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SLEETURA PARA EL DOMINGO UN POEMA Posa que Elisa. LA PRENSA LIBRECuando éste hubo exhalado el últi que llegaron ser elogiados por la MI PATRIA ino suspiro. Elisa lloró su padre, prensa y adquiridos precios muy sin abandonar ni por un solo instan labulosos por los coleccionistas. IloDe Karner)
te su soledad, tro deber de la viuda, fué el de diriPero al cabo de algún tiempo y agir la educación de su hijo adoptivo quella ch donde chispea noble a ta¿Cuál es 111 patria, cantor. Amortiguado cierto modo su dolor, la edad correspondiente, Pedro dirigiose una tarde casa de Hur tuvo por preceptor un sacerdote do bello, arden gozosos los corazones lento, y lay coronas para cuanto os delo, y le dijo de repente: tado. Quiere usted aceptarme por es enseñó el griego y el hebreo, la histo por cuanto es sagrado. Allí mi pa.
tria furé.
ria y varias lenguas vivas, Después de varias explicaciones. Al mismo tiempo lo instruían los ei anciano artista comprendió lo que mejores maestros de música, de csgri¿ Cuál es el nombre de tu patria, Elisa deseaba, y atado de pies y ma ma y de cquitación, y Elisa le crise bardo. La que hoy llora sobre log nos sc entregó discreción su ber ñaba a ser bueno, elegante y bien cadáveres de sus hijos, bajo extranmosa vecina.
ducado.
jero cetro, antes fue el país de los roA los pocos días se celebró el matri Pedro recompensó los cuidados y bles, la patria libre, la nación germana. Así se llamó mi patria.
monio y Hurdelo se traslado al cas las atenciones de su protectora y tillo, donde fué admirablemente cui puede asegurarse que nunca ha babidado por su esposa.
do madre más querida y venerada ¿Por qué llora tu nación, poeta Elisa le consolaba y le atendía coPorque sus principes tiemblan ante mo una Hermana de la Caridad, da su amigo Chatanay, que era tu rotas yacen las promesas sagradas Así refería madame Hurdcio su vi las tempestades del tirano, porque le acompañaba constantemente y le leía excelentes libros.
Ụn año después de la boda dejó de segar aquel niño tan querido en el cas clamores. Por eso llora mi patria.
existir Hurdelo, al mismo que una viuda, cuyo marido había hombre de provecho, digno, bonrado con la tonante voz de la desesperatiempo bastante para verle convertido en un ¿A quién llama tu pueblo, cantor? perecido en Africa, sucumbía al dar útil la sociedad. à luz un robusto niño, el cual fué ¡Ah! exclamó aquel eminente ción clama los dioses eninudecidos, bautizado con el nombre de Pedro. jurisconsulto. No ha sido usted la por su libertad, por sus salvadores, Elisa consiguió fácilmente que se le más dichosa de las mujeres. Gracias por la mano despiadada de la ven.
confiara el niño, con el que se fué a a las precauciones que usted ha to ganza. Eso pide mi patria.
vivir París.
mado y al maravilloso instinto que De este modo había podido reali. la distingue, ha logrado usted sus. qué anhela tu país, poeta. Azar el plan que había concebido. traerse la ley social.
terrar los serviles, lanzar de su seDoncella y libre de todo yugo, era Sí, he cvitado no pocos inconve no al amo cruel, alimentar en liberviuda y madre.
nicntes y sinsabores, dijo Elisa con tad hijos libres o cavarles libre tumDueña de una magnífica casa rodea marcado acento de tristeza. Peroba en la arena. Eso ansía mi patria.
da de jardines y soberbiamente a cuando pienso en mi vida pasada, mueblada, consagróse Elisa a dos experimento horribles amarguras. confia tu patria en la victoria, tarcas, muy distintas por cierto.
porque no he sido madre con el dolor. ob poeta. Espera, sí, en la justicia La primera, que con sus millones de mis entrañas, como lo exige la que le asiste, fia en el despertar de era cosa fácil, fué lá de hacer visible ley ineludible y divina.
su pueblo fiel, en la venganza aterra.
el mérito de los cuadros de Hurdelo TEODORO DE BANVILLE. dora de los cielos, y en la hora del triunfo. Eso espera mi patriá!
Soñaba en ese entonces en forjar un poema, De arte nervioso y nuevo, obra audaz y suprema.
Escogí entre un asunto grotesco y otro trágico, Llamé a todos los ritmos con un conjuro mágico, los ritmos indociles vinieron acercándose, Juntándose en las sombras, huyéndose y buscándose, Ritmos sonoros, ritmos potentes, ritmos graves Unos cual choques de armas, otros cual cantos de aves; De Oriente hasta Occidente, desde el Sır hasta el Norte, De metros y de formas se presentó la corte. Tascando frenos áureos bajo las riendas frágiles Cruzaron los tercetos, como corceles ágiles, Abriéndose ancho paso por entre aquella grey, Vestido de oro y púrpura llegó el soneto rey. allí cantaron todos. Entre la algarabía.
