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MIS HORAS DE.
Viene de la Pág. DOS.
el roncar de la gasolina. Pareeia que habían olido la huida de aquellos dos machadistas y se volsian a enardecer los ánimos.
De pronto vino un clamor del mismo muelle cercano.
No se veia nada, pero bajo un farol fuerte, había mucho movimien to. Sono un disparo, pero fue aislado. Los destroyers amerieanos, dormian en la bahía, con los ojos abiertos.
Dolor Melestar?
Tome A BAYER LAS DOS GADA DE LA MADRUto al costado del Quirigua y su bió un hombre yestido de marinero. Era un senador machadista que huia. Cinco minutos más tarde, entraba a cubierta otro refugiado: El General Herrera, que fué el propuesto por Machado para sucederle, y rechazado por el ejército.
Un cuarto de hora después, otro. El comandante Barrera, personalidad del Senado. por fin, una dama, que se apoyaba en el brazo de un nor teamericano. El capitfin los re cibia at todos. Hablaron brevemente; y por fin el norteamericano estrechó la mano del ea pitan para despedirse, Volvia a la Habana, Habia ido al bu que para proteger a los refu giados a la dama. El capitán dijo. Good evening, Mr.
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Welles.
SUMNER WELLES nos airadas me habían dejado reventado. Sentia un intenso olor en la cabeza. Quise descansar, Baje al camarote. Tendido sobre la cama, me parecia todo aquello como una pesadi.
lla horrible, como unas horas de fiebre.
Serían las once de la noche, cuando subi a la cubierta. No habia comido y pedi en la eantina algo, Estaba. tomándolo, cuando hubo un gran revuelo Pregunté qué era, pero nadie me supo contestar. Sali fuera y vi qite varios oficiales del Quirigua iban hacia la puerta de la escalinata, la cual estaba baja. Alguien llegaba.
Con el calor de la noche, el pasaje no se había acostado y todo se reunió en la cubierta, sin saber nadie a qué iba. Un grupo de turistas. Muchachas rubias con lindas piernas y mo cetones de Harvard bailaban y reían con estrépito en el salón de música. Pasó media hora.
Pasó otra media hora, Alas doce horas ya no queda ba ninguna mujer. Se decia que vendrían al barco gentes principales. De pronto, de la Doca de la bahía, un reflector taladró la sombra. Miramos hacia la boca del Morro, y comprendimos. Los destroyers de los Estados Unidos, dos unidades de guerra, entraban a la bahía y anclaban a pocas brazadas de nuestro navio. Paso una hora. Pasaron dos. Yo esperaba. Estaba desvelado. Me senté en una perezosa hasta que por fin, en el silencio de la bahia. que a veces se rompia por tiros lejanos aislados, o por un nuevo incendio que encendía en la oscuridad como la pun ta de un fósforo, sonó el motor de una gasolina. poco atraA las dos de la madrugada, yo continuaba sentado en la cu bierta. La visión del hombre linchado, retorcida la mano soTre la espalda, roto, la tenia fija en la frente. Ya no haeia calor. Un viento frio del mar barría el buque: La cubierta esta ba sola. De pronto senti un timbrazo en el puente. Luego otro. Sonaron las máquinas de las anclas. Un remolcador, qui ás el mismo que me había lle vado, se acercó. El buque enfilaba la boca de la bahia. Caminábamos lentamente. Lo note por las luces del puerto que co menzaron a caminar hacia atrás. poco rebalsantos el Morro y tomamos mar afuera. De pron to un reflector chorreó luz en Ja sombra. Era un crucero a me ricano que nos iluminaba con Sa haz luminoso. El crucero se movia también a la par nuestra. Nos escoltaba. El balanceo del barco me supo a gloria.
Senti mayor cansancio en los párpados, entorné la cabeza y me quedé dormido.
es el principal de la ciudad. beurrió.
Los acontecimientos de CuLa han girado alrededor de un nombre: SUMMER WELLES.
Oi, al saludar la oficialidad del Larco, al norteamericano, que le llamaban Mr. Welles. Aquel hombre que tenia a tres pasos de mi era el representante de la politica de la Casa Blanca, y el que había hecho terminar con el sanguinario periodo de Machado. Welles habló rápidamente con el capitán. Traia a aquellos dos refugiados, que eran presos del más terrible pánico.
En la palidez de las earas se les notaba que estaban bajo una situación nerviosa indes.
criptible. La conversación que se sostuvo en la entrada del barco, era cortada por los tiros que venian del muelle, los clamores de multitudes ululandes, que ascendian de la Habana, envuelta en la noche, y por LO COMICO DESPUES DE LO TRAGICO Ocurrió un lance que me lo aseguró quien lo habia visto.
Conste que yo no lo vi.
Los refugiados Herrera y Barrera, en las horas de la tar de, salieron a dar un paseo por la población Llamaron a un taxi. Se acercó el taxi, pero por un defecto corriente en los automóviles, el motor comenzó a hacer explosiones. Barrera y Herrera, gritaron: Tiros. y creyendo que les llegaba la hora de la venganza echaron a correr hacia la escalera del hotel. De esto hace echo dias.
No he podido saber si ya pa raron de correr.
Cuatro días después de todo esto, puede comprar bizcocha de Cartago. Me pareció excelente. con el bizcocho, tras las cuatro horas de angustia, volvi a la calma de San José. Ahora me parece mentira haber visto aquellas escenas, aquellos cuerpos mutilados, aquellos hor nos gigantescos. Todo parede como un delirio de calentura. como reafirmación de la calma que apetece nuestro informaite, comienza a llover en esta tarde de domingo de agosto, llena de silencio, panzona, abw rrida.
EN KINGSTON Desembarcamos en Kingston Aquello era ya otro mundo. No había tiros, ni incendios. EI General Herrera y el Comandante Barrera desembarcaron y se instalaron en un hotel euyo nombre no recuerdo. Se que Ford 3.
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LUNES 21 de Agosto de. ch33, Moche 33 propiedad de la Biblioteca Nacional Miguelobregon Lizáno Sistetila ich deisoecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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