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Columna Vida en la empresa: Especialistas

Confiamos en el especialista y eso nos ahorra tiempo y energía

La cantidad de conocimientos que existe en la actualidad plantea el problema de cómo hacer para tener nociones de todo lo que es útil o al menos necesario. A principios de siglo uno podía saber cómo reparar todos los artefactos que había en la casa. Hoy es difícil saber con precisión cómo funcionan los aparatos que tanto bienestar nos dan. En la empresa comercial de principios de siglo, quizá lo más misterioso que había era la contabilidad. En la empresa tecnológica de hoy, son vastos los conocimientos que hay que tener en ciencias y en todos los campos de la gerencia, de manera que podemos afirmar que nadie lo sabe todo.
De ahí ha surgido la importancia del especialista. El paradigma de la división del trabajo nos enseña que la producción de alfileres aumenta si en vez de ir haciendo alfiler por alfiler, uno corta el metal, otro le hace la cabeza y otro le aguza el extremo. Esa es la maravilla del trabajo especializado.
Confiamos en el especialista y eso nos ahorra tiempo y energía. Volamos en un jet con tranquilidad sin someter al piloto antes del abordaje a un interrogatorio para darnos por satisfechos de que estamos en buenas manos. El tiempo y la energía que tendríamos que invertir en verificar el conocimiento de tan diversas ocupaciones, harían impensable la posibilidad de vivir sin confianza en el especialista.
Pero esto no nos dispensa de la necesidad de asumir una actitud sensata ante los conocimientos del especialista. En primer lugar tenemos que reclamar nuestro derecho a hacer preguntas. Y no sólo eso, sino que tenemos que reclamar el derecho a hacer preguntas ingenuas. La pregunta ingenua con frecuencia levanta una piedra detrás de la cual se escondían impensadas consecuencias. Esa pregunta ingenua no tiene por qué ser muy formal. Revela buena calidad el especialista que hace el esfuerzo por entender lo que le preguntamos en la forma en que se lo preguntemos. Desconfiemos de aquél que nos exige hacer las preguntas en su lenguaje técnico.
Es responsable informarse en otras fuentes: la búsqueda de una segunda opinión es clásica en ciencias de la salud. Hoy, con la facilidad de acceso a la información, el paciente puede consultar en Internet el procedimiento quirúrgico que se le hará u opciones de tratamiento. Quienes quieran saber por ejemplo cómo se hace una apendicetomía –no para hacerla, sino para saberlo– pueden recurrir al sitio http://vesalius.com . En www.channel2000.com se puede aprender que consumir dos bananos al día, reduce la alta presión arterial en unos diez puntos. Y hasta es posible suscribirse gratuitamente a un servicio de noticias médicas en http://www.americanheart.org/hbp .
Distingamos también entre el papel del especialista y el papel de quien es responsable de la decisión. El especialista da información. El responsable de la acción toma la decisión. El médico no obliga al paciente a una intervención quirúrgica, sólo le da la información para que él decida. El especialista en cómputo dice qué se puede y que no se puede hacer con diferentes sistemas, la gerente decide.
Llama la atención que la gente se disculpa por tocar terrenos en los que no son especialistas. En reuniones ejecutivas se escucha por ejemplo, yo no soy experto en impuestos, pero opino tal y cual, como si con su comentario estuviera entrando en terreno vedado. La razón, la sensatez tienen derecho a entrar en cualquier terreno sin pedir permiso a los sumos sacerdotes.
Al respecto recuerdo un episodio en una reunión cuando alguien propuso unas soluciones relacionadas con algún problema de recalentamiento en unas máquinas. Alguien le preguntó desafiante: ¿vos sos ingeniero?. Y aquél respondió: no, ingeniero no, educado sí.... Y llevaba razón, porque la verdad es que cualquier persona educada tiene que saber cómo funciona un radiador.

  • POR Álvaro Cedeño
  • Economía
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