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LA REPUBLICA. Lance de agosto de 1978 EDITORIAL Pablo VI, el Papa del Concilio Vaticano II La ida del Pastor Transitoriamente, el pueblo de Dios quedó acéfalo en la tierra. El pastor Pablo se ha marchado dejando tras de si una luminosa estela de enseñanza, cuyos frutos debe ahora recoger en lo eterno.
No a la violencia, si a la paz. fue el lema que para este año promulgó el Santo Padre que se conmovió intensamente al rendir homenaje a Gandhi, el profeta hindu de la no violencia, en el treinta aniversario de su muerte. sin embargo, el Papa de la paz, tuvo que enfrentar con resolución una de las crisis más agudas de la Iglesia en toda su historia, como ha sido la de la ojecución de los postulados y principios del Concilio Vaticano II, que el concluyó y ha venido realizando con iluminado tino.
La reacción del ecumenismo externo, está siendo superada, gracias a él, por los avances teológicos que vienen logrando las comisiones de las Iglesias Cristianas, así como las reacciones de explicable rebeldia surgidas en algún sector del rebaño, pierden importancia frente a los conceptos de que la Iglesia es el pueblo de Dios en marcha, para acentuar la unidad entre la jerarquía eclesiástica y el pueblo, que se integra así a la Iglesia con verdadera dimensión histórica.
hombre que ayer murió, y al Santo Padre Pablo VI, que ayer dejó de dirigir este difícil proceso con su sabiduría, su comprensión y su dulzu.
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Hace sólo cuarenta y ocho horas, el Papa Pablo nos habló de su muerte cercana, y lo hizo con tan serena resignación, que todos sentimos que así sólo puede hablar el que está seguro de la supervivencia del alma y de que la vida terrenal es transitoria, como Cristo lo dijo y lo probó con su resurrección El pastor se ha ido. La Iglesia, crisol de los valores del espíritu, escogerá ahora un nuevo director para que continúe la cruzada ecuménica apenas iniciada. El nuevo sucesor de Pedro tomará el timón de la Iglesia en medio de la crisis que los tiempos han impuesto en las masas y en los élites antes indiscriminadamente religiosas, y ahora críticas y sometidas a las presiones del materialismo. El mismo proceso de elección del sucesor, puede llegar a ser, de esta vez, un punto muy peligroso dentro de la crisis genral.
Al dolor que nos produce la desaparición de quien ha orientado con gran sabiduría la evolución acordada por el Concilio, de quien con valor firmeza ha luchado por el respeto de los Derechos Humanos, por la libertad y por la paz, tenemos que unir la preocupación humana que nos produce la escogencia del sucesor que de inmediato habrá do celebrarse.
Este periódico, al testimoniar su pesar a la Santa Sede y a todo el pueblo de Dios, hoy consternado por la muerte del sabio Pontifice, pide al Cielo que ilumine a los cardenales en la escogencia que harán. Pablo VI, Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesor del Principe de los Apóstoles, Sumo Pontifice de la Iglesia Universal, Patriarca del Occidente, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia Romana, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, Siervo de los siervos de Dios.
Así se inicia la biografia del finado Pontífice en el Anuario Pontificio, publicado por la Santa Sede en 1978. Siguen a continuación las fechas claves de su vida: Nacido en Concesio, provincia de Brescia, Italia, el 26 de septiembre de 1897. Ordenado sacerdote en Brescia el 29.
de mayo de 1920. Nombrado Sustituto de la Secretaria de Estado del Papa el 13 de diciembre de 1937 y Pro Secretario de Estado para los Asuntos Ordinarios de la Iglesia el 29 de noviembre de 1952. Elegido Arzobispo de Milán el de noviembre de 1954. Creado y publicado Cardenal en el Consistorio del 15 de diciembre de 1958. Elegido Sumo Pontifice el 21 de junio de 1963 y coronado el 30 de junio del mismo año.
Se cierra el de agosto de 1978 el último capítulo de una vida apasionada y apasionante al servicio de Jesucristo. Su Pontificado ha durado 15 años y 46 dias.
Pablo VI hablaba con frecuencia de su muerte. No busquemos en sus palabras profecias más o menos milagrosas: se encontraba gravemente enfermo y le pesaban sus 80 años intensamente vividos. El pasado 29 de junio, al celebrarse la fiesta de San Pedro y conmemorarse 15 aniversario de su elección, en un admirable discurso, lleno de optimismo cristiano, el Papa hacia un recuento de los principales documentos que han jalonado su obra de servicio, dividiéndolos en dos apartados: los destinados a preservar y promover la fe y la disciplina del pueblo cristiano y los dedicados a la defensa de la vida.
