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2 LA PRENSA LIBRE del Domingo LA PRENSA LIBRE. sus vigilantes. En efecto, Haid Rciduab en su prisión lo escu nada laba señal de vida en sus ja respondía sus sonrisas; du chaba con una especie de placer) vagas profundidades; de pronto rante largos ratos fijaba la mira melancólico; era la voz del padre el Marabú de Sidi Okba alzó la REDACTOR, da en su rostro, como imploran de Haidja; sus acentos eran co voz ronca; un temblor estremeansique Loinaz dei Castillo.
do la libertad que en la existen mo la evocación de la joven, coció el aire; se sentía acercarse la cía árabe se le niega la mujer, mo una parte de ella, y esto le alborada. Los camellos y los Domingo, de Noviembre.
que no es más que una esclava. consolaba y le robustecia la pa jumentos de las caravanas que Reiduab, por su parte, inter ciencia.
habían llegado la víspera para Cuentos pretó de este modo aquel idioma Al concluir los ocho días, el fuentrar en la ciudad, que descanmudo: soñó con darle la libertad rrier regresó al despacho y rea saban en espera de la apertura de Francia la criatura ideal cu pareció en la azotea tentadora, de las puertas, empezaron moya belleza irradiaría únicamente bajo el cielo de inmutable azul. verse, los arrieros se desperezaLa hija del marabú. tarse con una última y larga mi en las tinieblas del fanatismo mu Haidja vino también, más lige. ban y sacudían sus vestidos emrada.
sulián, en las cadenas de un ma ra, más comunicativa, inás lán polyados.
Desde hace algunos meses ai qué ojos tan profundos frido brutal, en las cadenas de guida, más hermosa que nunca. Respirábase un fresco delicio.
campamos la sombra de las for. Al mirarse en aquel espejo creía oro de un Harem. Aquí allá Sonaban alegremente los anillos so.
El furrier salió en medio de la tificaciones de Kairouan; y esta se llegar hasta el corazón mismo sería en una prisión donde los o de plata al rededor de sus piés vieja ciudad mulsumana, virgen de la joven.
jos bellos y grandes de aidja se desnudos; los rayos ardientes de tranquilidad del campamento, es. de todo contacto extranjero antes, Yo muchas veces me dirigí iban apagar dentro de poco. un sol de fuego aldeaban la at quivó las fortificaciones, tomó el.
de nuestra llegada la recorren la azotea y admirado de la belle Haidja adivinó el efecto que inósfera de pasión en torno de la camino arenoso de las tunas. Un au gentil africana. Ella veía las tri árabe vestido de harapienta túahora nuestros soldados: visita za de la flor africana, dejó de sor producía, y esforzábase en prenderme que inspirase una pa. mentarlo. las horas que no le bulaciones del furrier, y más y nica estaba inmóvil la sombra mos sus mezquitas misteriosas; pasión tan ardiente Reiduab. Te era posible subir a la azotea, se más alentaba su locura, de un olivo. Reiduab, acostumseamos sus calles solitarias.
nía quince años, y esta edad en agitaba detrás de las celosías de Pobre corazón del hoinbre, brado ver así los árabes, SoHoy, las cinco de la mañaese país la mujer es más arreba. madera esculpida, a través de las que la mujer puede trastornar así, ñadores y silenciosos, no se fijó na, las murallas de la ciudad santadora que nunca. Anillos de cuales relampagueaban sus o y que en su embriaguez insensa en él. Llegó al aljibe monuta repercutieron al golpe de sor.
da detonación; era un marabú plata adornaban sus piés desnu jos.
ta olvida la razón lumincsa, la mental de los Aglabitas, lo tras.
dos, y un collar de coral se en Otras veces, al ir sacar agua fuerza, la sabiduría. De rodi pasó, y en un instante estaba en que fusilábamos.
roscaba su cuello. Ondulaba del aljibe, cerca de una higuera llas, como un vencido, está de la zaouia derruída. De amor y Escondidos en su albornoz se su talle bajo los pliegues descui verde que crecía en el centro del lante del ídolo efímero. Nó, és de emoción se le henchía el peencontraron algunos cartuchos de dados de la única tela que lo cu patio de mármol blanco, enviaba te no es ya un hombre, porque cho. En el dintel, sola, estaba revólver franceses, y sospechandose a no los había podido probría, el capricho del aura ceñía sus cariños al enamorado infati ya no es el rey de sí mismo. Por Haidja.
