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4 DIARIO DE COSTA RICA Miércoles 27 de marzo de 1974 Testamento político y moral de Ulate Mi padre tuvo como arma su pluma. Estuvo siempre entre cuartillas y así lo envolvió la muerte.
Entre los hechos que se sucedían, presentía además la amenaza de la dictadura política, económica, intelectual, y la represión a la libertad de prensa.
Corría el mes de Julio 1973, cuando ante el juicio que el Gobierno planteó en perjuicio de esa libertad y de ese derecho, representado por don Rolando Angulo, Ula te escribió este artículo, advirtiendo sobre la compra de inteligencias.
Ante la sugerencia de un periodista amigo de la casa, y como miembro activo, fue su inquietud exponer ante el Colegio de Periodistas de Costa Rica, de esta manera su protesta.
Por esos días, se produjo su accidente y ahí se inició la crisis de salud que a fina les de octubre apagaría su vida. Mas quedó esta luz de Ulate el periodista.
Complazco la instancia a través de DIARIO DE COSTA RICA me hizo el Lic. Alvaro Madrigal para que de a conocer el artículo que legó mi padre.
OLGA MARTA ULATE ma Pallas Athenas se expresa del siguiente modo: tal sigue su culto oculto Hasta que a través del tumulto de los siglos, su fuente abreva almas nuevas en tierra nueva, cuando al conjuro de un varón toda energía y reflexión, el templo minervino eleva que simboliza y que renueva el recuerdo del Partenón.
Aquí reapareció la austera, la gran Minerva luminosa, su diestra alzó la diosa aptera y movió el gesto de la diosa la mano de Estrada Cabrera.
No se detiene la pluma de Rubén en esta senda. También habría de escribir después. Mater Admirabilis En las encrucijadas de la historia, a la distancia exacta de medio siglo, de 1898 a 1948, dos personajes sombríos en la vida de Centro América se encuentran con un destino común en el cultivo sistemático de la sumisión de lo intelectuales a Palacio: don Manuel Estrada Cabrera en Guatemala y el otro de Costa Rica de cuyo nombre no debo acordarme, porque si lo estampo, él puede dar con mis huesos en la cárcel, con sólo enseñar la ley en su mano de hierro. La justicia resplandece cuando el que la pide, tiene la ley y tiene el sable. La ley sin el sable, no consigue la justicia. El de allá, dictador militar, el de aquí, dictador político.
Estrada Cabrera retuvo el poder durante veintidos años, de 1898 a 1920, bajo el más feroz y abyecto despotismo que haya sido conocido en el centro del Hemisferio.
El otro habrá gobernado el de mayo de 1974. ésto, si Dios mejora sus horas durante nueve y medio años, en ejercicio de una dictadura mental que enciende la lisonja, para llevar el incienso del pebetero al Palacio.
Pervierten el espíritu de cuatro y dos generaciones respectivamente. Cada uno en su tiempo, encaramados en sendos montones de huesos humanos, se aplican, sin pena ni fatiga, a encadenar el pensamiento, pagando cara la alabanza. La filosofía más simple ha soplado a los oídos de los creadores del sistema, que conviene acercar el oro a la espada, porque la espada sin el oro, no conquista las inteligencias bien dotadas.
Las legiones de jóvenes que han saltado bajo los signos de sus tiempos, por nutrido que esté en las fuentes de la cultura su bagaje intelectual, se desarrollan dóciles y no han tenido la inquietud de la rebeldía, el mejor y más limpio patrimonio de las generaciones nuevas de occidente.
Más favorito de la suerte, o más listo en la escogencia, Estrada Cabrera tuvo a sus pies cuanto había de excelso en la zona de la idea expresada en habla castellana; y también a tres jefes de gobierno, uno de ellos como él, dictador, que aparecían por entonces en la cumbre del escenario político de sus respectivas naciones.
Menos avisado en la elección de los caminos, el otro sólo alcanzó el favor de un mandatario extranjero y de un escritor mediocre, ambos de cabellos rubios y de ojos azules.
Los dos domesticadores de pueblos, pequeños de estatura, pobres de inteligencia y reñidos con la moral, fueron millonarios en las habilidosidades ratoniles de un ingenio de escasa producción.
El símbolo que alzó ante el mundo Estrada Cabrera, fue el bello motivo heleno de Minerva, y le hizo a la diosa fulgurante un templo que arrancó loas encendidas a las mejores plumas de la época, que se reflejaban en el domador que había dentro del templo.
La nómina de los dueños de la sabiduría y del arte de expresarla, cuyo conjunto no ha logrado reunir ninguno de los otros dictadores de Hispanoamérica, es asombrosa para cualquiera de las épocas de la historia: Emilia Pardo Bazán, Bartolomé Mitre, José Santos Chocano, Federico Gamboa, Max Nordau, Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo, José Joaquín Palma, Miguel de Unamuno, Federico Mistral, Elo Tsé, Gaspar Nuñez de Arce, José Echegaray, y más de un centenar de otros con nombres ilustres rindieron tributo a las fiestas de Minerva y muchos de ellos, a quien las había promovido, Rubén Darío en su poe Estrada Cabrera La que llegó, te dijo: Hijo mío, esto es bien y esto es mal, señalándote la tiniebla y la luz. te señaló la gloria del establo: Belén, y te enseñó el objeto de los puros: la Cruz.
