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EL DIA CRAND PRIX En la Exposicion Universal DE PARIS, 1889.
CALDERAS INEXPLOSIBLES Adjdicado a la Compañía Babcock y Wilcox por sus Hay más de 350 calderas con un total de 64, 450 cabalos de fuerza iustaladas en la Isla.
Tenemos el honor de poner en conocimiento del público, que deseosos de colgún otro fabricante puede presentar una lista de órdenes de la importancia de la rresponder a la confianza con que nos han favorecido los inteligentes Hacendados nuestra. Industriales de esta Isla, hemos introducido en nuestras CALDERAS algunas También nuestro Aparato sistema KOOK para quemar bagazo verde ha mejoras especiales para su aplicación a la industria azucarera.
venido rivalizar en celebridad con las calderas, siendo su superioridad reconociDespués de haber obtenido la más alta distinción en la Exposición Universal da hasta por nuestros competidores, como lo prueba el hecho de que, a pesar de tede París el GRAND PRIX y el veredicto de la opinión pública en esta Isla, es ner todos los puntos importantes protegidos por patentes y siendo la ley muy soinnecesario detallar las ventajas que tienen sobre todas las construídas hasta el día, vera con los usurpadores de ellas, se están ofreciendo a los señores Hacendados así nos limitamos siguiendo nuestra costumbre a publicar continuación la lista de como originales, diversos modelos de hornos que solo son una mala copia de los los señores Hacendados Industriales que nos han favorecido con sus órdenes, y nuestros, suprimiendo algún punto importante para disminuir el precio y aplicándespués de años de prueba han repetido sus pedidos en la seguridad de que nin dolos calderas que no pueden aplicarse sin peligro.
Calderas Babcock y Wilcox. Instaladas en la Isla de Cuba.
Desde agosto de 1879, hasta julio de 1891 se han vendido en Cuba 166 calderas le 14 15, 000 caballos de fuerza, y 59 hornos de patente COOCK para quemar bagazo verde.
Trapiches ROBERT DEELEY Co. Aparatos de triple efecto, doble efecto, tachos al filtro prensas, defecadoras, bomba GUILD GARRISON Para planos, especificaciones y precios dirigirse SAN JOSÉ DE COSTA RICA.
vacio, Chamberlain. 16le de agradaba bastante. Era, sin emba aquel fondo el que más convenía le señora de Imbercourt, cuya belleza se componía sólo de perfecciones vulgares.
En medio de la sala, sobre un pouf circular adornado con uun gran macetón de la China, en el que extendía sus hojas na rarísima planta exótica de la que la señora de Imbercourt ignoraba hasta el nombre, pero su jardinero la había colocado allí, estaban sentadas y llenas de gasas, de puntillas, de blondas, de sedas y de terciopelos, cuyos hirvientes oleajes les subían hasta el cuello, unas cuantas mujeres, jóvenes y bonitas en su mayoría, pero cuyos tocados, de un capricho extravagante, acusaban la inagotable pero cara fantasía de Worth. En sus cabellos negros, rubios, oncres, palos y empolvados, tan abundantes que hacían suponer los menos malpensados que el arte debe embellecer la belleza, al revés de lo que dice Planard, brillaban los diamantes, se erizaban las plumas, verdeaban las hojas sembradas de gotas de rocío, se entreabrian las flores verdaderas quiméricas, sonaban las sartas de zequies, se entrecruzaban los hilos de perlas, relucían las flechas, los puñales, las agujas de dos bolas, relampagueaban los adornos de alas de escarabajo, se retorcían las cintillas de oro, se cruzaban los lazos de terciopelo encarnado, temblaban en lo alto de su espiral las estrellas de pedrería, y en una palabra, todo lo que puede acumularse sobre la cabeza de una mujer a la moda, sin contar los racimss, las amapolas, y las bayas de colores ricos que Pqmona puede prestarle Flora, para completar un peinado de baile, si es que se le permete un literato que escribe en el año de gracia de 1865, servirse de estos apelativos mitológicos.
Reclinado sobre la puerta, Guy, contemplaba aquellos hombres satinados bajo los polvos de arroz, aquellas nucas en las que se reiorcían algunos cabellos sueltos, y aquellos 13 de que no había dormido ni un segundo. Toda la noche había estado perezoro, soñoliento, letargado por el bienestar, pero entonces estaba despierto y muy despierto. La desagradable alternativa de ir a casa de la señora de Imbercourt de escribirle un billete para librarse de la invitación, le producía cierta excitación febril; aquellas líneas que resumían su idea secreta de un modo tan justo y más claro de lo que él mismo se confesaba, se debía una intervención que habría que calificar de sobrenatural hasta que la análisis la esplicase le diese otro título.
Mientras Guy de Malivert revolvía todos estos asuntos en su cabeza, el coche rodaba por las calles que el frío y la nieve mantenían más desiertas de lo que suelen estarlo aquellos barrios elegantes y ricos, en donde la vida nocturna no se detiene hasta muy tarde. La plaza de la Concordia, la calle de Rivoli, la plaza de Verdome, habíar. ido quedando atrás rápidamenta, y la berlina, tomando el boulevard, doblaba la esquina de la Cháuse Antín, donde vivía la señora de Imbercourt.
Al entrar en el patio, Guy experimentó una sensación desagradable; dos filas de carruajes, con sus cocheros cubiertos de pieles, se hallaban estacionados en el espacio enarenado que ocupaba el centro, y los aburridos caballos cada vez que sacudían la cabeza mezclaban en el suelo los copos de su espuma los copos de la nieve. Esto es lo que ella llama una soirée intima, un té al amor de la lumbre. No sabe hacer otra cosa. Ahí estará todo París y yo no me he puesto corbata blanca. murmuró Malivert. Mejor hubiese hecho acostándome, pero he querido ser diplomático como Talleyrand, en vez de seguir mi primera inclinación, que era la buena.
Subió las escaleras lentamente, y en cuanto le quitaron el abrigo pasó el salón, cuyas puertas abrió un lacayo, con Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.
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