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3 reconoció sino que otros lo reconocieron; bastaba lo primero para demostrar que no eran invenciones mias, sino que aludi tema bien sabido, familiar, especialmente en Costa Rica, para los que en esas cosas se fijan.
Bien sé que los tales casos no se les denomina en la jerga profesional, planchas diplomáticas; tienen otro nombre: el que encabeza estas frases.
Hay algo de más miga en la contestación del Sr.
Anderson y es lo que me ha movido replicarle, ya que, en verdad, la opinión que de mi expresa y los epitetos que me dedica y sus gestos todos me dejan absolutamente indiferente: antojaseme que son fruto natural de recuerdos tal vez penosos.
Yo conservo el de tramas mal urdidas, pero dignas, por la intención, del famoso personaje de Shakespeare, con que la fortuna me ha hecho tropezar alguna vez.
Como la flecha del Parto; me dispara el Sr. Anderson, al final del himno de alabanzas que si mismo se dedica, y al terminar su escrito, la siguiente frase. Los politicos nicaragüenses cuyos nombres van al pie de la pagina mas luctuosa de la historia de Centro America, no podrán jamas experimentar la satisfacción vivisima que yo experimento al consignar estas frases.
El Sr. Anderson se refiere, evidentemente, a los acontecimientos, recien pasacos en Nicaragua. 3