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hacía nada sin previa consulta de las estrellas. No se em prendía la jornada ni se ponía uno el vestido, ni aun la capa no ser que fuese propicia la coyuntura astrológica.
Lo mismo era en Arabia. Ni sembraban ni segaban, niem prendian ninguna expedición, ni comenzaban negocio alguno hasta no baber consultado las estrellas.
Así, por toda la Europa, ballamos que las fascinaciones de la astrología pur siglos, casi, casi embelesaron a los pueblos.
Durante los siglos trece y catorce de nuestra Era se enseñaba astrología en las universidades de Italia, y, consta: que se hicieron nombramientos de profesores de astrologia para las de Padua y de Bolona. Catalina de Médicis, reina de Francia, queria que para iniciar toda grande empresa, se consultaray siguiera el dictamen de las estrellas. Durante el reinado de Enrique III, y aun durante el de Enrique IV, la astrologia constituía el gran tema de la ordinaria conversación en la Cor te. Y, Alambert dice: Habrá apenas un edificio en Cons.
tantinopla y en toda la Grecia que no esté construido según las reglas de la astrologia apolesniatica judiciaria.
Tales son los hechos. El mundo estaba embebido, saturado de esas nociones. Se creia y se enseñaba. dentro de las escue las fuera de ellas, que los destinos del hombre estaban sujetos los astros: que los sucesos fastos y los nefastos, así nacionales como individuales, dependían del capricho y dictado de aquellos cuerpos celestes. Era popular creerlo, era popular sostenerlo, y era popular enseñarlo.
Los que escribieron la Biblia estaban al corriente de esas ideas y no las adoptaron Los que escribieron la Biblia, no sólo no ignoraban esas no: ciones, sinó que les eran familiares. Y, aquellos hombres de ben haber sabido perfectamente: que su popularidad se habria ensanchado si hubieran adoptado las creencias en boga en aquellos tiempos. Si Moisés, David, Isaías, Juan, si otro de los hombres inspirados, hubiese introducido en sus escritos las ta.
blas astrológicas y las máximas corrientes en su tiempo, les habrian, con ello, puesto una marca de aceptación popular que, de otro modo no tenían. De esto, ellos no estaban ignorap. tes.
Debe haber sido, pues, fortísima la tentación de accedir a las exijencias populares. Pero ¡ah. si hubieran accedir lo! Es verdad, que, en ningún tiempo pudo ponerse más forfacilmente en riesgo la autoridad de la Biblia! Porque, la as trologia en ahora el hazmerreir de las personas inteligentes.
miento moderno ha puesto sobre el sepulcro de la astrologia es: El pensa Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.