Más también te mostró a Pallas con su lanza, cuanto ya llevaba ella, con su siete puñales, el fiel que te indicaba la celeste balanza, y es dar al Bien, sus bienes; y es dar al Mal şus males.
Que desde la región donde está la Señora mantenga, por tu suerte, una estrella encendida, y en el paisaje, pinte una nueva aurora la cola del Quetzal que impone nueva vida.
Nu tu fut ti zaga ai poeta maximo el otro genio de la lengua, José Santos Chocano, de quien es el siguiente soneto. Pro Minerva Al excelentísimo señor Licenciado don Manuel Estrada Cabrera a los de Pablo Yglesias, Ortega y Gasset, Jimé nez de Azúa, Manuel Azaña, el Dr. Gregorio Marañón y los demás. Logra, al fin, que, muerta la República y refugiados sus hombres en México, le otorguen una condecoración simbólica, que habrán de retirarle muy poco después, por traición a los ideales. Había llamado a la puerta del general Franco.
Su desaliento no es total. Se pone de puntillas y otea hacia un horizonte menos lejano, el de América en toda su dimensión territorial. No le responde ni una sola de las mentes excelsas, o siquiera medianas, de la Amé rica criolla, la de los Hispano Americanos.
Como su mejor logro de memoria es el uso del idioma inglés, vuelve los ojos a los Estados Unidos. Consigue, al fin, tomar a su servicio a un escritor mediocre, Adolfo Berle. Por su conducto, logra llegar a las primeras gradas de la Casa Blanca, cuya puerta le está ahora cerrada. Su más alto rango en la jerarquía intelectual que le obsesiona, lo alcanza cuando John Kennedy lo ubica entre Bolívar y San Martín en la ruidosa proclamación de la Alianza para el Progreso, ya muerta, sin pena ni gloria.
Mira nostálgicamente al Olimpo de los dioses de la sabiduría, cuya puerta sigue cerrada para él. Grita y no le oyen. Escribe libros que no salen de la aldea y no se escucha una sola voz de crítica sobre ellos.
Si hubiese tenido el vuelo del águila con el cual superó su mediocridad Estrada Cabrera, habría sido el artífice de una obra como la de su émulo, el Templo de Minerva, pero su parto fue el de los montes y se contrajo alaglutinamiento de un grupo de intalaatualac ue su Tabrica, que hacen tranquila la digestión, ya burocráticamente acomodada. uno de ellos le otorga el favor de elevarlo a una de las tres cimas de los poderes del Estado, pero a cambio de esta zalema: ha sido Ud. señor Presidente, protagonista central del acontecer histórico de las últimas tres décadas.
Sesenta años antes, en la misma ceremonia del Congreso en Guatemala, el Presidente de la Corporación Legislativa, Dr. Adrián Vidayrre, le habría dicho con las mismas palabras a don Manuel Estrada Cabrera: le ha bastado a Ud. señor Presidente, una década y media para hacer de Guatemala el prodigio de grandeza, de progreso y de paz que es hoy.
Al que más se arrastra, al que se arrastra a tal punto que a fuerza de adulón se niega a discutir con un periodista de oposición que combate a su amo, por razones de cuna; y le sirven esos recursos de su inteligencia para llegar a Ministro, de Cultura o de cualquier cosa, que lo que le interesa al escritor es la prebenda.
Peor que derramar sangre de hermanos para alcanzar logros, peor que asesinar a reos políticos elelrecodo de una línea de ferrocarril, peor que matar a reos comunes cuando se les tiene detrás de los barrotes de una carcel, peor que robarle a un pueblo al cual primero se ha empobrecido, peor que llevarles cemento y varilla a los campesinos y quitarles el alimento, peor que andar del brazo de bandidos importados, peor que autorizar para beneficio de compadres el tráfico de drogas, peor que comprar al peso a la piara de otra partida o partido, peor que dar la sucesión a Daniel Campora, reteniendo el poder y el látigo, peor que envenenar con aguardiente y embrutecer a los Pasa Pág. 10 No quisiste, Señor, como Juliano adorar a los dioses, no: tu mente fue poner el laurel sobre la frente y el áurea lira en la inspirada mano.
Salta, bajo tu golpe de Vulcano, Minerva como un símbolo viviente; pero la haces tener en el presente cabeza griega y corazón cristiano.
Niños, venid a mí. dice la diosa imitando a Jesús. Por tí se guían ellos, que a tu laurel mezclan su rosa; y pues los niños tras de tí se escudan, como a César los hombres que morían, hoy, los hombres que nacen. te saludan.
La admiración que profeso a los genios de la raza en las comarcas del pensamiento, me, inhibe de juzgarlos fuera de esas fronteras.
En las zonas más áridas, las de la política, Estrada Cabrera alcanzó a merecer el elogio de un Presidente del Consejo de Ministros de España, don Alvaro Figueroa, Conde Romanones; de un mandatario feroz de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt y de un dictador de México, Porfirio Díaz.
Más pobremente dotado que Estrada Cabrera para darle vuelos a la imaginación, nuestro diminuto señor intenta alcanzar la cumbre, pero no lo consigue; y aparece mucho más desafortunado en la conquista de plumas diamantinas. Ninguna. Nada le viene de España, fuera de su sangre. Hace un supremo esfuerzo para que su nombre aparezca asociado Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica
Este documento no posee notas.