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TOTO, RINCON DE OLVIDO. Detales completos.
Ya habianse acallado todos los tiros. No me di cuenta de que tode habia pasado. De tarde en tarde un disparo repercutia, aisladamente, en silencio. Pensé en la navegación, río arriba. Los playones llenos de sol. Aquellos lagartos tendidos, como estrías de un café duro, de un café encendido por la potencia luminosa del raTo solar. Recordé que veniamos tranquilamente, mansamente. Me parecia estar viendo la figura de Bustillos, acholado y alto, grueso, con sus grandes bigotes. Por un momento se me antojó que la rucda del timón no era nada más que un gran bigote en círculo del viejo y curtido guanacasteco del mar. Aquel zonchiche. Aque.
lla, gaviota. Sentía sueño. La Esperanza estaba inclinada sobre la borda.
EL ENEMIGO Sacasa Persona del hombre que, visto sin apasionamiento, es una tigura del continente, El hecho de que el General Anastasio Somoza sea el jefe de las fuerzas de la Guardia Nacional, y al mismo tiempo sea sobrino del General Jose Maria Moncada, indica que utia traina política se busca en todo eHo, teniendo en cuenta la corcialidad que existía entre Sandino y Sacasa.
Todo hace preveer que con la desaparición de Sandino, que uaba anulado el hombre fuerte que podría sostener a en el poder, ya que Moncada y Somoza pueden dominar fá.
cilmente la situación con sus guardias, siendo, a todas vistas imposible contener con los hombres que resguardan la pers sona del Presidente en Tiscapa, un golpe de Estado por par te de Moncada.
El crimen, al ser con miras políticas, indica una mas 918visima importancia.
La situación actual de Nica.
ragua, al pedir el seño: Presidente omnimodas al Congreso, es por lo tanto la situación de una bomba a la cual le han prendido la mecha. Tal parece ser el pulso del país hermano conjeturando sobre las noticias, escasisimas, que se tienen del asunto, ya que la cenora impide salir cualquier pum to referente a los acontecimien los que, como es natural, se desarrollarán desprendiendose del brutal asesinato del héroe de las Segovias.
ira ene de la pág. CINCO.
Era el borracho.
23. EI ranio de LA BALA.
presider.
colombo. Cuánto tiempo había pasado desde el primer tiro? No sé.
que rean He tratado luego de recordar cuántos minutos, cuántas horas, res. En cuántos siglos habian transcurrido, y no es posible precisarlo. Sólo ción, Merle que escapado el borracho, volví la cabeza. Aun Herrera estaba ramérica en pie, con aquel terco gritar y con aquel terco disparar. Volvi a el desco carga. Nuevamente, con los nervios desatados, cargué mi mau.
los gobi ber y volví a echármelo a la cara. Disparé. Sentí un golpetazo hovastos trible en el hombro. De pronto me llegó al alma un estertor. Fue. lo que un berrido. No tuyo agudeza, ni tuvo delgadez. Fue algo así como nuos contain grito ronco, como un ronquido aplastado. Herrera abrió log iendo vot, brazos, soltó el mauser, echó la cabeza hacia atrás. Lo mire ho.
imiento qurorizado. Ví, no sé cómo, que sus pies, sus mismos pies, se doblacto winaz han para adentro, se falseaban. No era una flexión de las pierjas. Eran los zapatos de aquel muchacho que tomaban una posura absurda, un bailoteo macabro. Daniel giró sobre si misno y ayó bruscamente, con todo el peso de su cuerpo intocable. Cayó obre mis pies. Tendido. Abierto, con una mueca decisiva en la caL CAE a. Me agaché sobre él. Tenía el pecho abierto con una gran rosa le sangre. Aun vivía, pero era cosa de momentos. Los ojos los LLO Konservaba abiertos. Parecian de cristal. El sudor, que le nacia in el pelo, en la misma raiz de aquel su pelo indómito, seguia inafiendo aún y seguia cayendo. Tuve un miedo horrible. Otra vez, como en el comienzo del combate, mis nervios se agarrotaron, se Mariano Vencogieron. La metralla seguia tupida, tenaz, implacabe. Así, aga.
cino de Mehado sobre el cuerpo de Daniel, mire hacia la cubierta de la Esdalupe.
peranza. Vi un cuadro horrible. Hubo algo en mí que se sobreJosé, jinepuso, que me incitaba a levantarme, a gritar, a morder, a matar.
