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contest s, el cote muchas sus os muy agtaed IENCIAS ARTES AMENIDADES COMENTÁRIOS EL VIEJO LOBO DE MAR rotos ea el presa cedía de Altana y cuando viajo por la Wasbekceer Chaussee, pasando por los barrios socialistas, en.
cuentro camaradas y conocidos de aquellos tiem.
pos; nos estrechamos las manos y nos reíamos casi con alegría.
a menos esa vez y continuó cuidando a su viejo ni.
no. como en realidad lo era; desafiante, mentiroso, autoritario, egoísta y pícaro como un pillete de la calle. Continuó aplastándoine en la más correcta forma de la clase dominante. Afortunadamente, mi hermana habaí llegad dinero. Habíase casado, contra la voluntad del anciano, con un judío. de este modo mi familia aumentó con un miembro que se atrevía a echarle en cara las verdades más desagradables. Mi cuñado Moses supo lo bastante para respetar a mi mujer; y desde entonces mis hijos estaban decentemente vestidos y aquella dis.
ponia vestidos de su agrado; porque después de volver de la guerra mi cuñado abrió una tienda en la vecindad progresista del bajo Rhin. Naturalmen.
te, él no pudo quitar al anciano de mis hombros.
se encuentra usted envejecido? Es cierto. mi specto no puede parecer juvenil. Se imagina a imbad el Marino joven después de librarse del an ano que cabalgaba en sus hombros. Conoce Ud.
famosa leyenda árabe del navegante que se apiaó de un anciano moribundo en una isla solitaria cómo el anciano salto sobre sus hombros, negánose luego a dejarle? Con su piel callosa levantó mpollas sobre la espalda de Simbad, cabalgando bbre él durante las comidas, sin abandonar su mon tampoco por las noches. Finalmente, Simbad pu.
librarse de su carga emborrachando al viejo es.
antajo. No sé si después le destrozó el cráneo con na piedra. De cualquier inodo el principe isleño lo merecia. En mi caso las cosas no terminaron jan mal. Más aún, mi jinete no podría haber sido mloquecido por el vino: lo conocía demasiado bien Sucumbió con una bebida más dulce, la vanidad, que o condujo a trascender los límites de la vida. Se uicidó para cabalgar sobre mi conciencia para siempre. Para siempre, comprende? El viejo quería con.
juistar el tiempo, dominarme mientras yo viviera legar a mis hijos las llagas causadas por su cabal nta. Desgraciadamente, hablo de mi propio padre, Tenga: vaciemos juntos esta botella de Pommard.
tiene buen olor. verdad?
MARECIA UN PATRIACA NO LO HA VISTO USTED.
Eori Un simple vino de la vendimia del 21, un vera Vo tan caluroso que se aflojaron las ligaduras y el de jisto usted nunca en mi despacho. parecía un pa.
arestiarca. Si había algo de noble es su porte, con su rondosa barba plateada, su cabello tupido y sus dos jos azules de friso, limpio y abiertos. Gracias a es. e aspecto retenía la mayor parte de la clientela porVeue, entre nosotros, sabía muy poco de leyes. Pero cuconocía todo lo relacionado con la pesca y la nave.
zalicequena de Cuando ocupaba el puesto de timonel en su turgs manos parecía el dios de los truenos en persona Sominando vientos, corrientes y canales que cam.
aumian según las estaciones del año, y sabía preparar ameromo un mago el cebo para la pesca. Se resiste a reerlo Le citaré algunos ejemplos: presentía los jue él deseaba pescar. Sus amigos aseguraban que Kratt era capaz de pescar salmones con botones de Japato. Naturalmente, el ejercicio de la profesión to prosperaba. Pero qué necesidad tenía él de la profesión? Me tenía a mi, a mis hermanos mayores.
eol querido doctor, el avance en la edad trae conligo el aporte de la experiencia; naturalmente, ellos endrían más sentido común que yo, un pichón a uien todavía llamaban el pequeño Jehann. cono cuando tenía diez años. SI NO HUBIERA SIDO POR MI VIEJA MADRE!
