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LECTURA para el DOMINGO SELVA amorosa. LA PRENSA LIBREmo deplorable, le veía malbaratar su MADRE!
cuantiosa fortuna en el juego, la orgía y la corrupción, abrigando siemI pre la ilusión de que volvería al buen Karl era muy querido en la Escuela camino fuerza de consejos y de láde Medicina. Sus maestros admira grimas.
ban en él las raras dotes que la NatuPero pasaron los años, y la pobre raleza le había dado; talento, consa. madre, aun cuando vivía en los pocos gración, ojo médico, disposición sor: momentos en que de cuando en cuanprendente para la Cirugía, asiduidad do veía su hijo de rodillas ante el y amor sus enfermos. Nadie como suplicándole se apiadara de ella y al hacía con tanta sangre fría, limpie oyera sus consejos, no pudo un día za y prontitud una operación en los dar a su hijo el dinero que le pedía.
miembros temblorosos de un enferEstaban arruinados! Miré espantada cierva que huyendo perseguida Rodó de la alta cumbre por la áspera pendiente.
mo, ni aplicaba las medicinas y ponía No pudiendo ya la pobre madre los vendajes con mano más liviana y dar sino amor a su hijo querido, Allí la augusta selva, donde el misterio reina, Donde la sombra mora, donde el mirar se pierde, éste la abandonó. vi la tigre hirsuta que hambrienta y anhelante do al pasar el viento, que los ramajes peina, Cayó sobre la cierva en las tupidas hojas, Siempre se le veía recorriendo las Partió tras los placeres, tal vez tras Se escucha el concertante de su follaje verde. así que hubo rasgado la carne palpitante, salas del Hospital, de número en nú el crímen.
Bebió la sangre tibia de sus entrañas rojas.
mero, aliviando dolores infundiendo Las lágrimas de su madre le fastiDo de la torva fiera el alarido rima esperanzas.
diaban, y no era para él aquella sanCon el arrullo tierno que el pajarillo lanza, Aunque de carácter retraído y meta mujer que lo adoraba, sino un esSe oyeron en la selva lamentos y rugidos, el trueno del torrente que baja de la cima El suelo dejó tinto la víctima inocente, lancólico, sus condiscípulos le querían, Con el rodar de fuente que perezosa avanza.
torbo.
Cantaron impasibles las aves en sus nidos, y aún más, le respetaban.
Ya en América, lejos de su madre, el sol siguió tranquilo su marcha al occidente. Nadie sabia quién era Karl; nadie en la miseria, casi mendigo, sin posiDonde el reptil rastrero que habita la floresta, se había atrevido preguntarle cuál bilidad de volver al lado de aquella la juntura estrecha del peñascal se amolda, hasta alcanzar del monte la dentellada cresta Oh selva majestuosa. Las mismas leyes rigen era su patria, aun cuando su acento que le dió el ser, el amor filial se desSe extiende de bejucos entretejida tolda.
Tu misterioso seno donde el rugir se escucha, lo denunciaba bretón, ni quiénes eran pertó vigoroso y tremendo en el fonLas mismas des venturas tu soledad afligen, habían sido sus padres.
do de su alma, y loco de dolor, escriY las tupidas ramas los calientes nidos La misma eterna guerra, la misma eterna lucha? Un día fué presentado por uno de bió una y otra vez, primero su maSeguro abrigo ofrecen, cual maternal regazo, los profesores en la Escuela de Medi dre, sin obteuer respuesta alguna, donde hasta las nubes se elevan confundidos Igual la vida alienta tu enmarañado seno: cina; traía los vestidos raidos, el Los troncos y las lianas en secular abrazo.
Sobre el abismo cimas que el infinito anhelan; después sus amigos, y por esto susemblante pálido, la cabellera creciJunto a la zarza flores, bajo la espuma cieno, Do exuberante vida de siglos se derrumba, Reptiles que se arrastran y pájaros que vuelan. lado; los labios descoloridos y el anda, los ojos hundidos en un cerco viopo que su madre, enferma y arruinada, había salido de su país en busca Al desplomarse el tronco yá carcomido y seco; del ingrato y siempre querido hijo. donde va el quejido, que al descender, retumba, dar vacilante, aunque en él se adivi.
