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Ciudad Cortés. A veces, el ritual de la oración de los hombres del sudor se parece más al duelo que a los votos de agradecimiento.
Después del rezo colectivo, el "¡Osa, Osa, Osa!" que gritaron los muchachos del vestuario azul no supo a consigna; fue desahogo.
Apoyado en el quicio de la puerta del vestidor, Marvin Solórzano destiló su amargura. “Yo suelo decir que en este pueblo hay 500 personas; 490 están en contra y solo 10 nos quieren. ¿Por qué no permiten a esos pocos trabajar en paz por el equipo?”.
Más que el resultado adverso, a Solórzano y a sus compañeros les afectan las dificultades que el grupo que comanda Juan Luis Hernández ha padecido en las últimas semanas, por causa de las diferencias que sangran en el corazón de una comunidad dividida, donde existe un sector que no desea la continuación del técnico español ni de varios de los jugadores foráneos.
“No entienden (los adversarios) que se perjudican ellos y, sobre todo, a este lugar, en donde hay mucha gente noble.
“No comprenden tampoco que tanto el técnico como los jugadores somos pasajeros, que hoy estamos y mañana no, que lo que hacen con su veneno es dañar a su misma tierra”, comentó el guardameta.
Amenazado
Juan Luis Hernández Fuertes fue directo: “En este pueblo no hay justicia. El acoso, las amenazas de muerte a mi familia; a las mujeres, a las niñas, han sido una constante en los últimos días.
“Esos desafueros provienen de sujetos con antecedentes penales, a los que todo el mundo conoce. Pero, como aquí no hay justicia, tendré que resolver yo, en el plano personal, las barbaridades en las que está incurriendo ese grupo que se llama el cartel del Pacífico Sur, aunque sea lo último que haga en mi vida”.
El representativo de Ciudad Cortés vive una hora difícil. Último en la tabla de posiciones del Apertura, se debate en una crisis intestina, sin respaldo de la comunidad y con situaciones como las denunciadas por el estratega, que revisten mucha gravedad.
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