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LA PRENSA LIBRE Cuentos del Domingo, Concillo, dejando caer de luna.
mann.
permanecía recostado en el bal Llegó el turno la masa de milde techo en el suelo de la patria y la vista fieles, y las bandejas fueron cir con la gloria conquistada al amarga sobre aquella multitud que se a culando en derredor de los sen saborcar del ostracismo.
pillaba allá abajo.
Mi esposo y yo viajamos por tie.
tados en primera fila, devotos Domingo, 14 de Abril. Qué grotesca parece la hu conocidos, damnas caritativas y mos de la fortuna; la pobreza era rras extranjeras; ambos los dos reia.
manidad, vista desde observato piadosas, penitentes de tal cuál nuestra amiga y compañera; empern, rio semejante! cada momen influyente sacerdote, todas per jamás tocó nuestra puerta el desaPAN BENDITO. da la dicha de tarde en tarde, en to los fieles entraban y salían y sonas distinguidas, cuyos nom liento. Ambos los dos luchamos en dosis homeopáticas.
los golpes sordos de la puerta, bres y cuyas iniciales estaban el infortunio y nos decíamos: es prePor Francisco Coppée.
que retumbaba sin cesar, acom grabados en una placa de cobre, ciso tener ſe en el porvenir; suframos Encontré mi amigo en su tapañaban irregularmente el canto en el respaldo del reclinatorio. y esperemos: Un día nuestras maAbrí la puerta y entré en la iglesia.
burete, con los brazos cruzados, apagado del diácono.
Estos fieles tomaron con toda dres acariciarán nuestras frentes tosEra la hora de la misa mayor.
contemplando las teclas.
Yo veía pasar bajo mi obser libertad del pan bendito, y hasta tadas por el sol de ardientes climas, allá llegaremos a la caida de la tarde, Una bocanada de aire cálido, en Un momento después, domi vatorio un hombre muy grueso, guardaron algunos una pequeña envueltos en amarillo ropaje de rayos el que se mezclaban los olores nando el murmullo de los fieles con su vientre enorme, ahogado porción.
El regazo de nuestras reContinuó así el reparto, y cuan signadas madrecitas será el mullido del incienso, de los cirios y del que rezaban, se oyó la voz gan por el peso de sus carnes; un soldado, con su chacó bajo del bra do se llegó la octava fila, que lecho sobre el que inclinaremos nues.
encendido calorítero, hirió mi ol. gosa del diácono: fato, al mismo tiempo que llega Sequentia sancti Evangelizo, con el pelo cortado rape, daban solamente algunos trozos tras sienes y allí recobraremos las mirando diestro y siniestro, de pan.
fuerzas perdidas en el largo viaje de ba mis oídos, llena, pastosa, secundum Mattheum.
buscando con la vista las mu Cuando tocó su turno los de cuatro años.
grave, la voz de los cantantes Hermann dejó caer sobre el chachas; un grupo de viejas, chi última fila, no había en las ban.
Aquel hombre infatigable vivía en que repetían allá en el fondo. teclado sus manos verdaderas. Et cum spíritu tulo.
cas, arrugadas, ofreciendo el mis dejas sino algunas migajas insig continuada lucha, todo era animamanos de pianista y un sonido ción, todo vigor; en su labor no desarmonioso, que me oprimía suamo aspecto, con el chal del mis nificantes.
Di una media vuelta hacia la mo color que las cubría y con sus mayaba; aúo dormido trabajaba; soUn grupo de pobres que es ñaba sueño de glorias, soñaba sueño vemente el corazón, se dejó oir izquierda, pasé bajo una puer, claro, poderoso, sonoro, ahogancofias iguales.
peraba ansioso junto a la puerta, de alegrías, soñaba sueño de terribles tecita ojival y bruscamente dejé do el canto de los fieles, que mezLas calvas, sobre todo, se preso bajo el órgano, que les llegara tormentas, caminaba camino de camde oír la voz de los cantores y claban sus voces con las del or taban una curiosa observación. su vez, vieron pasar ante su vista paña, soñaba en los campos de batame encontré en una atmósfera gano, para responder al diácono: Había algunas limpias, relucien las bandejas vacías, y vieron có Jila.
