Guardar

Viernes de Febrero de 1930 EL TIEMPO Página Página Literaria y Científica NOVILUNIO La daga vengadora Romance del mar POR ARTURO CAPDEVILLA Aquí me he puesto a divagar José Asuncion Silva Tu anuncias. La Luna. allá, muy lejos, sobre la cabeza de un monte la luna es: y cuando te vuelves a mirarme tienes los ojos llenos de luna; el horizonte está lleno de luna como tus ojos; una, dos, tres campanas tiegan su argustia vespertina por la llanura donde la claridad empieza.
Mira como aquel árbol se cubre de tristeza: todo lo pote triste la luna.
Lentamente por la solemnidad de la pradera, va pasando una sombra. No ves la compañera?
Una trágica sombra que da miedo: parece marchar hacia la luna, dolientemente sola.
Es an alma esa sombra, como alcanzando un sueño que se le desvanece. Una alma? Sí; la misma que cuando el novilunio los campos aletarga viene a llorar discreta quién sabe que amargura.
Mira cómo se aleja, mira cómo se alarga la sombra de la sombra sola, por la llanura.
Oye cómo los perros la aúllan, y las ranas le gritan al doliente fantasma taciturno; mira como se alarga la sombra. Tienes miedo?
Persígnate que vamos a rezar el Nocturno. MARTÍNEZ RIVAS mirando el mar desde la borda Azul está, picado está.
La que yo quiero no me quiere; pero este amor se quebrará, como revientan a lo lejos las grandes olas de cristal.
Aire marino, un aire fuerte, toca mi sien, vuela y se va.
La blusa azul del marinero ala parece por volar.
en las Toca la banda un balse viejo que se dilata por el mar.
El oleaje pasa y vuelve.
Flota en la brisa su humedad.
Rubios desfiles nos escoltan bajo este cielo tropical.
Siguiéndonos, ebrios de espuma, por las azules millas van.
Yo soy el duelo de la clara, de la redonda inmensidad.
Es como el padre de los sueflos el mar alegre, el vasto mar.
Hay un rincón para la dicha del corazón es soledad; Un huerto en flor, tras el océano, para el amor primaveral.
Allí la esfinge al fin sonríe cuando la viene a coronar de margaritas el viajero de una rivera occidental.
PASION Tiende el sol occidental con amoroso retardo dorada piel de leopardo para ti en arenal.
Bajo ese áltimo arrebol que esclarece ta embeleso, tu sér, temblando en un beso, no es más que un rayo de sol.
El crepúsculo que asoma sobre el mar abandonado, trae en su color rasado, no se que langaido aroma, Un suspiro hincha la espuma, más sólo se escucha el mar, y al soplo crepuscular muestra delicia perfuma.
Sentado frente a sti escri. en el cual se había herido.
torio, Eduardo jugaba negligente y distraído con un precioso puñal del siglo XV, Pálido, ojeroso, la frente bellamente cincelado.
calenturienta entre las maEscenas de aquellos tiem nos, Eduardo esperaba la pos pasados traíale a su hora fatal.
mente aquella arua fue de Según en viejo manusuno de sus antepasados, ca crito, el veneno de la daga ballero del bando de los arsurtiría efecto tres días desmañacs, partidarios del hijo pués de haber sido herido del desgraciado duque Luis con ella; al final de este de Orleans. Parecíale sen. plazo, y a una hora exacta, tir los extremecimientos de se empezarían a sentir los la acerada hoja, testigo acprimeros síntomas: un ligetivo del desastre de Azin ro marco, dolores court, que tan fatales conse. articulaciones, y por último cuencias reportó a los adver el cuerpo se agrictaría che sarios de Enrique de In briéndose de úlceras; conglaterra.
tados diez días a partir de Luego sus ideas tomala inoculación venenosa, la ron otro curso, al ineditar muerte sobrevendría.
sobre la leyenda sangrienta Cómo sufrió durante esas de la daga de azulesas tonalargas horas de esperal Validades: en un principio ba rias veces se hizo la ilusión bía pertenecido a una de sus de que nada le ocurría; pioantecesoras, mujer de rara curaba engañarse a sí misbelleza que se había herido mo, pero su natural peside muerte con ella en plena mismo no le permitía susjuventud, luego de haberla tentar sus halagadores des sepultado en el pecho de su varios Con qué rabia apreinfame y perjuro seductor; taba sus convalsos labios al la tradición decía que la pensar que por sus venas ya muerte de él había sido es corría el veneno fatal. Otras pantosa, pues la hoja estaba veces, abatido, se abandonaenvenenada con una sustan ba con idolencia a su dolor.
