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EL PACIFICO חו 11 su acOSAlberto la había conocido en baile. Joven, buen mozo, galanLas horas pasaron con teador sin rival y de no escaso ta tumbrada rapidez. la linda moleto, pudo conquistarse en pocas renita le parecieron un siglo, y horas las simpatías de la hermosa cuando vió llegar la noche con su morena, pero nada más.
resplandeciente manto de estrellas La habló primero de flores y y su bellísima luna no pudo repriaves, de música y poesía, usando mir un suspiro de satisfacción.
de esa fraseología elegante satura Desde largo rato antes, reclinada da de cierto sentimentalismo, que en uno de los divanes de la sala, tanto fascina y encanta las be. toda tapizada de seda azul, aguar.
Mas, y concluyó por declararsele, daba el momento en que Juana, su fingiendo una paciente pasión, y doncella, apareciera descorriendo vacilaciones, sueños y esperanzas. los magníficos cortinajes de la puerY ella le había oido sumida en ta y anuncinse al ansiado joven.
uno como divino éxtasis. Aquellas Ya había pasado revista con la frase, saunque estudiadas, semejan mirada a los mil juguetes preciodo dulcísimas notas de sonora mú sos que adornaban el aposento y sica, poblaron su mente por un los ramilletes de fragantes flores momento de un verdadero enjam que se destacaban sobre las mesas bre de ilusiones, baciéndola soñar en pintorescos jarrones de Chiva, en mundos ideales. Sin embar cuando volviendo el rostro, se encontró frente frente del amado go, guardó silencio acabó por abandonar la compañía de aquel gade su corazón.
lanteador irresistible.
Alberto!
Pero Alberto era hombre que ja Adela mía!
más se daba los dos enamorados cambiavencido.
por Es cuestión de días, se decia él, ron una tierna mirada, suspiraron agregando como satisfecho: la en la embriaguez de la dicha y coverdad no ha comenzado mal el menzaron decirse mil cosas en sitio de la plaza; ya verán los im ese lenguaje mudo cien veces más béciles que me han puesto frente elocuente que las más elocuentes esta tímida tórtola como me sal palabras.
go con una de las mías.
Cuando Alberto regresó a su habitación llevaba prendida en la soMás, el antes afortunado doncel, ahora veía siempre fallidas sus eslapa del chaquet la camelia blanca que por tanto tiempo Labía ambiperanzas, Cien veces la pidió co cionado, y con cabeza repleta de mo gran demostración de cariño la ilusiones, el corazón palpitante blanca camelia que ella le vaba diariamente prendida sobre de felicidad, no soñaba sino en moel turgente seno, pero siu lograrlo.
mento de pagar su novia aquel Ni una sola concesión, ni un soobsequio ante un Ministro de la Ley.
El seductor había caído en sus lo favor le hizo, y ante tanta resistencia se dijo: decididamente propias redes.
aquí fué Troya! DE AMADOR. principiaron llover los billetes perfumados, las tiernas súplicas, las poesías sentimentales, las sereAhora la adoraHISTÓRICO ba muy de veras.
Una mujer fue la causa Por eso vemos Adela aquella de la perdición primera.
mañana despertando enamorada No hay perdición en el mundo recreándose en la contemplación de que por mujeres no venga.
la naturaleza, en medio de los cas(Cantar popular)
tos entusiasmos de su alma.
Un día que Adán se ballaba sentado tranquilamente la orilla de una fuente comiéndose una guayaba. llegó Eva y con amor le dijo de esta manera. Adanito yo quisiera que me hicieras un favor. Un favor? Con mil amores. Qué te ocurre, Evita hermosa?
Que tengo una sed rabiosa causa de estos calores. Para apagarla, esta fuente te brinda agua cristalina. Agua, nó. Quieres, monina, mezclarla con aguardiente. Ay, Adán! yo tengo gana de comerme una manzana de aquel árbol. Estás loca?
De la fruta prohibida por tu Dios, quieres comer. Sí. Pues si te llega ver el Señor, estás perdida. tú comerás conmigo un poquito. Vo. Jamás. Anda, monin, ya verás, que rica. Que nó, te digo. Tanto y tanto porfio en que había de comer, que al fin consiguió vencer, y Adán, vencido comió.
Empezó con ceño adusto, pero en cuanto hubo probado de la manza un bocado, se relamia de gusto. Qué ricas son. Son muy buenas!
decía Eva entusiasmada!
Total, que de una sentada, se comieron tres docenas.
Dios que los veía, quiso su pecado castigar, y de allí los mando echar.
Ya fuera del Paraiso, emprendieron nueva ruta; Eva lloraba y gemía, el pobre Adáu la decía. Lo ves, mujer? Por la fruta!
Adán y Eva natas amorosas.
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