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Houston (Texas). El peor comienzo de temporada en la historia de Los Ángeles Lakers y de la NBA para un equipo campeón de liga ha colocado al entrenador Phil Jackson ante el gran reto de su carrera profesional porque esta vez en juego no está revalidar un título, que sería el cuarto consecutivo, sino su propio legado.
Jackson tiene el honor de haber conseguido nueve títulos de liga, seis con los Bulls de Chicago y tres con los Lakers, una marca que solo había alcanzado el legendario Red Auerbach con lo míticos Celtics de Boston, la primera gran dinastía de la NBA.
Pero también en su trayectoria profesional existe una gran interrogante sobre el grado de aportación que hizo a los Bulls de la época de Michael Jordan, considerado el jugador más grande de todos los tiempos, para el que no había defensa que pudiese controlar sus acciones, que eran auténticas genialidades.
Lo mismo sucedió cuando llegó a los Lakers, que Del Harris, su predecesor en el cargo, había dejado formados con Shaquille O’Neal como el jugador más dominante de la liga y Kobe Bryant alcanzando el grado de madurez y talento que lo han colocado a la par de su compañero.
El factor suerte y algunas actuaciones más que cuestionables de los árbitros en determinados partidos con el trato hacia O’Neal y Bryant hicieron posible que los Lakers, bajo la dirección de Jackson, sean tricampeones sin jugar el mejor baloncesto de equipo.
El pivote de los Kings, Vlade Divac, fue categórico cuando dijo que los Lakers tienen a los dos mejores jugadores de la liga, pero no al mejor equipo.
Los resultados de la nueva temporada han confirmado que los Lakers son de verdad un equipo de dos jugadores. El resto, como el propio O’Neal criticó públicamente, hasta ahora no ha aportado ni la parte mínima que necesitan para poder ganar partidos.
Dimes y diretes
Tampoco ha favorecido a la figura y autoridad de Jackson la actitud que tomaron los jugadores ante la crisis por la que atraviesan, con valoraciones personales poco constructivas.
O’Neal cuestionó a sus compañeros, una acción que dijo era para tratar de motivarlos, pero que generó el efecto contrario porque se le revelaron y dijeron que el único responsable de la crisis había sido él por no operarse antes.
Bryant tuvo la misma versión que O’Neal, pero fue más diplomático, al considerar que no era falta de esfuerzo sino de talento.
Rick Fox le replicó que no era falta de talento sino que Bryant se había cansado del "ataque en triángulo" y no tenían mejor alternativa, mientras que Brian Shaw culpó a las defensas por zonas, la que complicaba el juego de ataque de los Lakers.
Si las versiones de los jugadores sobre las crisis eran variadas y para todos los gustos, la que dio Jackson sacó a los Lakers del contexto deportivo normal y lo situó en el campo de la astrología, área en la que se siente muy a gusto por sus creencias y filosofía.
“El problema que tenemos dentro del equipo está relacionado con la energía sismográfica que procede de la tierra”, destacó Jackson. “Astrológicamente no encajamos como en su tiempo lo hicieron los Bulls porque hay una conjunción de ciertos planetas que nos mantienen apartados”.
Pero al margen de la teoría sobre la crisis de los Lakers, la realidad para los tricampeones y Jackson es que con su marca actual de 13-19, llegar a los 50 triunfos cuando finalice la temporada sería toda una hazaña y jugar la fase final del campeonato necesitaría de mucha suerte.
Jackson se ha establecido y cree que es posible conseguir el objetivo de los 50 triunfos para tener la ventaja de campo al menos en la primera ronda del playoff.
Jackson enfrenta el reto que necesitaba para demostrar que puede sacar a Lakers de la peor crisis de juego de su historia.
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