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0178 GION 00 OE 10 O 0 100 fencias 00 ΟΞΟΣ 000 ΙΟΕΟΕΟΕΟ: 00 0 OO artes Amenidades Comentarios 10 Mis Condenados a Muerte Mis MU Polic. GOBERNADOR DE VALENCIA, FRANCISCO RUBIO, RELATA UNA NOCHÁ DE TERROR EN EL TRIBUNAL REVOLUCIONARIO DE MADRID Por Francisco RUBIO escena. Los textos llaman notificación de sentencia a esta faena de verdugo. En primer ntiquo estudiante de la Sorbona de PaNuestros jurados armados, habían interlugar, conforme al privilegio de su grado, vi cial de la Legión de Honor francesa, venido. La audiencia había continuado. Yo bajar al coronel Canedo. Aparecieron en prihoy en el destierro el crimen de haber escuchaba, a pesar mío, a través de la ventamer término sus piernas. Esta vez, llevaba un lido oficiales rebeldes que se entregano de iglesia que la noche había oscurecido pijama. Sus manos temblaban. Para aseguque buscaron bajo mi toga su salvación.
y que no vertía ya sino ei frío de la muerte rarlas, o enfriarlas, cogió las barras de la reabogado en Madrid, Republicano, fui entre mis espaldas. Yo escuchaba, y oía frenja que nos separgba. Preguntó: ado después de nuestra Revolución de te a mí, del otro lado de la mesa, que el acta. Qué es lo que hay?
LA CA pobernador civil de Valencia. Pero la de acusación reclamaba las tres cabezas. Ca No he tenido suerte respondi. PESE de incendio se produjo en la cárcel nedo, Marcelino y López, los tres rebels es. Fué dictada la sentencia?
taban sentados contiguamenie. Detrás de ellos. Si.
de Madrid, en donde habían sido enla sala estaba llena de milicianos en mono Entonces, ya veo. Es inaudito!
os los prisioneros políticos. El fuego haarmados de fusiles y de revólveres. La mayoMe tomó las manos. Sus palmas estaban lo dominado. Mas los detenidos polítiría, somnolienta. Cuando uno de los tres acusudorosas. Traté de pronunciar: leron acusados por el rumor público sados se levantó a su turno, y avanzaba haSed valiente.
ber provocado el incendio, a fin de pocia el estrado del Tribunal, para responder al Quise era todavía mi deber leerle el jadirse a favor del toque a rebato y uinterrogatorio, su sombra, proyectada por la texto del veredicto. Me detuvo: al ejército de Mola, en las puertas de lámpara situada detrás, le precedía, y abría Inútil.
los milicianos sitiaron la prisión exila marcha, silenciosamente. Es necesario que usted firme.
que se les abriera las puertas.
El coronel Canedo estaba vestido de ci Démelo.
Algunos colegas del colegio de abogados vil. Llevaba una camisa de deporte sin corFirmó. Como supremas voluntades, me adrid y yo, acabábamos apenas de sa bata. Hubiera podido tener el aspecto de un pedía los auxilios de la religión. Su mujer y la noche de la cárcel, después de una hombre que regresa del tennis, pero el cuello sus ocho hijos se hallaban lejos de Madrid.
y vana diligencia, cuando las puertas abierto de la camisa evocaba otras ideas. Era Ninguna esperanza de verlos.
forzadas por el populacho. Los ejecutoDO Kc bin destruído los rchivos, libertado en de pequeña estatura. Había ade cazado. Una le llegó el turno al capitán Marcelino.
barba de varios días le daba la fiebre demaque estaba tan sombrío. Este debió pensar en a los condenados de derecho común crada de los tísicos. El sudor subía a su calla muerte para recibirla con tal fuerza: terminar con todos los detenidos polivicie amarilla, a sus sienes. Sus manos se ha Ya sé, ya sé me dijo en cuanto bajó En vano, la Junta revolucionaria, que llaban largamente humedecidas, dándome el último escalón.
laba el Colegio de Abogados de Madrid, cuenta de ello por los papeles que borronet No tuve suerte.
