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LECTURA PARA EL DOMINGO ES. LA PRENSA LBREces de mando de su amo, exhi seca. Era que la osa la aho luego, de pronto, irópicos silbidos el clamor formidable de la mubieron sus diversas habilidades. gaba entre sus brazos!
Tocóle el turno la chiquilla. No dió un grito. Cuando la chedumbre que lo sacude todo co Subióse sobre los lomos del oso levantaron, salieron rodando mo un trueno y empezó, siempre seria, hacer unas monedas de su bolsillo. Tras de un largo y desgarrador prodigios de agilidad y milagros Pobre Mignon. Era el precio toque de clarín, el tercer toro se MIGNON de equilibrio. Al terminar, una de su rescate, lo que le había de presenta con el testuz alzado; gaComo si ella fuese un animal, tempestad de aplausos se desen servir para volver a su desierto, lopa soberbio, ligero y rápido, se Era una pequeña árabe, a quien la hacían dormir sus amos en un cadenó. sus palmeras y su aduar! mejante una enorme gacela enllamábamos Mignon, por su aire mismo cuarto con osos y monos. Bravo, Mignon. Bravo!
furecida, y un murmullo de apronostálgico.
bación saluda su belleza de fiera. Anda recoger lo que esos Jose VELASQUEZ García.
sin pensar en lo que sufría. Ai combatiente.
Malos tratamientos en el día, principio, los monos la mordían; señores te van a dar, le dijo el jeBajo la carga de pesados gineUNA CORRIDA DE TOROS pésimo lecho por la noche y llan después se acostumbraron ver fe, señalándole un grupo de pertes, cubierto de bordados, caballos to a todas horas, esa era la vida la, y ella al fin hizo buenas mi sonas que desde un palco la llaPOR PIERRE LOTI.
flacos, embriagados de avena, y de la pobre muchacha.
gas con tan vivarachos compamaban.
que, dentro de poco, se arrastraEstaba muy flaca y muy páli ñeros. allá se dirigió la chica, llevan Una plaza de toros en España, rán con el vientre abierto, emprenda; pero en sus ojos se había con Mas con los osos, qué sustos do en la mano su turbante, en bajo un espléndido sol de Julio. den alegremente, en torno del recentrado toda la vida que se es pasaba al darles la comida y al cuyo fondo cayó una lluvia de Doce mil espectadores, extasia dondel, su paseo supremo.
capaba de aquel cuerpecillo en oír suś gruñidos! Había, sobre monedas.
dos, anhelantes, siguen las peripe Ahí van los toreros resplandeciendeble. Eran sus ojos negros, todo una osa parda, enorme. Oye, Mignon, le gritó un jocias de la lidia.
Enfrente de mí, como un deslumbra, soberbios también; con movites de oro, que saltan de sol somgrandes, muy abiertos, como si que, hacía llorar de miedo a la ven. qué harás con ese dinero. brador reverbero, toda la zona a mientos fáciles, llenos de gracia, la escuálida agarena quisiera, pobre Mignon. El animal le ma. Se lo doy al amo para pa brasadora, bañada por el sol; de despliegan sus capotes encarnados antes de morir, abarcar el mun nifestaba odio. Por qué? Na garle lo que valgo, y con lo que arriba a abajo del inmenso anfi delante del terrible cornúpeto, evido con una sola mirada. die podría saberlo, ni el mismo me sobre me voy.
teatro, por millares, cabezas apretando la muerte con saltitos de laVino Medellín con unos sal Director de la Compañía, quien, Bravo, Mignon, así se ha tadas unas contra otras, sombre do, 6, más desdeñosamente, con timbanquis que trajeron osos y cuando la osa le tiraba un zarbla ros de anchas alas, gorras, man sencillas flexiones de costado.
micos. Allá lejos, muy lejos, en pazo la chiquilla, se contentaba. Bueno, Mignon, tóma más. tillas, pañuelos blancos que se aY el toro se asombra se divierla Arabia, los padres de la infeliz con decir en su germanía híbri gritaban todos compadecidos, gitan, abanicos de papel encarte al no la rendieron por una manta de da, mezcla informe de árabe, fran arrojando monedas entre el tur nado; y sobre todo, aquel pueblo más que la volubilidad de las cas hilo y un puñado de dátiles. cés y castellano: bante. Una sonrisa, la primera bajo, vestido de colores vistosos, Vivía muy triste la pobrecilla. Te aborrece muy fuerte. Cui que le veíamos, se dibujó en su la poderosa luz de los veranos es pas que vuelan. sólo el vacío y siempre el vacío.
pañoles.
boca al verse dueña de tanto direcordando constantemente el de dado, te mata. eh?
