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Domingo el de Dielembra do 1958 39 Estampas de Cuba. La tragedia del cacao. ENRIQUE SERPE Tale el secreto de la atormen tad, sumisión con que el hembra do Vuelta Abajo consagra eu fervor al tabaco. el pare Jamente, la clave de su enen dida, entrañable pasión pla tierra, a la cual está ligado modo inalterable, merced vin culos cósmicos que nada podra destruir. Si no ha logrado Turn perlos, ni siquiera aflojarlos, la inquisición de una larga ml seria, padecida con estoicismo ejemplar! Porque la vida puar da para el veguero, como la ho.
ja verde del tabaco, un sabor amargo. tiene a veces el pe so de una montaña. Pero lo so brelleva con ánimo esforzado, como Cristo la crur. mien tras con más rigor lo castiga el destino injusto, con más abnegada resignación soporta la Injusticia. agricultor de tal modo enamorado de la tierra, que, acaso para dar la medida de su pa sión, ni siquiera ha intentado su perar la rutina de su cultiva, Hubo épocas en que, para tra bajar la tierra no se contaba con más aperos que las manos, un aguzado trozo de madera, quizá un fragmento de roca.
Con el transcurso de los siglos empero, la civilización multipli co las herramientas y las maqui nas agricolas. se torno asi más cómoda, más fácil, In bor del hombre. Pero el tabaco, inaccesible progreso, perma nece al margen de la técnica mecánica. en las peripecias de su cultivo, desde que enties la simente hasta que reco lecta la hola, el vecuero, te mejanza de un colega milens rio, casi no dispone de mis ins trumento que sus propias ma nos a Agricultor, estrictamente gricultor es el hombre de viel ta Abajo. su vinulación al campo hecha de amor, de sacrificios y de lageimas. sca 30 sea, tras de lección y ejemplo, in semilla de nuestra reden ción futur Un viaje y dos espíritus fers de las lomas se encuentra silvestre y agria cierta va riedad de uva, Ingrata, ciertamente, al paladar, pero utiliza ble tal vez en la industris vin!
cola. en todas partes de des arrollan con viciosa lujuria las frutas tropicales, desde el llamado mango chino, de tamaño desmesurado, cáscara fina y carne de panal, hasta la plan cabezona y el mango prieto, acendra en su pulpa una fragan cia de jardines en tlor. Suelo fecundo, suelo de limitada pro digalidad, que devuelve el pro digio de una planta por cada semilla que se arroja al viento! una tierra asl, maravi.
llosa de fertilidad, podla haber engendrado la vergüenza de u.
na raza indolente y flojs. Hubiera sido tan fácil subsistir al precio de un esfuerzo minimo!
Un bejuco de boniato agul, dis persos trozos de malanza, che gres de yuca más alla, unos vástagos de plátano más lejos, todo arrojado a la diabla, y la tierra, maternal y provi da, hubiera realizado el resto. aconteció, sin embargo, lo contrario. No hay sitio entre nosotros donde el hombre liente más amor por el trabajo ni sea más laborioso que en región vuelta bajera. Si en pren da de su laboriosidad escogió, para cultivarla y desde lue go, para su propio martirio la más ditie de las plantas: el tabaco La Sierra de los Organos está hecha de gracia femenina.
Desde que empina timidamente sus primeras lomas hasta a ofrece la visión de su cumbre ultima, no es, en sintesis, sino una mansa sucesión de ondulaciones: reminiscencias de las olas que, cuando aún perma.
necia bajo el mar, la acariciaban No imperan aquí, como en la Sierra Maestra, profundos precipicios que arredran, ni peligrosos derriscaderos, ni fa rallones, ni peligrosos derrisca deros, ni farallones cortados a pico. Tampoco se advierten pl cachos agresivos, afilados con tra el cielo; las crestas bravias; las simas escarpadas no existen. Todo es, hasta donde llega el ahincado esfuerzo da los ojos, suavidad y lineas cur vas. Se redondean las cúspides para mentir copas invertidas, y las vertientes declinan moro samente, casi en parábola, con 1x hinchada pumposidad de un mirifiaque. No se ven sino blan das. limplas curvas apacibles, que hacen eveçar la turgencia de un seno, las firmes lineas de una cadera, el contorno de un hombro de miljer. posee la Sierra de los OrBanos otra condición femenina: su don de entrega, que es, simultaneamente, sello de pose sión. Existen paisajes, no importa si llanos o montañosos, con música de Arboles, con se Quedad de pledra o con frescu ra de rio, que nunca rinden su Intimidad al espectador. Orgu llosos o timidos, recatan sigilo samente el arcano de su alma. jamás se establece entre ellos y el hombre autentick mistad. Otros panoramas, por el contrario, entregan de golpo su plenitud. Apenas vistos, ya se les ama, se les toma por el contrario, entregan de golpe su plenitud. Apenas vistos, ya se les ama, se les toma por viven cias recordadas, cual sl en épo cas pretéritas hubiesen participado de nuestra vida. a te género de paisaje pertence la Sierra de los Organos, que nos ofrenda Integramente su alma y su belleza al primer con tacto, a trueque de quedar, ya para siempre, viva en nuestra memoria un panorama asl, hecho de capacidad para la entrega y de suavidad de forma, ha moldea do al bembre de Vuelta Abajo, Porque el paisaje, además de consecuencia geológica, es, como el ser humano, substancia y parte del comos. Algo llent en ambos que, Oscura.