En la larga serie de Encíclicas y Exhortaciones aparecen entre otros los nombres de la Ecclesiam suam (1964. la enciclica sobre el diálogo con la que el Papa inicia su magisterio, la Mysterium fidei (1965) sobre la Eucaristia, la Paterna cum benevolentia (1974) sobre la reconciliación dentro de la Iglesia, la Gaudete in Domino (1975) sobre la alegría cristiana, el Credo del Pueblo de Dios (1968. la Evangelii muntiandi (1975) sobre la accióún evangelizadora de la Iglesia hoy dia, la Populorum progressio (1967) sobre el desarrollo de los pueblos y la Humanae vitae (1968) de cuya publicación se acaban de cumplir los diez años y que en la actualidad está siendo considerada por muchos, como el gesto valiente y profético del hombre de Dios que no permitió ser manipulado por las tendencias neomaltusianas de los poderosos en su afán de explotar a los débiles.
En el citado discurso del 29 de junio, Pablo VI para confortar su espiritu que continuamente se prepara al encuentro con el justo Juez.
proyectando la mirada sobre su dilatada existencia, cree que como Pablo puede decir ya: He combatido el buen combate, he terminado mi arrera, he guardado la fe (2 Tim 4, No es éste el momento oportuno para hacer un análisis exhaustivo de la obra de Pablo VI. Pero es indudable que en la historia su nombre quedará para siempre unido al del Concilio Vaticano II. el acontecimiento más importante de la Iglesia Católica en el siglo XX y alya aplicación está todavia en marcha.
nuevos El ecumenismo práctico, que vino a enfrentarse a una tradición muchas veces secular, a romper moldes dentro de los que crecimos todos los que hemos nacido en un pueblo católico hace veinte o más años, tenía que ser, en su realización, una de las obras más difíciles a las que podria enfrentarse hombre alguno. Esa tarea, por designio de Dios, correspondió a Giovanni Battista Montini, el Recordemos que Pablo VI presidió las tres últimas de las cuatro sesiones del Concilio. fue el que con energia estructuró la marcha de asamblea cuya continuación no era bien vista por muchos en el momento de la muerte de Juan XXI. El fue el que dio la aprobación definitiva a los 16 documentos conciliares. El fue el que en centenares de intervenciones y decisiones puso en marcha la aplicación de la reforma y litúrgica, del movimiento ecuménico, de la colegialidad episcopal, de la acción de la Iglesia en favor de la justicia y la paz de la renovación de unas estructuras eclesiásticas anquilosadas por el peso de los siglos y que, en ocasiones, ofrecieron una resistencia a la que Pablo VI supo hacer frente con una energia en los principios de actuación y una suavidad en los modos de aplicación, que no siempre fue bien comprendida, sobre todo en ciertos circulos de la Curia Romana.
Pablo VI supo abrirse al mundo en sus viajes a los cinco continentes, después del enclaustramiento a que se habían sometido los Papas anteriores. Aún resuenan, por ejemplo, los ecos de su admirable discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y de sus palabras hace ahora diez años en tierras colombianas.
MAS DEL CINCUENTA POR CIENTO DE LA FUERZA PÚBLICA ES ANALFABETO. QUÉ LE PARECE SI ME LO DEJA PRIMERO MI. Se ha escrito mucho sobre el carácter del Papa. Ya Juan XXIII le llamó el cardenal hamletico. Se le describió a veces como un hombre situado siempre entre la duda y la angustia. En mi opinión para comprender a Pablo VI habrá siempre que verlo como un Papa caracterizado por un talante profundamente intelectual y por una larga dedicación a la diplomacia. Esto explica la enorme riqueza conceptual de sus discursos, en los que siempre sabe ver las cosas desde sus diferentes perspectivas. Explica también su actuación en el caso Lefevbre y en tantos otros en los que nunca le faltó capacidad de decisión, pero en los que siempre prevaleció el respeto a las personas, la suavidad en las formas y el ansia de cooperar a la unidad de la Iglesia.
obo Pablo VI supo unir a lo largo de su pontificado el servicio a Dios y el servicio al hombre. Pocas palabras lo retratan tan vivamente como este fragmento de su discurso el dia de la clausura del Concilio Vaticano II. Si recordamos cómo en el rostro de cada hombre podemos y debemos reconocer el rostro de Cristo y si en el rostro de Cristo podemos y debemos, además, reconocer el rostro del Padre celestial, nuestro humanismo se hace cristianismo, nuestro cristianismo se hace teocéntrico; tanto que podemos afirmar también: para conocer a Dios es necesario conocer al hombre.
La herencia que Pablo VI deja a la Iglesia está en nuestras manos.
Su recuerdo será para nosotros un compromiso de fidelidad a Cristo y de servicio al mundo.
Eduardo Bonnin 178 lalo Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica.
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