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HIVES NOTAS DE VIAJE (Para el del Laa Derrota de un soldado.
Boto el barco sus angles en Corinto.
Sublevado el animo frente a esa puerta que la codicia del Yanqui abriere con miserable llave de oro, un libro misericordioso acoge mi vista, HIIbrox desviada con pena de aquella entrada que lucio un dia el escudo simbolico de un pueblo libre, y que hoy apenas deja ver la herrambre de un cerroje, que tiene la forna siniestra de una gerra.
De pronto, una voz conocida me 11ma la atencion: es un viejo amigo que llega a kaludarme.
Tras el, a pocos pasos, un hombre diriase un espectro, esta inmovil, enfundadas las manos en los bol811lo8, perdida la mirada en los confines del mar.
Interrogan mis ojos, y mi amigo, 11evandome aparte, responde: es un marino de 188 armada norteamericano; uno de esos anonimos que, con la daga al ointo y el trabuco al brazo, a usanza de demibles salteadores, han llegado a plantar su tienda en estes playas, a aprimir el cuello de este pueblo, que padece nos talgia de aquella altivez de sus caciques de antano, prestos siempre a repeler toda agresion, con el vibranto 8llbido de sus flechas.
Este hombre atleta fue: sus biceps de hierro, sus pinos de meza corrian pares con su altaneria y su insolencia, y las gentes le temian y le odiaban, porque ofendia a su antoho, sin justificable razon, acaso por el simple capricho de gozarse en aplestar al mas debil. Paseo sus borracheras por las calles de Managua, y bajo la coyunda del alcohol abofeteaba a viandantes indefensos, y gritaba, con voz gangosa y bronca de 1ozo de coriel, palabras buruus y soeces, aprendidas entre la hez de la ueblo, en el rincon nausea bundo de una taberna de arrabal.
Cierto dia se le vio languidecer: 808 musculos cedieron su rostro bernellon tono un mate enfermizo, su voz de trueno pagandos e fue; ya solo de tarde en tarie puso de relieve la nota triste de sus formas grotescas, y el momento liego de complete ruina para aquella