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LECTURA PARA EL DOMINGOO por el bulevar.
ras.
jer.
rra. LA PRENSA LIBRE be 23 experimenté entonces esta sensa mis ojos y en mi alma. Mi teri Era ella. Ella, aquella mución.
nura le era fiel. Su recuerdo era jer vulgar. No había duda!
Híceme presentar, y muy pron para mí el mejor y más hermoso Los niños que la acompañaban to comprendí que aquella mujer que había encontrado en la vida. me asombraban tanto como la había herido mi corazón.
madre. Habíalos tenido después ADIOS La revelación de mi decadencia Sufrir el dominio de una mujer ¡Qué poca cosa son doce años de haberla yo perdido de vista, túvela de un modo sencillo, al es cosa horrible, al par que celes en la existencia de un hombre. y ya parecian pedir un puesto en Por Guy de Maupassant par que terrible, y me causó una tial. Es más que un suplicio, y Deslízanse lenta y dulcemente. Se a vida.
Los dos amigos, terminado el mpresión que duró más de seis parece la vez una felicidad in suman con tal rapidez, dejan tras Creía haberla visto el día anmeses. Después hallé resignación creíble.
sí huella tan breve y se desvane terior, y sin embargo qué camalmuerzo, entreteníanse en mirar bastante para transigir casi ale Su mirada, su sonrisa, los ca cen tan pronto, que al volver la bio tan grande! Sentí un dolor desde las ventanas del café la gente que a la sazón discurría gremente con la verdad amarga bellos que agitaba sobre su fren vista atrás, no se comprende có violento en el corazón, y proteste Como casi todos los hombres, te la brisa, los menores movi mo ha venido la vejez. Parecía indignado contra la naturaleza, he estado enamorado con frecuen mientos de su cuerpo, me enaje me que sólo algunos meses me reprochándole su obra de des.
Parecían embargados por esa cia durante mi juventud; pero naban, me dulce melancolia que, en los catrastornaban, me separaban de aqnella deliciosa trucción brutal.
rácteres soñadores, suelen produ sólo una vez me enamoré de ve enloquecían.
temporada en Etretat.
Contemplábala azorado, sin Habíame dominado con sus Durante la primavera última saber qué decir. Le dí la mano, cir las tardes de otoño.
Era muy hermosa aquella mu gestos, con sus actitudes, hasta fuíme a Maisons Laffitte para y al dársela, sentí que las lágri Cómo envejecemos. dijo uno de ellos, suspirando profuncon las cosas que usaba y que comer con unos amigos. En el mas acudían mis ojos. Lloraba Conocíla en Etretat, orillas mí me parecían hechiceras.
damente. En otro tiempo, en tarmomento de partir el tren subió su juventud perdida, lloraba su Enternecíame sólo con ver su en mi vagón una señora gruesa, muerte.
des parecidas, sentía yo el diablo del mar, poco después de la gueen el cuerpo. Hoy sólo me quevelo sobre una silla sus guantes acompañada de cuatro niñas. Di Ella también se sintió emociodan los recuerdos. Quien así haNo puede darse playa más lin sobre un velador. Sus vestidos rigí una mirada distraída las nada y balbuceo con pena: blaba era un hombre de unos da que aquella. Pequeña, en for parecíanme inimitables. Ningu viajeras, y observé que la madre. He cambiado mucho, vercuarenta y cinco años, de fisonoma de herradura, rodeada de ca na otra llevaba sombreros como tenía cara de luna llena, sirvién.
dad. Qué quiere usted! Todo mía simpática y bastante grueso. prichosos acantilados que pene aquellos.
dole de marco un sombrero ador. pasa ah Estaba casada, y su esposo iba nado con cintas negras. pasa. Ahora sólo soy una madre, Su compañero tenía alguna tran gran trecho en el mar, pauna buena madre Todo lo demás más edad y no menos carnes; pe rece escenario encantador dig, a verla todos los sábados, para Respiraba fuertemente, cansa ha terminado.
ro demostraba bastante y mejor no de las hermosas mujeres, ves marcharse los lunes; pero esto da del apresuramiento con que humor.
tidas con colores claros, que por me importaba poco. No sé por había tomado el tren. Las niñas que si nos encontrábamos, no me reconocería. También usted. Ay, amigo. decía. Yo enve allí circulan y conquistan. El sol qué no sentía celos: jamás ser conienzaron a charlar. Yo abrí jezco sin enterarme de ello, y es ilumina el brillante cuadro, re alguno me había parecido tan un periódico y me puse a leer.
toy siempre alegre, encontrándo Aejándose en aguas de verdoso poco digno de atención como aCuando pasábamos por Asnie preciso observarle mucho tiempo, me fuerte y vigoroso. Cuando azul.
quel hombre. AZ res díjome de pronto aquella para no estar segura de no equipacarmeesteste urstede lleno de Los curiosos siéntanse cerca uno se mira todos los días al es¡Cómo adoraba yo aquella dama. Dispense usted, caballero; es doce años. Mi hija mayor tiene canas. Ya se ve, han pasado pejo, no nota las modificaciones del agua con el objeto de contem mujer. Qué hermosa era. que en el rostro imprime la mano plar las bañistas que bajan Creía vinculadas en ella la usted el señor Garrier. destructora del tiempo. Esta so envueltas en elegantes y amplias gracia y la elegancia! Nunca co Sí, señora.
