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LOS JUEVES DE LA PRENSA LIBRE LA MUJEK ADUII ERA Lleva en su mente tu llorada historia Con indelebles letras esculpida.
Cediendo de la culpa los clamores, Cometiste, pisando tus deberes, El delito mayor de las mujeres, el padece el dolor de los dolores.
Vuelve los pies del ofendido esposo, al desandar la vía Que la sima del crimen te condujo á víctima de un pueblo te redujo, Recuerda siempre la palabra mía: Sin la virtud no hay dicha ni reposo, Cristo a la dicha y al reposo guía.
Barquilla sin timón y en mar incierto, Ave herida en mitad del Océano, Sin el auxilio de divina mano ¿Podrán llegar al anhelado puerto?
IV Por iracunda plebe perseguida Huye en Jerusalén al templo santo Mujer despavorida; Baña su faz hermosa Desatado raudal de amargo llanto.
Es aquella mujer culpable esposa; La ley del pueblo hebreo morir pedradas la condena.
El torpe fariseo el hipócrita escriba corrompido Piden, como la turba, grito herido Se lleve a cabo la marcada pena.
La misera mujer de angustia llena con ansias mortales, Gira en redor los suplicantes ojos, Mira Cristo del templo en los umbrales Radiante de bondad y de dulzura, póstrase de hinojos besa de Jesús la vestidura.
Inmóvil queda cual estátua yerta; Vaga en crespas madejas su cabello Sobre la blanca espalda, mal cubierta, su rostro sombrio (Para su propia desventura bello)
Entre las manos trémulas sepulta: Quizá un rubor tardío, Quizá la falta de rubor oculta!
Entre tanto el Seſor sobre la arena Misteriosas palabras escribia, el fariseo que la turba guía, Para hablar Jesús, silencio ordena.
Con humildad irónica pretexta Sobre el suplicio horrendo consultarle; Pero busca sutil en su respuesta Causa para acusarle, así le dice: La mujer impura Que tus pies se ha postrado, Sin recato y sin fé, ciega y perjura, El tálamo nupcial ha profanado.
No ignorará tu enaltecida ciencia Que morir la sentencia La sabia ley del inspirado Preste Que rompió nuestra dura servidumbre del Eterno oyó la voz celeste Del Sinaí sobre la ardiente cumbre.
Mas tú eres el Mesías prometido; La voluntad de Dios tu labio anuncia Infalible profeta, rey ungido, Tus altísimas órdenes pronuncia; Tu fallo dinos y será cumplido.
Cristo escribiendo en el arena sigue Sin levantar la pensativa frente, el fariseo poco ya impaciente, Con alterada voz así prosigue. Si eres hijo de Dios. cómo te arredra Lo que el grau Moisés dejó ordenado. Cumplase, dice Cristo, lo mandado, Pero que arroje la primera piedra El que esté sin pecado.
II Todos para animarse se miraron, todos sin aliento enmudecieron, Sus cejas se enarcaron, Las piedras de sus manos se cayeron en confuso tropel desparecieron.
III guntó.
Núblanse del Mesía Los refulgentes y serenos ojos Con el mismo dolor que describía, Hijo de los agravios De la pérfida esposa, que de hinojos Sigue sus piés, sin desplegar los labios.
Ora Jesús al Dios de las bondades, Que al universo rige, de Jerusalen transpone el muro; Anhela respirar aire más puro Que el aire corruptor de las ciudades, sus pasos dirige Del desierto a las mudas soledades.
En silencio profundo Marchan tras de Jesús los bienhadados Discípulos humildes, destinados extender su doctrina por el mundo. Pedro dice al Justo. Bondadoso Maestro celestial oye mi acento: En piélago de dudas proceloso Se pierde mi confuso pensamiento.
Yo vi que los abismos del pecado, Do estaba Magdalena, iluminaste; Hoy la vida a la adúltera salvaste.
Pero dime Señor. la has perdonado, tan sólo sus jueces recusaste. Tu corazón se apena, Siendo el perdón tu dicha perdurable. Es los ojos tuyos más culpable La adúltera mujer que Magdalena? responde Jesús. Desventurada La que, en inicuo amor los ojos fijos, La paz de la familia rompe osada el porvenir anubla de sus hijos!
Sin más mira ni enseña Que el deleite liviano, De miseria en miseria se despeña Del vicio por la rápida pendiente; Hunde en el cieno su insensata mano De madre la corona refulgente, de la culpa en los hediondos brazos Revuélvese y desata Del bendecido amor los dulces lazos, Es la víbora ingrata Que en caluroso seno recogida, Helada y aspirante, Al recobrar la fuerza de la vida Clava su penetrante Aleve dardo de ponzoña lleno, Con ánimo enemigo, En el incauto seno Que generoso le prestó su abrigo. Deja que amargamente De esa mujer laangratitud lamente!