En el lado de la sombra, donde Y, en su principio encantador, esierto con sus arenas abrasadoestoy, una multitud más escogida, se juego de espanto parece no ser ras; las palmeras con su follaje El Circo estaba lleno de espec Volvió bajar al Circo, donde pero tan compacta y ardiente co sino una cosa graciosa y ligera; fresco; los camellos con sus gran tadores que aguardaban con im la aguardaban sus compañeros. mo la otra, ante el antiguo espec en verdad, cualquiera diría que en des jorobas, entre las cuales se paciencia la función de animales y tal vez aturdida con su triun de mí, los palcos donde brillan las mente se libra la lucha más inocendormía, arrullada por las cancio sabios.
fo, no se fijó en que se había co señoras elegantes exhibición de trate de rapidez y elegancia, si los nes que su madre entonaba para Sono un silbido, y por una locado muy cerca de la osa, que jes lujosos y frescos; hileras de ros charcos de sangre que quedan aanimar el paso del deforme cua puertecilla situada bajo el palco la odiaba.
drúpedo, fiel compañero del ára de los músicos, salieron los sal. Toma, Mignon, gritó un es gros, deliciosos en su mayor par rridas, mal borrados por el serrín tros mates con rasgados ojos ne quí y acullá, de las precedentes cobe, y el aduar con sus tiendas, su timbanquis, los osos y los mo pectador, tirando una moneda, te, bajo la mantilla antigua y el que se esparce, no marcaran todabullicio y sus cantos. Todo lo nos. Mignon venía un poco que cayó entre las patas de la alto rodete prendido de flores na vía los sitios de las agonías, los recordaba, todo. En sus mira atrás, vestida con pantalones osa.
turales.
puestos donde se desparramaban ha das se traslucía la nostalgia, bombachos rojos y chaquetita La chiquilla se apresuró recoEn el aire un estallido de gritos ce poco las vísceras y pechos destroporque en el fondo de aquel cora azul. En la cabeza llevaba un ger la nueva dádiva; pero antes y ruidos; músicas que alternaban, zados.
zoncito de diez años estaba siem turbante amarillo.
de guardársela se sintió abraza riles, y dulzainas de vez en cuando; de fatiga, y, sin duda, colmado de Un pobre caballo viejo, exhausto pre vivo el deseo de volver al ho Llegados a la mitad del Circo, da fuertemente. Sus huesos tra ansiosos, silenciosos estremecimien palos, un pobre y mísero caballo gar abandonado.
los animales, obedeciendo las vo quearon con un crujido de leña tos que corren como una fiebre; viejo y tuerto, es el primero que nero.
EVOCACION Fragmentos de un poema inédito.
Ruinas de una cartuja o el sitio mds agreste y fragoso de la sierra.
EL PEREGRINO Va cayendo la tarde, y la infinita Tristeza de esta soledad adusta, Como sueño maléfico gravita Sobre todo mi sér. Hasta el más quedo Murmullo de los árboles me asusta, Yoigo, al pasar, la voz con que me nombra Entre las ruinas escondido, el miedo Que es hijo del silencio y de la sombra.
Como un Titán que en su furor sublime Ha sacudido sus hercúleos hombros derribado el peso que le oprime, Escondiendo su planta en los escombros Alza ante mí fantásticos y escuetos Sus incendiados muros el convento, Con sus enormes y rasgadas grietas Por donde cruza rebramando el viento.
Sólo contemplo en torno las señales Del rencor de los hombres. La pilastra Volcada entre los recios matorrales Por donde, llena de pavor, se arrastra Rápida y ondulosa la culebra; El siniestro perfil del muro hendido Cuya negrura impenetrable quiebra De trecho en trecho, la argentada luna Con sus pálidos rayos; el graznido De agorera corneja que en alguna Desquiciada cornisa tiene el nido, Sola como el pesar; la cruz de piedra Por cuyos brazos trepa y se entrelaza Con mortífero amor lasciva hiedra, cual recuerdo de extinguida raza Allá en el fondo, en su marmoreo lecho, La escultura de noble castellano, Con su heráldico escudo sobre el pecho, en la espada feudal puesta la mano, Todo en desorden trágico se ostenta Causando horror, como padrón de afrenta la barbarie del linaje humano.
Turbaba la quietud de este desierto, Sin disipar las tenebrosas dudas ¿Qué importa que el eterno peregrino Con esa voz en que se queja y ora Que en horas de amarguísimo desvelo quien el polvo de las ruinas ciega, La humanidad que vive y la que ha muerto; Cubren las almas de mortal congoja, Dejando trechos su pesada carga El ara excelsa donde tantas veces Cual tropel desmandado y asesino Se siente en el ribazo del camino En vuestras lentas horas de amargura, Que a traición nos asalta en el camino ¿Es ¡ay! extraño que vacile y dude, Cuando sus miembros la fatiga embarga Cual naufrago vajel que busca el puerto, hasta de la esperanza nos despoja.