Al trueno de distinta, recibiendo en mi rostro tes, bruñidas. Mirándolas memo los niños de traje negro, de cañones, al agudo clamor del clarín y Gloria tibi Domine.
una ducha de aire helado.
explicaba la equivocación del sobrepellices blancas y de cabe al toque alarmante de un tambor, Estaba en la escalera de cara bía venido buscar.
Esta música era lo que yo ha guila, que habiendo arrebatado zas rubias, entraban en la sacris terminaban sus sueños y, despierto sentíase feliz alimentando la idea de col que conduce la interior del en el aire una turtuga, la dejó tía, dejándoles sin la parte. que Pero el instrumento debía per caer sobre la cabeza de Esquilo, esperaban.
defender en abierta lid sus doctrinas, órgano, donde yo iba visitar. manecer silencioso hasta que ter creyéndolå una piedra sobre la cada domingo, mi amigo Her minara el Evangelio. yo cual pudiera estrellarse la pre te y melancólica en que me ha.
En la situación de ánimo tris y salvar su patria. Era ese su credo.
después de estrechar la mano que sa.
ii Ayer no mas así soñaba. Ayer llaba, aquella injusticia me in no mas así vivía. No os habeis fijado en la se. Hermann me tendía cordialmenmejanza que existe entre las estemme acomodé junto uno de ría mi cerebro aquella multitud ¡Qué ideas tan extrañas suge dignó.
El tiempo, ese cruel asesino del Hermann había vuelto su or deal y la grandeza, tocó su campana caleras que conducen una capi. los balconcillos del órgano, al la abigarrada, confusa que me re gano, arrancando de él notas lúgubre, y con su dardo mató las ilulla de organista y las que llevan do de un ángel armado con trom cordaba con su aspecto un anti tranquilas, dulces, aflautadas, que siones; la temblorosa luz de un nueá las cuevas de un almacén de peta echada audazmente hacia vinos?
guo dibujo de una ilustración sujetaban suavemente el ánimo, vo día, las convirtió en arpa muda; adelante.
satírica.
que semejaban una voz celeste, inmenso abismo abrióse nuestro Esta es, sin duda, la causa de Desde mi sitio gozaba de un que invadían la iglesia de no sé paso, quedó el soñador en el misteque mi amigo Hermann le gus punto de vista grandioso y admite tanto en las comidas el vino rable.
El Evangelio había terminado, qué severidad majestuosa y mís. ro, y por risueño porvenir surgió el silencio.
tica.
blanco y los caracoles, lo cual no La mirada alcanzaba toda la se había dicho ei Credo y se lleYo, con el corazón lleno de En un campo (que si de nuestra le impide ser un contrapuntista iglesia, llegando hasta el fondo gaba al Ofertorio.
ira, no tenía oídos para aquellas patria) luchó en combate, entre el En este momento de la misa, profundo y un improvisador ma del ábside.
armonías sublimes.
ruido de fusiles y la algazara de un ravilloso.
El templo, uno de esos templos el órgano se dejó oir, tocado por Yo no olvidaré nunca un cier de jesuitas del siglo XVIII, esNo sé qué extraña asociación cuadro de serviles regeneradores, la una mano magistral.
to día de Pascua en que mi ami taba lleno de las nubecillas del Después de algunas notas vihallé entre el espectáculo de a materia dejó sus movimtentos y en quellos pobres que se entriste mó su sangre y agotó sus fuerzas.
las aras sagradas del derecho derra. go, que había bebido más vinillo incienso, que ascendían hacia lo vas y brillantes, Hermánn, con cían al verse sin el pan esperado Aún no ha muerto, que viven sus blanco de lo que era su costum alto, adquiriendo prismas brillan sus dedos huesosos, que parecían bre, se sentó al piano improvi tes al cruzar por entre los rayos clavarse en el teclado, y sus pier y la situación de desconsuelo y ideas; palpitantes y bulliciosas, allí essó unas variaciones vagas, me del sol que penetraban por las nas secas, que se movían nervio angustia de mi alma. Pero por tán. En esa cajita preciosa, cabeza un impulso repentino saqué un de mi esposo, siento que se atrope.
lancólicas, tristes, que llenaban grandes ventanas sin vidrieras.