ODA, intentado interponerse para impedir la ba y me hacía pasar. No cesaba de escribir. Hay que firmar?
za en vano, mis colegas y yo habíaConservo algunas de sus notas. Pero hoy toFirmó con una mano tan tranquila como. Teruelto a la cárcel modelo, con el minisdavía, me encuentro en la imposibilidad de si hubiera rubricado exactamente un acta ciJusticia y el presidente del Tribunal Suleerlas. La esperanza era demasiado viva, vil un consentimiento. Pero, en el momento de y se en medio de los tiros y de los gritos demasiado ciega. Diga esto. Lo dije. Me dejar la pluma, reflexionó: víctimas. Entonces, tuvo lugar, súbitaparecía que ningún hombre podría escuchar Es que cambio de traje. Qué es lo un Consejo de ministros extraordiname sin tener piedad. sin embargo, pronunque usted cree. Bah! Para qué. Voy. Ral La embajada de Inglaterra adaba ciaron el veredicto de muerte.
a quardar este pijama. No, no. No quiero blar, en nombre del Cuerpo diplomático Cuando el coronel Canedo bajó del esver a mis chicos. mi esposa solamente.
ariedaazando al gobierno de ung intertrado, tenía un semblante feliz, las manos meDos o tres veces ya, el capitán Marcelino Fernn inmediata de las potencias, si no se nos febriles. Después de él, se levantó el cahabía podido recibir a hurtadillas la visita de pitan Marcelino, un mozo moreno, musculosu joven compañero, gracias a la extraordiRafsi se constituyó el Tribunal revolucioso, con cabellos rebeldes, y que me dió basria abnegación de una obrera de 23 ante el cual se me había llamado para tante trabajo. Nunca había visto a un hombre años, que formaba parte, como miliciana, del Ecto, pipeñar un difícil deber. Fuimos requerimás duro, más recogido. todas mis preguncomité revolucionario de la cárcel.
astill is abogados del Colegio de Madrid patas, no me había respondido sino por frases Apareció entonces el capitán López, siem defensa de los acusados. recibí mi evasivas. Parecía decir:. Para qué tantos forpre en su uniforme usado de artillero. Pero onducto redactado en la siguiente formulismos. Era, sin duda, lo que pensaba.
vino a mí con un movimiento que me haría riedad requerimiento del Frente Popular y pero nadie lo habrá sabido.
todavía sollozar; a través de la reja que nos diaslegación de la Junta revolucionaria, del Este hombre no dirá nada.
separaba, y que nos impedía abrazarnos, me lo de Abogados de Madrid. se ha desia Pido una suspensión de audiencia, a tomó la cabeza en sus manos, y me atrajo al Letrado FRANCISCO RUBIO para acfin de poderlo hacer examinar por los médihacia él: omo defensor ante el Tribunal Popular cos. Pero se negó a ello. qué? interrogó.
tuído en la Cárcel Modelo, durante el Alquien gritó en el patio. Hice cerrar el No dijo nada más. Pero yo sentía su braMore de las de la tarde, en el dia 23.
postigo de la ventana, que había permanecizo, que temblaba, estrecharme la nuca. Yo tese requiere a las autoridades y milicias do abierto. La angustia de los aritos de lo nonía la frente aplastada contra la barra. Su boBoras de la república, para que se le che me perseguía. Después del capitán Marca temblaba también. Cerró largamente los Ja la libre entrada y salida en el recelino, fue el turno del capitán López, el últiojos. Le escuché pronunciar solamente: mo de mis tres inculpados. El capitán López Mi hijo!
kuria, inspirada por sus sentimientos rellevaba un uniforme usado, descolorido, de También él pedía recibir los sacramenanos, se les (sic) escude con todo resartillero. Era de alta estatura, de tez muy ma to y ver a su mujer. El coronel Canedo abra te, un apuesto muchacho tranquilo y abierto.
y cerraba las manos. Hasta el último momenDe los tres, el que parecía ser más amado por to, había quardado su esperanza miserable.
El Secretario del Tribunal.
la vida. Antes de su interrogatorio, me había Así pasó media noche. La ejecución dena recuerdo que la noche había llegado. Soconfiado su reloj de oro y sus alhajas, encarbía tener lugar al amanecer.
abian la altura del techo, una bombilla desnugándome de entregárselas a su esposa. MienUn padre dominicano, igualmente prisiobada spedía su luz fría. El hilo de carbón era tras respondía, yo observaba su perfil. Raranero, fue requerido como confesor, e introdula na visible. Tenía en el corazón la anmente he visto una nobleza igual. La mejilla cido en la celda. No tenía como toda vestiertat que no nos abandonaba ya desde que mal afeitada no lograba envilecer su rostro.
menta, sino una camisa desgarrada, un panvigilmos escuchado los fúnebres disparos.