Los sollozos mezclados con las preces Calláis. No importa que calléis! Si veces mientras, lleno de zozobra, enjuga Alzabais región más santa y pura; La duda con sus densas lobregueces El sudor de su frente en donde deja Hasta la clara fuente que en el huerto Nuestro abatido espíritu cautiva, Cada jornada el surco de una arruga Os brindaban sus ondas cristalinas, Pronto del yugo le redime y salva una punzante espina cada queja. En dónde están? Con ímpetu y fracaso La fe que surge luminosa y viva Pero luego de súbito sucede Como una inundación, de las vecinas Como del seno de la noche el alba.
Su momentánea postración, y marcha Cumbres bajó la turbulencia humana, Mas no la fe que, semejante al ave Con redoblado afán. No le detiene el sol que iluminó desde el ocaso Entre dorados hierros prisionera, Ni el calor, ni la lluvia, ni la escarcha, Vuestro tranquilo hogar, la mañana Entumecida y tímida, no sabe Ni el riesgo, ni la herida. Intima y sorda Alumbró sólo calcinadas ruinas.
Ni el vuelo inútil ensayar siquiera. Oye una voz que los cielos viene No la medrosa fe que cuando escucha sin cesar le dice. Sursum corda. Ya es más firme y segura vuestra fosa La voz del trueno, sin vigor se postra, Sursum corda. Elevad los corazones, Cubierta de zarzales! Para ejemplo Sino la fe que el huracán arrostra, Hijos nacidos de mujer. La senda De la futura edad, la fe grandiosa Sonda el abismo y con los monstruos lucha.
Que alzó tanta basílica asombrosa, Es escabrosa pero no infinita.
La fe en la Humanidad, quien Dios guía Cuando os deslumbre el sol, cuando os ofenda Desplomándose va como ese templo.
Siempre la cumbre, siempre hacia adelante El furor de los recios aquilones, Aquel árbol de espléndido follaje siempre en busca de la luz!
Cuando sintáis la voluntad marchita, Que dilataba en tiempos más felices No es cierto Alzad el alma Dios. Su seno abierto Por encima del mundo su ramaje Que una divinidad ciega, sombría, en todas las conciencias sus raíces, Para todos está, como la tienda Irónica y cruel rija el concierto Que el árabe levanta en el desierto.
So cuyo pabellón siempre frondoso, Armónico del mundo. Aunque distante. Alzad el alma Dios tres veces santo!
La estirpe humana, en su espiral viaje, Boga la nave hacia el celeste puerto, Hallaba, sin cesar, sombra y reposo, Combatida, es verdad, pero no errante.
Qui sin fijarse en condición ni en raza, Con su cerúleo y estrellado manto Del huracán, azote de la selva, Cuando el hombre en la selva enmarañada todos nos cobija y nos abraza.
Aún sin romperse el ímpetu resiste: De su primera edad despertó preso, El los humanos derroteros traza, Mas ¡cuán herido y deshojado y triste Al volver por doquiera la mirada Hasta que Dios renovarle vuelva!
Debió sentir sobre su frente el peso cuando con la vida transitoria De la naturaleza desbordada.
Nuestra angustiosa incertidumbre cesa, Handid, hundid. oh monjes! en la tumba Para elevarnos a mejor estado La amarillenta faz. Podéis acaso Si desde el árbol en que estaba oculto, ceñirnos el lauro de su gloria, Con su conciencia aletargada solas, Restaurar nuestra fe que su derrumba?
En su justa balanza sólo pesa ¿Lograréis que renazca vuestro paso?
En medio del fragor y del tumulto Lo que hemos padecido y trabajado.
Hacedlo si podéis! Calmad la ardiente, De tempestades, cataratas y olas, Nadie en estéril ocio se consuma. La inextinguible sed que nos devora, Miró al través de la espesura, informe Para que fructifique la simiente, Aun cuando mane de la oculta frente como el caos revuelta, al pie del tronco Abramos con la reja y con la pluma La bestia hirsuta y el reptil enorme; El agua cenagosa y corrompida, Los surcos de la tierra y de la mente, sepa, al fin, el hombre que lo ignora, Si creyó percibir su grito bronco Pues cuando la labor que nos señala Hasta en el son monótono y confuso El tremendo misterio de la vida.
Hora por hora el cielo, damos cima. Dónde el término está de la jornada?
