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EL ORDEN SOCIAL naturales de la época moderna, este modo: Estos filósofos no son La facultad de dejar rienda por más que no sean competentes otra cosa que seres mal educados, suelta a las pasiones, unida a la en la cuestión de la existencia de cuya vanidad quisiera representar vanidad de no pensar como todo Dios. Pero en el mismo terreno un gran papel. Por lo que se el mundo, es un móvil que ha he.
de las ciencias fisicas y naturales, refiere a los filósofos incrédulos cho más ateos que los sofismas encontramos en todas partes andel siglo XIX, en particular más deslumbradores. Tal es la toridades de primer orden que no Fichte, Schelling, Hegel, SchoFichte, Schelling, Hegel, Scho confesión que en un momento de ban descubierto en dichas cien penhauer, Ed. de Hartmann y sinceridad se le escapó al famoso cias más que nuevas pruebas de Augusto Comte, una de las prin. Alembert, que lo sabía por pro la existencia de Dios. Tales son: cipales causas de sus errores ha pia experiencia. Los corazones en astronomía, Copérnico, Kepler, sido la orgullosa ignorancia de to no depravados vuelveu siempre a Tycho Brahe, Newton, Herschell, da filosofía de los siglos pasados. la creencia de que un ser superior Arago, Maedler, Secchi; en fisica En la época contemporánea, los dirige las cosas humanas Así y quimica, Huyghens, Euler, Am grandes portavoces del ateísmo habla el librepensador Weber en pére, Cauchy, Davy, Liebig, Fa 500, señaladamente Büchner. Er. su Demócrito. Rousseau se exradav, Clausio, Maxwell, Thomnesto Haeckel y Carlos Vogt. presa de un modo análogo en su son, Wüllner, Pasteur: en geolo Todos despliegan en sus escritos Emilio: Hijo mío, conserva siem gía y panteologia Lyell. Quatrefauna arrogancia de lenguaje sólo pre tu alma en estado tal, que te ges, Barrande, Osw. Heer, Osc comparable con la pobreza de sus haga desear que haya on Dios y Fraas; en fisiologia, zoologia y an ideas, complaciéndose en enunciar no dudarás jamás de su exis.
tropología, Linneo, Haller, Cuvier, sus aserciones como otros tantos tencia. de Baer. Agassiz el mayor, oráculos, los cuales nadie tiene Moter, Cl. Bernard, Van el derecho a exigir pruebas. El odio infernal que los Beneden, Schwann, Ranke, ateos manifiestan tan menudo tc. Hettinger, Apología del inmoralidad de muchos ateos cé Con relación la extremada contra Dios muestra claramente Cristianismo, Tr 4, nota; Zahm, lebres, los datos biográficos de que dicen. Nadie odia siv creer que ellos mismos oo creen en lo Ciencia católica y sabios católicos. hombres como Toland, Voltaire, Verdad es que en nuestros días Rousseau, Diderot, La Mettrie, Por otra parte, el arlor con que en la existencia de lo que se odia.
muchos naturalistas son sectarios Holbach, Helvecio, etc. ofrecen de la incredulidad; pero entre ellos buscan siempre nuevas razones pruebas lamentables es preciso distinguir tres categocontra la existencia de Dios prue.
rías. La primera comprende 3 En nuestros días, el ateísmo ba admirablemente que ellos mislos que se ha llamado, y no sin recluta su más numerosos adeptos mos tienen por insuficientes las razón, los lechuginos fanfarrones entre los demócratas socialistas, que se han descubierto hasta de la ciencia. la segunda per cuyos principios morales son bien el día.
tenecen los que pueden decir, con conocidos y cuya ilustración con Darwin, que en sus estudios sosiste paincipalmente en una dosis dulidad han arrojado la careta al Muchos campeones de la incre bre la naturaleza no han tenido extraordinaria de presunción.
acercarse la muerte, delarando tiempo para reflexionar sobre la Las personas pertenecientes que nunca habían estado convenexistencia de Dios y cosas pareci las clases instruídas caen gene cidos de la verdad de sus anteriodas. Finalmente, la tercera cla ralmente en la incredulidad en los res afirmacioues. Lucrecio, el pri se se compone de gentes que son años ce loca juventud. cuando las mer cantor del ateísmo, perdió la sin duda alguna buenos naturalis pasiones triunfan de ordinario so razón consecuencia del terror tas, pero mezquinos filósofos. Su bre la ciencia; esto ocurre muy que le inspiraban los dioses. Vol.
maxima favorita es ésta: Lo que rara vez en la edad madura.
faire, Alembert y Diderot, so no puedo ver ni tocar, no existe. Platón hizo ya con relación bre su echo de muerte, pidieron decir esto olviden que tampo su tiempo la observación siguien con gritos desesperados un sacerco pueden ver ni tocar su propia te: Ni uno solo de los que en su dote. Laharpe, Marmontel, Moninteligencia juventud han abrigade la ilusión taigne, Bayle, Montesquieu, el Los ateos célebres se distin de que no hay dioses ha perma marqués de Argens, el naturalisgoen menos por su ciencia que necido en esta opinión al llegar ra Buffon, el poeta Heine y mupor la enormidad de su presunción la vejez. De leg. X, 888) chos otros se convirtieron antes inmoralidad Muchos sabios incrédulos de morir. No es otra la razón de En cuanto a los padres de la han confesado por sí mismos que incredulidad moderna (los filóso los incrédulos de nuestros no ha sido en manera alguna la que libre pensadores del siglo ciencia la que los ha reducido al días hayan creído necesario fun XVIII) el mismo Federico II, su ateísmo, sino un vano deseo de dar la asociación de los solidarios, protector y amign, después de co gloria la depravación de cosgloria la depravación de cos cuyos miembros se comprometen nocerlos a fondo, los calificaba de tumbn presentarse en la hora de la Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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