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16 LA REPUBLICA, miercoles 15 de marzo de 1978 LA BATALLA DE SANTA ROSA Crónica de la batalla (Viene de la página 14)
compañía de Nueva York. Con expresión inquieta manifestó al grupo de Creighton. Ahí los tenéis, muchachos, aht los tenéis. Dio una vuelta y exclamó: Compagnie francaise al tiempo que se internó por un bosquecillo a todo correr. Esta actitud fue interpretada por los franceses como una orden, y le siguieron pensando que el jefe intentaba realizar un movimiento envolvente que cambiara el panorama de la lucha. La verdad era que Schlessinger tomaba las de Villadiego junto con un grupo de los desorganizados alemanes que robustecian el bando de los temerosos.
SUS Afuera, los costarricenses que avanzaban por el llano se acercaron a la casa, pero convencidos de la dificultad que ofrecla poder penetrar por ese lado al interior de la misma, decidieron quemarla. Con peligro de su vida, el coronel Salazar, fue a solicitar permiso al general Mora, temiendo que por el hecho de que por pertenecer la propiedad a un costarricense, pudiera haber problema para hacerlo. Mora se adelantó creyendo a Salazar herido y concedió licencia para realizar el acto, la que fue recibida por la tropa con muestras de regocijo. Pero era ya demasiado tarde para realizarlo, pues en ese mismo momento los hombres de Gutiérrez invadían por todos lados la casa que servia de refugio a sus enemigos. El movimiento de Gutiérrez habla dejado abierto el camino de retirada al enemigo. Los últimos momentos se hacían ya muy difíciles para la compañía filibustera de Nueva Orleans que determinó retirarse del lugar y pocos minutos después le siguió la de Nueva York, pues se vio sola e imposibilitado para triunfar. El Mayor Neil, que pocos minutos antes había llegado al teatro de la lucha, después de haber tratado inútilmente de convencer a Schelessinger y a sus acompa.
ñantes de que volvieron a la casa, dirigió la retirada con acierto. Los filibusteros lograron salir huyendo por la colina y el sector Oriental de la casa, tomando luego el camino de la Chacona.
Gutiérrez, de no haber mediado su enarde.
cimiento, habría dado cuenta de todos ellos. Ante el rápido éxito de nuestros soldados, la tropa de Moracia entró a escena, interviniendo en la persecución de los invasores, única labor que quedaba ya por realizar. Esta tropa siguió por la misma hondonada que Gutiérrez había utilizado para llegar a la colina posterior de la casa. La caballería de Moracia, después de su primer intento, volvió a movilizarse tardiamente, ya que todo sucedía en cuestión de segundos y éstos contaban decisivamente; se interno en persecución de los vencidos, pero movimientos tenían ser lentos y por consiguiente inefectivos. Impresionados quedaron nuestros soldados al encontrar dentro de las casas de la hacienda a dos hombres muertos, uno herido y otro ileso, que eran dueños y sirvientes de las haciendas vecinas, hechos presos por los filibusteros. La acción valiente de nuestros soldados en Santa Rosa perdura y perdurará en la Historia de Costa Rica. Según todos los testimonios, en catorce o quince minutos se escribió una de las páginas más brillantes de nuestra Historia Patria. Los costarricenses, enardecidos por el fragor de la lucha, hacían cada vez más difícil la situación de los filibusteros. Por doquiera se realizaban actos de heroísmo ante los ojos sorprendidos de sus enemigos, pues la tropa inexperta se comportaba como un ejército veterano.
Tomado del trabajo Santa Rosa del Prof. Carlos Meléndez.
LA BATALLA DE SANTA ROSA Mora movilizó el ejército. El ataque decidido de los nuestros determinó que poco a poco fueran los filibusteros buscando refugio en la casa principal, lo que les daba cierta seguridad. La artilleria del capitán Mateo Marin, que disparaba sus cañones hacia el costado derecho de la casa, causó bastantes daños y limpió de enemigos dicho lado. En un momento dado encontráronse los filibusteros acorralados en la casona principal y entonces el capitán Manuel Quirós saltó osadamente la cerca del patio, pero en ese momento fue herido de muerte. Sólo pu do exclamor: Entren ustedes. y expiró.
Sus compañeros supieron responder a ese último deseo de su jefe.
Eleveremos el ejército a nueve mil hombres.
Se le ordena tomar las providencias que esten a su alcance. Hubo un momento en que todo presagiaba el triunfo de nuestras armas. Entonces el general don José Joaquín Mora dio órdenes a la caballería de atacar y ultimar a los filibusteros, pero muy pronto hubo de anularse esa orden, ya que era todavía inoportuna la intervención.
He dispuesto la marcha debeejército haHay que decretar un empréstito nacional de cien mil pesos. Gutiérrez desde su posición en el cerro inmediato a la casa, era uno de los mejores testigos de todo lo que estaba aconteciendo.
En un momento de desesperación olvidó las órdenes que había recibido y deseoso de acabar, de una vez por todas, con los enemigos do su Patria, descendió con sus hombres hacia la casa, saltando del corte del cerro hacia los establos y corrales del patio, según cuenta la tradición guanacasteca. De allí se dirigió arriesgadamente a la casa, atacando el ángulo Nordeste de ésta, en donde había un nido de filibusteros bien armados. pecho descubierto y con pistola y sable en mano avanzó decididamente y sus compañeros fueron testigos de su desgraciada muerte.
El 19 de marzo de 1856, Mora lanzó una proclama al pueblo costarricense.
11 las armas 11 Ha llegado el momento. marchemos a Nicaragua. Así falleció el diligente capitán, el que desde dias antes venía convencido de su próxima muerte, la que, según 61, habla de ocurrir en la primera batalla contra el enemigo. El alto concepto y tanta confianza que tienen en mi. comentaba me obligan a buscar el puesto más riesgoso en la primera ocasión que se ofrezca. Esto enardeció más a la tropa, que con mayor decisión emprendió la lucha para desalojar a los enemigos de su refugio, lo que pronto lograron.
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