De repentesenti en las venas, en la sangre, en todos, en cada uno de mis ó, dando músculos, el deseo de matar.
se. Está he La cubierta estaba inundada de sangre. Sobre el gran charco.
graves.
velos cuerpos estaban tendidos. Unos, boca arriba, desangrandose, biros, agarrados con ambas manos a la herida. El más cercano te.
nía la cabeza abierta, y aun respiraba. No cesaba el fuego. Re.
Fuerdo que pensé en Dios para contener aquella metralla. La muerie, cercana, allí mismo, liecha una horrible realidad, me hizo ha despertar el instinto de conservación. Alguno que otro de los Muestros contestaba aún. Las detonaciones de la Esperanza Ibanse haciendo más lentas, más de tarde en tarde. Comprendi gue como aquellos, también iba a morir. Una bala, otra bala, pualquiera, no sabia cuál, me iba a destrozar la cara, me iba a OR GRAabrir los intestinos. Agachado así, me pegué a la madera. Tenia deseos de que la madera pudiera abrir un regazo para esconder me en ella. Recuerdo que con las uñas me agarre al suelo y pegue to.
do el cuerpo, con deseos de laminarme, de desaparecer adherido. La BRE LAS sangre de Daniel me había manchado la ropa y me habia pringado la cara. Levanté la cabeza y lo mire. El sudor ya no corria. Conservaba la boca abierta, la lengua morada y gruesa. Los ojos enDIFUNTO BEAN treabiertos. Tuve rabia. Una rabia que me hacia enloquecer. Volvi a coger el mauser. No cesaba la fusileria. La Esperanza. de pronto, comenzó a bailotear y a torcerse. Me levanté sobre la borda para alzar el fusil. Senti un golpe en la mano. Fue un golpetaRICS DE zo tremendo. Contraje el brazo. Ví sangre. Vi la carne abierta.
Otro gopetazo en el codo. Otro. Otro. De pronto, un último gol.
TAJERO pe en el pecho y cai boca arriba sobre el charco de sangre. Traté de incorporarme. No me dolía la mano, de la que caia un chorro de sangre, pero la presencia de los huesos al aire, la vista de la carne abierta como una corola me crispaba en horror. De pronto un dolor agudisimo me partió del hombro. Me fué bajando por el an.
DIPLOMA tebrazo. Se me acereaba a la mano. Yo, con la misma rabia con la que había apretado el mauser, ahora me apretaba la mano heri.
prda. Con la izquierda trataba de ocultar aquel desfloramiento de la carne, aquellos músculos reventados. Por un istante no oſ los RIPOSA Didisparos. Me pareció que todo a mi alrededor habia desaparecido.
Ya no sonaba la metralla, ni siquiera recordaba que estaba sodre la Esperanza. Estaba idiotizado, sobre la borda, agarrado a la maro, crispado de horror.
Debieron pasar quizás dos minutos. Quizás dos años. Hay inses: tantes tan intensos en la vida que dejan un cansancio enorme en el espiritu no conoce el sueño. Pero la evaporización de sí mismo.
riza. El sueño no es nada más que una función fisiológica, porque el espiritu no conoce el sueño. ePro la evaporización de sí mismo, la huida del alma es algo que se presenta por el efecto de un gran contraste, de una gran emoción dentro de otra emoción. Si nuesITES, tros sentidos y nuestras potencias están aharcadas por una idea.
por una acción, por un sentimiento, y de pronto algo se realiza, un fenómeno de dolor por ejemplo, sobre nuestra carne, aquéllo, que erdadees como la condensación de todo el fenómeno nos rodea, acapara, atiae y absorbe la atención del espíritu y todo desaparece. Quedaas idiotizados.