samente apretando el pedal, dejó libro de memorias escribi: de opresión el pecho y de dulzuoir un sublime canto de súplica, llan, se agitan y no mueren. Tengo Columnas corintias, estátuas en ra el alma. La dicha se parece mucho fe en que ellas vivirán. Ellas irán mientras abajo, en el santuario, actitud grave y enfática, altares al bendito de la misa inayor: pan la cima, cuando postrada y cubierta con adornos chillones, algelotes se balanceaban con movimiento no hay más que un pedazo muy de lodo y vergüenza, la rigeneración esté en los paroxismos de su negra En mi estado normal llego has. que colgaban de todas partes de rítmico los incensarios, sé aglopequeño que se reparte solamen.
este altar, de esa columna, de ameraban las perfumadas nubeci.
ta soportar la música; pero cuan.
te un día y que jamás alcanza época. Sí. Esas ideas de progreso sanas y bien intencionadas serán iledo estoy triste la adoro, cobre quella cornisa, echando al aire llas y se presentaba el pan bendito.
vadas la cima por aquellos que con todo si es música de iglesia, ar sus trompetas; el mármol, el jas Le traían sobre un paño inmaarmas y con sacrificios han corrido moniosa y grave.
pe, el dorado de las maderas, quitar el lodo la bandera, y venheridos rayos del sol; to pesar de la distancia, Restos heróicos.
cer los infames. Sí, ellas serán en el templo en busca de mi amigo. ducía, con la amalgama de Hé aquí por: qué entraba yo en do esto me encantaba y me se parecía notarse su buen gusto y la cima y, entonces de allá vendrá sosentirse su olor, tibio y apetitoso. Cuan amarga es la soledad del al bre las cabezas de una triste madre Yo estaba triste aquel día: tris.
mal gusto, noble y suntuoso, de Concluídas las oraciones, emy una huérfana esposa, la sombra te como las orillas del mar en clamatorio y atractivo, barroco y pezaron circular las grandes to enajena y aniquila.
Si el placer embriaga, el sufrimienque dá abrigo y nunca empaña.
una tarde de lluvia menuda in grande, como queráis, pero que bandejas llenas de pedazos del Mijoven esposo, ajeno a la pompa sistente.
Torrentes de lágrimas brotan de y esplendor que fascina almas. peaún me parece mejor que el arte pan bendito, Podía ser causa de mis dis que se admira en Saint Roch Eran conducidas éstas por cua tadas mejillas. Marcadas quemadu. gos epitafios, ni blancos mármoles, mis ojos y corren por mis ya marchiqueñas, no quiso rica tumba, ni largustos íntimos; podía ser por en Saint Sulpice, esas iglesias tro niños de cabeza Fubiá; los ras déjanme su paso y la materia ni estátuas ni coronas.
spleeni; podía ser por cansancio modernas, copias de las basílicas que precedía un suizo, tipo sober ne las siente.
Allá en una tierra cuasi virgen ende esta vida tan corta y de estos bizantinas de las catedrales del bio, que hubiera deseado Catali Velo denso y tenebroso ha desco contraréis su cadáver; una reducida días sin término.
siglo XV.
na II para llevarlo con los gra rrido el cruel destino en la primave foza guarda su cuerpo. Qué importa el motivo! Yo pesar del espectáculo que nadetos de su guardia.
ra de mi vida; vida que, sin perfuGigante espíritu, repudiaba la tieestaba agobiadó bajo de no sé contemplaba ya que debía de dis El pan bendito fué presentado, dres, sin patria, sin hogar y sin famimes, sin flores, sin riquezas, sin paqué crispaciones de mi espíritu; traerme, yo estaba triste, lo re en primer término, los major lia, era una vida de delicia al lado de van.
Lo ideal sube; los espíritus se eleideas negras atormentaban mi pito, y en tanto que la nariz del domos, los cofrades, que, gra mi esposo, quien supo. hacerse mi Corta, muy corta fué su vida; emcerebro y me hacían renegar de diácono cantaba una melodía mo. vesi, silenciosos, esperaban en mundo y mi ambición; vida que au pero, en ella hizó brillante carrera de la fatalidad, del destino, que sólo nótona en un latín muy malo, yo su banco.
guraba días tranquilos bajo un hu dignidad y de ejemplo. Fabricó papara todos.
culado, y por los sų ma. rra.
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