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LA REPUBLICA DOMINICAL El horrible atardecer de Cafayate con que Hablamos salido tarde. Nueg. CUENTO de GUIDO SAENZ ces de puerta Me encamine na fra intención era partir de ma.
cia alli por el sombrio cortedrugada, pero Romero no lleIlustrado per Lulsa de Sáenz.
dor y peneiré en el extraño o sino avanzada la mafana.
recinto. Un escalofrio me reco De todos modos, nuestro reTrió la espalda. Un ataúd de porrido no sería muy extenso madera oscura, que me quede y nos proponiamos regresar contemplando fijamente CO temprano.
perplejidad, reposaha sobre Romero, el secretario de la una especie de mesa de piedra.
gobernación, nos resultó, a mi ¿Qué demonios podia estar ha esposa y a mí, un tanto tosco Caminé solo alrededor de la gen inevitablemente a una pla de siembros en el cañón, cor ciendo alli aquella vieja caja y presumido, aunque trataba insólita construcción de ado za o parque con la Iglesia al tados por el correr del padre que aunque en buena forma to Inceramente de ser amable quines de barro gris sin venta frente. Cafayate, no me resul goso riachuelo. al fondo, los davia, evidenciaba por su 43.
de quedar bien. El llevaba il nas y comencé a sentirme mal. tó ser un lugar común entre Andes sobrecogedores. Pude en pecto. Habria estado den volante. Don Andrés, jefe del Al tratar de subir una lomilla los vetustos pueblos coloniales tonces fijarme en el murallon tro de la tumba que supuse Ceremonial y Protocolo de la para ver de cerca un hato de diseminados por el continente. que había contemplado desde violada? No obstante ml repol provincia y nuestro constante llamas y ovejas ml condición La mayoría de estas pequeñas el pueblo y que ahora, más o sión, me acerquè al añoso ataúd compañero en la temporada, empeoro. Supe después que población alejadas por cien menos, definia como una es y lo examiné por unos instan.
había llegado al hotel vestido esto, en la región, lo llaman tos de kilómetros de las ciuda pecie de largo claustro con una tes. La tana la sobretana se de gaucho para llevarnos a la apunarse. Estar apunado es des grandes tienen un as gran puerta al centro.
hollahan cerradas, por fortuCaldera, hacienda donde se tener sencillamente el mal de pecto triste, pobre y desolado. Qué es eso? pregunté na. Sin embargo una curiosialistaba una parrillada con altura, o sea una desagradable y Cafayate no venia a ser la con curiosidad a nuestro imdad que me acicateaba gobernador. Don Andrés era sensación de falta de aire, excepción. Pero un semblanite provisado guia indicandole ia vchemencia me Impulsó, casi un viejo afable, lleno de humarco y alteración del pulso. casi conventual, parecia agre inusitada construcción.
inconscientemente, a tocarlo.
mor y además, en todo senti Al analizar ahora todo lo gar una extraña languidez a El cementerio de Cafaya. Luego mi mano tanteó la tapa.
do, un excelente compañero que precedió a la horrible. ex aquel conglomerado de casas te respondió Romero, sin Traté de abrirla, pero estaba de excursión.
periencia que me aconteclera viejas, de postigos casi siem más comentario que una vela clavada. Un malévolo deseo de Pero Romero habia cambia más tarde, no puedo dejar de pre cerrados, con patios inte da sonrisa.
ver su interior, a pesar de que do los planes. Su propósito ara suponer que este pequeño acci. riores desnudos, sin plantas. EI cementerio. pre.
sentia que mi corazón acelera.
llevarnos hasta el Valle En dente, tuvo seguramente sin flores, ni mujeres hermo guntamos a coro. mi esposa ba sus latidos espasmodicamen cantado. fantástico paraje drie influir sobre ml fisico y m! sas. Llegué a suponer al reco Don Andrés y yo.
te, me azuzó a continuar con se halla a unos cien kilóme. condición animica. Pero lo de rrer las calles desiertas, que. El cementerio farfulls la sobretapa. Al tocarla, se tros hacia el oeste de la vieja más, sin duda, deb16 de con deblan ser pocos los habitan Romero dirigiéndose hacia la deslizó un poco. El herrumbre capital esca lando la precor tribuir también. El perturbador tes de la aparentemente soll. entrada de la muralla.
hahia corroido las bisagras, dillera andina.
