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EL PACIFICO necesaria entre nosotros, sea mecen la vista de una alfombra gris, luble, la del matrimonio; sublime jor dicho, en la capital.
blanda cómoda para el paseo, y institución que salva la sociedad de Allá que la mediten y le den donde cortos intervalos convidan su naufragio en el mar de las pasioforma, al descanso sofaes la rústica, bajo nes.
Allá que vean si es el momento la sombra de eterna primavera que Es necesario, pues, fijar nuestras de hacerlo o nó.
ofrecen sin cambio de estación esa miradas en el Paque como una mearboleda, cuyos enlaces, contorcio dida de gran trascendencia social.
nes formas caprichosas, unida al De cier matrimonios, cincuenta se CHARLA verde oscuro de sus hojas, forman hacen en los Parques; de coosiEl Parque, reclamado por el arcon el azul trasparente de los cie guiente no debemos descuidarlos, diente clima del Puerto, embellece los, el panorama de la Naturaleza. sino aumentar su fuerza de atrachoy el centro de la población, Su alumbrado es bueno, el aseo ción, personificando si es posible, Ya el viajero apartará, un mo y riego se hacen con esmero, por las Hores, por medio del calcivó.
mento siqniera, sus miradas de ese un jardinero que cnida de ello como personal.
fondo uscuro que dibuja el porvenir del pecho que lo natre, sintiendo, Qué seria de nuestro Parque si los azares de su vida, para conese amor del niño que ama al sér sus flores sepresentasen por medio templar el panorama que presentan qne do alimenta, y nada faltaría del cultivo tantas beldades como las formas caprichosas de árboles, tan bonito cuadro si extnviesen re hay en cada población, formando gigantes, que se mecen blanda producidas en sus flores la imagen todas en su conjunto el pensíl de mente, acariciados por la brisa, de las bellas porteñas, como pudie Costa Rica. baten soberbios con aieten de águira hacerse, designándole cada fa. No es verdad que nnestros la sus nerbudas ramas, azotadas por inilia, para su cultivo, pequeños lo Parques se daría cita todas horas recia tempestad.
tes doncie capricho. ostenten vis la créme de la sociedad?
Un siglo ile vida, y aun son jótosas parásitas, hermosas flores y No tardará día en que los Par: ves, robustos, lozanos; ellos se en todo lo que sea fiel remedo de sus ques seau la fotografía de la societienden y dejan oir su risa sařčásti encantos y gracias.
dad, donde encontremos la sem.
tica, a la vista del ser humano, canNo deseriideinos el Parque, por blanza de la persona en la flor de su sado y decrépito la mitad de su que él ejerce una misión sociul y cariño. Demos el primer paso de edad.
moral esta revolución en Puntarenas, no Raro contraste: dura y vive lo Las flores, la música, son el len sólo para que las flores nos den idea que impasible deja correr el tiem gnaje del amor, cuyo poder miste exacta de las personas, ya que el rioso despierta el corazón de esa perfume sólo ha podido revelar muy po; perece o muere lo le que opone resistencia.
insensibilidad letárgica con que lo someramente sus inclinaciones, sino La marcha de los siglos desdeña adormecen los negocios, los cuida también para dotar de más fuerza lo que no le opone fuerza y postra dos, las brumas de la vida, y al atractiva esos centros de solaz y viу lo despertar en brazos de un placer, da, que merecen boy la atención resiste su dominio.
que De allí es que el hombre, ese gitan inoeente y poro, los sentimien preferente de todas fas paciones gante de la creación, bajo cuyo dotos generosos reemplazan el sorii cuitas.
minio está todo lo creado; ante la do interés y la caridad ardiente, en Veoid todos, asi la alegre marifuerza del tiempo, es un pigmeo veż dei frío egoísmo, subliman el posa que revolotea en torno de la que, arrastrado por esa corriente espíritu que en forma aerea y vapo llama, como el tímido gomoso que vertiginosa, es obligado confaudir rósa, busca el ser querido, el sêr de acaricia tembloroso los pétalos de su nacimiento con su ocaso.
sus afectos, mitad de su existencia. la flor. Ya es hora del recreo, susAllí la encuentra seductora, pues pended vuestras faenas y venici al Pero volvamos al Parque. Rodéalo una verja, cimétrica en su realzan sus gracias y encantos, los Parque. Las bellas porteñas se dan forma, cuyo color de esperanza de pálidos, tintes de laz propia, las flo. cita y al compás de las notas musija entrever lances de oro; al centro res, la brisa, la armonía; seres ala cales ostentan sus gracias y encan.
se destaca como un nido de palodos que en torno de ella fascinan, tos, desdeñando los besos de Fabomas, su pequeño kiosco doude las atraen, sedacen y cautivan. Las nio, que llevan ocolto el dardo de bandas ejecutan con gusto artistico inclinaciones, las simpatías, los sen Cupido.
la fantasía de tantos célebres artis, timientos, los afectos que mueren al Ved cual se mueven, gallardas, tas, que en alas de la fama, traspa dez la duda; allí donde el amor ble talte como mimbro, sin permitir nacer, si están velados por la timi esbeltas cual palmeras, mecen flexisando los límites «ic la contingencia y de la muerte, gozan vita inmor convida y todo respira puro amor, que el blando céfiro dibuje sus cóntal. Sus calles, como deben ser en toman la forma de hermosa reali tornos, modelo de escultura y sólo to Parque, talladas en arenia, ofre ldad, que le da vida eternal, indiso casi por compasión Fuelven los ojos vence Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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