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Más allá de apariencias inmediatas

Detrás de los acontecimientos que remecen en estos días nuestro bucólico y pacífico país, "donde no pasaba nada desde el Big Bang" (frase recurrente en Cruz de olvido, novela de Carlos Cortés), las apariencias pueden llevarnos a juzgar con precipitación e incluso alevosía.
No solo es que estudiantes acalenturados y alboroteros se desmanden por la libre o por la esclavitud a ciertos líderes oportunistas; no solo es que algunos grupos utilicen a campesinos ingenuos para atizar las cosas; no es que un conflictivo combo energético haya sido realmente entendido en su letra menuda, no: todo esto se volvió pretexto súbito y sumado para dar salida a un descontento latente que ahora sí, salió a flote.
Los jóvenes malcriados, que exageran en sus expresiones y son fácil carne de movimientos de protesta, llevan años de ser los conejillos maltratados de las deficiencias educativas. Y eso lo resienten, porque, quiéranlo o no los "programas" y los "planes", son personas con dignidad (términos que se implican uno al otro, por cierto), no estadísticas planas. La educación es un tema urgente de la agenda nacional, y así consta en todas las consultas recientes de los grupos de decisión.
Pero sigamos sumando: detrás de estos muchachos, hay madres y padres de familia, y maestras y maestros, descontentos porque la microeconomía está corre que no te alcanzo. Mientras, peces gordos revientan atiborrados de bancosanglos, fondos desfondados de emergencia, descompensados de compensación social, fodesafes (zafes, claro), aviación incivil, cats nada mininos, etc. Y la violencia interna se acumula... Y los jóvenes, los más inermes, los más expuestos, los menos calculadores, los más confundidos ante toda esa pedagogía contradictoria, registran lo que viven en sus casas, colegios, medios de comunicación y en las calles -pura realidad nacional-, y en la primera oportunidad, lo expresan...
La violencia condensada y expulsada que asesinó a un campesino a manos de un chofer, simboliza lo que las calles y los hogares costarricenses (violencia doméstica op cit...), llevan demostrando en cúmulos de cifras tenebrosamente crecientes. Por otra parte, o por la misma, las actitudes prepotentes de los policías vapuleadores (y sume violencia...) al enfrentar a los jóvenes manifestantes, son también muestra de que algo está podrido y no en Dinamarca...
El frío llegó hace mucho a las cobijas de muchas familias costarricenses... Mientras, el mensaje de las políticas gubernamentales parece decirles con sus medias tintas y sus aguas tibias, "si te vi, no me acuerdo", junto con la indiferencia egoísta de quienes no son afectados por la suma de carencias.
Podría desatarse una situación verdaderamente inmanejable y de lamentables consecuencias. Más que nunca, se nos demanda responsabilidad ciudadana, visión de futuro, solidaridad, principalmente a quienes tienen la papa en la mano -caliente esta vez, qué duda cabe-.

  • POR Aurelia Dobles
  • Opinión
Violence