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¡Mujeres al ruedo!

Meterse al ruedo y sortear al toro ya no es asunto de hombres. Durante los últimos años, varias mujeres le han perdido el miedo al redondel e ingresan a enfrentarse con las bestias bravías.
Al igual que los varones, se convierten en toreras improvisadas.
Ese es el caso de Ana Zamora Vargas, una ama de casa vecina de San Diego, en La Unión de Cartago.
Para esta mujer de 32 años y madre de siete hijos, meterse al redondel es todo un reto.
Definitivamente le tiene miedo a los toros, pero esa es parte de la emoción. "Desde aquí abajo se ven más grandes y a uno le da mucho susto", dijo Ana, mientras se ocultaba en uno de los burladeros de Zapote, el sábado en la tarde.
Ataviada con una camiseta roja, un pantalón de mezclilla y zapatos tenis, Ana no les perdió la vista al toro y a sus compañeros. "Ellos nos cuidan, pero a veces en las carreras sale uno golpeado o prensado contra la barrera porque todo mundo quiere pasar primero".
La afición la cultivó gracias a su madre, que trabajó durante muchos años para la Comisión de Festejos Populares; eso la familiarizó con el ambiente del redondel.
Con dos años de visitar la plaza, Ana reconoce que son sus propios hijos los que la alientan a asistir. La mayor de sus retoños, Jersy, de 15 años, es su máxima seguidora; "ella es la primera que me dice que me meta", revela.
Como ella, otras mujeres también disfrutan del ruedo. El jefe de los toreros improvisados, Mario Guadamuz, aseguró que durante estos festejos, cuatro valientes señoras se arriesgan en el redondel.
El sábado por la tarde llegaron dos de ellas.
"Me fascinan los toros"
Otra de las que no se pierde las corridas a la tica desde hace cuatro años, es María Isabel Alpízar. Nunca viene sola: su compañero sentimental, Juan José Brenes, la acompaña y la cuida.
–¿Y usted por qué viene a las corridas?
–Porque me fascinan los toros.
María Isabel tiene 36 años, seis hijos y un gusto muy peculiar por el ganado bravo. "A veces sale uno con algún golpe, pero yo me aguanto toda la corrida aquí adentro", comentó mientras seguía con la vista 450 kilos de peso que se acercaban.
María Isabel no pierde su femineidad; este sábado llegó al redondel con un pantalón corto y medias de nailon, un poquito de colorete en las mejillas y los labios rojos.
Corrió hasta cansarse y trató, hasta donde pudo, de alejarse del toro.
"Es que no es la primera vez que se pega una un susto. Ayer (el viernes para los lectores), los cuernos del toro me pasaron muy cerca, le da a una un miedo..."
Su compañero es su guía, nunca la deja sola y siempre la aconseja, "a veces me regaña porque me voy muy al centro de la plaza, pero eso es lo bonito, nunca se sabe para dónde va a agarrar el toro".
Aseguró que volverá al redondel todos los años que pueda, porque en ningún otro sitio siente una emoción tan fuerte como allí.
"Es algo muy lindo, ya no es cierto que los hombres nos gritan cosas, más bien nos pasan cuidando y nos apoyan", dijo.

  • POR Vanessa Loaiza N. / vloaiza@nacion.com
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