la es la causa de que no se muera capas, arrojadas luego con gra mo entonces he comprendido que Entonces ella comenzó a reír Miré la niña y hallé en ella añadiendo algo de los antiguos encantos de uno de tristeza a los dos o tres cioso movimiento para sumergir la mujer es un sér delicado, lleno estrepitosamente, la madre, todavía indecisos, ca.
en las clas hirvientes las carnes de encantos.
años de comenzar la ruina.
cuando pudo dominar la risa: si sin formar. La vida me paPara darse cuenta de tales es pulidas, con dulces escalofríos y Jamás había comprendido lo. Usted no me conoce. tragos hay que permanecer seis estremecimientos de placer.
que hay de seductor en la curva Vacilé. Creí, en efecto, haber reció tan rápida Llegamos Maisons Laffitte.
meses sin contemplarse en el es Allí puede juzgarse la belleza de una mejilla, en el movimiento visto aquella cara. Mas ¿dónde Besé la mano de mi vieja amiga, pejo. Entonces sí que causa con verdadera exactitud, pues se de unos labios, en los menudos y cuándo. efecto!
aibes examina la mujer desde los pies pliegues de una oreja, en la for No pubiendo salir de mi vacila y me despedí. No había acertación, dije al cabo. do decirle más que futesas. EsY las mujeres. Cómo las a la cabeza, sobre todo a la sama de una nariz.
compadezco. Toda su felicidad, lida del baño.
Esto duró tres meses. Después Si, creo conocerla usted: pe taba conmovido para hablar.
todo su poder, toda su vida, es La primera vez que ví de este parti para América, desesperado, ro no recuerdo su nombre: Cuando me vi solo en casa, tán en ina belleza que dura diez modo aquélla, me quedé embe guardando en la memoria dul. La señora Julia Lefevre. me contemplé largo tiempo en la lesado. Hay rostros cuyo encan císimo recuerdo.
Jamás he recibido golpe seme luna del espejo, y acabé por reYo envejecí sin darme cuenta. to entra en nosotros tan brusca Siguió poseyéndome de lejos jante.
cordar lo que había sido, viendo Cuando me juzgaba poco más mente, que la impresión produ como me había poseído de cerca, Creí en aquel momento que to con el pensamiento mi bigote que un adolescente, iba a entrar cida nos desvanece. Cuando lo sin presumirlo ella tal vez. do había terminado para mí, y castaño, mi cabello negro y una en los cincuenta años. Sin embar encontramos, parécenos haber Pasaron los años; pero no tra parecióme que descorría un velo fisonomía joven aún. Era ya viego, no sentía enfermedad alguna dado con la mujer quien debe jeron el olvido. Su encantadora ante mis ojos para mostrarmejo, y dije para mi: Adios, hermoy vivía feliz y tranquilo. mos amar. Yo, por lo menos, imagen permanecía siempre ante Icosas horribles.
sa juventud. Adiós. Ya suponía yo rabri está muy cambiado: me ha sido ya diez, años.
LOS JUGUETES DE LA MBUELA como besan las niñas sus muñecas.
VA De su lecho al saltar por la mañana corre la turba de ángeles traviesos referir, entre sonoros Besos, lo que ha soñado, a la paciente anciana.
Desde el mayor que con viril orgullo conduce y manda el revoltoso bando, hasta el diablejo aquel, rosa en capullo que habla por señas y anda tropezando.
Todos van con ruidosa algarabía en tropel, soñolientos, mal vestidos el cabello cn desorden, decididos no volver sin el botín del día.
Porque velan sus ósculos, amargo, vil interés. Oh falta de conciencia!
y lo sabe la anciana, y sin embargo, puede más el amor que la experiencia.
0011 el mueble con sus múltiples cajones, Sus dedos de niarfil, torpes y secos los blancos rizos y las gafas de oro.
sus tallas y las mil incrustaciones la acariciaban; luégo, dulcemente, Uno quedó, del sorprendido bando, con que trazo el buril fino mosaico.
la besaba en el pelo y en la frente en la estancia: el menor, que hnír no quiso: rosa en capullo aún, que habla indeciso no son los primores en que abunda por señas, y anda siempre tropezando.
ni el sello de los años venerable, Crugió la puerta. El áspero chasquido Con la temeridad de la inocencia lo que al bando pueril de gozo inunda, puso en fuga al espía malicioso que de nada recela ni se asombra, sino el fondo dei mueble inagotable.
que aún escuchó, al huir despavorido, no temiendo de nadie la presencia Inagotable, si: rudo saqueo cerrar de golpe el mueble misterioso.
quedóse gateando por la alfombra.
sufre diario, y siempre se desborda soñó con tesoros; y despierto ¿Qué pasó por el alma de la anciana. Sábelo Dios! Inmóvil. su semblante en golosinas, que la indócil horda siguió soñando el niño todavía, lleno de arrugas, adquirió al instante devora siempre con igual deseo.
y diciendo a los otros: Si algún día los rasgos todos de la angustia humana.
