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Introducción IV Las Siete Palabras Sed tengo Al Ilmo Sr. Don Juan Gaspar Stork, Obispo de Costa Rica Eduardo Calsamiglia Es en la hora tercera de aquel día que le dejó su resplandor al mundo; todo se cubre del dolor profundo que gravita en la bóveda sombría.
Ojese en la brumosa lejanía el estertor del trueno gemebundo que lamenta, del Grande Moribundo, la insólita y tristísima agonía.
En el monte de estériles granitos, sobre el madero vil de los precitos, rinde el Señor su forma transitoria La Sentencia La ineclipsable luz de su inocencia, al mundo, desde el Golgota, ilumina extendiendo sobre el su cristalina y jamás empuñada transparencia.
El mártir de la perfida inconsciencia que sereno a la muerte se encamina padece, al expirar, la sed divina de Amor y de Justicia y de Clemencia, profiere Sed tengo. Oye su queja la feroz turbamulla, que lo veja blasfemando sarcásticos agravios y aquellos despiadados centuriones le brindan, entre risas y canciones, una esponja con hiel para sus labios.
y los convierte, con su sangre pura: al monte, en pedestal de su figura y a la Cruz, en insignia de su Gloria. V Perdónalos, Señor! no saben lo que hacen Padre. Por qué me habéis desamparado?
El Mártir de Madero Sacrosanto baja los ojos con ternura inmensa y en sus dulces pupilas se condensa, trocado en lumbre de perdón, el llanto.
Ve a los soldados reparlir su manto; oye en las bocas germinar la ofensa y distingue a su Madre que indefensa se estremece de angustias y de espanto.
Mira en el porvenir, a las heridas muchedumbres que en guerras fratricidas, llevadas por su orgullo se devoran y dice, levantando su mirada. Perdónalos, Señor! No saben nada si hasta su propia desventura ignoran.
El Presidente Pilatos se puso en pie. El rumor de la muchedumbre llegaba a y dirigiéndose a Jesús, que le miraba fi sus oídos como el sordo retumbo de un truejamente, pronunció contra él la senten lejano! Minutos después los afligidos ojos cia. Ibis ad crucem. Irás a la crus. de la madre miraban los resignados del hijo. Ni hablarle pudo! Cuando las mulHabía sido condenado a muerte a ins titudes están enfurecidas no atienden el tancias del populacho que gritaba. Cru dolor.
cificale. Cruciftcale!
Tan solo una mirada. Una mirada La muerte en la cruz era la pena más estoica! Ni la palabra en labios de Pe.
cruel en la legislación hebrea. El conde trarca; ni el sentimiento brotando en los nado a ella debía, para mayor tormento, de Rioja, fuera capaz de decir el dolor llevar la cruz sobre sus hombros hasta el de aquellas dos almas inocentes «Ibis ad sitio de la cruci ficción.
crucem. La sentencia era irrevocable. Cuál dolor fue mayor: el del hijo o el Con la sublime mansedumbre del mar de la madre?
Se extingue entre los hálitos del viento la voz de salvación que al mundo admira y el Salvador del Universo, expira bajo la lobreguez del firmamento.
Nadie consuela su mortal tormento; aquel tumulo que a sus plantas gira burlando su dolor, sólo respira las cóleras de un odio turbulento.
Tiene un segundo de mortal delirio y crece horriblemente su martirio por espon osa duda acicatado; pide misericordia al Dios Clemente y le pregunta agonico y doliente: Padre. por qué me habéis desamparado?
Ante El Cristo II Recitado por una niña 15 de Enero de 1915 Este es Jesús. El de sin par belleza. Es El. Está su rostro oscurecido.
Su desangrado cuerpo tan herido.
de espinas coronada su cabeza!
Sus manos y sus pies están clavados; Su corazón. por el costado abierto se vé. ya no palpita!. jestá ya muerto!
Sus ojos. ya sin luz, están cerrados Entreabierta se ve la noble boca que proclamó el perdón al enemigo. Esa boca. que a Judas llamó amigo sin conmover su corazón de roca. Qué mágico poder en mi alma impera?
Al verte en esa crus y ya sin vida enamorado estoy. de amor herida.
cual debe estar la humanidad entera. La imagen de tu rostro oscurecido janás se borrará de mi mente. Locura. adoración. amor ardiente yo siento al verte por mi amor herido!