Me fascino el espíritu, por su coquetería, Alguna estrofa aguda, que excitó mi deseo, Con el retintín claro de su campanilleo. la escogí entre todas por regalo nupcial Le di unas rimas ricas, de plata y de cristal.
En ella conté un cuento, que huyendo lo seryil, Tomó un carácter trágico, fantástico y sutil; Era la historia triste, desprestigiada y cierta De una mujer hermosa, idolatrada y muerta, para que sintierar la amargura ex profeso, Junté sílabas dulces, como el sabor de un beso, Bordé las frases de oro, les dí música extraña, Como de mandolinas que un laúd acompaña; Dejé en una luz vaga las hondas lejanías Llenas de nieblas húmedas y de melancolías, por el fondo oscuro, como en mundana fiesta, Cruzan ágiles máscaras al compás de la orquesta, Envueltas en palabras que ocultan como un velo, con caretas negras de raso y terciopelo, Cruzar hice en el fondo las varias sugestiones De sentimientos místicos y humanas tentaciones.
Complacido en mis versos, con orgullo de artista; Les dí olor de heliotropos y color de amatista.
Le mostré mi poema un crítico estupendo. lo leyó séis veces y me dijo. No entiendo. PARA TI SOLA JOSÉ SILVA.
EIIS. Ġ EOFFRAY CASTIGO DEL ORGULLO De Baudelaire.
En los tiempos admirables En que la Teología Floreció más poderosa, Más fecunda en su energía, Se refiere que un gran sabio, Más que todos eminente, Cuando ya se hubo atraído Todo pecho indiferente Removiendo hasta en su fondo Las sentinas de pecados; Cuando pudo pasearse Por los límites soñados De la gloria, esas veredas Singulares y tan bellas Pór do ran los serafines Tropezando con estrellas; Dominado por el vértigo, Débil en su negro pánico, Así dijo, transportado De hondo orgullo satánico. Oh Cristo, pequeño Cristo!
Más alto que tá hé subido; al herir en tu armadura, Si lo hubiera yo querido, Tu derrota y tu vergüenza Fuera ya como tu gloria serías para el mundo Sólo célula irrisoria. dejóle, desde entonces, La razón súbitamente, cubriose esa alma lumbre De una sombra omnipotente; Derrumbóse entero el caos En aquella inteligencia Que antes fuera templo vivo De simétrica opulencia Bajo cuyos dombos altos Pompas múltiples reinaron; Silencio y Noche, focos, En su pecho se hospedaron, Como en bóveda funérea Cuya llave se ha perdido.
Desde entonces, a las bestias De las calles parecido, Por los campos rastreando, Solo, hirsuto, indiferente lầs nieves del invierno, Del verano al sol ardiente; Sucio, inútil, triste, viejo, Como objeto de avería, Una turba de muchachos Sin piedad le perseguía.
JOSÉ ANGEL PORRAS. Quién, al verte, imagina que tienes escondidas tantas penas, tú, siempre tan risueña, que parece que con ta rostro plácido condenas todo aquello que abate y entristece. anoche me contabas, en el sofá tendida muellemente, inclinada la frente, lo mucho que sufrías, lo mucho que llorabas bajo tus aparentes alegrías. Mi vida es un infierno me decías con dolorido acento ;y es la lástima tal que por mí siento cuando en mis horas negras reflexiono en esta soledad en que se abisma mi juventud já mustia y decadente, que quisiera morirme de repente perder la conciencia de mí misma!
Odio los hombres, odio la existencia, y la hora maldigo. nr en que al mundo me echaron, porque el mundo, de quebrantar sus reglas, en castigo, finge mirarme con desdén profundo. y en tu cara de muerta y en tu mirada incierta Hotaba como un velo de locura; y yo, mudo, entretanto enjugaba tu lazito saboreando contigo tu amargura.
La miseria, que enfanga nuestra vida; tu, complexión ardiente y soñadora; la lujuria del hombre, que persigue la virtud hermosa y desvalida, como el perro de caza persigue y mata la indefensa liebre, obedeciendo instintos de la raza. te empujaron, al vicio en que hoy te anegas, Ý, cansada del ricio, al fin, reniegas, porque quién tiene el corazón aún sano no disimula el asco que le inspira el olor nauseabundo del pantano, No, no eres mala. la ilusióñ atin, bate.
sus alas de oro en torno de tu frente; al parecer marchito, vive y late, por todo lo que es grande. es hermoso, aun de tu alma brotan en lo vivo. ternuras, exquisitas, como nacen en campo sin cultivo abundañtes y frescas margaritas.