Valle Encantado, lo ralo de la taria población construida en Yo lo segui automáticamen que codieron mi tacto. DeciVamos hasta el Valle y nos atmósfera, el tono gris prerlo aquel cañón de roca reventa te. Las iglesias y los cemer didamente la empuje entonces, regresamos a La Caldera in minante, la a veces irritante da.
terios siempre han tenido pria para encontrarme con el vi dicó Romero con su tono pre. conducta de nuestro chofer. En el sombreado paraneci. mi cierto atractivo morboso. drin que usualmente colocan potente Todo parece haberse aunado llo y sentado en un banon de Don Andrés se quedó contem ante el rostro de los muertos. Ya se lo dije al goberna diabolicamente para tejerle usa piedra, apenas había un nito; plando el valle con mi esposa, y que estaba cubierto de polvo, dort está de acuerdo. Les va especie de trampa macabra a on Inpsonina frente la inte mientras Romero y yo nos in La nenumbra del aposento a gustar mucho. agregó, des mi pobre imaginación. No nue. sia, dos vielas de trenza, a troduciamos por e portalon. era densa. Un silencio Davorohaciéndose luego en elogios na do suponerlo de otra manera. dos chillones y sombreros blan que crujió al ser empujado. Some circundaba. combativo ra el lugar y la verdad es Con alguna dificultad ents cos, conversaban sin darnos ia Tapias ruinosas; tumbas con únicamente por los golpetazos que nos convenció rápidamen de reponerme y volvi a mi oru cara. Al vernos. su tertulia se nombres, fechas, dedicatorias de mi pulso en los oidos. Te.
te a todos.
po. Ya Romero tenia práctica desintegro casi huvaran on cruces, lo usual. Solo que aqui nin horror de mirar dentro de Planicies con reminiscencias mente convencida a mi esposa silencio cada una por su lado. todo era vicjo, semi deshecho, la caja. bueno, iya estaba de la pampa aparecian de cuan de que bajariamos un poco 50 com, somhras.
en abandono o casi olvidado. ahi! Todo era limpiar el vidrig do en cuando a lo largo de la bre el desierto y quizás terRomero Nos encaminamos hacia la siguió solo hasta el y asomarme. Me encontraha pintoresca carretera. Romero driamos tiempo de llegar al aceleraba bravuconamente rústica iglesita blanca. Detrag fondo porque yo no quise se. a un paso de descubrir una ia camionetilla de dos puertas en pueblecito de Cafayate. Se ha de nosotros, un curioso edifi. guir más; todo se me tornaba macabra incógnita que me llebia desistido entonces, de re cio de arcadas góticas y color hostile que viajabamos y que nos leintranquilizador. Me naba de espanto, pero que iba Fresar para la parrilladatel varia a morado, daba devolvi. Al hacerlo, el aspecto enfrentarnos por vez una Jóbrega seguramente a proporcionarne gobernador y nuestro objetivo singular nota teatral, con rede una antigua tumba desve primera con la cordillera de los una de esas espeluznantes exera ahora culminar con Cafa. miniscencias escenográficas na cijada me hizo detenerme. Un periencias que si no se satisfa Andes, lo me producia gran yate. Qué intención habia un recidas a las metafisicas con.
nicho ablcrto daba la inexii.
cen, se queda uno después la.
expectación esto, si la habia. cepciones de Chirico, y que pres cable sensación de que alguien, mentándolo siempre. Pero enEn cuanto se empleza a de Romero volaba sobre una ra taba, según se me antojó, un recientemente, se hubiera da.
jar la planicie para adentractonces senti escrúpulos. Recorde ta interminable y llana que se raro sirnificado al corazón de do a la innoble tarea de des. a mis muertos. No era aquese entre los cañones y rises perdia en el horizonte de la Cafayate.
de la terrible cadena anciina.
truirla o profanarla. Su inte llo una especie de profanaaltiplanicie. Enormes cactus Desde dentro de la pequeña rior estaba vacio.
cion Podia haber alguien allt el panorama se convierte en la los cardones daban al con Iglesia, se escuchaha una voz La luz decrecia y el cielo vision alucinante de un murldentro, y abrir su féretro epal torno la notable apariencia de masculina que a gritos parecia comenzaba a tornarse dramá.
do desolado y gris, bruta!
valla a violar el derecho y res y un cementerio ein Pin, gigante ticamente rezar. Me adelante a mi grivioláceo. El viento descarnado. La calva roca pato Inherentes su condición y monótono. El sol empezaba po. La penumbra me imberia no parecia existir y el silent merge con la violencia de una Para qué hacerlo, además. a descender visiblemente va catástrofe y ver en el interior del temno cio se mantenla estático. no sé por qué, pero en ese ins gigantescos ten. golpenr, de soslavo, los lejanos solo escudriñando, pude distin Sall del cementerio, táculos de pledra se extienden tonte se me coló en la memoria nicachos nevados de la cordlFue entonces cuando vinea de In mirnda desconcertada guir, a la par de un altarcilla y retuercen con rabia, hasta llera que constituían cuiza, la lateral con ser coronados por agresivos velas, a un viejo caer en cuenta de que aquello aquel indlo a quien vo tambirin única nota optimista del SO Indio vestido de blanco, que que me habia parecido un claus picos sin fin, desatlantes de in había roto su soledad con mi brecogedor paisaje.
gravedad. La masa se hace ca gesticulando vivamente suplica. tro, efectivamente lo era y que torne entrada a la iglesia.
ba, desgranitándose, favores La carretera, finalmente, pa da vez más grande y dramati.
en uno de sus extremos, exis. Por qué lo hice? Fuc en recia estrellarse contra un e la Virgen. La visión era tan ta una especie de aposento ca, y la elocuencia de su tenrese momento que valorice, en norme bastión de roca parta insólita como conmovedora.