No sé si pasaron dos minutos o pasaron dos siglos. Yo seguía agarrado a la mano, a mi mano destrozada, abierta, con los hueson pelados. La sangre, eso sí lo recuerdo bien, no salia en un chorro fijo, igual, de Folúnen parejo. Era una sangre de bocanadas.
Agarrado a la herida debi permanecer mucho rato. Me fui sintiendo como con sueño, con una gran laxitud en el cuerpo. Tenía deseos de tender me. Recordaba, como una idea a la cual no podia sujetarla porque me revoloteaba en el cerebro, que habia vivido una gran emoción. Sentia que los nervios los tenia flojos, rotos, como si hubiese pasado por un gran trabajo que hubiera puesto cansancio en cada uno de los miembros.
Miré al mar y vi que la Esperanza estaba encailada. Aquelle me volvió un poco en si. Ya no se oía el sonar de la metralla.
La vista del cadárer de Herrera me dió de nuevo la ser sación de algo real. Una cosa tangible, una tragedia concreta me rodeaba. Me acordé del dolor. al acordarme del dolor, el dolor volvió a dolerme. Sentía el brazo como plomo. Además, ahora lo percibia pegajoso. Ya el tibio correr de la sangre no me hacia impresión. Posiblemente la sangre se me habia coagulado en el bºa.
zo y toda la que salía pasaba por encima de una gran capa de sangre dura, negra, amoratada.
El suelo estaba rojo. Era un rojo de varios colores. Os que se quejaban. Miré más allá. Un pobre muchacho sacaba la lenga fuera de la boca y se relamía los labios. Estaba sudando y se ch :paba ei sudor. El que tenía la cabeza abierta, y que cayó respirando, habia parado definitivamente de abombarse. Nuevamente llegó a mis oídos ei sonido de la gran calma. Hubo un instante en que todo pareció volver a la normalidad. El silencio inmenso del manglar. Las gaviotas golpeando bruscamente los aires. El cabeceo de la Esperanza. Vi avanazr a Miguel Angel Obregón.
Estás herido?
Cuando se me acercó y le repeti la pregunta, me miró con una gran nueca de horror. No contestó. Se tocaba el pecho, so tocaba las brazos se tocaba la cabeza.
Parecíamos dos sonámbulos dialogando en medio de una gran locura. No, no. vos?
Yo le mostré la mano, destrozada. Obregón no la miró mucho.
Estaba fijo en la cabeza rígida de Herrera. los ojos del mejicano se quedaron mirando al poeta, con una gran infinitud de tristca, con una gran infinitud de rebeldía.
Subieron unos hombres por la borda. Ví a Obregón que hablaba con ellos. Yo estaba muy débil. No me levanté. Ellos vinieron hasta donde mi y me dieron a tomar algo. Aquello me reanimó.
Obregón me dijo que había que desembarcar. Eramos prisioneros del enemigo. Me importó lo mismo que si me hubiera dicho que era Domingo a Viernes. No le entendi. Mi espiritu estaba en descifrar por qué sentia yo el brazo tan grande, tan hinchado, con tanto peso. Conferenciaron de nuevo con Miguel Angel.
Después, kaleidoscópicamente, pasaron ante mis ojos otras escenas y otras cosas. Me parece que desembarcamos con algunos oficiales enemigos. Nos trataban bien. Eran deferentes. Yo por mi estado delicadisimo, era llevado con el mejor trato. Recuerdo que descendimos frente a una rancheria. Aquello era Coto. Me internaron en una choza. Tuve frente a mi una cama de hojas y nie eché. Sentía un gran sueño, un enorme sueño. La calma de la contornada se me había colgado de los párpados. Me eché sobre las hojas de plátanos y me pareció que todo iba marchando exquisitamente.
