades del Mediterráneo. En este momento estaba escribiendo de Toscana. El, el bárbaro, cercado detrás del laberinto de realpolitik y me.
gapolitik, se dejaría cautivar un día, la luz que traje sería capaz de penetrar la oscuridad? Jugando con símbolos me consolé por su audacia y habiendo sacado la tarjeta de entre miles, continué haciendo alarde de mi fervor a través de las calles de Florencia.
Con la vida pasando sin transición del sueño a la realidad, tomé el tren de regreso a París, En el tren, al hojear una revista americana, vi una foto de Henry con una joven actriz, de cabello abundante, café y de una apariencia no muy brillante. El estaba bronceado. La foto habia sido tomada en Los Angeles. Usualmente yo encontraba esta clase de publicidad sin ningún interés.
Un hombre con exceso de trabajo como ese, sujeto a mucha presión, necesita descansar y encuentro su gusto por las chicas bonitas, agradable.
Henry, que siempre ha tenido muchos complejos que estaba muy perturbado por su divorcio, allí estaba él, de repente, un hombre público, un solicitado bachiller. Las muchachas lo per seguían como si él nunca se atreviera a perse guirlas a ellas. El había alcanzado no sólo el punto en el cual los honores se le habían pagado, que no tiene importancia a mi parecer, pero en sus fronteras, libre al fin de las ataduras atá.
vicas y compelidas. Lo mejor para él, salir con actrices. Era un cambio de lo gris de los círculos oficiales, Aquella noche, en el vagón iluminado y som brío, la foto me exasperó y traté de profundizar en el por qué. No había nada particular ni formidable acerca de la muchacha. Hay miles como ella. Henry la estaba mirando con una expresión divertida. de repente comprendí la razón de mi disgusto. Henry, al igual que muchos hombres de su edad, amaban el que sean vistos con mucha chas muy jóvenes. Su situación actual le facilitaba las cosas. El no es un tonto. Uno de sus temas favoritos era la estrecha relación entre sexo y poder. Mais enfin! De todos los desafíog que una mujer tiene que tomar en cuenta, el más provocador es el de la edad. Media seria y medio burlista, decidí allí y después hacer lo que él es.
tahn haciendo, desplegarme al lado de los jóve.
nes. Por una cosa, él había visto que yo no tenía desafío y por otra. quién sabía? él comprende.
ría la lección y pensaria que yo lo estaba haciendo por despecho.
Yo de hecho había estado buscando durante varias semanas una buena idea para la televisión.
Cansada por la redundancia y por la verbos dad que distingue a muchos de los reportajes y can san al público, me encantaria saber uno por una sola vez podria reemplazar al periodista por un no profesional con la curiosidad tipica y las reacciones del ciudadano francés promedio.
La pequeña fotografia tuvo el efecto de un catalizador en este encaminado proyecto. Tan pronto como regresé a París, fui a tocar la puerta de Jacqueline Baudrier. Aún no conocía a la dana encargada de las noticias en el Canal de Te levisión Francesa. Mi sugerencia no pudo haber sido mejor sincronizada. Ella era encantadora. Que idea tan original llevar a un trabajador francés alrededor del mundo en búsqueda de la sociedad ideal. Pero cuál sería la edad apro.
piada. Veinte. dije. Después de esa edad cualquiera sabe que la sociedad soñada no existe. Yo no estaba equivocada. Veinte era la edad prome.
dio de los compañeros del club nocturno del señor Kissinger.
El proyecto fue financiado y organizado en unos pocos días. Qué fácil sería la vida si la acción fuera todo lo que debiera. Desde luego, teníamos que escoger la estrella. Pero los pagos ante.
riores fueron marcados fácilmente. Acostumbrada a diez años para formra máscaras no profe.
sionales, fui a visitar los trabajos de la compa.
nía Aerospatiale en Toulouse, y pasando revista de los trabajadores, me detuve delante de una caTa copiada de esas que decoraban la Piazza della Signoria frente al Palazzo Vecchio. El joven Pi.
ccolo, que venía no de Florencia sino de Venecia, y que era un ingeniero electrónico en el prototi.
po de delineador aéreo supersónico de Concorde, llenaba nuestra necesidad perfectamente. Sus fac.
ciones finas, sus ojos azules separados, su pelo rubio y rizado, su figura agraciada todo lo ha.
cía el favorito de la televisión. En otra marca, aún fresco y lleno de ilusiones, sin prejuicios o de formaciones ideológicas, él saldría a un mundo, lleno de inocencia, buscando la sociedad de sus suenos, y esto es lo que pedimos que hiciera.
Le pedimos que escogiera tres países. Espon.
táneamente el mencionó a Cuba, los Estados Unidos y Japón. Profesionalmente consciente habría visto mi plan inicial fracasar si este joven tra.
bajador hubiera dejado de incluir a América porque yo ciertamente no hubiera interferido con 1s.
escogencia que él hizo. Afortunadamente esos son los países que el escogió. Volé hacia los Estados Unidos.