La ingratitud, baldón de las criaturas El rayo vengador hizo preciso, Al ángel derroco de las alturas al hombre desterro del Paraíso. byeme, Juan: Mi padre te destina, Del humano linaje para gloria, escribir inspirado mi doctrina, Sigiendo fiel las huellas de mi historia.
Del cerco de la tierra arrebatado Tu espíritu regiones inmortales Evocará las sombras del pasado, aspirarás las auras germinales Que en el principio a la materia inerte Arrancaron del sueño de la muerte.
En gigantesco y portentoso vuelo Atravesando siglos millares de lo porvenir rasgando el velo, Verás el día de esperanza y duelo En que luchen los altos luminares Incendiando los términos del cielo. vida nube sorberá los mares, La máquina del orbe derruida, Rotos ya sus fortísimos cimientos, Sin concierto, sin forma, denegrida Cual leve arista llevarán los vientos.
Entrando de amor en el santuario, Referirás mi vida de tristeza, Que en el portal humilde y solitario De Betlehen empieza termina en la cumbre del Calvario. al escribir ¡Oh Juan! lo que ahora viste, Para justa enseñanza de los hombres, Cuenta la vida triste De esa infausta mujer, más no la nombres. por tu mano inmaculada escrito De fuego eterno con buril ardiente, En su pálida frente Lleve por todo nombre su delito.
EL HOMBRE madre me hizo tan terrible pintura. es uno de tus semejanUna noche del pasado invierno, eres tú de quien me aconsejates quien osó matar mi padre? encontrándonos al amor de la ban que huyese?
lumbre, pues había llovido todo Sí, soy yo, contestó sencillael día durante nuestra visita mente el leñador.
esa maravilla de las maravillas Pero desgraciado. si eres la que se llama Baalbek, fue cuando imágen de la debilidad! Mi nomoſ contar un árabe que venía bre sólo debía de hacerte palide.
con nosotros de Dama la leyenda cer, y de un zarpazo puedo de que aquí transcribo, ordenando jarte muerto mis plantas.
mis notas de viaje.
El soberbio y generoso león a der, hizo un curte profundo en el El hombre, sin dignarse responcababa de ser muerto, dejando roble que acababa de morir, lueen la selva, para honrar su memoria y perpetuar su raza, lago, volviéndose al león, le dijo. Te parezco débil. Mira ese leona y al cachorro.
Éste ardía en deseos de recorrer roble! Orgulloso de su fuerza se el mundo.
alzaba derecho y robusto, y sin. Por qué, le decía su madre embargo, ahí lo tienes tumbado, cubriéndole de caricias, por qué inerte.
ya ves lo que puede mi brazo. En cuanto tu nombre, quieres abandonarme. No estás bien aquí. Ten cuidado, no me hace palidecer, porque cohijo mío; más allá de estas sole nozco otra fiera más temible: la dades que forman tu imperio, enmiseria! y tus rugidos poderosos contrarás, entre otros peligros, son para mi oído menos terribles al más terrible, al más cruel de que los de mis cachorros cuando tus enemigos: el que te ha hecho me piden pan. No son, en verhuérfanos. ese ser temible que puedo oponer tu fuerza; pero dad, mis flojos músculos los que se llama el hombre.
Cansado de oir todos los días la idea, el pensamiento, el cálcula eterna amenaza, y no toman das aún? Pues bien, mete una lo, me hacen dueño de tí. Dudo consejo nás que de su valor, una tarde el heredero del león se pata en esa hendidura si te atremarchó, diciendo a su madre: ves, añadió mostrando el corte. No temas por mí; soy joven, que había hecho en el tronco, y soy fuerte, soy valiente como lo que mantenía abierto con el hafue mi padre; no temo nada ni cha. nadie; si me encuentro al homAloir decir si te atreves. obedeció sin dudar el león.
bre, se acordará de mí! el león se fué.
El leñador entonces retiró el El primer día encontró un hacha, aún impregnada con la buey en su camino.
sa via del gigante de los bosques. Eres tú el hombre? le pre y la fiera quedó apresada. ahora. soy el hombre? di No, contestó el tranquilo rujo gravemente el leñador. soy miante; ese de quien hablas es mi tu dueño?
amo; él me engancha al arado, y elleón bajó la cabeza y guardó siAnonadado por tanta audacia, si mi marcha le parece lenta, para activar mi paso me pincha las lencio, como conviene a todo el carnes con una punta de acero. que se confiesa vencido.
El león se alejó pensativo.