INFORMACION CABLEGRAFICA DE HOY MANAGUA 23. Dipais está en estricto estado de sitio y hay severa censura por temor le que ocurran levantamientos como consecuencis del asesinalo de Sandino y sus amigos. Da acuerdo con las informaciones de algunos diarios, el asesinato fue producto del temor que inspiraba Sandino, tanto por su un bición de dominia como porque en los últimos meses sus soas política, se inclinaban do cididamente al comunismo. Uno de los diarios pone en boca de Saadino, pocos días antes de a muerte, estas palabras: En Nicaragua hay tres poderes, es prosidente Sacasa, la Guardia Nacional y yo. Sinenbargº, en gran parte de la opinión pú blica se considera que el verda ciero motivo del asesinato fue el deseo de evitar futuras com plicaciones que podria originar is existencia del caudillo y, en general, hay cierta indignación ante la cobarde actitud de la guardia, LA ESPERANZA Bustillos lo hirieron. Un balazo primero, en el hombro, no Je hizo gran efecto. Otro, poco después, lo tumbo. Fue en aquel instante cuando la Esperanza comenzó a avanzar sin orientación hasta quedar encallada. Magdaleno quiso avanzar hasta frente a Coto, virar en redondo, aprovechando el remanso que formaha el rio, tomar la corriente abajo y escapar. Para hacer esta ma niobra había que sostenerse de pie sobre la torrecilla, maniobrar con presteza, con serenidad y con pulso. Lo intento, pero la bala era certera y la maniobra quedó trunca. Asi encalló la Esperanza.
Cuando me vinieron a levantar, ya había anochecido. Una noche clara de Febrero pigmentaba el cielo de estrellas. El gran silencio de la noche se llenaba con el chirriar de los fuegos prendi dos en el campamento y con el sonar. una gran orquestación ou da. de la selva. Me dijeron que tenía qie reconocer los muertos.
sali de la choza. Sentia siempre la misma pesadez en los párpa dos y el mismo sueño. Pero había una fuerza que me sostenía.
Algunas veces tuve que cerrar los ojos. Los árboles gigantescos del frente, habían comenzado a crecer mucho, macho. Pareciera que las ramas más altas se estaban llenando de estrellas. Me pareció que estaba, soñando. Miguel Angel me acompañó para que reconociéramos a los que habían caido en la brega. Estaban pues.
tos en hilera. Los tapaban con hojas de plátano. Obregón llevaba la lisía de los hombres. Algunos otros muchachos ayudaban en la faena. Un soldado contrario levantaba un tizón que tenia apenas una llamita muy pequeña. Levantaron las hojas de plátano del primero. Recuerdo que tenía una cara sin afeitar, con una gran baha sanguinolenta cayendo por las comisuras de los labios.
Luego otro. Otro. Otro.
Obregón iba señalando sobre la lista los nombres de los cai.
dos: Sergio Gómez, José Rivera, Miguel Ramirez, Pedro Jiménez Juan Vilches, José Jiménez, Abel Pacheco Emilia Pasa a la Páging MANAGUA, 23. La com municación oficial del Ministesio de Relaciones Exteriores a la Logación. nicaragüense en Washington, en relación con la muerte de Sandino dice: Debayle, Legación de Niearagua, Washington. Tengo la pena do iaforniar a usted que algunos ndiviäuos de la guardia dieron muerte antenoche al general Au gusto Sandino y a sus ayuaantes. Unanzou y Estrada a ie acompañaban; al tener no Licia del hecho, el señor presigente, bajo la más viva impresión, ordenó se siguieran con rapidez las averiguaciones ofia cales del caso a fin de esclarecer las consiguientes responsabilidades. Argüella, Ministro 90 Relaciones.
CONVERSANDO POR TELEFONO INALAMBRICO CON UA nos.
DA Viernes 23 de Febrero de 1934.
LA HORA 1934.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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