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LA REPUBLTO Viernes 15 de Setembro de 1981 14 LA GRAN SORPRESA QUE FUE PARA COSTA RICA NOTICIA DE SU INDEPENDENCIA En el 150 aniversario de nuestra independencia, hemos escogido uno de los capítulos mis sobresalientes del libro Historia de Costa Rica (La Independencia. del ilustre historiador costarricense desaparecido don Ricardo Fernán dce Guardia.
Dejemos que la pluma brillante de Fernándex Guardia nos lleve por la Costa Rica in genua y bucólica de los albores del siglo 19, que recibió turbada y casi hasta temerosa la noticia de que era independiente. PARTE PRIMERA CAPITULO PRIMERO Una gran sorpresa Las ideas nuevas esparcidas por los grandes pensadores eu.
Topeos del siglo XVIII, la independencia de las colonias bri túnicas que se dieron el nom bre de Estados Unidos de AméTica y la Revolución francesa, despertaron anhelos de libertad en los hombres ilustrados del imperio americano descubierto, conquistado y colonizado por España; pero como és.
tos eran pocos y no les era posible divulgar sus doctrinas, habría pasado largo tiempo antes de que las aspiraciones de independencia de los pueblos indoespañoles hubiesen podido constituir un problema serio para la metropoli. Un 81 ceso ectraordinario vinto a plantearlo inopinadamente: las cesiones vergonzosas de Bayona en mayo de 1808.
Al deponer a los pies de Na poleon la corona que ciñeron Isabel la Católica y Carlos Quinto, los degenerados sucesores de estos grandes reyes asestaron un golpe de muerte al prestigio de la monarquia española en sus dominios americanos, desatando una tem pestad que aún estaba lejana.
Muchos de los criollos de la clase alta, que hasta aquel ins.
tante habia aspirado únicamente a una mayor participa clón en los empleos públicos y sobre todo a la libertad de comercio, solo pensaron ya en conquistar la emancipación, o cuando menos la autonomia.
Movidas por ellos se agitaron las clases populares en las cil dades y quince meses después de las renuncias de Bayona se dio el primer grito de independencia en Quito, el 10 de agosto de 1809. Caracas, Buenos Aires, Santa Fe de Bogotá, Cartagena de Indias, Chile y Mecico siguieron el ejemplo en 1810, inicidndose la encar.
nizada y sangrienta lucha que debla prolongarse hasta 1826. En menos de tres años dice don José Cecilio del Va ile se vio, a las primeras nuevas del estado lastimoso de la Peninsula, comenzar la inquietud de los espíritus, alentarse unos, afligirse otros, propagarse ideas de subversión, hervir las pasiones, conmoverbe el nuevo continente y pasar las Américas, casi instantánea mente, de los goces de la paz a los horrores de una guerra intestina. Carta al capitán general de Guatemala, 28 de mayo de 1813. Archivo Gene.
ral de Indias. 101, 3, Cambio tan súbito y completo no podía acontecer sin razones poderosas. Una sola era bastante: el odio natural de todo pueblo a vasallado con tra el dominador.
En el reino de Guatemala, como en toda la América espanola, las noticias de Bayo na provocaron la agitación revolucionaria, que tuvo su origen en la capital, donde exis.
tia un selecto grupo de hombres ilustrados. Ex carta dirigida a la Regencia del Reino el de marzo de 1813, el capitán general don José de Bus tamante, dice que la ciudad de Guatemala ha sido el centro de donde se ha extendido el fuego que ha abrasado a las provincias, y repite lo mismo en su largo informe del 18 de mayo de 1814. León Fernán.
dez, Colección de Documentos para al Historia de Costa Ri.
ca, X, 467. En 1809 hubo ya un conato de insurrección en Ciudad Real de Chiapas; a mediados de 1810 el Ayunta.
miento de Guatemala pretendió negar su reconocimiento al Consejo Supremo de Regencia y establecer la autonomia del reino (Carta del capitán general don Antonio González Saravia, 10 de septiembre de 1810 (León Fernández, loc. cit. X, 327. en 1811 se suble18 la ciudad de San Salvador y en el mismo año hicieron otro tanto las de Leon, Grandda y otros pueblos de Nicaragua, agitándose también Te.
gucigalpa en Honduras y la provincia guatemalteca de Chi quimula a principios de 1812; en la ciudad de Guatemala se fraguó la conspiración llamada de Belen (1812 1813. y en enero de 1814 hubo una segunda revuelta en San Salvador.