Pero en los primeros tiempos mi abogacía progresaba con una maldita lentitud; por aquellos días no teníamos memoria. Recuerda? El fósforo y la grasa se habían consumido en nuestros cerebros; no podíamos recordar nada. Entre tanto, para todos los que debían comenzar de nuevo, el derecho ha.
bíase hecho de lo más difícil. El código de propie.
dad, las leyes corporativas, el código del trabajo, se habían convertido en una materia en sí, con una infinidad de ordenanzas nuevas. Bien: yo cumplía mi parte y mi mujercita la suya. El anciano vivía como un gran señor gracias a sus dólares. Quiere creer que nunca me dió a mí o a sus nietos un trozo de jamón. Si no hubiera sido por mi vieja madre! En esa época podía conseguirse de todo, pero el dinero se derretía en las manos. Sí, entonces él prospe.
raba y yo trabajaba de la mañana a la noche en el verano, particularmente en verano, cuando no se gestaba mucha energía para la iluminación. El viejo descansaba en su barca, en las aguas del El ba, allí donde éste tiene la respetable anchura de un brazo de mar. De vez en cuando nos regalaba un pesca.
do.
Luego llegó la deflación. Ahora comprendemos todas estas cosas, la excepción de las causas que entonces nos inducían a recibirlas tan desesperadamente y sin esperanzas. Veinte dólares se convirtieron repentinamente en 48 marcos mensuales; además, terminábanse rápidamente. Vino a verme, altanero, ampuloso, con su barba patriarcal. Jehanne, me di.
jo, volveré al estudio. Tú sabes que la gente viene a consultarte sólo porque eres mi hijo; por lo tan.
to, debes ayudarme. Ese era el momento en que puede haber insistido en celebrar un contrato; me había cedido incondicionalmente un negocio en franco tren de decadencia; su valor pudo haber si do determinado el 19 de enero de 1919 en la terce ra parte del fctivo; hubira podido pagarle en cuotas mensuales el valor recibido. nada más.
Luego llegó el verano de los ciclones. recuerda? Los cielones arrasaban toda Alemania e inundaban a ésta de lluvias torrenciales. Pero se equivoca si piensa que el viejo tuviera algún accidente en su barca. Era capaz de prever el tiempo, como si cada hebra de su barba fuese un órgano sensible capaz de registrar la carga eléctrica de la atmósfera. Pe.
ro un día de baja presión, cuando los torbellinog rugian matando gente, la sangre inundó el cerebro de mi madre; murió en nuestras manos. él. Sa.
bía en realidad lo que había sucedido? De todas maneras, no reaccionó de manera extraordinaria. Se quejaba amargamente de la Providencia que le habia quitado la compañera de sus días, dejándolo manos de su hijo ingrato y de sus nietos mal nutri.
dos, en un mundo carente de todo sentido del deber. Puede usted imaginarse como odiaba su nuevo sombrero hamburgués y sus hermosos botines; el a.
ristócrata. Pero él no abrigaba la menor intención de hacer frente a esta tormenta solo; había vivido bastante y cumpliria su palabra de caballero. Comprenderá usted que prestábamos poca atención al viejo parlanchin, porque allí yacía el cadáver amarillento de su mujer, por primera vez, que nos acor.
dáramos, con un aspecto de paz, sonriendo tranqui.
lamente por haberse librado al fin del viejo lobo marino. Murió el miércoles por la mañana; y el miér coles y el jueves nadie prestó atención al viejo, todo giraba en torno a la muerte. Puede creerlo, sto excedía los límites de lo que el viejo podía soportar.
El jueves por la noche, con la mano cuidadosamente pulida, adornada con su correspondiente ani.
llo de sello, se disparó perversamente un balazo en la sien. Se imagina. Perdóneme la risa! Ahora dé.
jeme continuar. No puede darse una Tdea de como gozo riéndome de él. Está bien ahora recobro la respiración. Se suicidó para señalarme indeleblemente con una marca de vergüenza y desagradecimiento, para cabalgar eternamente sobre mis hombros en la forma de recuerdos y remordimientos.