Entonces su desesperación no tuvo Cual triste de profundis repercutiendo el eco.
III naba al primer golpe de vista al gent. límites. Se dió a estudiar desaforadaTheman aristócrata, al hombre de mente, para ver de ganar con su traEn donde de sus cerros en los torcidos nudos mundo, al joven de genio y de talen bajo lo suficiente y correr en persecu.
Cubiertas por el musgo, verdosas, nos enseña Qué confusión, qué lucha, qué sombra, qué misterio! to.
ción de su madre, tardíamente amada De los pasados siglos, como testigos mudos, Doquier la triste queja con el rugido rima; Sólo la muerte extiende su poderoso imperio, Ingresó en la Facultad y comenzó Las escarpadas moles de la cancrosa peña.
por ese corazón extraviado tanto estudiar con ahínco, con tesón, con tiempo.
Sólo el dolor todos con su aguijón lastima!
Do cubren las neblinas, con blanquecina nube, rabia, puede decirse, hasta aventajar III los mejores alumnos y llegar en poLas crestas de los montes, que airosos se levantan. Adónde va el gemido que por los aires flota? endiendo los espacios, hacia los cielos sube, Todas las semanas desertaba Karl ¿Será la muerte muda el fin de la jornada?
co tiempo ocupar la cátedra en el El trino de las aves que entre su nido cantan.
de la Facultad y en son de estudios ¿Se perderá sin eco la dolorida nota?
anfiteatro y en la Escuela.
Tras de la recia lucha se encontrará la nada. todos sus condiscípulos los trata experimentales visitaba los hospitaY en la tranquila noche se calla todo acento, ba con cariño, pero ninguno con les y los enfermos pobres de las poY todo duerme, y vive la sombra en la caverna, Pero el dolor nos rasga la tenebrosa venda; deferencia; jamás los dejó traspasar blaciones vecinas. escúchase tan sólo pasar, silbando, el viento, Es el cincel que golpes modela la escultura, los límites que les había impuesto su Un día, al entrar en el Hospital de la canción del agua, monótona y eterna. Es aguijón que anima por la tortuosa senda, reserva, y de su tristeza amarga y vuelta de su acostumbrada correría, grito que nos hace mirar hacia la altura. tenaz se hizo un escudo y una aureo un subalterno snyo del anfiteatro le en donde por los aires ascienden confundidos, la que rechazaba los audaces im detuvo diciéndole: Cuando el poniente luce sus trasparencias rojas, Que en esta noche negra do la creación avanza ponía los tímidos. Señor, en la sala anatómica hay El grito de las fieras, el canto de los nidos, todo es una nota del eternal concierto, Todos le seguían con interés en sus un cadáver: es de una mendiga; y haEl ruido de las aguas y el himno da las hojas.
Las sombras tienen rayos, las penas esperanza, diarias visitas a las salas del Hospi biendo muerto de una enfermedad El simouns oasis, las tempestades puerto.
tal. Se detenía ante las camas en las desconocida, hemos esperado a usted II cuales padecía alguna anciana, y ésta para que haga la disección.
La ola sin ribera que en el oeéano ruge, le inspiraba tal compasión, que ja Vamos dijo Karl y echó anY lanza hondo gemido que los espacios puebla, más la abandonaba hasta no verla dar. Allí estaba sobre la plancha de Oh selva. tú las horas de tu existencia llenas Espere un viento fresco que hacia la playa empuje, buena, y si, la enferma moría, Karl mármol el cuerpo inanimado de la Con el consorcio puro de aromas y de cantos, Espere un rayo tibio que la convierta en niebla. volvía el rostro la pared y enjuga pordiosera, los labios contraídos, los ignoras de los hombres las punzadoras penas, ba una lágrima.
ojos abiertos y turbios mirando al sus dolientes quejas y sus amargos llantos! Boguemos! hay tinieblas, pero la aurora luce; II infinito, y las últimas lágrimas eatanOh selva! tí no llegan ni en tu ámbito se escucha Es el Amor piloto que al puerto nos conduce; Hay horas de tormenta, pero horas de bonanza; Era evidente que en su existencia cadas en las ojeras azules.
