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Sergio Arce sarce@nacion.com En Honduras Santa Rosa de Copán. Las empedradas calles del casco central de este pequeño pueblo hondureño a 400 kilómetros al noroeste de la capital se hicieron estrechas para la cantidad de personas que se aglomeraron ayer para darles la bienvenida a los mandatarios centroamericanos, quienes se reunieron en la tarde y parte de la noche para firmar la Declaración de Copán.
La suscripcoión estaba prevista para las 6 p.. m., pero tuvo que ser suspendida a última hora porque el mandatario guatemalteco, Alfonso Portillo, tuvo que regresar de emergencia a su país. No se fijó una nueva fecha.
En el documento, los presidentes se comprometen a luchar contra el terrorismo y el narcotráfico. Además, alinean esfuerzos para dirimir los diferendos limítrofes en aras de contribuir con la integración regional.
Del pueblo y lugares aledaños no faltó nadie. Todos estaban allí bien engalanados con sus mejores ropajes: desde el más humilde hasta el hacendado. Sin duda, el de ayer no era un domingo cualquiera, y eso había que celebrarlo en grande.
Por eso fue común ver a las mujeres con sus vestidos sencillos pero impecables, pelos recogidos en trenzas o colas; hombres con sus botas lustradas hasta el cansancio y sombreros vaqueros de junco, una planta muy popular en Honduras.
En su afán por no desentonar con la ocasión, ellas se organizaron para embellecer aún más el centro del pueblo de escasos dos kilómetros cuadrados y con 12.000 habitantes.
Mientras unas empuñaban sus escobas contra la basura otras decoraron las calles con banderas y hojas de pino, el árbol nacional de este país. Según estimaciones del alcalde de Santa Rosa de Copán, Mauricio Arias, para este fin se utilizaron 25 sacos con hojas.
Y... ¿las ventas ambulantes? Por lo menos ayer los vendedores se dieron libre. Las compras se hacían en los minimercados ubicados en las pequeñas y coloridas casas cercanas al parque de esta ciudad del occidente hondureño.
Tampoco faltó la admiración de los turistas extranjeros. Margoth Morris y Susana Phillips, ambas de Oregon, Estados Unidos, no pararon de tomar fotografías del lugar y su gente.
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