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Página EL INDUSTRIALSábado 15 de mayo Editorial La sumisión corrompe la democracia Sin embargo, no hay que confundir la libertad con la falta de lealtad o de compañerimos. Tampoco es necesario insultar al amigo, al compañero, al que comparte la lucha diaria, para congraciarse con los funcionarios públicos o con los políticos.
La cortesía, el elogio, el reconocimiento público no deben mezclarse con la demagogia, con el insulto o el desdén hacia quienes, por convicción y sin calculado interés, denuncian la corrupción, la ineficiencia o la mediocridad.
a Cuando los ataques provienen de los sectores que no creen en la empresa privada, el insulto es explicable.
Cuando los comunistas se yerguen contra los empresarios costarricenses y los tildan de privilegiados, reaccionarios, egoístas, buscadores de intereses bastardos y otras lindezas por el estilo, están obrando conforme a su estilo y objetivos.
Este es su oficio. El comunista trata, por todos los medios, de desprestigiar al empresario nacional, pues así desquicia la economía, cuyo descalabro repercute en el campo social. De este modo, encuentra el campo abonado para su penetración.
Cuando algunos funcionarios públicos insultan los empresarios y los describen con sombrios tonos, como si fuesen los peores enemigos de la economía nacional y del país, proceden así por ignorancia, por incapacidad o por demagogia.
Pero, cuando son algunos empresarios los que, a fin de congraciarse con el gobierno o por temor a las represalias, deslizan ciertos ataques, el debate se plantea entonces en otro campo. No es sólo la economía nacional y la unidad empresarial la que sufre menoscabo, sino la moral del empresario costarricense.
La injusticia y la infamia se tornan más evidentes cuando más vagos son los cargos, cuando no se concreta ni se dice quiénes son los empresarios que se oponen al cambio social o aquellos que disfrutan de privilegios. quienes asi hablan, no se dan cuenta de que los beneficios que las leyes otorgan cubren por igual a todos y que el principal beneficiario no es el empresario, sino la economía nacional, esto es, el país. No advierten tampoco o lo disimulan que quienes se favorecen del poder politico, de la amistad de ciertos dirigentes no son los que proclaman sus principios a los cuatro vientos o los que se oponen sin temor a ciertas medidas oficiales, sino los que están cerca de los políticos o del poder o aquellos que no se atreven a decir en público lo que muchas veces comentan en secreto.
El sector empresarial defiende como el que más la libertad en todo sentido, en todas sus dimensiones. Por lo tanto, respeta profundamente las opiniones de los hombres de trabajo del país. Tan cierto es esto que en las elecciones que se realizan en el seno de las cámaras nunca el objetivo o la calificación política ha hecho su aparición. Si pedimos y exigimos libertad en nuestro trabajo, respetamos la libertad ajena.
El poder del Estado es enorme, penetra todas las actividades, por acción directa o indirecta. La actividad económica nacional se encuentra intimamente relacionada con los Poderes públicos. El estatismo y el intervencionismo han sido el pan cotidiano de la politica nacional en las últimas décadas, lo cual no es, por cierto, como creen algunos, signo de progreso o de sensibilidad social, sino, en muchos casos, una evasión o un disimulo. Resulta, por ello, peligroso en extremo que con facilidad y excesiva benevolencia quienes han de demostrar independencia en su labor, solidaridad y espíritu de unidad, se inclinen ante los funcionarios y los politicos y que para demostrar su adhesión al gobernante tengan que recurrir al insulto o al vejamen. Hasta en este punto se observa la penetración del Estado y la búsqueda de un falso proteccionismo que, en definitiva, quebranta la libertad y convierte al Estado en un monstruo.
La democracia sólo funciona a base de diálogo, de una dialéctica fecunda, en busca de bienes históricos superiores.
Este diálogo exige el respeto, pero, al mismo tiempo, la independencia de criterio. Sólo así el diálogo se enriquece y desemboca en una sintesis fecunda y luminosa. Por lo tanto, la antitesis del diálogo y, por consiguiente, de la democracia es la sumisión, el entreguismo, el ataque altisonante al amigo o al compañero para atraer la atención del gobernante o del politico, la mezcla del elogio con el insulto, del reconocimiento público muchas veces justo, con el vilipendio o la denigración La democracia no ha perecido nunca por exceso de diálogo o por la independencia de los ciudadanos frente al gobernante o al politico, sino por sumisión, por cálculo o por temor.
Ojalá esta experiencia dolorosa sirva para revisar posiciones y para luchar con nuevos brios.
el industrial ORGANO INFORMATIVO Vocero oficial de la Cámara de Industrias de Costa Rica.
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