De la pasión el grito, tiránico y rugiente, había un misterio no revelado por el Karl tomó la cuchilla, arremangó Eterno es el impulso, la nave siempre avanza!
Ni los confusos ecos de fratricida lucha, a nadie.
su levita hasta el codo, fijó los ojos Ni el ay. que triste lanza la humanidad doliente!
Hasta llegar do mire tornada la criatura Karl era bretón, hijo único de una en el cadáver. lanzando un Ni escuchas en palacio, donde la luz fulgura, En realidad su anhelo y en lumbre sus dolores; rica viuda de un General austriaco; horrible grito estridente, doloroso y Las notas de la orquesta, las voces de alegría, Donde la paz impera, donde el amor fulgura había sido en su infancia el único ob destemplado. cayó sin sentido.
Que son el triste requiem de la infeliz criatura rasguen las tienieblas eternos resplandores!
jeto del amor de su madre.
En el fincaba ella todas sus espe¡Era su madre. Que muere de la calle sobre la losa fría.
Hasta alcanzar un cielo donde el amor la impele: Tanzas, y, mimándolo hasta un extreA. UMBRIA Ni abrigas esos seres que solos y perdidos Do todo lo que se hunde airoso se levante, Alientan en el mundo sin dicha ni fortuna, aquello que se arrastra por el espacio vuele, Ni sienten tibios besos que acallen sus gemidos, todo lo que llora sobre la tierra cante!
Ni escuchan los maternos cantares en la cuna. UNOS BRAZOS Ni sabes de esas celdas estrechas y sombrías No los soñó mejores Praxite Do solos y abrumados por su conciencia gimen, Venus? Venus jamás los tuy Con el recuerdo vivo de sus oscuros días, Los hijos de la sombra; las víctimas del crimen!
Es rayo que del odio la sombra espesa y negra No se han hecho en el my Disipa y desvanece cuando en el alma brilla; Que imiter sas curvas Es cántico celeste que la creación alegra, ignoras que el azote de la locura existe, faro que nos muestra la sosegada orilla. hay seres en que impera fatídica y tirana, De cuyos labios brota, profundo, sordo y triste El diapasón doliente de la miseria humana.
Columna luminosa que los viajeros guía, puebla de belleza la senda solitaria, Ni ocultas en tu seno la envidia que se adhiere trueca los lamentos en himnos de alegría, trueca las blasfemias en mística plegaria.
Como áspid venenoso y el corazón acaba, Ni la traidora mano que entre la sombra hiere, Ni de la vil calumnia la ponzoñosa baba!
Es astro que disipa la tempestuosa nube, Paloma que nos lleva consoladora rama, Ni tienes los cobardes que la desgracia insultan, Escala misteriosa que hacia los cielos sube Ni escuchas de los ruines el degradante coro, voz del infinito que la criatura llama Ni tienes esos hombres que con cinismo ocultan La mancha del delito, con el fulgor del oro! Que sólo es este mundo de duelo y pesa El arenal que cruza la inmensa carabana Ni tú eres la guarida del matador hastío, Las alas ya llegaron a la anhelada cumbi Ni de la ruín venganza, ni del orgullo ciego, Las garras no han llegado, mas llegarán Ni del terror conoces el penetrante frío, Ni de las locas iras el indomable fuego. Porque el amor es bálsamo todo sufrir Consuelo para el triste, para el que llora e Para el desnudo abrigo y pan para el ham Para la cuna arrullo, para la tumba llanto.
Callé, porque en la falda de la tendida loma Miré feroz milano volar sobre los nidos, Es sol que lleva oculto la imperdurable arcı luégo entre las garras llevar una paloma, fulge allá en el fondo de la creación entera Poblando los espacios de plumas y gemidos.
En unos como chispa que apenas débil brilla, En otros cual radiante, deslumbradora hoguera allá sobre la cresta de la montaña erguida Que con sus rayos doran las luces del poniente, DIEGO URIBE pre En Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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