Sandra Zumbado A Redactora deLa Nación El llanto no faltó, muchos menos el abrazo, pero sí la calidez del hogar y los rostros familiares.
Mientras miles de costarricenses coreaban el conteo final del siglo en sus casas, un pequeño grupo se reunió en bares y restaurantes capitalinos para despedir al 99 y darle la bienvenida al nuevo milenio.
Y aunque la expectativa por la llegada del 2000 hacía pensar que la fiesta remataría en la calle, la gran concentración de gente se limitó a la avenida segunda de San José, y solo pequeños intentos de fiesta se vivieron en algunos de los sitios visitados por un equipo de La Nación .
En Escazú, la mayor parte de los bares cerraron sus puertas y solo Q'uibo y Q¥tal dieron señas de vida, aunque el movimiento no parecía anunciar que faltaba una hora para el nuevo año.
Fiesta de extraños
En Le Monastére, en San Rafael de Escazú, la música de piano quedó reservada para después y el grupo Pepe Campos dio vida al ambiente que reunió a parejas y familias enteras, que alargaron la celebración hasta la madrugada.
Al otro lado del área metropolitana, en San Pedro de Montes, el festejo se quedó en Río, donde no muchos, pero sí muy bulliciosos, dieron rienda suelta a su bienvenida al milenio.
Faltando tres minutos para las 12 medianoche, ya todo el mundo estaba de pie y con las manos entrelazadas esperaron que el reloj agotara su marcha y con pitos, gritos y serpentinas le abrieron la puerta al siglo XXI.
Ana Isabel González llegó a Río con una sola intención: pasarla con su hija Jacqueline Vargas, quien se encontraba trabajando en el lugar con la marca que promocionó el festejo.
El abrazo fue largo y amoroso, con algunas lágrimas.
En el bar Friend's, en el Centro Comercial El Pueblo, la pachanga ya estaba armada a las 00:30 y después se aceleró con la llegada de una comparsa y juegos de pólvora.
Diego Carranza, de 21 años y vecino de Curridabat, dijo que preparó su fin de año en El Pueblo porque eso le garantizaba una buena fiesta, mientras que en su casa todo el mundo se duerme temprano.