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DIARIO DE COSTA RICA Martes 19 de junio de 1972 Editorial Una Constituyente ¿por qué y para qué?
Una vieja idea del Partido Liberación Nacional, que ya fracaso como iniciativa parlamentaria en el período constitucional 1962. 1966, ha sido presentada ahora por el Partido Demócrata Cristiano a través de su diputado a la Asamblea Legislativa buscan con razón un mejor des.
tino, la responsabilidad cabe por entero a los políticos y a los administradores públicos, que no han sido capaces de ejecutar esos objetivos en perjuicio de la nación.
Mas no culpemos de todo a la Constitución actual, como si ella no abriera incluso las puertas para realizar los cambios jurídicos de fondo que sean imprescindibles Efectivamente, en la fecha referida, Liberación Nacional estuvo tanteando el terreno para introducir un proyecto de convocatoria a una Constituyente, pero tuvo que desistir de la idea porque no encontró ambiente propicio para tal objetivo, Ahora se darán argumentos superficiales. Se dirá, como en los años sesenta, que es la ocasión para que los calderonistas participen en el diseño de una Carta Política, lo que no pudieron hacerlo en 1949 con motivo de las pasiones desatadas por la guerra civil; se agregará que el país no puede modernizarse ni progresar si no se da un marco jurídico diferente al actual; se señalará que hay estudios profundos sobre la materia que prevén la gloria que obtendríamos si tuviésemos una Conse titución lozana; se esgrimarán los consabidos argumentos de que el mundo ha cambiado, etcétera.
Insistamos hoy. como lo dijimos en la Asamblea Legislativa de los años 1962 1966. en que estando a disposición de los diputados y de los partidos el anchuroso camino de las reformas parciales, resultaría inexplicable que nos aboquemos a destruir una Constitución que por tener ya 25 años de vigencia, no se ha de botar como un desecho despreciable.
Varios años después, la Democracia Cristiana es la que toma la iniciativa, de inmediato la respalda el partido de gobierno y luego recibe la bendición de algunos señores diputados de los otros sectores políticos.
La mayoría de estas tesis, no resisten el menor análisis si se cita una respuesta concreta: para hacer todos esos cambios y muchos más, se cuenta con el dispositivo de las modificaciones parciales que pueden acoger con amplitud los estudios profundos de quienes los hayan hecho con el fin de promover los cambios de que se habla.
La Carta Política la vigente o cualquiera otra no puede darnos la medida de su obsolecencia a través del criterio subjetivo de quienes quieren usar el argumento de que 25 años son demasiados años de vida para un instrumento jurídico de esta naturaleza.
Ahora la tramitación de la convocatoria es más simple y por consiguiente, todo sería más fácil para los impulsores de la inquietud.
Empero, hay razones contrarias a la iniciativa que se deben dar y que procedemos a darlas igual que lo hicimos en los años sesenta, cuando frente al mismo estímulo tuvimos la misma reacción que se cristaliza en este artículo.
Es absurdo creer que el frío se halla en las cobijas. Si el país no progresa, si las instituciones no se modernizan, si no nos enriquecemos más rápidamente o si no ahorramos lo suficiente para estimular el crecimiento a que aspiramos, esto no es culpa de la Carta Política.
Si este criterio fuera justo, entonces las Constituciones inglesa y norteamericana no valdrían absolutamente nada, por añosas y tradicionales. Si nos atenemos a ese punto de vista, los países marcharían a la perfección en la medida en que estuviesen renovando sus constituciones, como si se tratase de automóviles, que entre menos kilómetros tengan recorridos, en mejores condiciones se mantienen.
Otrosí: es verdad que los diputados que terminan funciones en 1974, tendrían la oportunidad de ser constituyentes. Es decir, podrían conectar los cuatro años de ejercicio actual, con los dos años siguientes, que es también una vía para hacer una carrera parlamentaria, sobre todo si la Constituyente llega a establecer la carrera política y los representantes populares quedan autorizados para repetir su jornada parlamentaria, ya sin limitaciones. Este argumento, siempre pesa. Recordamos que en 1962 1966 era uno de los favoritos para tratar de convencer sobre la bondad de la iniciativa.
Si la descentralización administrativa exagerada amenaza con destruir al Poder Ejecutivo, y si el Presidente de la República ha perdido atribuciones, la culpa no es únicamente de la Carta Política, sino de las múltiples iniciativas parlamentarias que concluyen logrando esos propósitos.
Ese criterio simplista, sin embargo, no tiene asidero.
La Carta Política es la Ley fundamental de la patria. De ella se derivan todas las demás y ninguna norma corriente puede transgredirla. Se convierte así en un seguro colectivo que protege a todos sin poner en peligro a nadie.
Esto no significa que no sea pasible de reformas, y el Constituyente fue sabio al establecer en la Constitución los instrumentos me.
cánicos para lograr las reformas parciales, cumpliéndose con los trámites de rigor.
En aquella fecha, la idea fracasó. Tendrá acogida ahora? No lo sabemos. Pero los diputados y los partidos se obligan a analizar con seriedad este asunto, no vaya a ser que quienes actúen de buena fe, terminen haciendo de agentes de no sabemos que otros propósitos que no son los óptimos para la vida institucional del país.
Si no se efectúa la reforma agraria tan necesaria, ni se afrontan los desafíos graves que representan los millares de jóvenes que JULIO SUÑOL Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.

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