20 LA HORA LITERARIA FRAGMENTO DE ORIENTAL Las mediocres Poema en Prosa tal vez NE Aquella mañana supieron mis!
ojos que la luz y los colores em briagaban como el vino y los be sos. Porque, sin duda, fue embriaguez de luz y de colores lo que me hizo andar, todo un dia, soñando con los ojos abiertos, por las calles de Constantinopla. Hasta entonces mis ojos conocían el vértigo fugas, el éxtasis efémero, ia turbución pa sajera, no la emis iaguez muda y honda. eso que ya había contemplado hasta la sociedad las telas de los grandes coloris tas italianos, aquellos lienzos en que el pincel de Bonifacio es cribió la epopeya del juego y de la prirpura.
Era un viernes, dia de parada, dia en que el Sultán aban dona los esplendores de su palacio, deja su tabernáculo de mezquino dios de la tierra, y va a postrarse, hemilde como el úl timo, a pedir al señor de los se words, al omnipotenle Alá, por el bion de sus vasallos y la prosperidad de su imperio.
Unos cuantos extranjeros cu riosos, instalados por un maes tro de ceremonias en un sitio VENTANA CERRADA Veuran pequeña, broda.
ventana olvidada, desde el cual podia verse todo cómodamente, esperábamos con sobre el muro medio derruido.
Tentosin cerrada!
impaciencia la llegada del 80Que no se abre muca al Sol, berano.
mi al encanto de los Plenilunios!
El sol bañaba el paisaje con Tentana maldita. eu oro más puro, y no habia Ventona encantada? un solo rayo de luz que no can.
Imetit, tase la gloria de un color inten absurdal, SD o acariciara el desmayo de las hojas cerradas un matie exquisito. muestra igual que los brazos de los puraliticos derecha, en una explanada veque no se abren nunca, cina, la caballería desplegaba que no acogeit nada!
su lujo de uniformes vistosos, Ventana del muro caballos de brios y jinetes biza medio derruido: ryos; a la izquierda se exten cumo dian los infantes, separados en has Almas, dos alas, hasta la puerta miso cuerpos decrepitos.
ma del palacio por donde había Yo ho visto esas Almas, ventana del muro, de salisel Scior de los turcos; como tú, Cerradas. enfrente, resplandecia In mez Zoila Rosa Cárdenas.
quita donde el monarca iba a decir su plegaria.
Muy chica y muy blanca, ais con sus finos labrados arquitec lada, en el medio de un vasto es tónicos, a pesar de sus cúpupacio libre, resplandocia la mez las y minaretes, la mezquita pa.
quitu, semejante a un copo de recia, más que templo, un junieve que se riera del sol o anon guete delicioso, joya rara, pre wellón caido de alguna de esas ciosidad marfileña, salida de ovejas que triscan por los cam las manos de un Benvenuto im pos azules del cielo en los cla. pregnado de arte islamita.
nos días estivales.
En su pequeñez y blancura, Díaz Rodriguez. Sois fuertes. Sois brillen tes. Sois buenos? Como sobre salga vuestra cabeza más de lo señalado por el cartabón de Pi.
lotos, guardaos.
Mientras estéis dormidos, o descuidados, o enfermos, iran los bichos o roeros los zanentjos, o a saltar sobre vitestras cabezas. Son proteiformes, como los elementos de los teoro.
fos, ya pasados, ya escurridos, ya coriáceos, ya gelatinosos.
Sus faces varían desde el as pecto del buey hasta el perfil del ratón; pero la altura de sus almas és la misma: ni may ba.
ya ni muy alto; su ley es la me diania; su odio a lo superior, los que los domina, es instin.
tivo: guarduos. Ellos 807 108 que envenenaran vuestro perro, os robarán vuestro gato, echorán el zapo zolesco en vuestro puchero. Sois sur enemigos naturales; les hacéis el cruel du.
ño de ser más fuerte, más bri El campo a nuestro frento se diluta ansioso de extensión. Ca cinábamos muy despacio y car llábamos. Apenas si de vez en cuando un golpe de briso nos envolvia en su sutil caricia. Eua, jugaba con una margarin ta; yo me complacia en ir de rrancando uno a uno los pétalos de una rosa. nos interna bamos por el sendero ancho, bor deado de eucaliptus. Era nues tro paseo predilecto. Raro catpricho: aquella tarde no sé que extraña procupación lei desde un principio en sus claros ojos soñadores. recogidos en nues tro mutismo, cominábamos por la senda ancha y triste, sembra da de hojas secas y largas, que caian revolando desde las copas de los eucaliptos.
Ilante, más buenos que ellos.
Siquiera fueran imbéciles!
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