Todavía hoy, después de mi derrota, tentalón que le llegaba a la rodilla y unas alImpara araña que colgaba del techo no goi concencia de haber conducido el combapargatas rotas. Procedió a las confesiones y apagarse, ni de día ni de noche. Recuer te con todo el valor que podía hacer en mí.
se marchó luego agotado por los nervios, casombra que reflejaba en el suelo, la Creo haber desafiado a la muerte. Contra tosi desvanecido por la emoción.
ta de sus cabezas inclinadas, ante los da prudencia, en una atmósfera tan apasionaYo salí también algunos instantes deshombres que no pudo arrancar a la da y ante semejante jurisdicción, había hecho pués, para recibir en la puerta de la cárcel citar como testigo a un oficial del regimiento a las mujeres de los dos capitanes, que habiade mis inculpados el superior de los dos camos hecho buscar por un carruaje de la poan tres oficiales del regimiento de artipitanes, que llevaba una responsabilidad tan licía. Bajo el farol de la entrada, las dos infea caballo, acantonado en el campamengrave como ellos, pero que había sabido sallices se apearon del coche negro, rodeadas Carabanchel, tres rebeldes; el coronel var la pelleja, y pasar a tiempo del lado de por los quardias armados. Eran jóvenes y esHo, comandante de la unidad: los capilas milicias. Había venido del frente del Guataban vestidas de negro. Una de ellas parecía Marcelino Díaz y López Varela. El corodarrama con su uniforme de miliciano. Tenía una niña. Se prendieron a mis brazos, e hicistaba inculpado por rebelión de su unitoda la sala con él. Ahora bi en, yo lo había mos juntos el camino de la galería resonante el capitán Marcelino Díaz, por haber hectormentado, pormenorizando un interrogatoque tenía luces de túnel, y que conducía a la irar sobre la ruta de Madrid: el capitán rio que le hacía torcer las manos, lanzar, de celda. El grito de vela. Centinela: Alerta. Varela, por haber abierto el fuego soderecha a izquierda, miradas de hombre perhacia temblar las lámparas espaciadas. Luedido. La sala había hecho frente contra mí, go, la respuesta en eco. En alerta. ría la muerte.
como bestias que se azotan.
El capitán Marcelino, que era tan duro, limi Tribunal actuaba en torno de una meConcluí declarando: a su mujer sin decir nada, la hizo senforma de herradura, los tres magistra Vuestro lugar no se halla en el banco tar en el banco, a su lado. permaneció en que formaban el elemento judicial, de los testigos; desde ahora, esta aquí, en el lazado a ella. No lloraba. Miraba sus sandaron dos de los miembros del jurado: de su banco de los acusados.
lias de cáñamo. Una vez solamente le escupuha a su izquierda: dos hombres de la Elevar semejante acusación de mi banco ché murmurar: I. dos delegados de la Unión Republide abogado ante un círculo de jurados y de Es un accidente de la vida.
Erasl, dos comunistas, dos miembros de la Izasistentes armados, y contra un combatiente El capitán López tenía a su mujer en sus pada Republicana, dos hombres de las Jude las milicias, equivalía a un suicidio. Pero rodillas, y la besaba como a una muñeca.
des Socialistas Unificadas. Yo tenía un calor me devoraba, que se semejaba al de Repetía: che inmediatamente a mi derecha. Como los la fiebre, al que impulso a arriesgar su vida. Perdí. Preciso es que pogue.
to llevaban pistola ametralladora en el Mi defensa resultó vana. Salvé a otros.
Luego continuaba más bajo, los labios grad Detrás de mí, en mis hombros, sentía el No a éstos, que quería fraternalmente con toen los cabellos negros de su compañera.
al que dejaba pasar la alta ventana con la da el alma.
Se oía rechinar la pluma del coronel Cato claridad del día. las cuatro, durante nedo, que, muriendo si nhaber podido abraspensión de audiencia, los vidrios comen II zar ni volver a ver a los suyos, no cesaba de a temblar bajo clamor de la turba, escribir cartas, de romper papel.
continuaba sitiando la fachada de la priFuí yo quien les significó veredicto que Era yo quien debía separar a los espopara impedir que el Tribunal popular delos condenaba a la ejecución, veredicto afirsos, poner fin al abrazo definitivo. Antes de la ma Ira, pidiendo a voz en cuello que se aca mativo sobre todos los puntos del jefe de reseñal del pañuelo que debía hacerme el carcon los que querían arrancarle sus vícbelión. Se me introdujo un poco antes de me dia noche en la celda reservada a semejante Pasa 14 Pág. SEIS IRTES DE FEBRERO DE 1937, LA HORA PAGINA TRES Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
JL en Scandidesa de agosto de 1936.
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