TREPO SOBRE MIS HOMBROS, PASO LAS PIERNAS EN TORNO.
LA INTOXICACION DE SU VANDAD SOBREHUMANA FINALMENTE.
Aun así, hubiera hecho por mi padre mucho más de lo que él por ayudarnos a mi esposa y a mí para hacernos más llevadera la brutal lucha por la vida. Recuerda usted todavía cómo se pagaba el trabajo intelectual entre 1920 y 1923? Bien; perdí la opor.
tunidad. Ese fue el momento en que el anciano ro.
gó a Simbad que le llevara sobre los hombros hacia el mar. artial, el momento de establecer el yugo. Pero yo no veía nada más que un padre y un hijo. Trepó sobre mis hombros, pasó las piernas en tornó a mi cuello, lo tenía sobre mi espalda. Porque prometi ayudrale. Me sentía incapaz de contestarle friamente, como correspondía. Era el pichón, el pequeño Jehann. y en segundo plano veía a mi madre, esa delicada mujer canosa de la que recibí las únicas caricias que recuerde de mi infancia. Ella se transformó en la prensa con que mi padre me exprimía. Si trataba de economizar para mí, él volcaba su tormenta de ira no sobre mi. no se atre.
vía, sino sobre ella, por la ruindad e ingratitud de sus hijos. Insistía en continuar llevando su vida de señor, exigía una botella de su vino predilecto en la mesa. Cada gota de aceite inferior en su roast.
beef servía de tema para un amargo comentario, Exprimía de mí 500 marcos mensuales. Nos alimentábamos con carne de frigorífico; él no la probaba. Yo compraba mi calzado en las liquidaciones, el tinuaba visitando a su zapatero, que confeccionaba el calzado a medida para sus pies aristocráticos.
menazaba con contar a mis clientes que su hijo ingrato lo dejaba morir de hambre. Quinientos marcos por mes! DICIENDO LA VERDAD NADIE LO HUBIERA CREIDO.
CUANDO NORTEAMERICA ESTABA POR DECLARAR LA GUERRA.
ER Uno fue a América; el otro, más lejos a Bre.
hen, y usted no imagina la distancia que en un tiemIT separaba a Hamburgo de Bremen. El Lloyd lle.
reaba una pequeña guerra privada contra la Hapag; bi hermano ingresó en el Lloyd, aún está allí y le a muy bien. Pero en un tiempo mi padre defendía pertos pleitos de la Hapag, de poca importancia.
Manejaba negligentemente los asuntos, con la nano izquierda, en tanto que con la derecha empu.
haba el timón de su embarcacion. Las grandes mpresas no toleran esto; opinan que pagan por los srvicios de ambas manos. mi hermano Otto, que staba lejos, esto no le importaba. Bien: me hice reldargo del viejo bufete apenas regresé de la guerra.
firmt En el transcurso de ésta, mi hermano residente en Norte América le envió dinero, mientras pudo.
lo Cuando los Estados Unidos estaban por declarar la fuerra tuvo una idea luminosa, depositando en un mpreanco holandés 1500 dólares a nombre de mi padre, tes dara serle pagados en cuotas que no pasaran de 20 Jólares mensuales, de modo que en cualquier caso de alcanzara durante la guerra y algún tiempo más, Le Legún le escribió.
Pero el espectáculo comenzó recién después del rmisticio. Mi hermano no se queda dormido; por so le admiré siempre. No sería posible adelantarle aás dinero, le escribía; no tenía más. Ahora le va hejor. No es precisamente Teliz. Pero quién es oy feliz con excepción de los niños y los cachoFros? Yo me recibí de abogado y el anciano obtenía u renta en dólares. Mi mujercita y yo criábamos los hijos. Los conocimientos de leyes que uno re, uerda al salir de la inmundicia de las trincheras Jueden caber en esta copa. Algo sabia de zapar y co.
ocar minas, de la defensa contra los tanques y más ún del arte de exprimir los últimos esfuerzos (por centavos al día) de hombres poco menos que ompletamente exhaustos. Nos retirábamos a través le Lorena con divisiones norteamericanas pisándoos los talones, amenazados por escuedrillas de avio.