broso lenguale asombra y 50oscuro, con un boquete en forbrecoge hasta el deltrio.
de la cadena montañosa que ll La humildad de la iglesia, la ma de arco que hacia las ve. Pasa a la página siguiente)
mitaba ol panorama que con sencillez del hombre y sus veLa carretera serpenteante ducia en forma perpendicular hementes imploraciones. To.
quedaba atrás, convertida, desde a un cañón medianamente ando terminó cuando se dio cuen lejos, en un curioso y retorci cho, a modo de angosto valle, ta de mi presencia. Yo habia do alambique. Empezó la ne. por el cual corría en saltos un roto su soledad y su oración; blina a invadir las cumbres y pequeno riachuelo. Decididamen habla violado su privada inti.
el motor de la camioneta a ca lentarse. Pero ya llegábamos te el paisaje había cambiado. midad. Se quedo inmóvil y en Una especie de oasis regocijan silencio, viéndome angustiosaa la altiplanicie. Un pequeño te de tonos verdes, tierras hu mente desconcertado. Sus ojos, desvio, y alcanzamos el Valle medas y pequeñas casitas blan. por un instante parecieron reEncantado. Electivamente Ro cas, empezó a avanzar hacia procharme la intromisión. No mero tenía razón. La rara be nosotros. El sol aunque ya pude soportar su mirada 111 lleza del paraje quitaba el muy en occidente. todavin ilu tampoco decir palabra. El vie.
aliento, Formas fantasmagóri minaba con suficiente brillan jo dio media vuelta y se huncas de granito surgian por do tez como para atravesar sin dió en un rinconcillo oscuro quier, sobre una especie de ex dificultad la diafanidad de la El asunto me ensombreció un traño valle sumergido en una atmósfera y resaltar la ineste tanto el ánimo y trate de olvibruma delgada y misteriosa rada transformación de la tie. darlo. El piso y el techo de la Fabulosos castillos en ruinas. rra. Era como si súbitamerte iglesia eran de madera de car Caterirales de leyenda. Espan.
hubiéramos traspasado el limi dón, el cactus aquel de quimed tosas y gigantescas cabezas te de lo permisible sórdido cas formas.
de gesto crispado, como si hu y triste para adentrarnos en Todo en Cafuvate parecia bieran sido súbitamente trails. un mundo nuevo y refulgente, tar dormido y silencioso; encauformadas en roca por maro al cual me complacia esomar zar hacia lo diálnno, hacia 10 maléfica en instantes de terror, me, porque lo adivinaba capaz Inmaculado y lo puro, a pesar parecian burlarse de nosotros, de restituir una vida gastada de que una depresiva y agobianescondiéndose en el envolte o sin ánimo, rejuveneciéndola te tonalidad, determinaba, inex.
rio de los jirones de gasa de la o renovándola.
plicablemente, una contradictoneblina. Un viento frio soplaba Habíamos avanzado cien ki ria lucha interior de estados de sobre el valle y confundía su lómetros desde el Valle Encan ánimo que a pesar de que me silhido con el eco de nuestras tudo, lo que nos situaba a otros inquietaba no podía dejar de voces doscientos de nuestro sitio de estimularme.
Tora evidente que Romero te regreso. La idea de retornar de Pero lo más fascinante de nia intenciones de seguir ade. noche me intranquilizó por un todo, era, sin duda, la colina lante y evidente, también, que momento, pero el entusiasmo aouella.
ya no tendria que insistir mu por todo lo que se me ofrecia poca distancia y visible de cho para convencernos.
de nuevo y espectacular, de be casi todos los rincones del pue. Almorzamos en la Piedra llo y desconocido me hizo dese buillo, se alzaba una escarpadel Molino y quizá podemos vir char mis temores, o, al menos, da colina que mostraba, en la jar un poco sobre el desierto tratar de posponerlos.
cresta, tina especie de murn.
de los cardones me dijo mien Sin embargo, conforme avan llón semi derruido con asrectras sibiamos la camioneta. zábamos, la sensación de algo to de fortaleza o monasterio.
Mi esposa puso reparos y Dan misterioso y perturbadore Con aire misterioso. Romero in Andrés sonrió, tal vez sin daile empezó a percibir sutilmente sistir en llevarnos hasta su mayor importancia. mi. la en el fluido mismo del aire, co cumbre y allá fuimos a dar idea me entusiasmo.
mo si una espesa sombra se subiendo el tortuoso sendero a La Piedra del Molino resul empeñara en restarle agilidad. desmrdida velocidad. Romero to un rido parale, situado en Al menos de esa manera lo sen parecia divertirse exacerban.
la altinlanície a unos cuatro ti de la camioneta y nuestros no mil metros sobre el nivel del llegamos a Cafayate. De bres nervios, hasta el punto mar. Nos sirvieron un impen. aspecto colonial, con angostas del vértigo visado almuerzo en una peque e irregulares callejuelas de tria Desde arriba el panorama.
Ta hospederia del camino, de dra que, como en todas las Cafavate nuestros pies. aspecto muy singular.
poblaciones antiguas, conver su alrededor, verdes fajones 25 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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