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LA REPUBLICA, lunes de setiembre de 1977 11 Una receta del Dr. don Lucas Alvarado, 1846.
Por si padece usted de calenturas Uno de los aspectos más descuidados durante el régimen colonial en Costa Rica, fue el de la salud pública. Las gentes vivieron a la buena de Dios; y si se salvaron de múltiples epidemias y enfermedades, fue por el natural instinto de conservación y mediante el recurso a los pocos medios empíricos que tuvieron a mano. En esa situación, los curanderos hicieron su Ricardo Blanco Segura agosto, recetando a troche moche toda clase de bebedizos y menjunjes que en más de un caso enviaban paciente a la vida eterna.
Las yerbas y pomadas tuvieron en todo esto papel principalisimo, mezcladas por obra de la intuición, sin ningún criterio científico, aunque a veces con cierta lógica, como en el caso de la famosa receta contra la bola enfermedad que azotó a Cartago en el siglo dieciocho, descubierta por Monseñor Sanabria al final de una pastoral del obispo Villegas y magistralmente analizada por el Dr. Otón Jiménez Luthmer.
Médicos no faltaron, especialmente en los siglos XVII y XVIII, pero todos de muy dudosas calidades: Manuel Farfán, sirujano y herbulario. don Pantaleón de la Pedrosa, el Padre Pomar y Burgos protomédico de Panamá y el célebre Dr. Estéban Curti, pueden contarse entre ellos. finales de siglo XVIII Fray Pablo Bancos hacía lo que podía en el hospital San Juan de Dios y más de un pleito tuvo por sus bienintencionados desaciertos. principios del siglo XIX, los curanderos pululaban por doquier, sanando o haciendo víctimas (recordemos a Pedro Sánchez y su búsqueda de perejil para producir un aborto) y entre ellos hay algunos como Cruz Azofeifa, cuyos nombres hicieron época entre el pueblo y en los tribunales.
Esta situación provocó el advenimiento de médicos de otras provincias, especialmente de Guatemala, que llegaban al país en busca de un campo propicio para el ejercicio de su profesión y mejoramiento económico. En 1820 el único galeno era don Benigno Castro, guatemalteco, que se instaló en San José con aprobación del Noble Ayuntamiento otorgada el 19 de setiembre de ese año.
Hacia mediados de siglo la situación había mejorado un poco y, aunque los métodos seguían siendo rudimentarios, por los escasos conocimientos de la época, se nota ya más seriedad en la manera de atacar los males, tomando en cuenta el lento progreso de la ciencia médica, que aun en nuestros tiempos tan avanzados se enfrenta con mayor dificultad al cáncer que otros científicos a un viaje espacial.
Al respecto, nuestro Archivo Nacional guarda variados testimonios de aplicación de medicinas en diversas condiciones patológicas, en las cuales se da mayor importancia al síndrome que a la etiología, con base en las enseñanzas que los médicos adquirían en la vieja Universidad de San Carlos de Guatemala. Un ejemplo no lo da una receta contra las calenturas que padecían los habitantes de la Villa de Paraíso en 1846, calenturas que azotaron a los habitantes del valle de Ujarrás y provocaron el traslado de los habitantes del pueblo a la antedicha villa.
La receta, hecha por el Doctor don Lucas Alvarado, está fechada el 15 de agosto de 1846 y corresponde a un documento de la Sección Histórica del Archivo, sin catalogar.
Dice así. Método receta para curar las calenturas Intermitentes de la Villa del Parayso. La enfermedad se conoce fácilmente por los períodos tan marcados con que se presenta: Frío al principio, calor y sudor enceguida después de lo cual hay un intervalo más o menos largo pero siempre de bien estar.
En el primer caso cuando principia el frío se debe frotar fuertemente el cuerpo dell enfermo y administrarle interiormente una taza de café caliente. Durante el calor tomará una orchata fría de arroz y sebada. En el primer día es útil administrar un vomitivo de Ypecacuana (treinta gramos disueltos en un vaso de agua) y auxiliar el vómito con agua de manzanilla. El dya siguiente tres cucharadas de aceyte de castor. En el intervalo de los ataques, cuando ha pasado el sudor y que no quedan señales de calentura, se deben dar las píldoras antifebrifugas en número de seis, tomándose dos a dos de hora en hora y dando y dando ensima una copa de Naranjada al frío. Estas píldoras se continuarán por ocho días aun después que hayan desaparecido las calenturas, en número de cuatro. En defecto de ellas se tomará de seis gramos de sulfato de quina en una cucharada pequeña de agrio de Limón de Naranja, afladiéndole un posillo, lo que se tomará en dos tantos y en la misma forma y caso que las píldoras.