Les con los huesos hechos una mermelada. El kaiser abia escapado. Mi compañía. 43 hombres des.
ués del gran ataque. me seguia, no tanto por 33 espeto, sino porque yo trabajaba sobre la cocina e campaña. No Seré justo conmigo mismo. Los mu.
hachos me querían y yo a ellos. La mayoría proN El proyecto era perfecto. Pero trasladó su fantasía a un mundo de realidades, sin comprender por un momento que descendía de mis hombros. Si só.
tras saboreaba la dulce victoria dela muerte, si sólo hubiera observado el libro de mi contaduría mien lo hubiera observado que consumía mi ingratitud al compás de 500 mareos mensuales, sin hablar del alquiler de su atrayente chalecito de cuatro habitaciones situado a orillas del Elba y las cuentas por las composturas de su barca que llegaban a mi estu.
dio y eran satisfechas sin la menor protesta! Pero él nunca veía a su alrededor; como dotado de un reflector, sólo observaba lo que le agradaba, ilumi.
nándolo con los rayos magníficos de su brillante personalidad. Dejó una carta dirigida a mi nombre. Mi esposa la quemó antes de que llegara a mis manos.
Juró no enterarme nunca de su contenido y cuando una mujer como ella jura puede apostarse tranquilamente que no dirá nada. Así me libré de él. La in.
toxicación de su vanidad sobrehumana finalmente aflojó la posición del viejo lobo de mar. En los pri meros instantes su espectro no procuraba desvanecerse y dejarme libre. Porque debía hacerlo? Pero luego tuvo oportunidad de trasladarme a esta gran ciudad bulliciosa, que no repara en fantasmas. En dos horas transformé mi existencia y nunca me he arrepentido. Este invierno haré con mi mujer el primer viaje largo desde la terminación de la guerra.
Nunca hubiera podido tratar de hacerlo, mientras él vivía, porque amenazaba con contar a todos que su hijo Jehann iba a divertirse a Madeira y alimen.
taba al viejo padre con carne en conserva. La gen te le hubiera creído y mi vida hubiera quedado deshecha primero social y luego económicamente. Pero ahora en mi fuero interno hay algo de Simbad el marino. Después de todo soy su hijo y puede imaginar con qué amargura observo en el puerto de Hamburgo los grandes transatlánticos, exhalando el perfume de lugares lejanos, la fragancia de palme.
ras y monos, de grandes frutas jugosas, de mangosárboles de pan y el centelleo de las grandes con chas marinas que usted pisotea despreocupadamente, caminando a lo largo de la playa.
odig ¿Supone usted que de contradecir sus mentiras alguien me hubiera creído. Ni un alma. Allí esta.
ba él con sus francos ojos azules, con su patriarcal barba plateada cubriéndole el pecho, un señor de la clase dominante, una imagen sin mácula. Ningún a.
gente naviero, ningún corredor o comerciante hubiera podido advertir que él pesaba sobre mis espaldas, que yo perdía por él mi cabello, que mi mu.
jer habaí adelgazado casi tanto como en el tiempo de la guerra. Sí él pescaba salmón en el Elba con botones de calzado y se conservaba esplérdidamente a pesar de sus 72 años. Mi madre se consumía afli.
giéndose por mi; antes de explotarme, la había mortificado a ella.
Cuando ella cayó enferma amenazó con pegarse un tiro si moría, porque no habría nadie entonces que se preocupara del pobre viejo y seguramente no intentaría exponerse a la misericordia de su hijo tinuaba visitando a su zapatero, confeccionaba mado por él valía por tres de los yo me permitía.
Pero mi querida madre recuperó la salud por lo Por ARNOLD ZWEIG BADO 30 DE MAYO DE 1936umento es propiedad de la Biblioteca Na a national Aiguel donanope sam ma Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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