Por eso, la contemplan con delicia, se dejase la abuela el mueble abierto.
Unió sus manos como aquel que reza, y al irse, dueños del botín diario, Llegó el día. Potencia tentadora y los labios movió descoloridos, les ojos, relucientes de codicia que fragua la ncasión para el pecado despidiéndose acaso con tristeza se vuelven bacia el mueble centenario.
mostró abierto a la turba malhechora de aquellos pobres restos tan queridos.
Pero fue más profundo el desconsuelo, Por eso; y porque saben (con cautela el mueble y el salón abandonado.
más punzante el latido de la herida, se lo repiten todos al oído)
Corrió la turba, de entusiasmo llena, viendo de la muñeca destruida en el mueble un tesoro hay escondido, inundando el salón como un torrente, los miembros esparcidos por el suelo.
que allí están los juguetes de la abuela.
y el vargueño asaltó rápidamente En su sillón se desplomó, y un rato Juega la anciana. Si; chochez risible. con un sordo sumbido de colmena.
muy largo estuvo en actitud doliente, No le gusta jugar ante la gente; Asidos las tablas, en inquieto sin separar los ojos de un retrato que también la miraba fijamente.
pero juega en secreto, y es creíble: bullir, trepando de diversos modos, lo asegura el mayor, que nunca miente.
ni un cajón respetaron, ni un objeto Era una niña: flor cuya fragancia poco debió durar; su rostro bello Él la vio. Como acecha vil espía, dejaron de tocar a la vez todos, da y enfermizo a la vez, mostraba el sello mirando por la puerta mal cerrada, Rota la cinta que los tuvo unidos, de los seres que mueren en la infancia.
la vió cruzar su alcoba, iluminada volaron como blancas mariposas Aquel ángel tal vez le sonreía, por el débil fulgor de una bujía, e as papeles de escrituras pá borrosas, pobre muñeca de semblante lacio, Vacilaba en su mano temblorosa en todas direcciones esparcidos.
con labios que crispaba la agonía, le llamó al perderse en el espacio.
la luz; andaba con senil torpeza, Por el aire también fueron con ellos, y y llegóse al vargueño recelosa, derramando al volar rancios olores, Rompió a llorar la abuela, vel curioso rapaz, por sus sollozos atraído, volviendo cada paso la cabeza.
viejas estampas, rizos de cabellos, la miro; pero al punto, decidido, Descorrió, sin sonar, llave y cerrojos; y restos sin color, de secas flores.
se aparto de su lado presuroso.
cayó la vieja tapa sin estruendo; Con loco regocijo, por desgracia, Arrastrándose gatas, muy contento fué después los cajones entreabriendo.
en un cajón hallaron escondida como quien cede nobles impulsiones, fue buscando, fragmento tras fragmento, y el traidor cuanto pudo abrió los ojos.
una muñeca sucia, desteñida, la muñeca por todos los rincones.
La abuela, con afán, de un escondrijo de ajados oropeles y faz lacia.
Tardando mueho, aunque moviendo apriss sacó varias estampas desiguales, Muchas manos la asieron tenazmente los brazos y los pies, cada pedazo y atenta las miró y algo les dijo, del cabello, las piernas y los brazos.
dejaba de su abuela en el regazo, limpiando de las gafas los cristales.
pero todos soltaron de repente, y la miraba con alegre risa.
Luégo, debieron ser cosas muy bellas y rodó por la alfombra hecha pedazos.
Reunidos todos en su falda oscura ella les contemplaba: gota gota encerradas en cajas primorosas, Soltaron. y en carrera delirante todo el mar los baño de su amargura.
porque miraba mucho aquellas cosas huyeron asustados, dando voces, y era muy triste ver con qué ternura despacio y recreándose con ellas.
como nube de pájaros veloces besó la anciana su muñeca rota. Por último saco quién lo pensara!
al estallar la pólvora tonante.
RICARDO GIL.
una muñeca sucia, deslucida, la anciana llegando a paso lento, y mucho tiempo, como joya cara, mientras huían en tropel sonoro, la estuvo contemplando embebecida.
mostraba en el umbral del aposento Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
contra una puerta; el obstinado empeño crece con el obstáculo. Qué sucno, por profundo, al estrépito resiste. responder la abuela se apresura y abre, mostrando al impaciente coro su bondadosa faz, su bata oscura, sus blancos rizos y sus gafas de oro.
Invaden todos la severa estaucia que decoran antiguos cortinajes y retratos de serios personajes cuyas ropas acusan moda rancia; se alegra la alcoba ensombrecida, como el oscuro bosque cuando llega bandada de jilgueros que aturdida en luminosa ráfaga navega.
Ese canto infantil rejuvenece tanto mueble, por viejo allí olvidado.
Hasta el loro que yace disecado en un rincón, aletcar parece.
Mas cesa de repente la algazara y el rodar por la alfombra;suenan llaves, y ante un vargueño de labor ya rara se agrupan todos, silenciosos, graves.
Es un prodigio de sabor arcaico AV Theate
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