mente, secretamente, los aceres con reciproca simpatia. cuan do por fin el hombre se aslen ta en el paisaje, aspira tal vez a modificarlo, pero a la parte sulta, no importa en qué pro porción, modificado por aquél Tal ha ocurrido en Vuelta Aba Jo. La Sierra de los Organos ha sido una inmóvil, perpetus lección de suavidad, de genero sidad, de sencillez. esta sen clllez, y esa generosidad, y quella suavidad informan, en definitiva, las esencias del alma vueltabajera.
Y, no obstante, Vuelta AbaJo entraba en su realidad Antime palmarias contradicciones Su suelo, de magica feracidad, no seria Indigno de la Tierra de Promisión. La caia, y el malr, y el cate, además de los frutos menores, prospera en disimiles zonas con intimidad edénica. En la templada atins Artículo de sobremesasperflua exprerlen de lujo, romática hoja le cobra al vegua ro, en agonia y lágrimas, el pla cer que más tarde ha de brindar al fumador. Ninguna otra plants requiere, como ella, u na atención siempre alerta un Enrique Serps cuidado sin claudicaciones, des de que se deposita en la tierra la simente hasta que la hoja, ya madura, está en disposición de ser cortada. La carencia de agua impide la germinación de la semilla, que se pudre, en cambio, si la lluvia es abundan te. cuando la postura es tras plantada la acechan con frecuencia los riesgos morta les. La ardiente lascivia del sol la calcina, y bajo una sombra excesiva languidece, se dobia como un cuerpo herido y, al fl nal, su vida sextingue. Un mordisco del viento vasta para estremeceria hasta sus débiles ralces, dejándola dalada cuan do no la arranca de cuajo. Sus propios hijos la ponen en pell gro. un banquete de orugas. factible al menor desmayo de la atención humana convierte en rulon. Se dirla a en la naturaleza que lo circun de todo es hostil al tabaco. que el veguero, temeroso y des confiado, ha de vivir sempiter namente bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza Insegurs.
Pero ni la Inseguridad. In desconfianza, ni el miedo, ni siquiera la angutia, por into lerable que sea, excluyen els mor. hasta lo hacen más ten 50 y depurado, mas desprendi do. Porque el amor, en su acep ción más limpia, se resuese, no en la mezquina y egoista co dicis del dame. sino en is noble generosidad del ito.
Nada exige en compensación de cuanto otorga. se burra más puro y mis alto a mortida que son más duros los arii clas que mama se impos No ha gozado Vuelta Abajo Is embriaguez de tener grandes politicos. Ni le ha sido dada la gloria de engeodrat gran des poetas. no es por enemis tad de la suerte, ni cuestión de casualidad que tal haya acon.
tecido. La aspiración al poder no es, par el politico auténtico, sino la aspiración a realizarse como destino providencial. para la consecución de tal pro pósito invierte sus energias, in tegramente, en la acción exter na. El poeta, por el contrario, introvertido y sensible, no halla vida real y genuina más a en su propio mundo interior Marcan señeros polos opuestos el politico y el poeta. ni este por subjetivo ni por extravertido aquel encuentran sangre ni oxigeno en la humanidad vueltabajera.
El hombre de Vuelta Abaj no es sino aquello que podia, que queria ser: agricultor. No hombre que cultiva el agro, por el agro vive y vive para el agro. Porque campesino es tanto como el de Vuelta Abajo, el hombre que en las llanu ras de Camagüey spacienta ga nado. Y, no obstante, se acusa entre ambos radicales diferencias. El gamadero constitu ye una prolongación de los an tiguos pastores nómadas. de tales remotos antepasados ha heredado rasgos que eliminan toda posibilidad de confusion La tierra no existe para el ga nadero sino en medida subal terna: como productora de pas tos para sus reses. basta durante la sequía el potrero se empobrezca, para que, indiferente, sin pesar alguno, le vuel va la espalda. Se despliega el paisaje ante sus pupilas, y su corazón permanece mudo, su comprensión queda cerrada. El paisaje nada le dice, porque su clima sentimental sólo alcanza hasta su caballo. bajo la in mensidad del cielo, frente a un horizonte sin limites, se mantiene circunscritos propio, Impermeable al espíritu del campo. Cuán distinta, en cambio, la conducta del agricultor! Nadie como el goza la gracia de in posesión, entretanto que a un tiempo mismo, lo conmueve un alán de Rometimiento. Se reco noce dueño, pero a la par sier vo de la tierra. transido de emoción telurica, no reputa el paisaje espectáculo aparte, sim pla escenario autónomo, sino que lo siente como substancia y extensión de sí mismo. Sabe que, al cabo, In tierra que culti va habrá de reventar en frutos.