El régimen será severo en el principio. No se tomará más que agua de pan caldo de pollo y sólo se tomará arroz y pollo cuando hallan desaparecido las calenturas, y gradualmente a la mejoría se comerá carne fresca legumbres. Por veinte días al menos se evitará el frío húmedo, los cambios bruscos de temperatura, se huirá de los lugares cenagosos y principalmente de aquellos que han producido la enfermedad.
Nota: Esta receta. roto el texto. calenturas intermitentes comunes cambian en calenturas continuas bien desde el principio son continuas, es decir que no tienen los tres períodos de frío, calor y sudor. Es necesario consultar inmediatamente al médico y no administrar nada sin su dictamen. Cartago, Agosto 15 de 1846. Lucas Alvarado, profesor de Medicina y Cirujia.
Como puede observarse, la receta se basa principalmente en remedios caseros, fuera de la administración de quina y las píldoras antifebrífugas, cuya composición química desconocemos; pero revela, indiscutiblemente, la seria intervención de un médico.
Por lo menos, ya no se trataba de aquellos abusos que cometieron curanderos como Eduardo Ruiz, que en 1835 había curado a Antonio Elizondo en su hacienda de Oroso (Guanacaste) con vomitivos de ipecacuana; y como el tratamiento le dio resultado, se valió del acierto para estafarlo y cobrarle cien pesos más fuera de las medicinas, cuando todo valía a lo sumo nueve pesos seis reales. Al respecto dice don Lucas Rivas en un Mando Político del Departamento de Guanacaste al Ciudadano Ministro General del Estado que. el abuso que se obserba bajo el mismo efugio (sic. dándose algunos entender por medios sin estudiar ni haber estudiado una ciencia tan grabe (la medicina. haciendo creer a los ignorantes que poseen un arte tan útil, exigen a su vez el sacrificio de que se les pague cuanto piden y cuanto creen satisface su necesidad. 20 setiembre 1835, Mando Pol. de Guanacaste. Bueno, de todos modos como la gripe ahora está pegando fuerte, si usted está dispuesto a tomar una taza de café caliente, con orchata de arroz y cebada. naranjada fría y sopa de pan, amén de ipecacuana y manzanilla y tres cucharadas de aceite de castor, aquí le dejo la receta del doctor Alvarado. Quizá le resulte mejor que el ácido acetilsalicílico de las pastillas modernas.
Eso si: encomiéndese a Dios porque yo no me hago responsable de lo que pueda pasarle. Ministerio de Cultura Marco Retana Anoche nos lo contó un amigo. Esta mañana lo confirmamos. El Monumento Nacional, transformado en una paraguera. No teníamos por qué dudar del denunciante, pero hay cosas que suceden en este bello país, las cuales, si no las vemos por nuestros propios ojos. diríamos que son producto de alguna mente enajenada. Ya nos recetaron una iglesia rojo amarilla; ya nos dieron un paredón del Zorzal criollo. y no faltó el ingenioso que hiciera su particular siembrita de mariguana, allá por La Sole.
dad. Pues señores, ahora nos transforman el Parque Nacional en una paragüera. No hemos encontrado mejor simil. Si nuestro numen poético anda perdido, que nos perdonen. Pero, a tontería, tontería y media.
Resulta que en el Monumento Nacional se colocan ofrendas florales. Coronas de laurel, que a falta del árbol mitológico, fabricamos de nuestro querido níspero, honra gloriosa para la familia de las rosáceas. Coronas de flores, porque las flores son el homenaje que mejor hallamos los vivos, para aquellos que ya dejaron de serlo. Disquisisiones inútiles; el protocolo dice que se colocará una ofrenda floral, y el protocolo debe andar bien. Vamos al parque nacional de cualquier país, nos espera una parada militar, colocamos la ofrenda, nos echamos unas cuantas inspiradas palabras, y mañana la página social recoge nuestra bienam ada efigie, para gloria de los siglos venideros. todo en orden.