No tengo los perfumes del Oriente para lavar tus pies ensangrentados cual Magdalena. mas serán bañados con llanto de mi amor humildemente.
MANUEL ANTONIO GALLEGOS VT Hoy estarás conmigo en el Reino de los Cielos Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu Dimas mira a Jesús y un solo instante le basta para ver, de asombro lleno, el resplandor purisimo y sereno que ilumina su frente agonisante.
Reconote en el martir a un triunfante que se levanta egregio sobre el cieno y tornando su rostro al Nazareno, le dice con acento suplicante: Cuando estés, de tu Gloria, sobre el trono, no me lances, Señor, al abandono. Jesus, comprendiendo los anhelos de aquella voz, contesta: Yo te digo que a pesar de tus culpas; hoy conmigo entrarás en el Reino de los Cielos.
La tragedia del Gólgota concluye: el sol entre los ciimulos bermejos ocultando stes fulgidos espejos, hacia la cresta de los montes huye.
La claridad del firmamento rehuye verter sobre la tu yra sus reflejos y el velo del gran templo hacia lo lejos, parece que se rasga y se destruye.
Es que se acerca la hora perentoria que ha de fiar sa luminosa historia sobre el reloj enorme del Destino; es que el Gran Redentor de los humanos ora y dice: Señor, entre tus manos encomiendo mi espíritu divino.
tir inocents, oyó Jesús el fallo!
Yo no sabría decirlo. Qué pensarla en aquel instante. Solo sé que aquellos dos seres se miraJuacia humana!
Yon en silencio y en aquellas dos miradas se besaron, se dijeron sus ternuras y lloraron sus tristesas, El cortejo des fila. Al frente, un bataY el cortejo pasó.
llón al mando del Centurion Longino, de las tres de la tarde de aquel dia, se trás un pregonero con un cartel que decía. consumaba el crimen!
Jesús Nazarenus, Rex Judiorum. en Hora trágica, hora amarga, con cuánseguida El. la Luz, la Verdad y la ta pesadumbre te recuerdo!
Vida. las tinieblas no lo comprendieron)
bajo el inmenso cielo azul, donde encuentran consuelo sus pupilas. Por todas par Según nos refiere la Historia Biblica, tes el populacho, ebrio de sórdidas pasio el sol no pudo contemplar la escena, la nes, rugiendo como una fiera. Todos ha tierra pretendis sublevarse contra todas cia «El Calvario, por esa calle que el las leyes naturales, el mar enfurecido sadolor de los dolores llamara «la Calle de cudia como león su risada melena, el vienla Amargura. to bramaba en las tinieblas y en medio de El sol, ardiendo de indignación ante la aquella tempestad! de la sublime boca naingratitud humana, era quizá, en aquella carena como una flor de pas brolaba la hora, el único defensor del Nazareno, lan frase de perdón.
zando sus aurinas flechas desde los altos ¡Oh muerte que das vida!
cielos!
Nasareno divino. Sabrá la Humanidid La madre de Jesús, sabedora de lo que corresponder algún dia a tu sacrificio?
a su hijo pasaba, con un valor heroico, más propio de una espartana que de una hebrea, salió en su busca.
EFRAIM SKENZ III VIT Todo está consumado Mujer, he ahí a tu hijo He ahí a tu madre Escuchando a sus pies el Crucifijo los ayes de la Virgen desolada, convirtis hacia su Madre la mirada y por secar sus Idgrimas le dijo: No llores más por mit mujer yo elijo la muerte a mi destino designada: llora por los que sufren, madre amada, todo el que sufra un gran dolor, es tu hijo.
Y, señalando a Juan que tras el manto ocultaba las huellas de su llanto, He ahí a tu hijo. mujer anadió luego. tú, le dijo a Juan He ahí a tu madre.
Coxsolaos en el nombre de mi Padre y juntos elevadle vuestro ruego.
Se aproximan las sombras postrimeras, su Misión soberana está cumplida, sabe que ha de salvarse, redimida, la humanidad de las futuras eras.
Sus palabras rotundas y certeras palpitan en el Libro de la Vida y escucharde su vibración sentida todas las muchedumbres venideras.
Solo faltaba la última fortura para sellar con fimbres de amargura y de sangre sa Muerte Redentora.
Sk Reino extraterrestre lo reclama, y al culminar sut sacrificio, exclama: Todo está consumado. Llegó la hora.
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