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14 LA REPUBLICA, Domingo 21 de diciembre de 1975 Cuento de Navidad Ambos buscaban un regalo que ya existía (1 traducción arbitraria de Adolfo Calero Orozco)
y contemplado tantas otras veces, Oh! Jim no había visto aún su en las vidrieras de un almacén de lindo regalo, ella se lo mostró la Quinta Avenida. Bello juego, ufana sobre la palma abierta de su lindo estuche: peines y peinetas de mano. El frío metal parecía fulgir legítimo carey, enjoyado y de tono como si reflejara el espíritu adecuado para lucir en ardiente y brillante de Delia.
maravillosa cabellera. No es precioso, Jim? Me desaparecida. Aquello muy caro y anduve todo Nueva York valioso; ella lo sabía, muchas buscándolo. Ahora tendrás que veces antes lo había deseado, ver la hora cien veces al día. Dame ambicionado, anhelado, sin la más tu reloj: quiero ver qué lindo remota esperanza de que llegara a parecerá con su leontina.
sus manos jamás. ahora era En vez de obedecer, Jim se echó suyo; su legítima propiedad. Pero sobre el colchón, se llevó las los cabellos que debieron haber manos la nuca lucido los apetecidos adornos ya mirándola con dulzura: no estaban en la cabecilta y por fin. Delia mía, guardemos los pudo alzar la vista y con ojos un regalos ahora. Son muy lindos, tanto apagados, pero con sonrisa demasiado primorosos para luminosa murmuro. mí el empeza a usarlos desde ahorita.
pelo me crece pronto.
Yo vendí el reloj para comprar Después Delia brinco como un tus peines. bueno, supongamos gatito chamuscado y grito: Oh! que nos sentamos a comer.
a y sonrio puso Delia Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. sesenta de ellos estaban en sesenta moneditas de cobre; centavitos economizados de uno en uno o de dos en dos, escamoteados casi al pulpero y al verdulero y al carnicero, mientras llegó el momento en que ya no fue posible seguir haciendo tales operaciones sin que el rubor encendiera demasiado las mejillas de la compradora. Tres veces contó Delia la pequeña suma: un dólar con ochenta y siete centavos. y el día siguiente era 25 de diciembre.
Claramente no había más que hacer, sino tumbarse sobre el raido colchón y gemir un poco; lo cual induce a la reflexión de que la vida está hecha de gemidos, suspiros sonrisas, con predominio manifiesto de los gemidos.
Mientras la señora de la casa se sume en un primer grado de abatimientos, echemos una mirada a la habitación: un pisito pobremente amueblado, de esos de alquiler muy barato: en el vestíbulo de abajo había un buzón cuyas dimensiones no permitían el paso de una carta y un timbre eléctrico del cual ningún dedo humano hubiera podido conseguir una llamada; también había sobre la puerta un pequeño rótulo que decía: lames Dillingham Young. El nombre había sido puesto allí ganando un sueldo confortable, pero ahora que se habían encogido tanto sus ingresos, las letras del Dillingham parecían querer encogerse también hasta una simple Sin embargo, siempre que el señor James Dillingham Young entraba a casa y subía a su pisillo era saludado como Jim y dulcemente acariciado por la señora Dillingham Young, ya presentada bajo el nombre de Delia.
Delia superó su ocupó de sus tersas mejillas con la bellota de su vanidad, luego se situó junto a la ventana mirando hacia fuera, donde un oscuro gato caminaba sobre la oscura muralla del oscuro patio trasero. Mañana sería Navidad solamente disponía de un dólar y ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Unos pocos dólares por semana como ingreso total, no pueden ir muy lejos; además los gastos habían sido mayores que los calculados por Delia; siempre resulta asi; y sólo disponía de un dólar con ochenta y siete centavos para la compra de un regalo destinado a Jim; a su Jim. Muchas felices horas había pasado ella pensando en algo lindo para él, algo bueno y raro, y legitimo: algo que se acercara siquiera un poquito al honor de ser propiedad de Jim.
Habían en la habitación unos vidrios que podían hacer de espejos, separando las ventanas.
Quizá vosotros habéis visto tales vidrios en cuartos de quince dólares mensuales; una persona ágil y delgada, observando los reflejos longitudinalmente, puede tener una idea de como parece.
Delia, cenceña de cuerpo, había llegado a poseer tal habilidad.
Súbitamente se apartó de la ventana y se situó frente a los vidrios: sus ojos fulgian brillantes, pero había empalidecido en cuestión de segundos. Rápidamente se soltó la cabellera y la dejó caer todo lo largo que era.