En cuanto le fue de vuelta la liAl día siguiente vió en una prabertad, se echó sobre el musgo y dera un caballo con los remos empezó lamerse tristemente la trabados.
pata, cubierta de sangre. Eres tú el hombre? le pregunLa fiera vencida repasó tristetó el feroz viajero.
mente en su memoria todos los Señor, contestó temblando el incidentes del viaje, y recordó el caballo, no soy el hombre, sino consejo de la leona su madre.
su servidor y su montura; cuanEl hombre entonces se acercó do no corro como él desea, me al león, y después de la varle su clava en los ijares unas raedeci herida, sin añadir una palabra, sin llas llenas de pinchos.
volver la cabeza, descuidado y Sacudió su melena el león, hizo con el hacha al hon. bro, tomó crujir sus dientes, y echó de nue tranquilamente el camino de su cabaña.
vo andar, preguntándose con rabia sorda quién podría ser a vista el león, y cuando se vió soLargo tiempo le siguió con la quel que en el mundo parecía haber sometido todos los séres sus lo, lleno de vergüenza y dudando caprichos, su fuerza y su vo va de su fuerza y de su poder, dos luntad. Después de algún tiem gruesas lágrimas nubiaron sus po, llegó la India. Su mirada ojos, se levantó cojeando, y voldescubrió en seguida un animal vió lentamente hacia el desierto, de tamaño enorme, y al parecer do en que el león no atacará jaDesde aquel día se ha convenide invencible fuerza. Esta vez no me engaño, dijo más al hombre valiente.
al acercarse; eres tú el hombre FRÉDERIC FEBVRE. verdad. Te equivocas, yo soy el elefante, y ese cuyo nombre acabas de JESUS pronunciar es mi amo y señor.
Le llevo sobre mi lomo cuando Uno de aquellos que Jesús herían desea viajar cazar al tigre, y arraneole un puñado de cabel:08 con blasfemias, después de flagelarlo, como tiene confianza en mí, me en tibia sangre y en sudor bañados.
hace guardar sus hijos. dijo alzando los crispados puños: Oyendo estas palabras, se alejó el león, cada vez más preocupado de la noche cayó sobre la tierra. Voy ofrecerlos a Caifás. El manto De pronto, unos golpes sordos y el hombre caminaba apresurado.
que se oían intervalos iguales le sacaron de su preocupación.
De pronto, se detuvo como presa de un visión deslumbradora; pálido Pudo observar que los ruidos y amedrentado, vacilo. Tenía salían del fondo de la selva. un haz de resplandores en la mano!
internándose en ella columVICTOR HUGO.
bró un sitio despejado, adonde se acercó, viendo un roble próximo caer cortado por el hacha. EL DERECHO DEL NINO Ni en ésta ni en el leñador reparó III al principio el viajero, que exclamó dirigiéndose al roble: Habíamos pensado no es ¿Eres tú el hombre? cribir más que dos artículos No, dijo al caer el coloso de con el mismo título que llela selva; el hombre es ese que a va el presente, pero nos vecaba de cortarme, y cuyos gol mos precisados escribir espes muero.
Sólo entonces se dignó el león te otro por que deseamos posar sus ojos en el extraño sér damos en nuestras dos protratar una cuestión que olviquien el roble acababa de nombrar; y al verle tan débil y de tan ducciones anteriores sobre el pequeñas proporciones, dejó caer mismo tema.
desdeñosamente estas palabras: Se trata de una usurpación. eres tú ese de quien mi del derecho del niño, se trata. Nadie te acusa ya. La airada plebe Que llevarte morir se apercibía, Despareció como la bruma leve Al despuntar la claridad del día.
Ya de la muerte la segur terrible No ves amenazando tu existencia; Mas oye la tremenda, inextinguible, Inexorable voz de tu conciencia; Oye del que te salva, la sentencia: Eres esposa y madre. Que te brinda otro amor? males prolijos No vuelvas pecar, piensa en tus hijos, hiere si te atreves a su padre.
Torna al preciado hogar que abandonaste, Del que tu infame culpa te retira; Pide perdón al hombre que afrentaste, su dolor inconsolable mira.
Mirale oculto, palpitante el pecho; La vista tiende al solitario lecho, en el desesperado se desploma.
Abraza tierno al balbuciente niño, Lirio que el yermo de su vida aroma, el abrasado llanto del cariño, En sus pupilas áridas asoma, Viendo del inocente en el semblante Trasunto fiel, imágen hechicera Del rostro tuyo, que adoro constante, gala ayer de sus amores era.
Hoy su dicha anegada, Sobre las hondas del dolor eterno Aún ilesa y tranquila sobrenada El arca santa del amor paterno. quiere aborrecerte!
Aborrecer lo que se ha querido, Es desgarrarse el corazón herido vivir en las ansias de la muerte.
Hondos gemidos lanza, si en su oprobio piensa, Juzga que no hay venganza Que hasta el nivel alcance de su ofensa.
Lucha por desasir de su memoria Tu aciaga imagen, tu fatal caída; Mas para siempre la quietud perdida, LARMIG.
CONTRATOS POR MADERA Del Aserradero de José María Bonilla pueden hacerse con el suscrito, en el Almacen de los señores Quelqueju 09, freate al Palacio Nacional. Las maderas se entregarádumdomo kieme primogen. ch Depósitou situada návespaldasedel Edificio Metálicosta rica.
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