veces sus formas perfectas. gable que olvidaba su trabajo, último, fuerza de miradas, de Ni para sonreirle, ni para hacurar sino por medio del crimen, Las ondulaciones de su cintu. que abandonaba el despacho y suspiros, de dudas, de esperas, se cerle una señal siquiera se detula autoridad militar lo encarra, unidas la languidez de sus cada instante venía la azotea acercaron de azotea en azotea, vo ella; entró precipitadamente.
celó hermosos ojos, atraían Reiduab donde contemplaba la beldad pri hasta poderse hablar, separados El furrier, sin titubear, la siguió; Ante su silencio imperturbable hacia ella de un modo incompren mitiva de aquella planta salvaje únicamente por un pequeño pa abrió los brazos para estrechar se le impuso, según la costumbre sible, algo así como las curvas ar del desierto.
rapeto lo largo del cual las ra la joven. De repente, sin darle del país, el castigo de cien basto moniosas de la serpiente hacen Tanto desatendió el servicio, ras lluvias de ese país corrían pa. tiempo para que comprendiese nazos que sufrió delante del campamento entero, con valor intré que se precipite y perezca en e. que su capitán se vió obligado ra ir depositarse en los aljibes lo que iba pasar, dos árabes llas la paloma fascinada. Con reprenderlo imponerle ocho días de los patios enlozados. forzudos lo arrojaron al suelo, y. pido; pero esto no le hizo reveiar Por medio de señales, en una le ligaron con solidez.
su secreto. se desmayó y no dijo todo, el furrier distaba mucho de de prisión. En una tiendecita una sola palabra.
ser una paloma. Él sucumbió delante del campamento, cerca lengua mitad árabe y mitad fran Un cuarto de hora después Pronto se averiguó la la magia de aquellas ondulacio de un puesto de guardia, pasó a cesa, se comunicaror: lo que se terminaba la oración del minare.
proce.
dencia de los cartuchos, y el manes lánguidas, de aquellas mira quellos días entregado sí mis decían no era más que el poema te; entonces se presentó Myloud ratú fué condenado muerte.
das más lánguidas aún. mo, sin más perspectiva que un eterno de los bohemios, más vio el padre de Haidja.
lentos mientras más pasajeros; Al principio le llamó la aten llano, como el mar, sin límites. Francés, le dijo, eres mi Esta mañana contemplé su ción que la joven se detuviese en cuerpo sin vida ya y rígido sobre Esta soledad empeoró su mal. poema que comienza por sonri prisionero. Acabo de apoderar me de tu revólver y de tus cartuel polvo.
la azotea pesar de los hábitos Sin tener otra cosa en que ocu sas, continúa con los tormentos, chos, pero esto no es bastante; contrarios de sus compañeras y parse soñaba con Haidja con to y demasiado amenudo termina nuestras tribus se hallan en gueHé aquí lo que ocurrió.
de ser prohibido por las inexcra da la impetuosidad de su imagi en la desgracia, la desesperación Tra y mal armadas con sus mouReiduab, cabo furrier del ejér. bles leyes musulmanas. Pero es nación enfermiza. Con la ausen. las amarguras del olvido.
kalas; queremos conocer vuestros cito, acostumbraba todos los días fusiles La tarde de su última cita baу los cartuchos con los salir del campamento para te hecho, lejos de examinarlo con cia del objeto de su culto crecia trabajar en el despacho de su compa le al latir reiterado de su coracuales nos alcanzáis desde tan jo el cielo cuajado de estrellas, lejos. Nos son indispensables juicio, pronto dejó de preocupar su amor.
Haidja era hija de un Marabú acordaron la fuga. Reiduab no los modelos. Si te comprometes ñía, instalado en el interior de Kairouan, en una vivienda de un zón. En breves días Reiduab se llamado Myloud, viejo árabe cu quería faltar su deber como hacernos llegar algunos, te yolvió loco de amor, jeſe rebelde.
ya barba corta y dura servía de soldado, sino procurar Haidja pongo en libertad. Que Allah Reiduab solía subir a la azotea Loco de amor. él, el desen marco un rostro moreno, de la libertad desconocida para la te aconseje!
de la casa; allí fumaba su pipa, y gañado; él, que los veinticuatro frente arrugada y ojo de chacal mujer árabe.