Aclararemos que había dos posesiones de los Dillingham Young, de las cuales estaban justamente orgullosos: uno era el reloj de oro de Jim que antes había sido de su padre y antes de su abuelo; la otra era la cabellera de Delia. Si la reina de Saba hubiera sido la inquilina del cuarto vecino, Delia se hubiera arreglado para rato, cuidadosamente y con ojo soltarse alguna vez la cabellera crítico. se dijo: Si Jim no me junto a su ventana para eclipsar mata antes de echarme una las joyas y adornos de la reina. Si el segunda mirada, pensará que yo rey Salomón hubiera sido el soy una corista de teatro barato.
casero, con todos sus tesoros Pero qué podía hacer yo con un amontonandos en el sótano, Jim dólar y ochenta y siete centavos?
hubiera podido sacar su reloj las siete de la noche el café cada vez que pasara por ahí, para estaba listo y la paila sobre la ver al Rey mesarse los pelos de su estufa caliente, lista para cocinar barba, de puro envidioso.
los alimentos.
Así que ahora los bellos cabellos Jim nunca llegaba tarde. Delia de Delia caían sobre sus hombros se entretuvo con la leontina en la como una maravillosa cascada de mano jugandola con cariño y se aguas castañas y alcanzaban hasta sentó en la esquina de la mesa sus rodillas, casi como si la próxima a la puerta por donde él vistieran. Entonces ella la recogió entraba; cuando oyó sus pasos se de nuevo y se la compuso pronto y puso muy pálida. Ella tenía el nerviosamente; luego pareció hábito de orar breve dudar un instante y permaneció silenciosamente ante las cosas inmóvil, mientras una o dos más triviales del diario vivir, y esta lágrimas caían sobre la maltratada vez murmuro. Dios mío, haz alfombra roja. Se que él piense que todavía soy resueltamente su chaquetin café, bonita.
se caló el viejo sombrero casi café, La puerta se abrió; entró Jim y giró rápidamente y todavía con el tras de sí la cerró; parecía serio ya brillo que había iluminado sus hasta más delgado. El pobre ojos, cruzó la puerta y bajó las muchacho tenía solamente gradas que daban a la calle. Se veintidos años y también las resdetuvo frente a un letrerito que ponsabilidades de una familia.
decía: Madame Calid. Necesitaba un nuevo abrigo y Peluquería. Todo para su carecía de guantes. Se detuvo junto cabellera. subió rápidamente a la a la puerta, inmóvil como el perro peluquería y se recobro, aunque de presa que olfateó la perdiz. Sus todavía suspiró como fatigada. La ojos quedaron fijos sobre Delia con madame muy alta, muy blanca, una expresión que ella no pudo glacialmente blanca, dificilmente leer, pero que la dejó aterrada; no pudo parecer cálida.
era de ira, ni de sorpresa, ni de Compraría Ud.
mi desaprobación, ni mostraba cabellera. inquirió Delia. ninguna reacción de las que ella. Yo compro cabelleras. hubiera podido prepararse a Quitese el sombrero y veamos esperar. No más la miró fijamente cómo parece la de Ud. fue la con aquella peculiar expresión de respuesta.
su rostro. Delia dejó la mesa y fue Otra vez se desbordó la cascada hacia él. Jim, amor mío, no me de aguas castañas, hasta las mires así. Me corté el cabello y lo rodillas de la muchacha. Las vendi porque no podía pasar la sabias manos de Madame Calid Navidad sin hacerte un regalo.
palparon ligeramente los regios crecerá otra vez, Jim. no te cabellos; luego agregó: importa? Simplemente, tenía que. Veinte dólares.
hacerlo. El pelo a mí me crece. Démelos, y démelos pronto. pronto. Dime Felices Pascuas, Jim, dijo Delia.
y seamos dichosos. Tú no sabes. Oh! las dos horas siguientes, tú no te imaginas qué lindo es el andando cual si hubiera tenido regalo que te tengo. alas, recorrió muchos almacenes. Te cortaste el cabello. en busca de un regalo para lim. inquirió Jim articulando las Por fin lo encontró. Era algo hecho palabras casi con dificultad, como expresamente para Jim, para nadie si todavía no hubiera acabado de más que para Jim. No había nada darse cuenta de la realidad a como aquello en ninguna otra pesar del esfuerzo mental que parte; lo decía ella que había hacía.