cia cuya inoculación produ Su mano nerviosa acari.
cía una agonía dolorosísima. ciaba los negros y rebeldes Según la legendaria tradi cabellos, que parecían forción de la daga, cualquiera mar an crespón de próximo de los miembros de la fami luto. Un sudor frío, glacial, lia que manchara su nomsu frente febre, moría si la tocaba. Re bricitante; en sus ojos se cordaba a su primo Alberto, leía na dolor y angustia vicioso e incorregible cala inexpresables; sin tenerlos, vera que arrastró su apelli sentía todos los síntomas do en el fango de su abyec mortales.
ción. Cierto día oía las amonestaciones del Lentas y tristes como un padre de Eduardo, cogió doblar a muerto se oyeron distraído el puñal que estalas diez. Un temblor recoba sobre la mesa, con tan rrió el cuerpo del desdichado mala suerte que se le escu. joven. Ya se cumplió el plarrio de entre las manos y lo zo y. ya ha sentido los sín.
hirió fatalmente en el pie; timnas fatales; no, no puede Carlos murió a los diez días equivocarse: el mareo, los de haberse herido.
dolores.
Su mano comvulsiva sa Apesar de todo esto, cudió con cólera el escritoduardo era en escéptico pa rio. Es la muerte; ya oge poder sus pasos, siente su mano cierta la obra vengadora de huesosa, percibe su aliento la daga.
sepulcral.
Inconscientemente pensó. IQue venga. Maldita en Irma, la inocente chiqui sea, exclemal Que venga, lla a quien había seducido pero no encontrará en mí de una manera tan infame, una víctima de esta daga y con la cual se había nega infernal!
do casar, no obstante sus promesas. Al pensar que quizá la daga pudiera casti.
Después de la detonación pana garlo; uva sonrisa de duda casc da de rubíes bordé una se dibujó en su boca, y la gigantesca amapola sobre la balanceó ligeramente, como aliombra, si no recordara la poszošia La daga misteriosa y lemaldita que el acero tenía gendaria, había vengado Pero. mortal palidez cu imtplacable el deshonor de brió su semblaute; una gota ana mujer.
de sangre señalaba el sitio RICARDO Coto CONDE Una ciudad de puertas de oro hacia la aurora dicen que hay El mar azul mis sueños mece.
Cómo se sucía, capitán!
corría por Mi capitán. como se sueña!
Ni a Fracia voy ni a Portugal.
Yo voy por las Mil y aina Noches a las comarcas de Simbad.
que Alberto LEOPOLDO LUGONES DELICIA Otros dirán que van de viaje y cada puerto nombrarán.
yo voy de sueflo por los sueños, sofiando siempre más allá.
No sé español, no sé italiano, no sé francés, no sé alemán.
Yo sueño un sueño azul marino que me traduce en verso el mar.
El mar alegra, mar embriaga, hace reír, bace olvidar!
Mi capitán, juuncu leguemos!
Viva la vidal Viva el mar!
ra tomar como La que comprende La pureza celestial, sobre la mar que reposa, sutiliza el vago rosa de una tarde de cristal.
La brisa amores promete, y aunque a ratos mortecina, ya es vuelo de golondrina, ya rizo de gallardete.
Por el pálido sendero la serenidad rosada pasa como suspirada, evocando su lucero. nuestro embeleso unido, el matis de rosa erece, y de súbdito parece que en un beso se ha escondido. al leve rubor que arde en tu secreto de amor, vuélvese en viva flor todo el rosa de la tarde.
Con la cabeza negra caída hacia adelante está la mujer bella, de la mediana edad, postrada de rodillas y un Cristo agonizante desde su duro leño la mira con piedad.
En los ojos la carga de una enorme tristeza, en el seno la carga del hijo por nacer, al pie del blanco Cristo que está sangrando reze. Sefior, el hijo mío que no nazca majer! EOPOLDO LUGONES ALFONSINA STORNI Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.