Un detalle que he olvidado mencionar, una fuente de deleites vivientes y repetidos para mí, es que yo tenía el número telefónico privado de Henry. Su línea, a través de la pizarra telefónica de la Casa Blanca probablemente estaria bloqueada. Qué quedaba de privado para un hombre como este? Cada vez que yo llegaba a los Estados Unidos yo tenía la posibilidad de llamarlo a él directamente, sin tener una secretaria que me hiciera esperar al otro extremo de la línea. Todo lo que uno tenía que hacer era llamar a las a. Su itinerario diario era tan rígido al comienzo del día hasta el final: se iba a dormir a la una de la mañana y se despertaba a las sie e, Yo marcaba el número o le pedía a la cperadora que lo hiciera, y mi corazón palpitaba más rápido, después de un timbrazo corto escuchaba la voz fuerte y nunca preguntaba quién era yo; cómo hacía para saberlo?
Querido Henry Por Danielle HUNEBELLE. Kissinger desde el pijama hasta su vida pública. Capítulo LIV Regresando a la Vía Galileo, que conduce al Mirador través de una vía de olivos, todavía continuaba pensando en Henry. Me dije que su hé.
roe, Maquiavelo, había nacido justamente alli, a mis pies, en una de esas casas de barro, el barro que Brunelleschi había obtenido de las colinas de los alrededores, y el que había usado sin limpiarlo.
Pero lo que a Henry le faltaba gusto, las gracias de la imaginación, artificios sicológicos Maquiavelo era capaz de allegarlos a su genio político, EL SECRETARIO. Perfectamente. Cuanto menos rodeos, mejor. Y, sobre todo, no le llamen excelencia. no le gusta.
STEFAN ZWEIG de edad. SOFIA ANDREIESNA (su esposa. ALEXANDRA LVOVNA (llamada en familia Sascha, su hija. DUSCHAN PETROVITCH (médico de la casa y amigo de Tolstoi. JEFE DE LA ESTACION DE ASTAPOVO (Iván Ivanovitch Osoling. COMISARIO DE POLICIA DE ASTAPOVO (Cirilo Gregorovitch. ESTUDIANTE 19.
ESTUDIANTE 29.
TRES VIAJEROS.
ESTUDIANTE 29. Riendo. No hay que temer tal cosa de nosotros, todo, menos eso.
EL SECRETARIO. Ya está aquí. Entra Tolstol con paso rápido pero acompasado. pesar de la edad parece vivaz y nervioso, Siempre, mientras conversa con alguien, juguetea con un lápiz o enrolla una hoja de papel, impacien te por tomar la palabra. Se dirige rápidamente a los dos visitantes, les tiende la mano, los mira de un modo penetrante y luego se sienta en el sillón tapizado de piel que está frente a ellos. Las dos primeras escenas se desarrollan durante los últimos días de octubre de 1910 en el despacho de trabajo de la mansión de Yasnaia Poliana; la última, el 31 de octubre de 1910 en la sala de espera de la estación de Astapovo.
ESCENA PRIMERA TOLSTOI. Son ustedes los dos jóvenes que me envía el Comité. verdad. Consulta una papel. Perdonen que haya olvidado sus nombres.
ESTUDIANTE 19. Prescinda de nuestros nombres. Venimos a usted como dos simples individuos entre centenares de miles.
MOMENTOS ESTELARES DE LA HUMANIDAD Fin de octubre de 1910 en Yasnaia Poliana, en el despacho de TOLSTOI, sencillo y sin el menor adorno, como aparece en el ya conocido cuadro. El Secretario introduce a dos estudiantes, vestidos a la usanza rusa, con blusas negras de alto y cerrado cuello. Ambos son jóvenes y sus respectivos rogtros expresan inteligencia. Se mueven con desen voltura, más bien con arrogancia que con timidez.
TOLSTOI (Mirándole fijamente. Quieren hacerme algunas preguntas?
EL SECRETARIO. Siéntense entre tanto. León Tolstoi no les hará esperar mucho. Ahora querría hacerles un ruego. Tengan ustedes en cuenta su edad. León Tolstoi le gusta tanto discutir, que a menudo se olvida de que eso le agota.
ESTUDIANTE 19. Una sola.
TOLSTOI (Al Estudiante 2º. usted?
ESTUDIANTE 29. La misma. Todos nosotros tenemos que hacerle una sola pregunta, León Nikolaieyitch Tolstoi. Todos nosotros, la juventud revolucionaria de Rusia. es ésta. por qué no está usted con nosotors?
Capítulo XLVIII PERSONAJES DEL EPILOGO LEON NIKOLAIEVITCH TOLSTOI (a los 83 años ESTUDIANTE 19. Tenemos poco que hablar.
Sólo queremos hacerle una pregunta, pero que, naturalmente, es decisiva para él y para nosotros. Le prometo que seremos breves a condición de que podamos hablar con entera libertad.
TOLSTOI (Con calma. Eso creo haberlo explicado ya claramente en mis libros, y sobre todo en algunas cartas que se han divulgado posteriormente. No sé si ustedes habrán leído mis libros.
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