recorrido muchos almacenes. Me lo corté y lo vendi. examinándolos estante por contestó Delia. No te gusto lo estante, vidriera por vidriera. Se mismo que antes acaso? Soy la trataba de una líndisima leontina, misma con pelo que sin pelo, de de simple y sobrio diseño, todos modos. Yo sigo siendo yo, y proclamando su valor intrínseco siendo tuya.
sin necesidad de dibujos ni Jim miró a su alrededor con ojos ornamentos de baratija, como curiosos. Dijiste que ya no debiera ser el caso con todas las tienes tu cabellera. preguntó cosas de veras buenas. Hasta casi con idiotez, podríamos decir que era digna de. No me la busques. La vendi, El Reloj. Tan pronto como ella la ya te lo dije. Vendida y acabada.
vio, supo que debía llegar a ser Esta noche es Navidad, amor; sé propiedad de Jim. Era una joya bueno conmigo. Nos sentamos a discreta y de valor en cierto modo. recobrar el sentido y abrazo se asemejaba a él.
tiernamente a su Delia.
Veintiún dólares le tomó ahora volvamos nosotros adquirir la bella leontina y Delia se discretamente la vista en otra apresuró a caminar rumbo a casa dirección con sólo ochenta y siete centavos Ocho dólares por semana o un en su cartera. Con tal cadena y tal millón de dólares anuales ¿Cuál es reloj, Jim podría estar justamente la diferencia? Un matemático o un ansioso de ver y decir la hora en técnico nos darían respuestas cualquier lugar, en cualquier equivocadas.
compañía, pues magnífico como Jim extrajo un paquete del era su reloj, evidentemente bolsillo de su viejo abrigo y lo puso algunas veces él solía ver la hora sobre la mesa. No te equivocas de soslayo debido a la tira de cuero conmigo. Delia ningún corte de viejo que usaba en lugar de pelo. ningún shampoo, ningún leontina.
peinado. me harán quererte Cuando Delia llegó a su casa su menos. Pero si abres ese paquetito embriaguez de contento cedió un comprenderás por qué primero punto de prudencia y razón: tomó casi me desmaye. Blancos y ágiles sus erizadores y como mejor pudo dedos abrieron el paquete con se ocupó de reparar un tanto el presteza. luego un chillido de estrago causado por las tijeras estático regocijo, seguido de un cuando realizó su sacrificio al pronto y femenino traslado a los impulso de su generosidad y de su gemidos y las lágrinas, que amor.
requirió la inmediata intervención Cuarenta minutos más tarde su del señor de la casa con todos sus cabecita estaba cubierta de poderes de restauración y menudos y tupidos ricillos que le consuelo.
daban la apariencia de un Alli, sobre la mesa, estaba el agispado colegial.
estupendo juego de peines y Se miró al espejo por un buen peinetas que Delia había admirado crisis y se El regalo para el esposo, el novio, la madre, padre o hermanos, todos son especiales, qué importa buscar durante muchos días hasta conseguir el que creemos es mejor para ellos. Son días de carreras pero hay tiempo para todos. Dónde está la Nochebuena. Es Nochebuena sólo sinónimo de compras, regalos, fiestas y alegría o es algo más. Algo tiene que estar detrás del ambiente que hemos vivido durante los días dicembrinos que desembocan esta noche.
No es posible que todo haya sido correr, entrar y salir de tiendas, pensar en qué le compramos al familiar o al amigo.
Tampoco puede ser que esta noche en una cena, con buenas comidas, licor y música, se presente lo que sería una imagen desfigurada de la Navidad.
No puede ser tampoco el despertar y ver regalos, ir al cuarto de los niños y verlos gozar de sus juguetes.
La Nochebuena tiene que ser algo más y debemos encontrarlo.
Dónde está la verdad de ella. La respuesta no es dificil pero muchos la han olvidado.
Nochebuena es el nacimiento de Jesús. Es la celebración de una fiesta cristiana que se ha remontado siglos atrás, desde el origen de nuestra religión.
Muchos hemos olvidado que hoy. lo que debemos celebrar, es el nacimiento de Cristo en el humilde pesebre de Belén.
Pocos irán a misa de mediahoche y pocos también asistirán manana.
Hoy podría comenzar el renacer de la fe en lo que encierra la Navidad. Por qué no acordarnos de lo que estamos celebrando. Comencemos con una oración durante la reunión familiar. Si no se tiene la costumbre, podria ensayarse ir a misa de medianoche.
Hagamos de esta Navidad una memorable fecha y demos gracias a quien nos ha permitido gozar de la dicha de estar unidos.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica

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