Siempre hemos visto que las ofrendas o coronas que en esto no andamos muy enterados se recuestan contra el pie del monumento. No podemos hablar de los países muy avanzados. pues nuestro turismo no va más allá de Orotina o San Sebastián. Pero nos huele que así es en todas partes. Pues bien, vivimos en el siglo de la técnica, del confort. Las cosas de den hacerse de la mejor manera posible: y. la mejor manera que alguien encontró para colocar las coronas, fue colgándolas de unos muy atractivos ganchos. que se ha mandado poner en la cara septentrional de nuestro querido Monumento a las glorias del 56. Arriba. las Repúblicas echan al invasor: abajo, le echamos unos ganchos de los que penderán las verdes ofrendas, como ruedas de salchichón en la carnicería de don Juan. vaya imagen. El grito es para el Ministerio de Cultura. Por fa.
vor, sálvennos de tanta estulticia, y la patria vivirá agradecida!
Rincón del idioma por razones, nos parecen verbos más apropiados que argumentar para referirse a lo que justifica la superioridad de sueldos de los profesores.
la garganta y la paciencia aquellos que a los muchachos y a las muchachas enseñan.
CODA NADA GRAMATICAL EN sus años de estudio. En artículo titulado Una huelga inconsecuente e irresponsable. a parecido el de junio de 1977.
Pero debió escribirse: Sabemos PERFECTAMENTE que el profesor está muy bien pagado en comparación con LOS MAESTROS (o, mejor, CON EL MAESTRO, para conservar la unidad. Esta superioridad de salarios SE FUNDAMENTA EN LA TAMBIEN SUPERIOR CANTIDAD DE ANOS DE ESTUDIO.
PORQUE Como el adverbio bien se ha repetido innecesariamente al inicio del período, hemos sustituido la frase muy bien perfectamente. a fin de no eliminar la frase bien pagado con que el redactor se refiere a la situación económica del profesor. El redactor comete el error de comparar dos elementos que no pueden compararse, porque no guardan relación de ninguna especie: el profesor con los sueldos de los maestros. La comparación debe establecerse o entre los profesores y los maestros o entre los sueldos de los profesores y los sueldos de los maestros. Así, entonces, si la comparación se realiza entre profesores y maestros, puede adecuado para expredecirse: sar las ideas a que se refiere el redactor, ya el profesor está bien que nadie argumenta pagado en compara la superioridad de sación con el maestro.
larios de los profesores (que, por ser urt Si la comparación se hecho comprobable, realiza, en cambio, no necesita ser arguentre los sueldos de mentado, es decir, los profesores y los descubierto, probasueldos de los maesdo. lo que ocurre es tros, puede decirse: que tal superioridad de sueldo (superioriel sueldo del profesor dad, naturalmente, en es bueno, si lo compa relación con la cantiramos con el del dad que gana un maestro.
maestro, de acuerdo con lo que afirma el La superioridad de redactor)dene una basalarios no puede ar se, un apoyo, un fungumentarse EN años damento: la mayor de estudio, sino CON cantidad de años que BASE EN éstos. De estudia un profesor todas maneras, ar Basarse. apoyargumentar no nos pa se. fundamentarse rece el verbo más y otros más, por tales No significa esta idea despreciar a los maestros: son ellos tan profesores y tan dignos de buen sueldo Myrian Bustos Arratla la persona que firma el texto que hoy presentamos, una cosa le decimos: al profesor apoyamos en todas sus peticiones referentes a salario.
En un matutino, leemos. SABEMOS MUY BIEN que el profesor está bien pagado en comparación con LOS SUELDOS de los maestros. Esta superioridad de salarios la ARGUMENTAN Ya es hora que se comprenda bo ingrato de esta tarea, en la que pierden la vista, como lo es el que se entrega a cualquier trabajo honesto que precisa vocación, estudio y conocimientos.
Aspiramos a que un dia profesores y maestros (Pasa a la Pág. 21)
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

    Monseñor Victor Manuel SanabriaStrike
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