Pero, con más seguridad aun, be Igualmente que tal instante no habrá de llegar sino en ps go de Indecibles desvelos, de trabajos constantes, de vigilantes entusiasmos, cada ma Pan Tenacidos.
Tal ex, Intrinsecamente, en las entrafias de un ser, la actitud del hombre de Vuella Ab arcultor por antonomasia Fue un sábado. Un sábado que no era propiamento de Gloria; sino un sábado de una de las tantas semanas del año.
Salimos al medio dia un grupo agradable do alogres compañeros, en un carro de un tren de carbón, para asistir a la inauguración de una pequeña oficina de crédito de un pueblo, también pequeño, atravesado por la linea férrea.
El ambiente se tornó familiar, con imágenes de la infancia, ante la presencia del hábito blanco de un sacerdote de la orden de Santo Domingo de Guzmán, que nos acompañaba a la zona de las largas lluvias.
Varios compañeros nos sentamos en el balcón del coche; la conversación animó y al calor de ella, las frases se formaron un tanto teológicas, un tanto mun.
danas. comentamos que en la actualidad se hacia necesaria la presencia del espíritu dadivoso, suave y apacible, un poco contemplativo del manso santo Francisco de Asis y no el ánimo combativo y eserutador de Santo Domingo.
Aquella noche, en la tertulia de la casa grande donde nos hospedamos, se hizo opereta, se cantó zarzuela y sus melodias se esparcieron por el campo de los nagros; quizá alguno de ellos, entre las sombras, escuchó el canto del Indiano Juan pretendiendo la mano de Rosaura.
Se intentaron versos dedicados a las mangas bombachas y al amanecer contempló chinos durmiendo en los corredores y compañeros soñolientos después de la noche de vigilia.
En la mañana, la inauguración sobria y sencilla de la casa del dinero, puesta en manos de Dios a través de la bendición del sacerdote dominico y del pueblo a través de la palabra del que presidió el ceremonial de rigor.
La lluvia persistente, un fuerte olor a tierra virgen que da reposo y reconforta el alma.
El regreso se emprende cómodadamente Instala dos en butacas confortables, contemplando el follaje frondoso y las gotas con reflejos plateados colgadas do los cristales del andariego coche.
El tren se detiene y sube al carro un fraile franelscano: joven, de mirada enérgica, bien tonsurado, quién fue amablemente presentado por el padre domico. salta el eterno tema: la mujer. Ilusión y deseo.
Aderezo y a la vez apoyo del hombre. Razón y ser de la existencia pues en ella, en su interior, se encuentra la vida misma. La mujer es una vipera. exclamó el tonsurado del hábito pardo, con una voz acerada, de tonos metálicos que nos llegó muy hondo. Por qué esi. se contesto. No es Maria, compendio de todas las virtudes, mujer, esposa y madre, que puso entre Dios y los hombres la divina presencia de su Hijo, dignificando el concepto de mujer. Rápidamente el sacerdote dominico terció en el dis logo: La expresión no debe de tomarse en general, pero un desamor muchas veces convierte a la mujer en una vibora.
Comprendimos esta última expresión porque a un ser, nacido del sueño del hombre, debe de mantenersela en el ensueño del amor.
La voz persistente, metálica y fría se confundió con el golpe de las ruedas sobre el acero de los rieles.
Al filo de la media noche, una fuerte sacudida, un rechinar de frenos y un frio que se calaba hasta el interior de los huesos, nos indicó el retiro del padre franciscano.
Lo vimos alejarse con sus sandalias, su hábito co nido con el clásico cordón blanco y su tonsura, envuelto en una neblina baja, espesa, apenas confundida con la blanca luz de la torre de la Iglesia de San Nicolás, do una cindad dormida. pensamos que dentro de un hábito de paz y comprensión, se iba el espíritu ortodoxo, inquisidor y penetrante del santo Domingo de Gurmán.
Llegamos a nuestro destino. La madrugada y el flPASA LA PAGINA 43

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