Tu inteligencia penetrante y fina lo más oscuro y complicado entiende, aquello que no entiende 1o adivina en visión momentánea qne sorprende.
Por eso de la vida el soído tedio sientes en ti tan hondo y en vano buscas tu mal remedio apurando la copa rebosante de placeres extraños, hasta el fondo. Joven aún, pero sintendo ya losſ Por lo tanto, antes de decidirs síntomas de una dolencia que debía quiso enterarse a toda costa de lo abreviar su vida, Carlos Geoffray, que es en realidad la vida de una muantiguo ingeniero y dueño de una jer casada.
fortuna colosal, se había refugiado La ocasión se le presentó mucho en un pintoresco castillo que poseía antes de lo que esperaba.
en Grenoble Una prima suya, Olimpia Thellien, Allí educó instruyó por sí mismo quien Elisa amaba con ternura, se su hija Elisa, fiel imagen de la ado había casado hacía algunos años rada mujer que había sido la compa con un gran propietario, Mr. Salzi, fiera de su existencia.
que vivía en el campo, en las cercaGeoffray no recibía a nadie y no tenías de Dijon.
nía más que un amigo, que residía. en. Mr. Geoffray tuvo que hacer un una modesta finca de las imediacio viaje París en compañía de su hija, nes del castillo.
y esta consiguió de su padre que se Era el gran paisajista Pedro Hur detuvieran un día en Dijon para ver delo, que en los comienzos de su ca Olimpia.
rrera había gozado de extraorditia Quiso la casualidad que, Mr. Salzi ria reputación y que olvidado luégo, estuviese de viaje yrique mientras octogenario. achaçoso, terminaba Geoffray se entretenia en recorrer là fiñea, las dos primas pudiesen hablar Geoffray quiso socorrerle en varias tranquilamente a sus anchas.
ocasiones, pero se estrelló siempre si; Elisa, dijo Olimpia; el matricontra una altivez absoluta; que sé monio es para mí una cosa horrible.
obstinaba en no transigir jamás. Yo soy una esclava, una criada mal lo sumo aceptaba el anciano una pagada, que de nada puede disponer.
que otra golosina, que de vez en Pero, exclamó Salzi te a cuando le llevaba a su casa la mis ma, según creo.
ma Elisa. Estás en un error, Olimpia; pero En sus conversaciones le hahía en la prudencia me impide hacerte cierseñado Hurdelő todo lo que acerca tas revelaciones que no son del caso: del arte. se puede aprender teórica. Sólo te diré que traje. una dote de mente, y por lo tanto, aquella mu quinientos mil francos y que no soy chacha de diez y ocho años, hermosa, dueña de hacerme un vestido cuando ágil y robusta, unía una serie de se me antoja, ni de permitirme el lujo rastos conocimientos, un candor de adquirir una joğa que sea de mi verdaderamente infantil.
agrado.
Presintiendo, siri duda, su próxima Pero, repúso Elisa, eres madre.
muerte, Geoffray corcibió el projecto Mi marido enseña a mis hijos a no de casar a su hija, y este fin la lle quererme. No te cases, Elisa.
VÔ Grenoble, donde Con las angústias de un corazón luego destrozado, madame Thellien dijo a las más distinguidas terasy luda dio en su castillo suntuosas festas su prima todo esto y algunas cosas magníficos banquetes más.
Elisa, se hizo desde luego cargo Desde aquel momento tomó Elisa del egoísmo humano en toda su feal un partida definitivo. y juró no sujedad, y comprendió la perfecta insig: tarse Compran nificancia de las relaciones sociales. Dle todas clase do su No tuvo que meditar mucho tiem. Patos (convenci inio. menes que le hacían la corté, ninguno e pas condicion valía tanto como su padre y como lo: Hurdelo, didos con la Ho letto di vio: pital fuera sus Elisa, PENSAMIENTOS Nada importa tanto a la mujer enmo el colocarse la altura de su misión, sin olvidarse nunca que nació para madre. Yo no creo en la regeneración de la mujer. por el amor ni por ninguna causa. La mujer que cae cayó por siempre. En eso estribá la diferencia cardinal que hay entre el hombre y ella. Para llegar la plenitud de su grandeza, el hombre Decesita haber sentido en sí, en inanifestaciones diversas, todo el poder de la paturaleza. la mujer le es vedado salir del estrecho prestigioso sít culo del hogar, 90, pena de transformarse en un ser despreciable. El intiTe amo, sí, te amo cón espontáneo amor que no se pağa de apariencias falaces, y en las horas fugaces en que estoy junto a ti, siento un aroma de caliente tristeza que, me embriaga. Florencia; 1896.
ÉMILIO BOBADILLA, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano de Sistema Nacional de Bibliotecas de Ministerio de Cultura y juventud Costa Rica

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