De la selva agitada por la racha, Subimos un peldaño de la escala ¿Será verdad que el hombre sólo sea De seguro temblo, mas se repuso, Que la ciudad de Dios nos aproxima.
Una mísera bestia alucinada Adán, caído transformada fiera si del pedernal que es infecundo Por los vanos engendros de su idea. Quién su origen conoce. inventó el hacha, Derribó el árbol, encendió la hoguera, Saca el golpe la luz, no alcanzaremos La fe que manda, la razón que crea, Con esfuerzos constantes y supremos La voluntad que mueve, las pasiones Arrancó al bosque sazonados frutos, Rebeldes, los anhelos infinitos Alzo la choza, desgarró el misterio, La prometida redención del mundo?
Mató los monstruos y domó los brutos Todo trabajo es oración. Oremos. otra mansión de perdurable calma, Los simbólicos dogmas y los ritos Tras prolongada y formidable guerra, No faltarán tan activas preces En cuyas inefables oraciones, Erigió la ciudad, fundó su imperio, Templo ni altar. Las sordas tempestades Como un perfume se evapora el alma, Surcó la mar y dominó la tierra.
Asolarán quizás como otras veces. Son la burla brutal y el sueño ingano Cuando por fin la indocil y salvaje Campos y monumentos y ciudades. que perpetuamente nos condena Naturaleza, su valor rendida, Podrán caer las religiones todas Un caprichoso azar un Dios tirano?
Templó su furia y le presto homenaje, Del tiempo en la rugiente catarata, no sólo la tierra ingrata y dura, El hombre en la pujanza de su vida, los claustros, mezquitas y pagodas Sino todos los orbes que encadena Cada vez más resuelto, más potente Hundirse, como esquife que arrebata Con su atracción la inmensidad oscura, más ansioso de extender sus huellas, Deshecho temporal hacia el abismo.
Lugares lay! de irredimible pena?
Clavó en el cielo la pupila ardiente Pero aun cuando el tremendo cataclismo ¿Y en el mundo, en la mente y en la altura, el rumbo sorprendió de las estrellas.
La superficie del planeta arrase, Todo para el mortal será mentira. Quién contuvo sus ímpetus. Qué valla Entregado sus iras sin defensa, Menos su perdurable desventura?
Se resistió a su empuje soberano?
No hará temblar la inconmovible base La creación que en el espacio gira ¿En qué indeciso campo de batalla De la admirable catedral inmensa, con cadencia rítmica eslabona No logró la victoria por su mano?
Como el espacio transparente y clara, Astros que el hombre penetrar co alcanza, Incansable y tenaz en su tarea, Que tiene por sostén el hondo anhelo ¿No es más. oh espantol que la eterna lira Siempre conquistador y siempre activo, De las conciencias, la piedad por ara En que la vida universal entona Dió vida y forma su impalpable verbo por nave la bóveda del cielo.
Triste canto un dolor sin esperanza?
Que volaba incorporeo y fugitivo, Envueltos en el ciego torbellino Alas resplandecientes su idea, GASPAR NUÑEZ DE ARCE.
De la cósmica masa que nos crea Animo al triste, libertad al siervo, Noviembre de 1897. nos absorbe, indiferente y fría, sin tener un punto de desmayo. Cuál es, si lo sabéis, nuestro destino?
Arrebató, creciendo en osadía, en tan contínua y trágica pelea, A las entrañas de la nube el rayo ¿Qué somos. Dónde vamos. Quién nos guía? el cetro a la infecunda tiranía. No respondéis! Atónitas y mudas Larga en la senda recorrida, y larga 1928 09 10 Fantasmas de otra edad, veis nuestro duelo La perosa labor que se entrega.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
250 ¡Oh monjes, que en la celda solitaria En tan agrios lugares escondida, Rompísteis con el don de la plegaria Todas las servidumbres de la vida, Menos la del dolor, y que sin ruido En ignorada sepultura, abierta Por vuestras manos en el santo ejido, Dormís en el regazo del olvido El sueño de que nunca se despierta. qué asomáis la descarnada frente?
No escucharéis como en aquellos días Llenos de vuestro espíritu creyente, Los sacros himnos del salterio de oro Que estallando en solemnes melodías, Desbordaban vibrantes desde el coro.
Ni veréis yá por el espacio inmenso De la atrevida y portentosa nave, Ascender la oración serena y suave, Vestida con su túnica de incienso.
El claustro en que vivisteis olvidados, Como la flor silvestre que en la grieta Del nativo Peñón su aroma exhala; La torre que los triste y cansados Con la sencilla cruz de la veleta, Todos los rumbos místicos señala; La campana que aun antes de la aurora VAMO ten
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