Para esto la pon diendo librarse de sus ligaduras, El furrier, indignado, no pusu mirada soñadora y curiosa vaaños no creia ya en los sentimien Tres veces al día, Vyloud, as dría en salvo, en Sidi el Hani, y escupió el rostro del Marabú, y gaba por aquella masa de azoteas tos puros ideales, sino en los cendía al minarete en lo alto de al terminarse el servicio, con ella lleno de desprecio respondió: que se seguían Jas unas la: placeres materiales: en el vino, en la mezquita de Sidi Okba, agita iría donde pudieran ser felices. Jamás!
tras como serie de cuadrados pla el canto, en su caballo, en su pi ba una bandera con los colores. Con que yo me convertiré Su sueño de amor loco había volado.
nos, hasta los muros aspillerados pa!
del profeta, alzaba la voz lenta en francesa! y podremos amarEn esta hora suprema, la vi.
de las afueras. Sí, loco de amor! y su ro mente, como si se quejase, in nos sin temor. decía la joven En las ciudades orientales no manticismo de otros tiempos, que vocaba después, con un sonido árabe entrecortando las palabras mada se presentó ante su vista: sión resplandeciente de otra 2existen alainedas ni calzadas, la siempre le extravió, volvió ha gutural y prolongado, Allah.
con gracia y haciendo aún más li La Francia! Sintióse orgullomejor distracción es subir al te cer de él lo que había sido, y Rei Esta invocación estallaba sobre profundos sus grandes ojos. Oh! so y consolado al ofrecerle su cho de las casas, y ya que en las duab forjó un nuevo idilio. El las casas, las mezquitas, las for qué dicha ir contigo y ver lo que último pensamiento, su muerte.
calles estrechas y tortuosas no se hombre es un abismo de inconse tificaciones, en medio del cielo y existe más allá del desierto. Respondía con el tono vibrante puede gozar del aire, respirar a cuencia: el hastiado del amor, el en medio del silencio profundo Sí, Haidja, nos amaremos y del deber que no sabe nunca hallí la brisa de la tarde.
excéptico de la vida, tuvo fe en que reina en los campamentos tú serás francesa.
cer traición: Jamás. jamás. Antes de naDespués cayó atravezado por Cuando divisaban las mujeres esta hija del Africa, que se pre dormidos; las tres de la inaña cer el sol, cuando Myloud suba puñales árabes.
de las azoteas circunvecinas sentaba ante sus ojos encantados na, aquel grito estridente desper al minarete, tú te reunirás connuestro furrier, corrían escon como vaso de licor misterioso que taba al ejército, aquella oración migo detrás de las tunas del al Nunca se supo tan impenetraderse; agitaban sus trajes ligeros, quizás le deleitaría con dulzuras misteriosa lo sobresaltaba; se oía jibe de los Aglabitas, en la zaouia ble es el corazón de ciertas muque flotaban y desaparecían cual orientales, ignoradas por él hasta la voz apagarse en el espacio, y solitaria; allá prepararemos jeres si Haidja estaba realmente enamorada si era traidora. LO plumaje multicolor de pájaros es entonces.
después de ser repetida por to nuestra partida y tu seguridad.
pantados.
Lo desconocido le atrajo. dos los otros minaretes se perdía La joven sonriendo llevó la cierto es que después de fusilar mano de los labios al corazón; mas en las azoteas bañadas de al Marabú, la hija no se le vió Una, sin embargo, no huía con ama también, pen en el desierto.
después ambos se separaron.
tanta ligereza; alzaba su velo y só, puesto que solamente la pa Cuando Myloud llamaba a los las tres de la mañana el si. sol, de Kairouan.
sus ojos negros parecían delei sión la haría desafiar ei enojo de musulmanes fieles la plegaria, lencio reinaba aún en el desierto, GONZALO DE QUESADA.
Ella me Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica
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