Solo Costa Rica se mantuvo inalterablemente fiel a Espaha en aquella época borrasco.
8a; porque los disturbios de carácter exclusivamente popuTar ocurridos en San José en enero de 1812, no pasaron de ser una protesta contra el es.
tanco del tabaco y del aguardiente.
Costa Rica era la provincia más atrasada del reino de Gua temala y la más pobre. Sus LOS SUSCRITOS, TODOS ASEGURADOS DEL CANTON DE JIMENEZ, dan su apoyo decidido al plan tendiente a que los Riesgos Profesionales, sean traspasados a la Caja Costarricense de Seguro Social.
Consideramos que la Caja como Institución eminentemente social, es la más llamada a tener bajo su protección al trabajador costarricense, en todos sus aspectos.
cincuenta mit habitantes te.
getaban miserablemente en gran aislamiento, privados de muchos de los beneficios de la civilización. No había en toda ella una imprenta, ni tin mé.
dico, ni una botica, Sus indus.
trias eran de las más rudimentarias y vivia a duras penga de los productos de su agricultura y del pequeño comer.
cio que hacia casi exclusing mente con Nioaragua y Panmá. Limitada la instruccion pública a unas pocas escuelas de primeras letras y a la casa de Enseñanza de Santo To.
más recién establecida con 86.
lo las asignaturas de gramáti.
ca y filosofía, la clase alta era en general casi tan ignoranta como las otras y por esta ra.
zón las ideas avancadas de los proceres de Guatemala so podian tener en ella un eco preciable y en efecto no lo tuvieron (El gobernador don To más de Acosta in formaba en 1803 al Presidente de la Att diencia de Guatemala que la mayor parte de los principales vecinos de Villavieja da Heredia apenas sabian firmar: y en 1805 que en todo el te.
rritorio de La Alajuela apenas se encuentran seis sujetos que sepan escribir y tres aptos para desempeñar el empleo de teniente de ernador, pues aunque ellos materialmenta hagan renglones, es trabajosa su explicación no menos que su comprensión. Cuando Costa Rica supo que Nicaregua se había sublevado, se apresuro a reiterar el juramen to de fidelidad a Fernando VII, situando en la frontera una fuerza de observación para evitar el contagio, y en abril de 1818 sus tropas marcharon do buen grado contra los pa.
triotas de Granada. prime.
ra vista parece extraña esta conducta on un pueblo que pos teriormento ha dado pruebas fehacientes do amor a la ti.
bertad; pero se explica por Taa siguientes razones: en primer término la actitud de la clase alta, que lejos de iniciar e impulsar la rebeldía, se puso re.
sueltamente a todo movimiento de independencia en aque Ila época, sobre todo la aris.
tocracia de Cartago; la pode rosa influencia ejercida por el clero; el caso especialísimo de que por motivo de su gran ais.
lamiento, ou insignificancia el completo abandono en quo la tenían las autoridades su periores, Costa Rica gozaba de una autonomia no por tácita menos efectiva, a extremo de que don Miguel González 80ravia, jefe politico superior de León, escribió el de junio de 1821 al gobernador Cañas, que la provincia de Costa Rica sa manejaba casi con absoluta independencia. De ahí que los costarricenses en general y especialmente la clase alta, que resultaba la mds favore cida por esta situación, no sin tiesen el afán de modificarla.
