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30 DIARIO DE COSTA RICA Domingo 10 de diciembre de 1972 Augusto Monterroso (Guatemalteco)
EL INFORME ENDYMION Alejandro Pareja, ecuatoriano; Julio Alberto Restrepo, colombiano; Julio Alberto Murena, argentino; Carlos Rodriguez, venezolano, cada uno fuera de su respectivo país por razones políticas, y Federico Larrain, chileno y simple viajero senimental, se encontraron el 22 de enero de 1964, a las diez y media de la noche, en la ciudad de Panamá, en una cervecería, o como se llamara, en la que por puro azar descubrieron que todos eran poetas, que todos almiraban a Dylan Thomas y que entre todos lo sabían y lo podía prácticamente todo. Al calor de unos vasos de la cerveza más mala del mundo recordaron o descubrieron asimismo otras cosas, a saber: que en abril se inauguraba la Feria Mundial de Nueva York; que (como a las tres de la mañana) entre los cinco podían reunir el dinero suficiente para comprar un auto usado y (cerveza ya de la madrugada) que, por lo que se verá adelante, deberían estar a toda costa en aquella ciudad el día mismo de la inauguración. Entonces se fueron a dormir. Una semana después eran dueños del auto y, a pesar de su borroso historial político y de su oficio de poetas. si mejores o peores que la mayoría no hace al caso. de los permisos de turistas necesarios para dirigirse a la que mas tarde el soldado nicaragüense que los detuvo designaria, adelantándose a su tiempo, como la Babel de Hierro. En Costa Rica permanecieron poco a causa de las cenizas que en esos días arrojaba el Irazú; en Nicaragua, como es lógico, fueron atendidos ruidosamente por unos amigos del poeta Ernesto Cardenal y más en reserva por el director de uno de los varios cuerpos de policía, General Chamorro Lugo, quien después de cuatro horas y media de diálogo y fatigado ya de barajar ágilmente con ellos diversos temas relacionados con su paisano metapense y casi podia de cir que protegido por su padre, Rubén Darío, a quien según probó se sabia de memoria, los envió con suficiente brutalidad y escolta a la frontera de Honduras no sin antes confesarles ce como compatriotas de aquél se consideraría siempre amigo de Platón y de la poesia, pero mas de su dificil cargo; en Honduras les sucedió algo parecido, más Restrepo, hábil, suavizó y aun sal vó la situación declarándose pariente cercano y por supuesto admirador de Porfirio Barba Jacob, de grata memoria allí, y alabando confirmeza.
los pinos, extremos ambos a los que los jefes policiacos de aquel país responden siempre con entusiasmo y sensibilidad; en El Salvador, milagrosamente, no fueron molestados por ningún géne ro de gendarmes, si bien en cambio recibieron la sorprendente visita de un tipo raro a quien las autoridades y la mayoría de los escritores libres perseguían con entusiasmo después de que esas autoridades y esos escritores le habían otorgado un premio por uno de los mejores libros de cuenlos producidos en el país después de los de SaJarrué, pero aun cuando simpatizaron con él nunca llegaron a saber si su extraño y entusista visitante estaba loco, pues lo único que hacía era reirse de sus perseguidores; en Guatemala, por supues to, la policía también los detuvo aunque a decir verdad no por otra causa sino porque en la capital unos guerrilleros acababan de exterminar a Piros en medio de la calle por la que ellos iba a no sabían qué sangriento esbirro sólo que aqui el jefe de la Guardia, o lo que fuera, después de los interrogatorios de rigor y con la refinada hipocrecia de estas gentes les dijo que podían continuar su camino, que él era uno de los mejores amigos de la poesía y de Platón, y que odiaba con toda el alma aquella cruz (su empleo, se entiende) con que Dios y el Gobierno habían que rido castigarlo; en México asistieron a un encuentro continental de poetas que se celebraba all en esos días, en el cual el que menos se declaró amigo de Platón y de la poesia aunque ninguno lo fuera en realidad de sus colegas (lo que no les pareció tan insólito. pero en el que no obstante lo pasaron de lo mejor discutiendo en el suntuoso Club de Periodistas y leyéndose unos a otros sus cosas en el bosque más bello de la ciudad; una vez en Nueva York, a donde arribaron con toda facilidad el 21 de abril, día de inauguración de la Feria se dirigieron sin perder un minuto a Greenwich Village, y de manera precisa al número 557, Hudson Street, donde se encuentra The White Horse Tavern, en la que el dicho Dylan Thomas acostumbraba emborracharse un día tras otro (taberna que por cierto no hay que confundir con el Woody Bar and Crill, en el que Thomas ingirió la desolación de los dieciocho Whiskies solos y finales que lo llevaron directamente al delirium tremens, de éste a la Calle Once y la Séptima avenida, St Wincent Hospital y de aquí a la tumba; bar, dicho sea de paso, hoy deIrumbado pero que en sus días de gloria se hallaba en la esquina de la Sexta Avenida llamada también Avenida de las Américas con la Calle Nueve) y, previa la ceremoniosa libación de varias copas en memoria del poeta, pidieron permiso al encargado quien resultó ser amigo de Platón, de la poesía y, no faltaba más; del poeta Dylan, para colocar en cualquier rincón del establecimiento una pequeña placa de cuero conmemorativa de ese sencillo acto de homenaje al poeta una vez aceptado y efectuado el cual pagaron de buena gana sus copas y emprendieron la salida de la ciudad no sin antes declarar en forma inequívoca al periodista y al fotógrafo que sin falta aparecen allá por casualidad en el lugar y el momento oportunos, que el homenaje no consistiría tan sólo en eso, sino además en abandonar, en ese mismo instate la ciudad y el país, negándose expresamente a poner un pie en nada que ni de manera lejana pudiera parecerse a cualquier feria mundial de ninguna parte del mun do, pero en particular de Nueva York, cludad siempre digna de mejor suerte; todo lo cual, ilustrado con dos fotografías, puede leerse más por extenso en el Nº 32, May June 1964, pp. 14 y siguientes de la revista literatura Endymion, que Walter Alcott y Louis Uppermoyer amigos tanto de Plalón y de la poesia conio de la verdad, publican desde hace ocho años, con no pocas fatigas, en Saint Louis Missouri, Benny Albert de The New York Times (Endy mion, May June, 1964. Don Mulligan de la Associated Press, Ibid.
LAS CRISIS. Viene de la página anterior)
no del Imperio Británico que se convirtió en el Common Wealth. Fue entonces que comprendimos que son más ricos los seres que renuncian a todo que los que aspiran a la posesión de las ingentes riquezas de este mundo. Entendimos la fuerza del cristianismo que nada tiene que ver con la soberthama Gandhi, preside esta leucemia de nuestra cultura bia católica. Entendimos la sabiduría. Buena razón tematerialista. El día menos fuerza de la renunciación.
nía el viejo Ho Chi Ming pensado se podrán empapo Muchas veces los estudiocuando decía que los puelar todas las ciudades del sos se preguntan el por qué blos, y también los hombres, mundo con billetes de bande la sabiduría inglesa panecesitan, como los árboles, co sin ningún valor y será de la sabiduría inglesa al re raíces profundas para pene quizás, entonces, que el hom nunciar pacificamente a su trar en la tierra. Los puebre vuelva por sus fueros imperio al otorgarle la inblos que no tienen estas rai eternos. Sólo entonces so dependencia a sus antiguas ces están llamados a desahabrá desalienado, con per colonias. No hay tal sabiparecer y lo harán en el dón de Karl Marx.
duría. El gesto del apóstol trastorno de sus economías de la resistencia pasiva, Ma socavadas por la inflación, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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