Por otra parte, en Costa Rica no existia contra los esparloles europeos ese odio que fue en otros lugares uno de los móviles más fuertes de la rebelión, como sucedió en San Salvador y Nicaragua; al contrario, eran apreciados y que ridos. estas razones hay que sumar la indole pacífica y ordenada del pueblo costarricen se, en el que se contaba un nú mero muy escaso de indivt duos de origen africano, quo fueron en Centro América toe mda ardientes antiespañoles, y por último la circunstancia do que durante veintidos arlos, do 1797 a 1819, le cupo la suerte Costa Rica de ser gobern da por dos hombres excelen.
tes, don Tomds de Acosta y don Juan de Dios de Ayala, cuya conducta ejemplar tuvo como recompensa el amor y la gratitud de toda la provincia.
Sin embargo, los principioa liberales proclamados por las Cortes de Cádiz impresionaron los animos, sobre todo en la ciudad de San José, provocando aspiraciones de progreso y libertad que sobrevivieron al restablecimiento del absolut tismo en 1814, pero sin llegar hasta el deseo de cm ción. Tan sólo unos pocos hom dres sonaban con ella el creto: el presbitero don Miguel de Bonilla, los jóvener don 4lejandro y don Rafael Garcia (Pasa a la página 21)
Pantaleón de Jesús Oviedo Jorge Aguilera Cascante ruego, Roger Marín Vargas Ramón Cordero Brenes Fausto Aguilar Murillo Manuel Calderón Solano Rafael Campos Zúñiga Rafael Quirós Braulio Solano Pantaleón Méndez Víctor Rojas Víctor Oviedo Oviedo Hernán Oviedo Ma. del Socorro Villalobos Angel Aguilar Cecilio Sanabria Juan Bia. Fernández Humberto Molina Antonio Ballestero Solano Rafael Calderón Juan Rojas Ramón Ramírez Alexis Méndez Reinaldo Calderón José Luis Cordero Félix Rodrigo Rojas Custodio Artavia Jesús Montoya Montoya Francisco Ortiz Efraín Oviedo Rodríguez Eugenia Quirós Agüero Víctor Ml. Aguilar Rojas Edgar Aguilar Murillo Gilberto Calderón Solano José Manuel Campos Quesada Luis Guillermo Calderón Dagoberto Vega Antonio Oviedo Jorge Ortiz Marín Leonel Aguilar Rodrigo Campos Salazar Ertino Gómez Quirós Joel Sanabria Elizondo Ismael Araya Orlando Calderón Etelberto Oviedo Rodríguez Marco Tulio Zamora Vargas Vicente Solano Bolívar Coto Jesús Cerdas Alcides Cordero Filderto Cordero Jorge Rojas Santiago Ramírez Bravo Víctor Artavia Fabio Artavia Arias Eduardo Ortiz Astorga Manuel Castro Soto José Antonio Ramírez Martínez Leonel Ramírez José Lesmes Chacón José Calderón Solano Luis Solano Jesús Gutiérrez Miguel Aguiluz Marlo Leiva Zúñiga Jaime Ortiz Astorga Demetrio Serrano Barboza Maximino Aguilar German Aguilar Hugo Bermúdez Fernández Marco Tulio Cubero Araya Rolando Bravo Fausto Ortiz Elier Ortiz Rafael Quirós Noé Ortiz Miguel Benavides Francisco Cordero Efraín Cordero Araya Vinicio Rojas Alfonso Molina Cristóbal Castro Mario Castro Ramírez Antonio Ramírez Bravo Guillermo Ortiz Guillermo Chacón Raúl Calvo Araya Luis Solano Fernando Quesada Claudio Campos Ramón Ortiz Gamboa Ramón Cordero Méndez Luis Demetrio Serrano Coto José Fabio Aguilar Francisco Bermúdez Acuña Rafael Angel Bermúdez Celín Bravo Sánchez Aníbal Bravo Cecilio Ortiz Fernando Ortiz Benavides José Alberto Soto Mercedes Ortiz Odilio Benavides Agustín Cordero Francisco Gutiérrez Max Rojas Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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